Abrir - El club de los que deciden vivir

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18.04.2013 Views

122 cuando Dios lo disponga, de acuerdo a un inaccesible criterio con que son considerados nuestros merecimientos. Si ocurre lo indeseable, o si no ocurre lo deseable, la fórmula mental para no hacer nada será la de “ya vendrán tiempos mejores”. El centro de esta idea es el “vendrán”: los sucesos deseables vienen; no ocurren porque los produzcamos. Ya sea malo o bueno, la única posibilidad es lo que viene. Podemos entretenernos muchos años con esta idea; viviendo mal pero manteniéndonos convencidos de que la vida nos enviará tarde o temprano los bienes anhelados. Y si vemos que alguien murió sin haber recibido semejante premio, podemos decir que “no lo merecía”. Este esquema es aplicable exclusiva e infaliblemente a vidas ajenas. Como sólo se opina mientras se está vivo, y mientras se está vivo sigue habiendo un futuro presunto donde todo puede ser posible, nadie se verá ante la complicación de explicar por qué murió sin obtener lo que creyó merecer. Sin embargo, si aplicamos la sinceridad que nunca saca a relucir el emigrante mental, podemos darnos cuenta de que el mayor peligro no será el de dar explicaciones después de esta vida, sino el desperdicio que hagamos durante su transcurso. El recurso de imaginar que todo irá bien sin la propia intervención suele debilitarse cuando se tienen muchos años y poco futuro: tanto los demás como uno mismo van dejando de creer que la vida deseada vendrá más adelante. Pero existe la posibilidad de “retocar” el esquema con algunas afirmaciones (sin incursionar por ello en el esquema de fealdad del orden cósmico): “la vida me dio algunas cosas buenas”, “lo

principal es la salud”, “creo que recibí lo que necesitaba y no supe apreciarlo”. Esta última idea revela un fenómeno muy propio del emigrante mental: su sinceridad y su capacidad autocrítica nunca van más allá de reconocer errores del pasado. Puede llegar como mucho a culparse a sí mismo de lo mal que vive (lo que a su vez le sirve para reforzar la idea de que es “bueno” y natural que viva mal); pero nunca considerará sus errores para corregirlos y empezar a producir otro resultado de ahí en adelante. En síntesis, éstos y otros temas pueden servir para mantener la atención fuera de la propia vida Como la mayoría de ellos requiere la comunicación con otras personas dispuestas a lo mismo, se convierten en tema de largas charlas en que, si coinciden en su oculta finalidad, todos la pasan bien, se consuelan, entretienen y solidarizan entre sí. Pero si en esas charlas aparece alguien que propone soluciones a las situaciones feas que se pintaron, alguien que llama a tomar la vida en las propias manos, comienza a ser rechazado y odiado por haber roto de tal manera las reglas de ese juego, y se convierte (cuando no está presente) en blanco de los más virulentos comentarios: “se cree Dios”, “cambió”, “faltó el respeto” a quienes hasta entonces lo consideraban su amigo, “se cree más que los demás”, etc, etc. Conclusiones sobre ¿Con qué llenamos nuestra vida? Lo visto nos muestra que hay ocupaciones que determinan una vida “buena” y ocupaciones que determinan que vivamos mal, Vivir bien o mal depende de a qué nos dediquemos; y si en alguna medida depende de las circunstancias, éstas pueden vol- 123

principal es la salud”, “creo <strong>que</strong> recibí lo <strong>que</strong> necesitaba<br />

y no supe apreciarlo”.<br />

Esta última i<strong>de</strong>a revela un fenómeno muy propio<br />

<strong>de</strong>l emigrante mental: su sinceridad y su capacidad<br />

autocrítica nunca van más allá <strong>de</strong> reconocer errores<br />

<strong>de</strong>l pasado. Pue<strong>de</strong> llegar como mucho a culparse a sí<br />

mismo <strong>de</strong> lo mal <strong>que</strong> vive (lo <strong>que</strong> a su vez le sirve<br />

para reforzar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>que</strong> es “bueno” y natural <strong>que</strong><br />

viva mal); pero nunca consi<strong>de</strong>rará sus errores para<br />

corregir<strong>los</strong> y empezar a producir otro resultado <strong>de</strong> ahí<br />

en a<strong>de</strong>lante.<br />

En síntesis, éstos y otros temas pue<strong>de</strong>n servir para mantener<br />

la atención fuera <strong>de</strong> la propia vida<br />

Como la mayoría <strong>de</strong> el<strong>los</strong> requiere la comunicación con<br />

otras personas dispuestas a lo mismo, se convierten en tema <strong>de</strong><br />

largas charlas en <strong>que</strong>, si coinci<strong>de</strong>n en su oculta finalidad, todos<br />

la pasan bien, se consuelan, entretienen y solidarizan entre sí.<br />

Pero si en esas charlas aparece alguien <strong>que</strong> propone soluciones<br />

a las situaciones feas <strong>que</strong> se pintaron, alguien <strong>que</strong> llama<br />

a tomar la vida en las propias manos, comienza a ser rechazado y<br />

odiado por haber roto <strong>de</strong> tal manera las reglas <strong>de</strong> ese juego, y<br />

se convierte (cuando no está presente) en blanco <strong>de</strong> <strong>los</strong> más<br />

virulentos comentarios: “se cree Dios”, “cambió”, “faltó el<br />

respeto” a quienes hasta entonces lo consi<strong>de</strong>raban su amigo,<br />

“se cree más <strong>que</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más”, etc, etc.<br />

Conclusiones sobre ¿Con qué llenamos nuestra<br />

vida?<br />

Lo visto nos muestra <strong>que</strong> hay ocupaciones <strong>que</strong> <strong>de</strong>terminan<br />

una vida “buena” y ocupaciones <strong>que</strong> <strong>de</strong>terminan <strong>que</strong> vivamos<br />

mal,<br />

Vivir bien o mal <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> a qué nos <strong>de</strong>di<strong>que</strong>mos; y si en alguna<br />

medida <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> las circunstancias, éstas pue<strong>de</strong>n vol-<br />

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