Abrir - El club de los que deciden vivir
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campea cierta coinci<strong>de</strong>ncia en <strong>que</strong> el hombre necesita algo más <strong>que</strong><br />
alimentarse y <strong>que</strong> <strong>de</strong>scansar en lugar seguro.<br />
Aun<strong>que</strong> no cuente con una aprobación unánime, cualquier<br />
esbozo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>que</strong> en nuestra existencia hay un objetivo<br />
nos lleva forzosamente a <strong>de</strong>ducir <strong>que</strong> mientras éste no se cumpla<br />
habrá un estado <strong>de</strong> necesidad insatisfecha, o sea eso <strong>que</strong><br />
venimos llamando infelicidad.<br />
Como el cuerpo posee instintos <strong>que</strong> se encargan <strong>de</strong> acuciarnos<br />
en su afán <strong>de</strong> ser satisfechos, también <strong>los</strong> tiene la mente,<br />
la psi<strong>que</strong> o “el alma”, <strong>que</strong> se molesta y angustia <strong>de</strong> diversos<br />
modos si no satisface <strong>de</strong> su necesidad.<br />
De ahí <strong>que</strong> el hombre, recordando la experiencia <strong>de</strong> haber<br />
obtenido alimento y haber <strong>de</strong>jado así <strong>de</strong> sufrir, imagina <strong>que</strong><br />
poseyendo o disfrutando algún otro elemento <strong>de</strong>l mundo circundante<br />
calmará esa otra extraña sed <strong>que</strong> siempre le exige <strong>vivir</strong><br />
y sentir algo más.<br />
Así, una vez interrelacionados para intercambiar unos con<br />
otros <strong>los</strong> bienes <strong>que</strong> satisfacen sus necesida<strong>de</strong>s básicas, <strong>los</strong><br />
hombres prosiguen in<strong>de</strong>finidamente el proceso <strong>de</strong> elaborar<br />
nuevos bienes en busca <strong>de</strong> esa satisfacción total <strong>que</strong> <strong>de</strong> algún<br />
modo conciben, generando una contagiosa ca<strong>de</strong>na en <strong>que</strong> cada<br />
uno inventa algo para ganar dinero y comprarse lo <strong>que</strong> a su vez<br />
inventó otro, <strong>que</strong> intenta convencerlo <strong>de</strong> <strong>que</strong> su producto es<br />
indispensable para la felicidad, por<strong>que</strong> él mismo intenta alcanzar<br />
la felicidad comprando lo <strong>que</strong> a su vez le ofrece un tercero<br />
con idéntico propósito.<br />
Esto genera una sociedad don<strong>de</strong> todos incitan a todos a<br />
ser felices y a no aguantar <strong>vivir</strong> sin serlo, y don<strong>de</strong> cada uno<br />
propone como vía a la felicidad adquirir el objeto <strong>que</strong> él ofrece.<br />
<strong>El</strong> resultado <strong>de</strong> todo esto es, paradójicamente, un nuevo<br />
tipo <strong>de</strong> infelicidad: la infelicidad social.<br />
Por<strong>que</strong>, se gane en esa carrera poco o mucho dinero, tar<strong>de</strong><br />
o temprano aparece un límite, más allá <strong>de</strong>l cual <strong>que</strong>da algo <strong>que</strong><br />
no se pue<strong>de</strong> comprar.<br />
De ahí <strong>que</strong> en las socieda<strong>de</strong>s más complejas haya un mayor<br />
grado <strong>de</strong> infelicidad <strong>que</strong> en las más primitivas; lo <strong>que</strong> pare-<br />
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