Abrir - El club de los que deciden vivir

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18.04.2013 Views

Es que la complicación no está en la fórmula, sino en nosotros. De ahí que muchas veces la causa no es atacada, y los problemas se eternizan, por la sencilla razón de que no hay reales ganas de atacarla. No hay una real convicción de que la vida sería mejor en caso de no existir el obstáculo y quedar abierto el camino hacia el otro lado. No siempre el hombre quiere superar los obstáculos contra los que protesta. Unas veces porque no tiene idea de cómo hacerlo, otras por no esforzarse, y otras por una razón más temible: no sabe qué encontrará al otro lado. Al no saberlo, prefiere quedarse de este lado aunque padezca la molestia, la sensación de encierro que todo obstáculo suele generar. El no querer pagar el precio es un problema de índole biológica: por razones biológicas tendemos a rehusarnos a consumir energía, a no ser que ese consumo se compense con un beneficio muy visible y tentador (porque la tentación moviliza directamente al instinto, el motor más básico y poderoso de todo ser vivo). El miedo a lo que puede haber del otro lado es un problema de índole psicológica y metafísica; un problema propio del hombre. Como siempre, detrás tal vez de toda disyuntiva o elección subyace el tema de fondo de qué sentimos, qué creemos sobre la vida y su finalidad. De ese qué creemos depende el tener o no la intuición de que más allá de lo que hoy nos inquieta hay algo valioso, algo que vale la pena vivir. Cuando no existe esa indefinida pero poderosa intuición, la más de las veces se teme que más allá de lo conocido se acabe la vida, que después de saltar el obstáculo nos encontremos en un territorio donde ya no haya algo por hacer, algo nuevo que alcanzar y disfrutar. Nos aterra la idea de arribar a un territorio vacío de posibilidades. Este miedo, más profundo que el miedo al choque con los 204

obstáculos y que el mismo miedo a la muerte, determina que muchos seres prefieran desechar la posibilidad de pasar al otro lado, y prosigan su existencia como si de este lado estuvieran todos los problemas resueltos y se obtuviera todo lo que es posible obtener. Los que no son vencidos por ese miedo llegan siempre a algo más; por la sencilla razón de que ya desde antes residía en ellos la convicción de que la vida es algo más. De ahí las viejas insistencias en que la filosofía (entendida como el acto de preguntarse y no como una succión de cultura ajena) no es una profesión que eligen algunos, sino una necesidad intrínseca de todo hombre. Como los vegetales necesitan nutrientes en el terreno que habitan, como los animales necesitan habilidades para procurarse alimento, el hombre necesita, además de la capacidad de conservar la vida, la de saber qué hacer con ella. Esta enorme disyuntiva, de la que depende que cada existencia sea insípida o exquisita, superficial o profunda, imperceptible o admirable, no se soluciona escuchando prédicas ni consejos, sino respondiéndonos, desde lo más profundo de nosotros, porque lo percibimos y no porque nos lo dijeron, qué creemos que hay o puede haber de valioso en la vida. Respondiéndonos el viejo interrogante de qué somos y a dónde vamos. Si esto nos parece muy difícil de responder, no nos desalentemos; porque lo que realmente decidirá todo es la actitud de preguntárnoslo. 205

Es <strong>que</strong> la complicación no está en la fórmula, sino en nosotros.<br />

De ahí <strong>que</strong> muchas veces la causa no es atacada, y <strong>los</strong> problemas<br />

se eternizan, por la sencilla razón <strong>de</strong> <strong>que</strong> no hay reales<br />

ganas <strong>de</strong> atacarla. No hay una real convicción <strong>de</strong> <strong>que</strong> la vida sería<br />

mejor en caso <strong>de</strong> no existir el obstáculo y <strong>que</strong>dar abierto el<br />

camino hacia el otro lado.<br />

No siempre el hombre quiere superar <strong>los</strong> obstácu<strong>los</strong> contra<br />

<strong>los</strong> <strong>que</strong> protesta. Unas veces por<strong>que</strong> no tiene i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo<br />

hacerlo, otras por no esforzarse, y otras por una razón más<br />

temible: no sabe qué encontrará al otro lado.<br />

Al no saberlo, prefiere <strong>que</strong>darse <strong>de</strong> este lado aun<strong>que</strong> pa<strong>de</strong>zca<br />

la molestia, la sensación <strong>de</strong> encierro <strong>que</strong> todo obstáculo<br />

suele generar.<br />

<strong>El</strong> no <strong>que</strong>rer pagar el precio es un problema <strong>de</strong> índole biológica:<br />

por razones biológicas ten<strong>de</strong>mos a rehusarnos a consumir<br />

energía, a no ser <strong>que</strong> ese consumo se compense con un beneficio<br />

muy visible y tentador (por<strong>que</strong> la tentación moviliza directamente<br />

al instinto, el motor más básico y po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> todo<br />

ser vivo).<br />

<strong>El</strong> miedo a lo <strong>que</strong> pue<strong>de</strong> haber <strong>de</strong>l otro lado es un problema <strong>de</strong><br />

índole psicológica y metafísica; un problema propio <strong>de</strong>l hombre.<br />

Como siempre, <strong>de</strong>trás tal vez <strong>de</strong> toda disyuntiva o elección<br />

subyace el tema <strong>de</strong> fondo <strong>de</strong> qué sentimos, qué creemos sobre la vida<br />

y su finalidad.<br />

De ese qué creemos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> el tener o no la intuición <strong>de</strong> <strong>que</strong><br />

más allá <strong>de</strong> lo <strong>que</strong> hoy nos inquieta hay algo valioso, algo <strong>que</strong> vale la<br />

pena <strong>vivir</strong>.<br />

Cuando no existe esa in<strong>de</strong>finida pero po<strong>de</strong>rosa intuición,<br />

la más <strong>de</strong> las veces se teme <strong>que</strong> más allá <strong>de</strong> lo conocido se acabe<br />

la vida, <strong>que</strong> <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> saltar el obstáculo nos encontremos<br />

en un territorio don<strong>de</strong> ya no haya algo por hacer, algo nuevo<br />

<strong>que</strong> alcanzar y disfrutar.<br />

Nos aterra la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> arribar a un territorio vacío <strong>de</strong> posibilida<strong>de</strong>s.<br />

Este miedo, más profundo <strong>que</strong> el miedo al cho<strong>que</strong> con <strong>los</strong><br />

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