Abrir - El club de los que deciden vivir
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sentido. Todos los seres nacen y de ahí en más tratan de escaparle a la muerte. Es lo mínimo a lo que puede llamarse vida. Tal vez ahí comiencen las diferencias: mientras para algunos eso es solamente lo mínimo, para otros es la vida, la totalidad de lo que entienden y pueden entender por vida. Sólo quien aspira a que la vida sea “algo más” trabajará por ese algo más. La gran diferencia entre quienes actúan para que su vida sea como quieren y quienes no lo hacen es que unos quieren, en el cabal sentido de la palabra, y otros sólo quisieran que las cosas fueran distintas. Y no faltan los que ni siquiera quisieran, los que tienden simplemente a mantenerse sobre el mundo, sin morir pero sin vivir. ¿De dónde vienen estas diferencias? El debate puede ocupar a varias generaciones de filósofos y psicólogos. Para no demorarnos esperando grandes respuestas, podemos esbozarnos una que nos alcanza y sobra en el terreno de la práctica: cuando existe la decisión de vivir realmente, de concretar y experimentar lo que se sueña, todas las facultades del hombre van en esa dirección, y no aceptan la intromisión de factores que hagan fuerza en sentido contrario. Esas facultades humanas pueden detenerse a descansar, o tomarse algún recreo; pero irremediablemente vuelven en pos de su objetivo: jamás aceptarán la inactividad de por vida ni darán un solo paso contra su propio deseo. Sin embargo, abundan las personas que no actúan en favor de sus propios deseos, y hasta llegan a actuar o pensar en contra. La causa parece ser que la acción para alcanzar algo conlleva siempre el riesgo de no alcanzarlo. Ante esto, la mente humana suele asustarse, escapar y apelar a muchos trucos. Los más comunes son convencerse de que conviene vivir sin aspirar a nada, o de que ya se tiene todo lo que se soñó, o directamente decirse que jamás se quiso otra 212
vida que la que se está viviendo. Ninguno de quienes toman ese camino es feliz en lo más íntimo, aunque acostumbre decir que vive sin problemas, y no se atreva a echar una mirada realmente sincera al territorio de “lo más íntimo”. Decidir vivir es, entonces, querer una vida mejor, saber que es posible, y que también es posible no lograrlo. Decidir vivir es ir hacia adelante, intentar lo que se sueña sin ignorar que hay riesgos, pero sabiendo que no existe mayor riesgo que el de apagar, desactivar, matar la propia aspiración, para convertirse en un ser (no sabemos si humano) que permanece sin morir pero tampoco vive. De ahí la insistencia sobre la misma base y en torno al mismo eje: la posibilidad de una vida digna de vivir no depende de qué tenemos, de qué queremos y ni siquiera de qué sabemos, sino de qué decidimos. 213
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Todos <strong>los</strong> seres nacen y <strong>de</strong> ahí en más tratan <strong>de</strong> escaparle a<br />
la muerte. Es lo mínimo a lo <strong>que</strong> pue<strong>de</strong> llamarse vida.<br />
Tal vez ahí comiencen las diferencias: mientras para algunos<br />
eso es solamente lo mínimo, para otros es la vida, la totalidad<br />
<strong>de</strong> lo <strong>que</strong> entien<strong>de</strong>n y pue<strong>de</strong>n enten<strong>de</strong>r por vida.<br />
Sólo quien aspira a <strong>que</strong> la vida sea “algo más” trabajará<br />
por ese algo más.<br />
La gran diferencia entre quienes actúan para <strong>que</strong> su vida<br />
sea como quieren y quienes no lo hacen es <strong>que</strong> unos quieren, en<br />
el cabal sentido <strong>de</strong> la palabra, y otros sólo quisieran <strong>que</strong> las cosas<br />
fueran distintas. Y no faltan <strong>los</strong> <strong>que</strong> ni siquiera quisieran, <strong>los</strong><br />
<strong>que</strong> tien<strong>de</strong>n simplemente a mantenerse sobre el mundo, sin morir<br />
pero sin <strong>vivir</strong>.<br />
¿De dón<strong>de</strong> vienen estas diferencias?<br />
<strong>El</strong> <strong>de</strong>bate pue<strong>de</strong> ocupar a varias generaciones <strong>de</strong> filósofos<br />
y psicólogos.<br />
Para no <strong>de</strong>morarnos esperando gran<strong>de</strong>s respuestas, po<strong>de</strong>mos<br />
esbozarnos una <strong>que</strong> nos alcanza y sobra en el terreno <strong>de</strong> la<br />
práctica: cuando existe la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> <strong>vivir</strong> realmente, <strong>de</strong> concretar<br />
y experimentar lo <strong>que</strong> se sueña, todas las faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />
hombre van en esa dirección, y no aceptan la intromisión <strong>de</strong><br />
factores <strong>que</strong> hagan fuerza en sentido contrario.<br />
Esas faculta<strong>de</strong>s humanas pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>tenerse a <strong>de</strong>scansar, o<br />
tomarse algún recreo; pero irremediablemente vuelven en pos<br />
<strong>de</strong> su objetivo: jamás aceptarán la inactividad <strong>de</strong> por vida ni<br />
darán un solo paso contra su propio <strong>de</strong>seo.<br />
Sin embargo, abundan las personas <strong>que</strong> no actúan en favor<br />
<strong>de</strong> sus propios <strong>de</strong>seos, y hasta llegan a actuar o pensar en contra.<br />
La causa parece ser <strong>que</strong> la acción para alcanzar algo conlleva<br />
siempre el riesgo <strong>de</strong> no alcanzarlo.<br />
Ante esto, la mente humana suele asustarse, escapar y apelar<br />
a muchos trucos. Los más comunes son convencerse <strong>de</strong> <strong>que</strong><br />
conviene <strong>vivir</strong> sin aspirar a nada, o <strong>de</strong> <strong>que</strong> ya se tiene todo lo<br />
<strong>que</strong> se soñó, o directamente <strong>de</strong>cirse <strong>que</strong> jamás se quiso otra<br />
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