Abrir - El club de los que deciden vivir

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18.04.2013 Views

que lo natural es que los sentimientos de todos se extiendan en la misma dirección y entre los mismos polos. Cada vez que hable con otros sobre el bien y el mal, lo mejor o lo peor de la vida, cada uno estará refiriéndose a su propia escala como si no hubiera otra cosa. Suele parecernos inconcebible que alguien prefiera alguna vez el mal para sí mismo. Esta contradicción se resuelve aclarando que en realidad prefiere el mal o lo peor de nuestra escala de valores para evitar el mal de la suya, que es lo que teme por encima de todo. Es posible elaborar un esquema muy esquemático sobre qué entiende o siente como “bien” cada tipo de persona. Para el ser humano tamásico la experiencia más satisfactoria, y por lo tanto el mayor “bien” en su escala de valores, es no invertir energía, no hacer nada, ni a nivel físico ni a niveles superiores, como el de sentir, pensar o contemplar. Por lo tanto el mayor mal, el polo opuesto de la escala, es el esfuerzo. Para el rajásico lo que le da sentido a todo es el placer; en algunas personas el mero placer de los sentidos y en otras el placer de conquistar, de sentirse capaz, de poder. Los que perciben a niveles más sutiles incluirán como fuentes de satisfacción el arte y el conocimiento del mundo. La peor posibilidad para estas personas es la carencia, la ausencia de placer. Para el sáttwico no hay mayor bien que el equilibrio interior, la felicidad nacida de la propia armonía y no de las circunstancias. Se conduce, aunque no haya escuchado la frase, por el “ante todo, cuidad de vuestra alma” que proponía Sócrates. Por lo tanto, para él no hay mayor mal que la desarmonía interior. Esto ya es suficiente para sugerirnos por qué, aunque todos quieran el bien, no todos buscan lo mismo. Por ejemplo, a un tamásico le gustaría, como al común de la gente, poseer mucho dinero. En su caso la razón fundamental será el sueño de no tener que trabajar ni molestarse. Pero si para ganar dinero tuviera que molestarse, preferirá evadir ese disgusto; vivir sin dinero o soñar que alguna vez lo poseerá si lo ayuda la suerte. La consigna que guiará su vida podría resumirse en “ganar 160

es más lindo; pero perder es más fácil”. Un rajásico luchará por el dinero (no con el fin de vivir sin hacer nada sino con el de disfrutar) sin considerar su necesidad de descansar, su salud ni su armonía interior (y en no pocos casos, sin considerar a los demás), porque no concibe nada peor que carecer de lo deseado; y precisamente por eso desea mucho. Si esta característica prepondera demasiado en su mente, despreciará a los que no sean como él y hasta los avasallará para conseguir los bienes que siente indispensables. Un sáttwico no querrá ningún bien externo que le exija quebrantar su armonía interior. No querrá empeorar como persona “por nada del mundo”. Trabajará fundamentalmente por un mundo más armónico, donde todos puedan vivir más armónicamente, sin entender esta idea en términos demasiado “materiales”. Cuando trabaje para sí mismo, no aceptará que trabajar signifique maltratarse ni sacrificarse. A este tipo de diferencias se debe el que unos seres no entiendan a otros. Quien valora el placer por sobre todas las cosas creerá imposible que alguien sienta que la vida es fea, y sin más fin que evitar esfuerzos deseche toda posibilidad de disfrutarla. Tampoco entendeque alguien no se mueva por dinero sino “por un mundo mejor”: creerá que es un trastornado, un idiota, o un mentiroso que habla de ese tema para sacarle dinero a los demás. Si alguien valora por sobre todo el no esforzarse, considerará incomprensiblemente molestos a todos los que propongan moverse hacia algún objetivo. No entenderá para qué otros seres hacen lo que hacen. Todos estamos en algún punto de ese espectro de colores. Todos habremos experimentado la sensación de que es inútil cualquier intento de resolver estas diferencias hablando: no hay argumento capaz de manejar a alguien con más fuerza que sus propias tendencias internas. Algunas veces nos decimos que no tiene sentido la existencia de los que se limitan a mantenerse vivos biológicamente, sin moverse y sin inquietarse. Otras veces aseguramos que no tiene 161

<strong>que</strong> lo natural es <strong>que</strong> <strong>los</strong> sentimientos <strong>de</strong> todos se extiendan en<br />

la misma dirección y entre <strong>los</strong> mismos po<strong>los</strong>. Cada vez <strong>que</strong> hable<br />

con otros sobre el bien y el mal, lo mejor o lo peor <strong>de</strong> la vida, cada<br />

uno estará refiriéndose a su propia escala como si no hubiera otra<br />

cosa.<br />

Suele parecernos inconcebible <strong>que</strong> alguien prefiera alguna<br />

vez el mal para sí mismo. Esta contradicción se resuelve aclarando<br />

<strong>que</strong> en realidad prefiere el mal o lo peor <strong>de</strong> nuestra escala<br />

<strong>de</strong> valores para evitar el mal <strong>de</strong> la suya, <strong>que</strong> es lo <strong>que</strong> teme por<br />

encima <strong>de</strong> todo.<br />

Es posible elaborar un es<strong>que</strong>ma muy es<strong>que</strong>mático sobre qué<br />

entien<strong>de</strong> o siente como “bien” cada tipo <strong>de</strong> persona.<br />

Para el ser humano tamásico la experiencia más satisfactoria,<br />

y por lo tanto el mayor “bien” en su escala <strong>de</strong> valores, es no<br />

invertir energía, no hacer nada, ni a nivel físico ni a niveles superiores,<br />

como el <strong>de</strong> sentir, pensar o contemplar. Por lo tanto el<br />

mayor mal, el polo opuesto <strong>de</strong> la escala, es el esfuerzo.<br />

Para el rajásico lo <strong>que</strong> le da sentido a todo es el placer; en algunas<br />

personas el mero placer <strong>de</strong> <strong>los</strong> sentidos y en otras el placer<br />

<strong>de</strong> conquistar, <strong>de</strong> sentirse capaz, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Los <strong>que</strong> perciben<br />

a niveles más sutiles incluirán como fuentes <strong>de</strong> satisfacción<br />

el arte y el conocimiento <strong>de</strong>l mundo. La peor posibilidad para<br />

estas personas es la carencia, la ausencia <strong>de</strong> placer.<br />

Para el sáttwico no hay mayor bien <strong>que</strong> el equilibrio interior,<br />

la felicidad nacida <strong>de</strong> la propia armonía y no <strong>de</strong> las circunstancias.<br />

Se conduce, aun<strong>que</strong> no haya escuchado la frase, por el<br />

“ante todo, cuidad <strong>de</strong> vuestra alma” <strong>que</strong> proponía Sócrates. Por lo<br />

tanto, para él no hay mayor mal <strong>que</strong> la <strong>de</strong>sarmonía interior.<br />

Esto ya es suficiente para sugerirnos por qué, aun<strong>que</strong> todos<br />

quieran el bien, no todos buscan lo mismo.<br />

Por ejemplo, a un tamásico le gustaría, como al común <strong>de</strong> la<br />

gente, poseer mucho dinero. En su caso la razón fundamental<br />

será el sueño <strong>de</strong> no tener <strong>que</strong> trabajar ni molestarse. Pero si para<br />

ganar dinero tuviera <strong>que</strong> molestarse, preferirá evadir ese disgusto;<br />

<strong>vivir</strong> sin dinero o soñar <strong>que</strong> alguna vez lo poseerá si lo ayuda la<br />

suerte. La consigna <strong>que</strong> guiará su vida podría resumirse en “ganar<br />

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