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Carta desde Río de Janeiro: los demonios - El País

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EL DICTADOR, LOS DEMONIOS.qxp 14/10/09 18:02 Página 349<br />

XII. CARTA DESDE RÍO DE JANEIRO:<br />

LOS DEMONIOS*<br />

Iara, una mujer <strong>de</strong> treinta y un años, <strong>de</strong>lgada y <strong>de</strong> piel<br />

oscura, dirige la favela <strong>de</strong> Parque Royal, en <strong>Río</strong> <strong>de</strong> <strong>Janeiro</strong>,<br />

para un gángster llamado Fernandinho. Es su «sub<strong>de</strong>legada»,<br />

según dice ella misma. Su jefe directo es Leo, que controla<br />

en nombre <strong>de</strong> Fernandinho tanto la barriada <strong>de</strong> Parque<br />

Royal como la cercana Praia do Rosa. Cuando la<br />

conocí, Iara, que tiene tres hijas, estaba preparando el cumpleaños<br />

<strong>de</strong> la menor, que cumplía diez. Llevaba pantalón<br />

corto rojo, camiseta, chancletas y gorra <strong>de</strong> béisbol negra encima<br />

<strong>de</strong> la cola <strong>de</strong> caballo. La camiseta tenía escrito un mensaje<br />

en portugués: «No pido que te <strong>los</strong> lleves <strong>de</strong>l mundo,<br />

sino que <strong>los</strong> guar<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mal. Juan 17:15.» Por el bulto se<br />

notaba que llevaba una pistola en la cinturilla <strong>de</strong>l pantalón.<br />

Iara dirigía las «relaciones comunitarias» en nombre <strong>de</strong><br />

la banda. <strong>El</strong>la la llamaba «la empresa». Su trabajo era <strong>de</strong><br />

nuevo cuño pero, según ella, necesario. «Antes había problemas,<br />

sobre todo porque <strong>los</strong> traficantes no respetaban a<br />

<strong>los</strong> vecinos.» <strong>El</strong>la solía encargarse <strong>de</strong> solucionar <strong>los</strong> conflic-<br />

* «A Reporter at Large: Gangland», The New Yorker, 5 <strong>de</strong> octubre<br />

<strong>de</strong> 2009.<br />

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tos «hablando con la gente», pero si el conflicto era importante,<br />

«lo subimos a la loma», refiriéndose a Morro do<br />

Dendê, la favela don<strong>de</strong> vivía Fernandinho. <strong>El</strong> día anterior<br />

había habido un problema: «Un hombre que apaleó a<br />

su mujer. <strong>El</strong>la quería separarse y él le dio una paliza.» No<br />

me contó cómo se arregló el asunto, sólo que se había arreglado.<br />

Recorríamos la favela, una aglomeración <strong>de</strong> chabolas,<br />

pare<strong>de</strong>s cubiertas <strong>de</strong> grafitos y callejones don<strong>de</strong> las tiendas<br />

y <strong>los</strong> toscos bares que <strong>de</strong>spachan cerveza y cachaza con la<br />

música a todo volumen competían por el espacio junto a<br />

pequeñas iglesias evangélicas. Jóvenes rudos y armados,<br />

que eran traficantes <strong>de</strong> drogas <strong>de</strong> la banda <strong>de</strong> Iara, vigilaban<br />

las callejas. Habló con el<strong>los</strong> para que no me hicieran<br />

nada.<br />

Iara tenía un tatuaje en el brazo izquierdo, un escorpión<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> letras. Las letras eran las iniciales <strong>de</strong> las<br />

personas más próximas a ella. Me las fue señalando: sus tres<br />

hijas, su madre, su hermana, una sobrina y un sobrino. <strong>El</strong><br />

padre <strong>de</strong> Iara se había ido <strong>de</strong> casa cuando ella tenía un año.<br />

La madre entonces bebía, dijo, «pero ya no». Hoy es evangélica.<br />

Iara jugaba al fútbol <strong>de</strong> adolescente, y lo hacía tan<br />

bien que llegó a practicar con profesionales; en este punto<br />

me nombró a dos jugadores muy conocidos. Incluso salió<br />

en televisión. Pero su hermano mayor le pegaba con frecuencia.<br />

«Decía que yo era lesbiana.»<br />

Iara había ingresado en la rama local <strong>de</strong> la banda, el<br />

Terceiro Comando Puro, a <strong>los</strong> catorce años. «Me metí<br />

poco a poco, para protegerme <strong>de</strong> mi hermano, para que me<br />

respetara, porque nos pegaba a mi madre y a mí. En cuanto<br />

estuve <strong>de</strong>ntro, ya no tuvimos más problemas con él.» <strong>El</strong><br />

hermano <strong>de</strong> Iara estaba ahora en Bangu, una cárcel situada<br />

al sur <strong>de</strong> <strong>Río</strong> a la que mandaban a casi todos <strong>los</strong> gángsters<br />

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<strong>de</strong> la ciudad, que tenían el control <strong>de</strong>l establecimiento. «Es<br />

la sexta vez que lo meten en la cárcel. Traficaba y robaba.»<br />

La hija mayor <strong>de</strong> Iara, que tenía catorce años, entró en<br />

aquel momento para <strong>de</strong>cirle algo a su madre. Vestía pantalón<br />

corto y camiseta rosa. Cuando se fue, Iara comentó con<br />

orgullo: «Es una buena chica, muy responsable. Incluso me<br />

riñe por esto o aquello.»<br />

Como elemento <strong>de</strong> la banda <strong>de</strong>stacado en Parque Royal,<br />

Iara percibía un sueldo semanal <strong>de</strong> 500 reales –alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> 250 dólares– y un porcentaje sobre la venta <strong>de</strong> drogas.<br />

Por lo general sacaba unos mil reales a la semana: «Si<br />

la mercancía es buena, las ventas mejoran.» Con aquel dinero<br />

podía mantener a su familia. «Mi único problema es<br />

que soy adicta a la hierba. Si por mí fuera, sólo fumaría<br />

cuatro veces al día, pero el problema es que, cada vez que<br />

salgo, encuentro a alguien fumándose un canuto.»<br />

Se había «jubilado» el año anterior, pero habían matado<br />

a tiros a su pre<strong>de</strong>cesor y el lugarteniente <strong>de</strong> Fernandinho,<br />

Gilberto Coelho <strong>de</strong> Oliveira, a quien todo el mundo<br />

llamaba Gil, le propuso volver al trabajo y Iara había aceptado.<br />

Gil era el mejor amigo <strong>de</strong> Fernandinho <strong><strong>de</strong>s<strong>de</strong></strong> la infancia<br />

y se <strong>de</strong>cía que era el más violento <strong>de</strong> <strong>los</strong> dos.<br />

Iara no pensaba mucho en el futuro. Su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la vida<br />

perfecta era «sólo vivir, con mis hijas».<br />

Tras un rato <strong>de</strong> silencio y sin que yo le preguntara, me<br />

contó que había sido violada cuando tenía la edad <strong>de</strong> su hija<br />

mayor, la única que yo había visto hasta el momento. «Era<br />

muy pequeña y el hombre me ensanchó la vagina con un<br />

cuchillo para po<strong>de</strong>r penetrarme. Me dieron siete puntos y<br />

estuve una semana en el hospital.» No se lo había contado<br />

a su madre porque tenía miedo <strong>de</strong> que el violador matase a<br />

la madre. Con el tiempo se fugó <strong>de</strong> casa y se fue a vivir con<br />

un hombre, «el que luego fue padre <strong>de</strong> mis hijas». Pero<br />

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aquel hombre consumía mucha droga y, al cabo <strong>de</strong> <strong>los</strong> años,<br />

Iara lo abandonó. En el presente estaba sin pareja.<br />

Le pregunté si era persona religiosa. No lo era, dijo,<br />

aunque a veces acompañaba a su tía a la iglesia. Y le gustaba<br />

el pastor Sidney, un predicador evangélico local que gozaba<br />

<strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> las masas, «porque habla con todos, y si<br />

van a matar a alguien, va y habla con el jefe». «Todo el mundo<br />

sabe que cuando hay un problema, sólo hay un hombre<br />

que pue<strong>de</strong> arreglarlo y ese hombre es Fernandinho.»<br />

Parque Royal está situada en Ilha do Governador, la mayor<br />

<strong>de</strong> las islas que pueblan la larga bahía <strong>de</strong> Guanabara. Se<br />

llama así por un gobernador portugués <strong>de</strong> la época colonial<br />

que se construyó allí una plantación <strong>de</strong> azúcar, pero en la actualidad<br />

la isla es un distrito periférico <strong>de</strong> la creciente área<br />

metropolitana <strong>de</strong> <strong>Río</strong> y está unida al continente por puentes<br />

y carreteras elevadas. Dotada con el Aeropuerto Internacional<br />

Antonio Car<strong>los</strong> Jobim, una base <strong>de</strong> la aviación militar, una<br />

reserva natural, un astillero y algunas plantas petroquímicas,<br />

la isla tiene unos 450.000 habitantes y el veinte por ciento<br />

<strong>de</strong> la población vive en favelas. Parque Royal se alza sobre lo<br />

que en otros tiempos había sido un manglar y Iara vive en<br />

una <strong>de</strong> las casitas que se apretujan a lo largo <strong>de</strong>l paseo costero,<br />

que está sembrado <strong>de</strong> basura. La zona apesta a aguas<br />

residuales sin procesar, pero nadie parece darse cuenta.<br />

Las primeras favelas <strong>de</strong> <strong>Río</strong> –el nombre <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> una<br />

planta <strong>de</strong> rápido crecimiento– se remontan a <strong>los</strong> años posteriores<br />

a la abolición <strong>de</strong> la esclavitud, que en Brasil fue en<br />

1888. Los esclavos liberados que no tenían don<strong>de</strong> vivir<br />

construyeron chabolas en la<strong>de</strong>ras peladas y manglares parcialmente<br />

<strong>de</strong>secados. Los ex soldados sin empleo imitaron<br />

su ejemplo, y luego <strong>los</strong> pobres <strong>de</strong>l campo, que llenaban las<br />

ciuda<strong>de</strong>s huyendo <strong>de</strong> la sequía crónica y la pobreza. Hace<br />

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veinte años se dijo que en la ciudad había trescientas favelas.<br />

Hace diez años eran seiscientas. Hoy nadie parece saber<br />

cuántas hay, aunque se calcula que hay alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />

mil barriadas <strong>de</strong> chabolas en las que viven unos tres <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

catorce millones <strong>de</strong> habitantes <strong>de</strong> <strong>Río</strong>.<br />

Las favelas empiezan al bor<strong>de</strong> mismo <strong>de</strong> la autopista<br />

<strong>de</strong>l aeropuerto y se extien<strong>de</strong>n hacia el horizonte, parcheando<br />

<strong>de</strong> rojo las ver<strong>de</strong>s la<strong>de</strong>ras. A veces se oyen disparos: son<br />

bandas rivales que se disparan <strong><strong>de</strong>s<strong>de</strong></strong> ambos lados <strong>de</strong> la autopista.<br />

A veces salen a la calzada y <strong>de</strong>tienen el tráfico a<br />

punta <strong>de</strong> pistola para robar a <strong>los</strong> conductores. Casi todos<br />

<strong>los</strong> visitantes <strong>de</strong> <strong>Río</strong> van directamente a <strong>los</strong> hoteles costeros<br />

<strong>de</strong> la Zona Sul, la parte rica <strong>de</strong> la ciudad, que se extien<strong>de</strong><br />

al otro lado <strong>de</strong>l parque <strong>de</strong> la montaña <strong>de</strong> Tijuca. Pero<br />

también allí hay favelas; en <strong>Río</strong> no hay forma <strong>de</strong> escapar<br />

totalmente a la pobreza.<br />

De acuerdo con un mo<strong>de</strong>lo que se repite en toda la<br />

ciudad, <strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong> la Ilha do Governador viven en<br />

la práctica sometidos a la autoridad <strong>de</strong> un gángster y su<br />

ejército privado. Fernandinho, cuyo nombre completo es<br />

Fernando Gomes <strong>de</strong> Freitas, es traficante y tiene treinta y<br />

un años. Vive en Morro do Dendê, una colina alfombrada<br />

<strong>de</strong> chabolas, la mayor entre las dieciocho favelas que hay en<br />

la isla. Fernandinho las controla todas menos una, en nombre<br />

<strong>de</strong>l Terceiro Comando Puro. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> administrar el<br />

tráfico <strong>de</strong> drogas, percibe «comisiones» –dinero <strong>de</strong> protección–<br />

<strong>de</strong> organismos y empresas legales, como <strong>los</strong> autobuses<br />

públicos, la televisión por cable y el suministro <strong>de</strong> gas<br />

doméstico. Según cálcu<strong>los</strong> <strong>de</strong> la policía, Fernandinho ganó<br />

en 2007 alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> 300.000 dólares al mes con la venta<br />

<strong>de</strong> drogas, y sus ingresos por otras operaciones probablemente<br />

fueron superiores. Tiene una legión <strong>de</strong> hombres<br />

pertrechados con armas automáticas con la que impone su<br />

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ley e imparte justicia inmediata. Es un fugitivo, está entre<br />

<strong>los</strong> diez o quince criminales más buscados en <strong>Río</strong>. En una<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> búsqueda y captura se le llama «jefe <strong>de</strong> Morro do<br />

Dendê/Ilha do Governador, armado y peligroso, capaz <strong>de</strong><br />

matar a cualquiera que le contradiga o <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>zca sus ór<strong>de</strong>nes».<br />

Tiene otros alias: Cebolhina (Cebolleta), el León y<br />

Fernandinho <strong>de</strong> Guarabu, por la favela don<strong>de</strong> nació. Su<br />

padre era un albañil alcohólico que <strong>los</strong> maltrataba a él y a<br />

su madre. Murió, y la madre <strong>de</strong> Fernandinho trabaja <strong>de</strong> cajera<br />

y dicen que ha rechazado su dinero.<br />

A pesar <strong>de</strong> las ór<strong>de</strong>nes judiciales contra él, Fernandinho<br />

vive a cara <strong>de</strong>scubierta en Morro do Dendê y fundamentalmente<br />

se escon<strong>de</strong> estando a luz <strong>de</strong>l día. Se hizo con<br />

el control <strong>de</strong> la isla en 2004, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que la policía militar<br />

matara a su pre<strong>de</strong>cesor, un viejo gángster llamado Bizulai,<br />

que le tomó afecto y lo nombró primer lugarteniente.<br />

Des<strong>de</strong> entonces ha habido varias redadas policiales para<br />

<strong>de</strong>tenerlo o matarlo. En noviembre <strong>de</strong> 2005 cumplió veintisiete<br />

años y la policía peinó la favela la víspera <strong>de</strong> la fiesta.<br />

Fernandinho había planeado celebrar el cumpleaños a<br />

lo gran<strong>de</strong>; iba a coincidir con la inauguración <strong>de</strong> una piscina<br />

pública que había financiado él. Fernandinho escapó,<br />

pero la policía confiscó diez mil latas <strong>de</strong> cerveza almacenadas<br />

para la fiesta. La policía volvió a intentarlo en 2007,<br />

aprovechando una fiesta organizada por Fernandinho para<br />

celebrar la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> su archienemigo, Marcelo Soares<br />

<strong>de</strong> Ma<strong>de</strong>iros, conocido como Marcelo PQD (<strong>de</strong> paraquedista),<br />

que había sido pre<strong>de</strong>cesor <strong>de</strong> Bizulai. La policía no<br />

capturó a Fernandinho, pero encontró una tarta <strong>de</strong> metro<br />

y medio <strong>de</strong> altura, especialmente preparada para la ocasión.<br />

La tarta se había glaseado con el Salmo 23 y <strong>de</strong>corado<br />

con una figura <strong>de</strong> Marcelo PQD, con bragas rojas, colgada<br />

<strong>de</strong> una farola.<br />

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Marcelo PQD había perdido el control <strong>de</strong> Morro do<br />

Dendê en 2002, a raíz <strong>de</strong> su <strong>de</strong>tención, pero había salido<br />

<strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Bangu hacía poco. Planeaba recuperar el<br />

control <strong>de</strong> las favelas <strong>de</strong> la isla y matar a Fernandinho. Con<br />

esta intención, rompió su alianza con el Terceiro Comando<br />

Puro y se asoció con el Comando Vermeilho, el comando<br />

rojo.<br />

<strong>El</strong> Terceiro Comando Puro y otra banda llamada <strong>los</strong><br />

Amigos dos Amigos eran viejas escisiones <strong>de</strong> este Comando<br />

Vermeilho, la narcomafia más antigua y po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong><br />

<strong>Río</strong>. <strong>El</strong> Comando Vermeilho se formó en 1979, por obra<br />

<strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> presos <strong>de</strong> la cárcel Cãndido Men<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong><br />

coincidían presos comunes y políticos. La prisión estaba<br />

en Ilha Gran<strong>de</strong>, en las aguas meridionales <strong>de</strong> <strong>Río</strong>,<br />

y tenía fama <strong>de</strong> ser la Isla <strong>de</strong>l Diablo <strong>de</strong> Brasil; la dictadura<br />

militar, que gobernó el país <strong>de</strong> 1964 a 1985, encerraba<br />

allí a <strong>los</strong> guerrilleros que no había matado aún.<br />

Han pasado más <strong>de</strong> veinte años <strong>de</strong> la restauración <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>mocracia en Brasil y ya no hay guerrilleros marxistas,<br />

aunque algunos veteranos ocupan puestos <strong>de</strong> relieve<br />

en el gobierno <strong>de</strong> centro-izquierda <strong>de</strong> Luiz Inácio Lula<br />

da Silva.<br />

En su momento, sin embargo, <strong>los</strong> organizadores <strong>de</strong>l<br />

Comando Vermeilho tomaron <strong>de</strong> <strong>los</strong> guerrilleros presos algunos<br />

principios organizativos y unas cuantas i<strong>de</strong>as sociales.<br />

Incluso adoptaron un lema, «Paz, Justicia y Libertad»,<br />

que la organización conserva actualmente. Pero a mediados<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> años ochenta el Comando y sus engendros habían<br />

abandonado las pretensiones políticas que sus dirigentes<br />

pudieran tener al principio. Las bandas no son en la actualidad<br />

más que organizaciones criminales cuya única razón<br />

<strong>de</strong> existir es ven<strong>de</strong>r drogas a <strong>los</strong> brasileños.<br />

A diferencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> cárteles exportadores <strong>de</strong> Colombia<br />

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o México, <strong>los</strong> bandidos <strong>de</strong> <strong>Río</strong> son importadores mayoristas<br />

–<strong>de</strong> cocaína <strong>de</strong> Bolivia, Perú y Colombia, y <strong>de</strong> marihuana<br />

<strong>de</strong> Paraguay– y tienen sus propias re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> distribución<br />

al por menor. A<strong>de</strong>más, son importadores <strong>de</strong> armas ilegales<br />

y han creado un lucrativo mercado negro <strong>de</strong> armas que llegan<br />

<strong>de</strong> contrabando <strong>de</strong> <strong>los</strong> países vecinos. En estas bandas<br />

trabajan al menos cien mil personas, en una estructura jerárquica<br />

que imita el mundo comercial: <strong>los</strong> jefes <strong>de</strong> favela<br />

son gerentes gerals, gerentes generales; sus lugartenientes<br />

son subgerentes, etc. Los gran<strong>de</strong>s jefazos <strong>de</strong> la banda son os<br />

donos, <strong>los</strong> amos.<br />

Cuando visité otra favela, en una colina <strong>de</strong>l norte <strong>de</strong><br />

<strong>Río</strong>, una mujer a la que llamaré Ciclia<strong>de</strong>, administradora<br />

<strong>de</strong> una ONG que tiene un pequeño centro comunitario,<br />

me contó que el Terceiro Comando Puro controlaba<br />

la cima <strong>de</strong> la loma, pero la la<strong>de</strong>ra era territorio <strong>de</strong>l Comando<br />

Vermeilho. (Hubo un tiroteo durante mi visita.<br />

Ciclia<strong>de</strong> me contó que se producían casi a diario.) «La<br />

cuesta es <strong>de</strong>l Comando Vermeilho, pero esto es <strong>de</strong>l Terceiro<br />

Comando Puro», dijo. «Aquí ni siquiera se pue<strong>de</strong><br />

elegir el color. Aquí no po<strong>de</strong>mos llevar nada rojo. Los<br />

hinchas <strong>de</strong>l Flamengo», se refiere a un célebre equipo <strong>de</strong><br />

fútbol local, «se ponen la camiseta <strong>de</strong>l equipo, que es roja<br />

y negra, y en este caso no pasa nada, pero no po<strong>de</strong>mos<br />

llevar nada que sea sólo rojo.» Ciclia<strong>de</strong> se señaló la ropa<br />

que llevaba, que era negra. Añadió que en cierta ocasión<br />

una chica vestida <strong>de</strong> rojo se puso a subir la cuesta. «No<br />

la mataron porque era evangélica, pero le quitaron la<br />

ropa rasgándosela.» <strong>El</strong> año pasado hubo otro inci<strong>de</strong>nte.<br />

Los traficantes le arrancaron las uñas <strong>de</strong> las manos a una<br />

chica que las llevaba pintadas <strong>de</strong> rojo. «Ahora ya no nos<br />

pintamos las uñas.» <strong>El</strong> jefe <strong>de</strong> la banda <strong>de</strong> la cima había<br />

estudiado el curso <strong>de</strong> informática <strong>de</strong>l centro comunita-<br />

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rio, añadió Ciclia<strong>de</strong>, y sus hombres no solían entrometerse<br />

en su labor.<br />

<strong>El</strong> Estado no se entromete en las favelas. Las narcobandas<br />

imponen su propia justicia, su ley, su or<strong>de</strong>n y su sistema<br />

fiscal, todo por la fuerza <strong>de</strong> las armas. Éstas han contribuido<br />

al nivel idiotizante <strong>de</strong> violencia que han creado las<br />

bandas en la ciudad. Como en México, casi todas las armas<br />

ilegales <strong>de</strong> Brasil proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Estados Unidos, aunque en<br />

<strong>los</strong> últimos años han empezado a verse armas rusas y cada<br />

vez son más potentes. Los hampones cariocas han sido <strong>de</strong>tenidos<br />

con ametralladoras y armas antiaéreas militares, y<br />

<strong>los</strong> fusiles <strong>de</strong> asalto y las granadas <strong>de</strong> mano son el pan nuestro<br />

<strong>de</strong> cada día. En el cartel policial que notifica la búsqueda<br />

<strong>de</strong> Fernandinho se señala especialmente que posee «una<br />

ametralladora Madsen, temible por su tamaño y capacidad».<br />

(La Madsen dispara la friolera <strong>de</strong> quinientos cartuchos<br />

por minuto.)<br />

<strong>Río</strong> <strong>de</strong> <strong>Janeiro</strong> es la ciudad <strong>de</strong>l mundo don<strong>de</strong> se producen<br />

más «muertes violentas intencionadas». <strong>El</strong> año pasado<br />

hubo casi cinco mil homicidios y al menos la mitad por<br />

asuntos <strong>de</strong> drogas. (Las cifras no incluyen inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l<br />

tipo «secuestro con resultado <strong>de</strong> muerte» o «motín con resultado<br />

<strong>de</strong> muerte».) Murieron veintidós policías. La policía<br />

<strong>de</strong> <strong>Río</strong>, a su vez, mata a más personas que en ningún<br />

otro lugar <strong>de</strong>l mundo; en 2008 reconoció 1.188 víctimas<br />

mortales, que «se resistían al arresto», más <strong>de</strong> tres personas<br />

al día. A título <strong>de</strong> comparación, <strong>los</strong> policías estadouni<strong>de</strong>nses<br />

mataron a 371 personas en todo el territorio nacional<br />

en el mismo período, clasificadas como «homicidios justificados».<br />

Se dice que todos <strong>los</strong> días muere alguien por culpa<br />

<strong>de</strong> las «balas perdidas». Aplicando <strong>los</strong> raseros más normales,<br />

la seguridad pública es catastrófica.<br />

«<strong>Río</strong> es una <strong>de</strong> las pocas ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo que tie-<br />

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ne zonas totalmente controladas por fuerzas armadas que<br />

no son <strong>de</strong>l Estado», dijo Alfredo Sirkis, un <strong>de</strong>stacado político<br />

<strong>de</strong> <strong>Río</strong> que en otra época fue guerrillero marxista.<br />

«Cualquier narcobanda <strong>de</strong> la favela más pequeña <strong>de</strong> <strong>Río</strong><br />

tiene hoy más armas <strong>de</strong> las que tuvimos nosotros en toda<br />

nuestra historia. Nosotros teníamos fundamentalmente un<br />

fusil, dos ametralladoras y un par <strong>de</strong> granadas. Y sólo con<br />

aquello teníamos en jaque al Estado.» Se echó a reír y cabeceó.<br />

«Pero nadie quiere ya la revolución; lo que quieren<br />

estos <strong>de</strong> las pistolas es su ración <strong>de</strong> cultura <strong>de</strong>l consumo, e<br />

inmediatamente. Es infantil, moralmente infantil, y matan<br />

como niños, a<strong>de</strong>más, como en un juego <strong>de</strong> guerra para niños.<br />

No tienen ni unidad ni i<strong>de</strong>ología política. Si la tuvieran<br />

serían un peligro; pero por el momento no la tienen.<br />

Hoy por hoy son un grupo anárquico y totalmente entrópico<br />

<strong>de</strong> jóvenes que han i<strong>de</strong>ado la forma <strong>de</strong> conseguir lo<br />

que ambicionan, que en esencia se reduce a ropa, coches y<br />

respeto.»<br />

En realidad, lo que suce<strong>de</strong> en <strong>Río</strong> pue<strong>de</strong> verse en mayor<br />

o menor medida en toda Latinoamérica, en particular<br />

en México, América Central y Colombia. Veinte años <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l hundimiento <strong>de</strong>l comunismo, las guerrillas marxistas<br />

<strong>de</strong> la región han <strong>de</strong>saparecido y en su lugar se han<br />

impuesto las mafias violentas <strong>de</strong> la droga.<br />

Sirkis, concejal <strong>de</strong>l ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Río</strong> por cuarta<br />

vez, es alto, <strong>de</strong>lgado y rubio, y tiene cincuenta y nueve<br />

años. Es brasileño <strong>de</strong> primera generación. Sus padres eran<br />

judíos polacos que se salvaron <strong>de</strong>l genocidio y emigraron a<br />

Brasil. Sirkis nació en <strong>Río</strong> y allí se educó. En la universidad,<br />

a fines <strong>de</strong> <strong>los</strong> años sesenta, se afilió a la Vanguardia Popular<br />

Revolucionaria, un grupo <strong>de</strong> guerrilla urbana que quería<br />

<strong>de</strong>rrocar por la violencia la dictadura militar <strong>de</strong> Brasil.<br />

Atracó bancos y participó en el secuestro <strong>de</strong>l embajador<br />

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suizo, al que vigiló personalmente, arma en mano, durante<br />

cuarenta días. (Liberaron ileso al diplomático cuando el régimen<br />

militar accedió a excarcelar a 110 presos políticos.)<br />

En 1971 cayeron casi todos sus compañeros y Sirkis huyó<br />

<strong>de</strong>l país. Fue <strong>de</strong> un país a otro durante nueve años exiliado,<br />

en Santiago, Buenos Aires, París y Lisboa, y volvió a Brasil<br />

cuando el gobierno <strong>de</strong>cretó una amnistía política. Sirkis renegó<br />

<strong>de</strong> la lucha armada en un libro publicado en 1980, Os<br />

carbonários. Ahora es un <strong>de</strong>stacado ecologista y dirigente<br />

<strong>de</strong>l Partido Ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> Brasil, por el que se presentó a las elecciones<br />

presi<strong>de</strong>nciales <strong>de</strong> 1998.<br />

<strong>El</strong> 10 <strong>de</strong> julio fue asesinado en <strong>Río</strong> un buen amigo<br />

<strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> Alfredo Sirkis; el cadáver <strong>de</strong> Diego Fonseca da<br />

Costa, universitario <strong>de</strong> veintidós años, fue encontrado en<br />

un taxi al que había subido poco antes. Diego y el taxista<br />

habían recibido varios disparos; el calzado <strong>de</strong>portivo<br />

<strong>de</strong>l joven había <strong>de</strong>saparecido. Sirkis había asistido al entierro<br />

<strong>de</strong>l muchacho. Luego escribió un abatido artículo<br />

<strong>de</strong> opinión en el que <strong>de</strong>cía: «No se me ocurrió nada pertinente<br />

ni grandilocuente, ninguna <strong>de</strong> esas cosas que gustan<br />

a <strong>los</strong> políticos. No había nada que <strong>de</strong>cir.» Señalaba<br />

que la muerte <strong>de</strong> Diego había sido un acontecimiento rutinario<br />

tan trivial que ni siquiera había merecido un reportaje<br />

y, según las estadísticas oficiales, las probabilida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> que el crimen llegara a resolverse no llegaban al<br />

diez por ciento.<br />

Sirkis compara la difusión <strong>de</strong> la cultura <strong>de</strong> las bandas<br />

en <strong>Río</strong> con el atractivo que supone Al Qaeda para <strong>los</strong> jóvenes<br />

sin voto <strong>de</strong> las socieda<strong>de</strong>s islámicas. «Es una especie <strong>de</strong><br />

autoafirmación, un mecanismo sin apenas control y que<br />

prolifera libremente. Hay una situación social que genera<br />

cierta clase <strong>de</strong> personas y crea un mo<strong>de</strong>lo que <strong>los</strong> jóvenes<br />

imitan, y ese mo<strong>de</strong>lo es un traficante que empuña un AR-<br />

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15 y calza Nike. Es una forma <strong>de</strong> hacerse hombre. Las chicas<br />

lo ven y él lucha contra sus enemigos, que son jóvenes<br />

como él. Engendra una especie <strong>de</strong> lealtad a algo. Cada año<br />

se enrola gente más joven; en <strong>los</strong> últimos tiempos hay incluso<br />

niños <strong>de</strong> diez años. Es un fenómeno parecido a la<br />

Edad Media, un feudalismo y un caciquismo sin otra finalidad<br />

que vivir al día; es una sublevación no i<strong>de</strong>ológica <strong>de</strong><br />

baja intensidad.»<br />

Es una sublevación <strong>de</strong> la que prácticamente no se informa.<br />

Casi todos <strong>los</strong> periodistas brasileños <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> ir a<br />

las favelas a raíz <strong>de</strong> una atrocidad cometida en 2002. Tim<br />

Lopes, un conocido informador <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> televisión<br />

O Globo, grabó con cámara oculta un baile funk en una<br />

favela y <strong>de</strong>sapareció. Días <strong>de</strong>spués, la policía encontró su<br />

cadáver mutilado y calcinado. Lo habían matado entre torturas<br />

–apaleado, cortado en pedazos con una espada <strong>de</strong><br />

samurái y luego incinerado– un jefe <strong>de</strong>l Comando Vermeilho<br />

y sus hombres. Con el tiempo, <strong>de</strong>tuvieron a <strong>los</strong> responsables,<br />

que confesaron su participación en el crimen.<br />

Por increíble que parezca, todos (excepto uno que escapó y<br />

otro que fue abatido por la policía) están otra vez en libertad<br />

gracias a las sentencias habituales en Brasil, que son estrafalariamente<br />

generosas.<br />

«Nuestro problema es que domina la cultura <strong>de</strong> lo políticamente<br />

correcto –dijo Sirkis–. Cháchara escandinava<br />

en una realidad iraquí. <strong>Río</strong> es totalmente esquizofrénico.<br />

Todo el mundo es políticamente correctísimo; ¿la violencia?,<br />

la violencia proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> algunas injusticias. Al mismo<br />

tiempo, les gustaría liquidar las favelas, al estilo <strong>de</strong> Buck<br />

Rogers, con un Desintegrador. Deus et Magna, pero sin<br />

mancharse las manos. Ése es nuestro dilema.»<br />

La espeluznante muerte <strong>de</strong> Tim Lopes, más el clima <strong>de</strong><br />

impunidad criminal, ha dado lugar a que la información<br />

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sobre las favelas <strong>de</strong> <strong>Río</strong> se limite a lo que figura en las fichas<br />

<strong>de</strong> la policía y a <strong>los</strong> testimonios ante <strong>los</strong> tribunales. En<br />

mayo <strong>de</strong> 2008 se produjo otro episodio que puso <strong>de</strong> manifiesto<br />

<strong>los</strong> peligros que corría la profesión periodística. Dos<br />

reporteros <strong>de</strong>l diario O Dia y su chófer fueron secuestrados<br />

en una favela y luego torturados durante varias horas, hasta<br />

que <strong>los</strong> soltaron. Los torturadores, que fueron <strong>de</strong>tenidos<br />

posteriormente, resultaron ser policías, miembros <strong>de</strong> una<br />

«milicia» justiciera. Hace cosa <strong>de</strong> diez años, algunos policías<br />

y bomberos organizaron extraoficialmente estas milicias<br />

para atacar a las bandas <strong>de</strong> la droga. Con la complicidad<br />

<strong>de</strong> unida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> policía en servicio activo, seleccionaron<br />

<strong>de</strong>terminadas favelas controladas por las bandas y mataron<br />

a todos sus miembros. En <strong>Río</strong> hay actualmente un centenar<br />

<strong>de</strong> favelas en manos <strong>de</strong> estas milicias, que han pasado<br />

a ser bandas criminales por <strong>de</strong>recho propio. (Conocí a un<br />

miliciano llamado Silva en una favela que él ayudaba a<br />

controlar cerca <strong>de</strong> Cida<strong>de</strong> <strong>de</strong> Deus y le pregunté si existía<br />

el peligro <strong>de</strong> que las milicias se convirtieran en mafias. «Ya<br />

son mafias», contestó. Sostenía, sin embargo, que no trabajaban<br />

con droga. La especialidad <strong>de</strong> Silva, me dijeron,<br />

era «hacer <strong>de</strong>saparecer cuerpos».) La única favela <strong>de</strong> la isla<br />

que no está controlada por Fernandinho, lo está por una<br />

milicia <strong>de</strong> este jaez.<br />

Los criminales <strong>de</strong> la generación <strong>de</strong> Fernandinho visten<br />

ropa <strong>de</strong> diseño, sobre todo <strong>los</strong> equipos <strong>de</strong>portivos <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>ncia<br />

estadouni<strong>de</strong>nse, y les gustan las fiestas fuertes.<br />

Los jefes <strong>de</strong> banda son gran<strong>de</strong>s promotores <strong>de</strong>l funk carioca,<br />

una especie <strong>de</strong> gangsta rap a la brasileña en la que se<br />

glorifican la violencia y las hazañas sexuales. Los fines <strong>de</strong><br />

semana organizan fiestas callejeras <strong>de</strong> funk carioca a las que<br />

acu<strong>de</strong>n jóvenes ajenos a la favela –son <strong>de</strong>l «asfalto», como<br />

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llaman a las zonas oficialmente pertenecientes al municipio–<br />

y contratan a djs famosos. Por lo general sirven cerveza<br />

gratis y ven<strong>de</strong>n droga en gran<strong>de</strong>s cantida<strong>de</strong>s, sobre todo<br />

cocaína y maconha (marihuana).<br />

Al poco <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> la isla, en 2004, Fernandinho<br />

y Gil –el<strong>los</strong> se auto<strong>de</strong>nominan «banda LG»– empezaron a<br />

aparecer en <strong>los</strong> titulares <strong>de</strong> prensa <strong>de</strong> <strong>Río</strong>. Fernandinho fue<br />

filmado celebrando una fiesta con sus «soldados», bebiendo,<br />

cantando y fanfarroneando sobre cómo liquidaba él a <strong>los</strong><br />

chivatos y a sus enemigos. En un baile funk <strong>de</strong> 2005 rapeó:<br />

Átalo, que no se mueva,<br />

haz picadillo al maricón.<br />

Lleva un hacha afilada<br />

para mandarlo al panteón.<br />

Así apren<strong>de</strong>rán todos<br />

que LG no tiene compasión.<br />

Dale fuerte con el hacha<br />

y será sólo un muñón.<br />

¿Por qué nos <strong>de</strong>lataste, maricón?<br />

En otra filmación <strong>de</strong> 2005 se ve a Fernandinho en una<br />

fiesta, rapeando ante el micrófono: «No hace falta que diga<br />

más. Estoy lleno <strong>de</strong> odio. Soy bueno, pero no blando. Os<br />

lo digo a todos, no soy malo con <strong>los</strong> <strong>de</strong> aquí, no lo soy.<br />

Odio a Chorrão, a PQD y a Noquinha. Si os aliáis con<br />

el<strong>los</strong>, os cortaré en pedazos. Podéis iros con el tipo que no<br />

os conviene. Pero cuando os coja, el León os <strong>de</strong>vorará.»<br />

En la radio brasileña están prohibidas las canciones<br />

violentas y esta situación ha creado un género, llamado<br />

Proibidão, prohibido, que circula por Internet. Una conocida<br />

canción prohibida, el «Rap das armas», se trabajó para<br />

integrarla en la banda sonora <strong>de</strong> Tropa <strong>de</strong> Élite, una pelícu-<br />

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la <strong>de</strong> 2007 sobre la guerra sucia entre la policía <strong>de</strong> <strong>Río</strong> y las<br />

bandas <strong>de</strong> la droga. En la canción se celebra Morro do<br />

Dendê, la favela <strong>de</strong> Fernandinho, como lugar don<strong>de</strong> la policía<br />

no entra porque <strong>los</strong> bandidos están allí bien armados.<br />

<strong>El</strong> rapeado estribillo <strong>de</strong> la canción –«Parapapapapapapapapapa»–<br />

quiere imitar el tableteo <strong>de</strong> las metralletas.<br />

La primera or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> captura contra Fernandinho por<br />

homicidio data <strong>de</strong> 2005. Hubo dos víctimas que se encontraron<br />

mutiladas en Praia do Rosa. Se trataba <strong>de</strong> personajes<br />

relacionados con Noquinha, el rival que Fernandinho<br />

había mencionado en su canción. <strong>El</strong> jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> la<br />

isla, Manuel Pare<strong>de</strong>s, dijo a la prensa en agosto <strong>de</strong> 2007<br />

que sospechaba que la banda <strong>de</strong> Fernandinho había cometido<br />

otro crimen macabro, en concreto la <strong>de</strong>capitación <strong>de</strong><br />

un hombre <strong>de</strong> Morro do Dendê (la infracción <strong>de</strong> este<br />

hombre había sido asistir a un baile funk en una comunidad<br />

enemiga). Encontraron su cadáver flotando en la bahía<br />

<strong>de</strong> Guanabara. Los pistoleros <strong>de</strong> Fernandinho también<br />

eran sospechosos <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> un policía, cometido meses<br />

antes durante una celebración religiosa, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> docenas<br />

<strong>de</strong> testigos. La policía ha tratado <strong>de</strong> capturarlo varias<br />

veces, pero siempre ha fracasado.<br />

En marzo <strong>de</strong> 2008 se organizó una operación para cazarlo<br />

en la que participó en total un centenar <strong>de</strong> policías:<br />

una unidad <strong>de</strong> élite apoyada por dos helicópteros cañoneros<br />

y un transporte blindado. Hubo intercambio <strong>de</strong> disparos;<br />

cinco hombres <strong>de</strong> Fernandinho fueron acorralados en<br />

una casa; hubo varios heridos y <strong>de</strong>tenidos. Se dijo que Fernandinho<br />

había resultado herido, pero que había escapado<br />

«saltando <strong>de</strong> tejado en tejado».<br />

En las noticias sobre Fernandinho –sus extravagancias<br />

publicitarias, su afición a mutilar a sus enemigos y sus fugas<br />

al estilo <strong>de</strong> la Pimpinela Escarlata– se está creando cier-<br />

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ta mitología. Hace un par <strong>de</strong> años se intensificó el interés<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> medios por él cuando corrió el rumor <strong>de</strong> que había<br />

abrazado la religión. <strong>El</strong> 20 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 2007, el periódico<br />

popular Meia Hora proclamaba en gran<strong>de</strong>s titulares: «<strong>El</strong><br />

matón <strong>de</strong>capita al que no obe<strong>de</strong>ce su ley», y <strong>de</strong>bajo: «Fernandinho<br />

Guarabu, jefe <strong>de</strong> Dendê, utiliza un hacha para<br />

ejecutar a sus víctimas. <strong>El</strong> traficante evangélico prohíbe en<br />

la favela incluso la macumba.» Aquel mismo día, un periódico<br />

más serio, O Dia, mencionaba también la inesperada<br />

religiosidad <strong>de</strong> Fernandinho. «A pesar <strong>de</strong> su violencia,<br />

siempre ha difundido la “palabra <strong>de</strong> Dios”, aunque a veces<br />

<strong>de</strong> manera radical. Guarabu, al parecer, ha prohibido <strong>los</strong> ritos<br />

umbanda y candomblé, así como las sesiones espiritistas.<br />

Todos <strong>los</strong> días, a las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, la plegaria <strong>de</strong>l pastor<br />

retumba en las estrechas callejas.» (Los evangélicos <strong>de</strong><br />

Brasil <strong><strong>de</strong>s<strong>de</strong></strong>ñan las religiones <strong>de</strong> origen africano, que para<br />

el<strong>los</strong> son poco más que brujería.)<br />

Lo que había sucedido era que Fernandinho se había<br />

hecho amigo <strong>de</strong>l pastor Sidney y había «vuelto a nacer».<br />

No cabía duda <strong>de</strong> que había abrazado la nueva fe con entusiasmo.<br />

Se hizo tatuar en el antebrazo el nombre «Jesus<br />

Cristo» en gran<strong>de</strong>s caracteres y el Morro do Dendê se cubrió<br />

<strong>de</strong> grafitos religiosos. En la piscina <strong>de</strong>l barrio, construida<br />

por él, pusieron un rótulo que rezaba: «Pertenece a<br />

Jesucristo». También se dijo que Fernandinho había mandado<br />

a sus hombres que no perpetraran <strong>de</strong>litos «violentos»,<br />

como robos <strong>de</strong> coches en marcha, atracos a mano armada<br />

y homicidios, aunque siguió vendiendo drogas.<br />

Leslie Leitao, el principal cronista <strong>de</strong> sucesos <strong>de</strong> O Dia,<br />

es responsable <strong>de</strong> casi todas las noticias <strong>de</strong> prensa relacionadas<br />

con Fernandinho. Fui a verlo a la redacción <strong>de</strong>l<br />

periódico. Leitao tiene la misma edad que Fernandinho,<br />

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treinta y un años, es cordial e hiperactivo, y me contó que<br />

recogía muchas noticias en una red social muy conocida,<br />

Orkut; la policía también la rastreaba en busca <strong>de</strong> información.<br />

Muchos miembros <strong>de</strong> la banda colgaban allí noticias,<br />

vi<strong>de</strong>oclips y fotos suyas. Me enseñó una página don<strong>de</strong> la<br />

novia <strong>de</strong> un importante traficante había colgado cotilleos y<br />

fotos sexys <strong>de</strong> ella misma. Le dije que quería conocer a Fernandinho.<br />

Leitao no había estado nunca en Morro do<br />

Dendê; era <strong>de</strong>masiado peligroso. Pero había hablado con<br />

Fernandinho por teléfono. «Como es lógico, negó todo lo<br />

que yo había escrito sobre él. Pero fue muy amable y al parecer<br />

entendió que yo me limitaba a hacer mi trabajo. Si<br />

hoy vives en Morro do Dendê tienes que tener en cuenta a<br />

Fernandinho; es como el alcal<strong>de</strong>. Si te <strong>de</strong>tienen mañana,<br />

Gil, su número dos, lo arregla todo. Fernandinho es un traficante<br />

más. ¿Cuánto aguantará, diez años? A lo sumo. Luego<br />

lo <strong>de</strong>tendrán o lo matarán.»<br />

Leitao no sabía si la religiosidad <strong>de</strong> Fernandinho era<br />

sincera o un montaje para crear una nueva imagen pública<br />

<strong>de</strong>l individuo: «Podría ser cualquiera <strong>de</strong> las dos cosas.»<br />

Para saber más <strong>de</strong> Fernandinho me reuní con un ex<br />

traficante llamado Washington Luiz Oliveira Rimas, alias<br />

«Feijão», el Habichuela. Bajo, gordo, negro y con treinta y<br />

tres años, Feijão fue un jefe <strong>de</strong>l Terceiro Comando Puro<br />

durante mucho tiempo. En contra <strong>de</strong> las costumbres gangsteriles,<br />

se «retiró» para disfrutar <strong>de</strong> sus ahorros y se reinventó<br />

a sí mismo como promotor inmobiliario. Pero la policía<br />

seguía buscándolo y en 2007 fue <strong>de</strong>tenido, acusado <strong>de</strong> robar<br />

armamento militar. Según cuenta él mismo, fue lo único<br />

que pudieron cargarle las autorida<strong>de</strong>s. Gastó casi todos<br />

sus ahorros en su <strong>de</strong>fensa y al final estuvo sólo un mes en<br />

la cárcel. Le pasó por la cabeza reanudar «la vida», pero se<br />

echó atrás cuando un buen amigo suyo fue <strong>de</strong>tenido y lue-<br />

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go eliminado por la policía; lo interpretó como una advertencia<br />

personal. Feijão trabaja ahora para una ONG insólita,<br />

Afro-Reggae, que por un lado patrocina un grupo musical<br />

y por otro trata <strong>de</strong> mediar entre el Estado y las bandas<br />

que gobiernan las favelas.<br />

Feijão hacía muchos años que conocía a Fernandinho.<br />

«¡Fernandinho es un maluco! –me dijo riendo; maluco significa<br />

“chiflado”–. Está loco. Fuma y bebe mucho; va a <strong>de</strong>masiadas<br />

fiestas. Salía a bailar con el fusil al hombro y se<br />

hablaba <strong>de</strong> él en la prensa; mataba a mucha gente y <strong>de</strong>jaba<br />

<strong>los</strong> cadáveres en la calle. Tiene un lado bueno, pero también<br />

un lado brutal. Nació en medio <strong>de</strong> esa vida y siempre<br />

ha estado en ella. <strong>El</strong> problema es que Fernandinho está<br />

muy buscado por la policía. Salen fotos suyas en <strong>los</strong> papeles;<br />

tiene muchas armas allí arriba y coches robados...<br />

Y aquí, si armas mucho jaleo, vienen por ti. Y si él baja, no<br />

podrá salir. Lo acusan <strong>de</strong> <strong>de</strong>masiados <strong>de</strong>litos.»<br />

Le pregunté a Feijão si en su opinión Fernandinho era<br />

un creyente sincero. Lo meditó y dijo: «Yo creo que es sincero,<br />

porque en esta vida apren<strong>de</strong>s muy pronto que Dios<br />

es el único que no te traiciona.»<br />

<strong>El</strong> pastor Sidney Aspina, el hombre que según me dijeron<br />

era responsable <strong>de</strong> la conversión <strong>de</strong> Fernandinho,<br />

vive en Parque Royal. Su casa era humil<strong>de</strong> pero limpia, un<br />

edificio <strong>de</strong> dos plantas en una calle <strong>de</strong> tierra. Negro treintañero,<br />

bajo y fornido, con la cabeza rapada, el pastor Sidney<br />

me recibió con educación caute<strong>los</strong>a y me invitó a sentarme<br />

en la terraza <strong>de</strong>l piso superior. Llevaba pantalón<br />

negro y una camisa beige muy ceñida, y tenía un físico macizo<br />

que no esperaba encontrar en un predicador.<br />

Había sido católico hasta <strong>los</strong> veintinueve años, en que<br />

se pasó al protestantismo evangélico. Cuando le pregunté<br />

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por <strong>los</strong> motivos <strong>de</strong> su conversión, <strong>de</strong>svió la mirada. Dijo<br />

que había tocado en un grupo musical, que había estado<br />

con «muchas mujeres» y que había vivido «dominado por<br />

la ansiedad y la <strong>de</strong>presión».<br />

<strong>El</strong> pastor tenía treinta y cuatro años y llevaba casado<br />

quince. <strong>El</strong> matrimonio tenía tres hijos; un chico <strong>de</strong> once<br />

años, una chica <strong>de</strong> ocho y otra niña que apenas tenía un<br />

año. Al igual que Marcelo PQD, el enemigo <strong>de</strong> Fernandinho,<br />

fue paracaidista militar en algún momento <strong>de</strong> su vida<br />

y durante doce años había sido jefe <strong>de</strong> cubierta en las plataformas<br />

petrolíferas <strong>de</strong>l litoral. Me contó que había estado<br />

varias veces en Angola, y también en Trinidad y Tobago.<br />

Su último empleo había concluido hacía dos años, por<br />

unos problemas que había tenido con un compañero <strong>de</strong><br />

trabajo estadouni<strong>de</strong>nse.<br />

Me explicó que había conocido a Fernandinho hacía<br />

un par <strong>de</strong> años, cuando unos dirigentes <strong>de</strong> la comunidad<br />

fueron a verlo. Había habido una serie <strong>de</strong> tiroteos entre <strong>los</strong><br />

hombres <strong>de</strong> Fernandinho y sus rivales, gente asociada con<br />

Marcelo PQD. «Era como una zona <strong>de</strong> guerra –dijo–. Era<br />

muy peligrosa y la comunidad tenía miedo. Me pidieron<br />

que hablase con <strong>los</strong> traficantes.» <strong>El</strong> pastor ya había predicado<br />

en <strong>los</strong> barrios más sórdidos <strong>de</strong> la isla y se había ganado<br />

algún respeto. «Trabajaba entre <strong>los</strong> traficantes. Iba y<br />

predicaba en las calles. Me dirigía a todos <strong>de</strong>l mismo modo,<br />

como si estuvieran poseídos por <strong>de</strong>monios, y el<strong>los</strong> lo admitían,<br />

porque hay algo sobrenatural en esto. Pero había<br />

eludido a Fernandinho. Había oído sobre él cosas que no<br />

me gustaban.»<br />

Al final dijo: «<strong>El</strong> propio Fernandinho vino a mí. Me<br />

vio predicar; vio que la gente caía al suelo. Y me pidió que<br />

rezara por él.»<br />

Los avances <strong>de</strong> <strong>los</strong> grupos evangélicos en territorios<br />

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tradicionalmente católicos han sido espectaculares en <strong>los</strong><br />

últimos años; en algunas favelas <strong>de</strong> <strong>Río</strong> hay docenas <strong>de</strong><br />

temp<strong>los</strong> pequeños don<strong>de</strong> todas las noches se ensalza al Señor<br />

entre gritos y música religiosa a todo volumen. La gente<br />

baila, entra en una especie <strong>de</strong> trance y cae al suelo para<br />

expulsar a <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios. En la iglesia <strong>de</strong>l pastor Sidney, la<br />

Igreja Assembléia <strong>de</strong> Deus Ministerio Monte Sinai, él y sus<br />

diáconos, entre <strong>los</strong> que hay antiguos gángsters, cantan y tocan<br />

instrumentos, creando una pared <strong>de</strong> sonido que mezcla<br />

ska con hip-hop y rock gospel brasileño. Los feligreses<br />

bailan, alcanzan estados <strong>de</strong> trance y caen al suelo exorcizando<br />

sus <strong>de</strong>monios.<br />

<strong>El</strong> pastor me explicó que veía <strong>de</strong>monios. «La gente poseída<br />

suele tener la mirada fija y hay aire frío a su alre<strong>de</strong>dor;<br />

y estas personas no parpa<strong>de</strong>an, están como ausentes.<br />

Cuando veo a estas personas, pido a Jesús que las acoja, y<br />

que <strong>los</strong> ángeles vengan y les saquen <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios que tienen<br />

<strong>de</strong>ntro...» Otra forma <strong>de</strong> comprobar la presencia <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>monio era invocar el nombre <strong>de</strong>l Señor. «La fe religiosa<br />

tradicional me ayuda a consolidarme, lo mismo que las<br />

manifestaciones <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios.»<br />

Le dije que, según me habían contado, Fernandinho<br />

había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> matar a causa <strong>de</strong> su influencia. <strong>El</strong> pastor<br />

asintió con la cabeza, pero conservó la expresión <strong>de</strong> escepticismo.<br />

¿Creía Fernandinho sinceramente en Dios? «Sólo<br />

Dios sabe lo que hay en el corazón <strong>de</strong> un hombre –dijo–.<br />

Pero, en mi opinión, Fernandinho está lejos <strong>de</strong> recibir a<br />

Dios. Ha dado algunos pasos; ha cambiado un poco, en<br />

comparación con lo que era antes. Emplea menos violencia<br />

que antes y mata mucho menos que antes, eso es verdad.<br />

Antes salían <strong>de</strong>l Morro y atracaban casas y asaltaban<br />

coches; ahora esto está prohibido. Hoy sus hombres se limitan<br />

fundamentalmente al tráfico <strong>de</strong> droga.»<br />

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Pero las cosas entre el pastor y Fernandinho se habían<br />

<strong>de</strong>teriorado en <strong>los</strong> últimos tiempos. «Nos gusta Fernandinho,<br />

pero queremos apartarnos <strong>de</strong> él, para que vea lo que<br />

hay a su alre<strong>de</strong>dor y dón<strong>de</strong> está.» Unas semanas antes se<br />

había ejecutado a varias personas. «Sentí aquel<strong>los</strong> asesinatos<br />

como si me faltaran al respeto –dijo el pastor–. Ya me<br />

he cansado <strong>de</strong> ir a Morro do Dendê. Cuando voy allí ahora,<br />

voy a ver a la gente <strong>de</strong> la comunidad. Ya no quiero convertir<br />

a <strong>los</strong> traficantes. Rezo por el<strong>los</strong> si me buscan.» También<br />

estaba irritado porque habían aparecido evangélicos<br />

<strong>de</strong> la competencia que se habían acercado a Fernandinho y<br />

se habían ganado su favor. «Le cuentan lo que quiere oír,<br />

no lo que necesita oír.»<br />

Le pregunté si, a pesar <strong>de</strong> la tensión que había entre<br />

el<strong>los</strong>, estaba en situación <strong>de</strong> presentarme a Fernandinho.<br />

Arrugó la frente. No quería ver a Fernandinho, pero me<br />

llevaría a Morro do Dendê y haría las presentaciones <strong>de</strong> rigor.<br />

<strong>El</strong> resto era responsabilidad mía.<br />

Mientras esperaba el encuentro con Fernandinho, una<br />

noche recorrí <strong>los</strong> barrios periféricos <strong>de</strong>l sector norte en<br />

compañía <strong>de</strong> Célio, antiguo miembro <strong>de</strong> las fuerzas especiales.<br />

Trabajaba con una unidad paramilitar <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong><br />

bomberos y recoge <strong>los</strong> cadáveres <strong>de</strong> las calle en un vehículo<br />

llamado Rabecão. (Célio me dio luego la lista completa<br />

<strong>de</strong> la actividad <strong>de</strong>l Rabecão aquel día: treinta y siete llamadas<br />

y cuarenta y ocho cadáveres recogidos.)<br />

Al recibir la primera llamada fuimos con el coche hasta<br />

el límite <strong>de</strong>l asfalto, al punto don<strong>de</strong> las calles se vuelven<br />

<strong>de</strong> tierra. Allí encontramos un furgón amarillo <strong>de</strong>l Rabecão<br />

y un par <strong>de</strong> hombres uniformados al pie <strong>de</strong> una farola,<br />

sacando un cadáver <strong>de</strong>l maletero <strong>de</strong> un coche, con alguna<br />

dificultad, a causa <strong>de</strong>l rígor mortis. Detrás <strong>de</strong> nosotros iba<br />

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otro coche con varios hombres y una mujer. Eran <strong>los</strong> familiares<br />

<strong>de</strong>l muerto. Una mujer se acercó a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong>l<br />

Rabecão y <strong>los</strong> saludó con la cabeza. Los <strong>de</strong>más se mantuvieron<br />

a distancia; un par <strong>de</strong> personas se tapaba la boca con<br />

la mano. Los agentes consiguieron sacar al muerto <strong>de</strong>l portabultos;<br />

era joven, llevaba calzoncil<strong>los</strong> rojos. Saltó un chorro<br />

<strong>de</strong> sangre, se elevó más <strong>de</strong> dos metros, sangre <strong>de</strong> un balazo<br />

que tenía en la espalda, quizá en el pulmón. Sus pies<br />

y sus manos estaban prietamente atados por <strong>de</strong>trás, con cable<br />

forrado <strong>de</strong> plástico. Tenía cuatro o cinco balazos en el<br />

tórax y daba la impresión <strong>de</strong> que le habían alcanzado otras<br />

dos veces en el cráneo. Dijeron que hacía unas tres horas<br />

que lo habían matado.<br />

A juzgar por su forma <strong>de</strong> morir y por su aspecto –y el<br />

<strong>de</strong> su familia–, el muerto era sin duda un traficante. Sus<br />

verdugos pertenecían probablemente a <strong>los</strong> escuadrones <strong>de</strong><br />

la muerte organizados por policías, o por bomberos; por<br />

personas como Célio.<br />

Beto, un policía <strong>de</strong> la administración civil, admitió enseguida<br />

que la policía ejecutaba criminales. Alargó las manos<br />

como quien quiere explicarse: «Es que somos hombres.<br />

Tenemos sentimientos. Y esos tipos nos disparan. Y he tenido<br />

que salvar vidas en ocasiones... He visto a un amigo mío<br />

–imitó en silencio <strong>los</strong> movimientos <strong>de</strong> un policía a punto <strong>de</strong><br />

ejecutar a alguien–, y le he dicho: “No lo hagas, déjalo, vámonos.”<br />

Y otras veces no he tenido valor. Hay veces que sabes<br />

que no pue<strong>de</strong>s. Y también hay veces, sinceramente, que<br />

no quieres y no te importa.»<br />

Durante un paseo por la ciudad en pleno día, Beto llevó<br />

la pistola escondida entre las piernas. Su chapa <strong>de</strong> policía,<br />

dijo, era su «acta <strong>de</strong> <strong>de</strong>función», porque si <strong>los</strong> miembros<br />

<strong>de</strong> las bandas lo i<strong>de</strong>ntificaban, era hombre muerto. <strong>El</strong><br />

concepto que tenían <strong>de</strong> <strong>los</strong> 10.000 policías civiles <strong>de</strong> <strong>Río</strong><br />

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era casi tan malo como el que tenían <strong>de</strong> <strong>los</strong> 30.000 policías<br />

militares. «Casi todos <strong>los</strong> polis militares son escoria; están<br />

corrompidos y también <strong>de</strong>linquen. Los gángsters <strong>los</strong> matan<br />

sin titubear.» En cuanto a él, añadió Beto: «Pue<strong>de</strong> que<br />

titubearan un momento, pero al final me matarían.»<br />

En marzo <strong>de</strong> 2005 murieron veintinueve civiles <strong>de</strong> manera<br />

indiscriminada a manos <strong>de</strong> unos policías fuera <strong>de</strong> servicio<br />

en un barrio pobre <strong>de</strong>l norte <strong>de</strong> la ciudad. Perpetraron<br />

la matanza para protestar por la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> otros<br />

agentes que habían sido filmados mientras se <strong>de</strong>shacían <strong>de</strong><br />

unas personas a las que acababan <strong>de</strong> matar. Unos meses<br />

<strong>de</strong>spués, el 19 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 2006, en teoría para protestar<br />

por la complicidad <strong>de</strong> la policía con <strong>los</strong> grupos paramilitares,<br />

<strong>los</strong> jefes <strong>de</strong>l Comando Vermeilho or<strong>de</strong>naron a sus<br />

pistoleros que recorrieran la ciudad y causaran estragos.<br />

Los causaron con armas automáticas y granadas; atacaron<br />

por lo menos una docena <strong>de</strong> comisarías e incendiaron cuatro<br />

autobuses públicos, en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuales murieron abrasados<br />

siete pasajeros. En total murieron diecinueve personas.<br />

Otras diecinueve murieron a manos <strong>de</strong> la policía en<br />

una redada que se organizó en junio <strong>de</strong> 2007 contra la guarida<br />

principal <strong>de</strong>l Comando Vermeilho, en el Complexo<br />

do Alemao, un amplio suburbio <strong>de</strong> 200.000 habitantes.<br />

Alfredo Sirkis, el concejal, me dijo: «<strong>El</strong> problema es<br />

que la policía cobra por proteger a las bandas <strong>de</strong> las favelas,<br />

y la policía que no recibe dinero, va, liquida a todos y<br />

echa la culpa a otra banda. La policía tiene una asociación<br />

<strong>de</strong> exterminio con las bandas.»<br />

<strong>El</strong> problema, dijo Sirkis, era que la policía estaba mal<br />

pagada. «Todos <strong>los</strong> policías, sin excepción, están pluriempleados.<br />

Ganan poco. <strong>El</strong> porcentaje <strong>de</strong> <strong>de</strong>litos resueltos<br />

aquí en <strong>Río</strong> es ridículo. <strong>El</strong> noventa y nueve por ciento <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> homicidios queda sin resolver. Los agentes trabajan en<br />

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EL DICTADOR, LOS DEMONIOS.qxp 14/10/09 18:02 Página 372<br />

turnos <strong>de</strong> veinticuatro horas <strong>de</strong> servicio y setenta y dos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scanso, así que no hay continuidad, ninguna rutina profesional.<br />

No hay agentes que vayan a pie, ningún contacto<br />

con la población civil; sólo hay coches patrulla. <strong>El</strong> setenta<br />

por ciento <strong>de</strong> <strong>los</strong> policías muertos en <strong>Río</strong> cae fuera <strong>de</strong> servicio;<br />

¿qué le dice eso?»<br />

Hace treinta años, añadió, «<strong>los</strong> bandidos apenas mataban<br />

policías. Y cuando se mataba uno, el crimen no quedaba<br />

impune. Hoy ya no hay ningún respeto por <strong>los</strong> agentes<br />

y se ven como rivales en el mismo negocio; así que <strong>los</strong><br />

bandidos <strong>los</strong> matan».<br />

«¿Qué pue<strong>de</strong> hacerse? –dice Sirkis–. Lo primero que se<br />

necesita es acabar con el control que tienen las bandas <strong>de</strong><br />

la droga sobre <strong>los</strong> barrios <strong>de</strong> la ciudad; volver a la situación<br />

que impera en las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> todo el mundo, don<strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

traficantes ven<strong>de</strong>n la droga en las esquinas, pero no controlan<br />

ningún territorio. Esto pue<strong>de</strong> hacerse, pero sólo se conseguirá<br />

mejorando la policía.»<br />

En julio entrevisté al nuevo jefe <strong>de</strong> la policía civil <strong>de</strong><br />

<strong>Río</strong>, Allain Turnowsky. Le pregunté si estaba <strong>de</strong> acuerdo<br />

en que la seguridad en <strong>Río</strong> se hallaba en una situación «calamitosa».<br />

«¿Calamitosa? –replicó–. No. Si lo fuera, no habría<br />

forma <strong>de</strong> restablecer la normalidad, y po<strong>de</strong>mos restablecerla.<br />

Esto todavía no es Bagdad, ni México. Estamos capacitados<br />

para controlar cualquier parte <strong>de</strong> la ciudad que queramos.<br />

<strong>El</strong> problema es que no po<strong>de</strong>mos quedarnos para<br />

rematar el trabajo.» Turnowsky habló con entusiasmo <strong>de</strong> su<br />

campaña contra las milicias paramilitares vinculadas a la<br />

policía y <strong>de</strong> <strong>los</strong> planes <strong>de</strong>l gobierno para aumentar la dotación<br />

y adiestramiento <strong>de</strong>l cuerpo. Habló <strong>de</strong> Santa Marta,<br />

una favela limpiada hacía poco y ahora controlada permanentemente<br />

por la policía, y don<strong>de</strong> el gobierno había in-<br />

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EL DICTADOR, LOS DEMONIOS.qxp 14/10/09 18:02 Página 373<br />

vertido en infraestructuras básicas, como alcantarillado y<br />

aceras; en su opinión era un mo<strong>de</strong>lo para el futuro.<br />

Le comenté que Santa Marta era sólo una favela y que<br />

había otras novecientas y pico <strong>de</strong> las que nadie se había<br />

ocupado todavía, y muchas estaban en manos <strong>de</strong> criminales<br />

armados hasta <strong>los</strong> dientes. Asintió con la cabeza y dijo:<br />

«Costará tiempo.»<br />

<strong>El</strong> pastor Sidney me condujo hasta su coche, un Chevrolet<br />

Meriva último mo<strong>de</strong>lo. Recorrimos las calles <strong>de</strong> la<br />

isla. Al salir <strong>de</strong> una calle resi<strong>de</strong>ncial entramos en una zona<br />

sin iluminar <strong>de</strong> una favela. <strong>El</strong> pastor había encendido las<br />

luces interiores y bajado las ventanillas para que pudieran<br />

vernos. Al llegar al primer cruce nos cortaron el paso varios<br />

jóvenes con pistolas y fusiles <strong>de</strong> asalto. Llevaban camiseta<br />

con logotipo <strong>de</strong>portivo, calzón <strong>de</strong> surfista, gorra <strong>de</strong> béisbol<br />

y chancletas. Se acercaron a las ventanillas y, al ver al pastor,<br />

nos saludaron levantando el pulgar.<br />

A continuación tuvo lugar un ritual curioso. Uno tras<br />

otro, <strong>los</strong> pistoleros entregaron sus armas a un compañero y<br />

se acercaron por turno a la ventanilla <strong>de</strong>l pastor. Se quedaban<br />

allí inmóviles, con <strong>los</strong> brazos caídos, con <strong>los</strong> ojos cerrados,<br />

mientras el pastor les hablaba en un portugués acelerado,<br />

en voz alta, en una especie <strong>de</strong> invocación bíblica. Al<br />

cabo <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> minutos, <strong>los</strong> pistoleros estaban en trance.<br />

<strong>El</strong> pastor les ponía la mano en la frente y <strong>de</strong>cía: «Sai»,<br />

vete, varias veces. Entonces les soplaba con fuerza o les<br />

daba un capón <strong>de</strong> broma y en aquel instante volvían en sí,<br />

abrían <strong>los</strong> ojos con expresión <strong>de</strong> sorpresa y le daban las gracias<br />

con sonrisas y sin palabras.<br />

Mientras duraba la ceremonia, siempre había un joven<br />

en el puesto <strong>de</strong> guardia, que era una silla <strong>de</strong> plástico o un<br />

bidón <strong>de</strong> aceite en la entrada <strong>de</strong>l callejón. Iba armado y <strong>de</strong>-<br />

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EL DICTADOR, LOS DEMONIOS.qxp 14/10/09 18:02 Página 374<br />

lante <strong>de</strong> él tenía una bolsa <strong>de</strong> plástico abierta, con cocaína.<br />

Era una boca <strong>de</strong> fumo, nombre que dan <strong>los</strong> traficantes brasileños<br />

a <strong>los</strong> puntos <strong>de</strong> venta <strong>de</strong> droga.<br />

Seguimos <strong>de</strong>spacio por la calleja, cruzándonos con<br />

hombres y mujeres que tenían que pegarse a las pare<strong>de</strong>s<br />

para <strong>de</strong>jar que pasara el coche. Olí a marihuana y en un par<br />

<strong>de</strong> ocasiones percibí el tufo a caucho quemado <strong>de</strong>l crack.<br />

Volvimos a <strong>de</strong>tenernos. <strong>El</strong> pastor repitió el ritual <strong>de</strong> antes.<br />

Llegamos a una especie <strong>de</strong> plaza amplia, <strong>de</strong> tierra. Estábamos<br />

en Praia do Rosa y había pistoleros por todas partes.<br />

Había tensión en el aire; pasaba algo. (Más tar<strong>de</strong> supe que<br />

el Rata, un subgerente <strong>de</strong> Fernandinho que estaba en otra<br />

favela, se había presentado pidiendo justicia porque un soldado<br />

<strong>de</strong> Leo había entrado en su territorio y le había faltado<br />

al respeto apuntándole con un arma. Leo hizo que el<br />

infractor pidiera perdón al Rata, evitando así un <strong>de</strong>rramamiento<br />

<strong>de</strong> sangre.) <strong>El</strong> pastor <strong>de</strong>tuvo el coche y bajamos<br />

cerca <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> hombres sentados cómodamente alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> una mesa, al pie <strong>de</strong> un árbol. Se nos aproximó<br />

un sujeto alto y rubio. Llevaba una camiseta Nike <strong>de</strong> color<br />

gris y <strong>de</strong>l cinturón le colgaban unas esposas y una pistola.<br />

Se estaba fumando un porro. <strong>El</strong> pastor me lo presentó: era<br />

Leo, el gerente <strong>de</strong> Fernandinho en Praia do Rosa, el jefe <strong>de</strong><br />

Iara. Leo se alejó unos pasos y habló por una radio portátil.<br />

Transcurridos diez incómodos minutos, nos dijo que<br />

continuáramos.<br />

Ya en el coche, el pastor Sidney me contó que Praia do<br />

Rosa era el lugar que tenía la «mayor concentración <strong>de</strong> <strong>de</strong>monios»<br />

<strong>de</strong> la zona. Fernandinho tenía allí un grupo especial<br />

<strong>de</strong> hombres que trabajaban para él; les llamaban <strong>los</strong><br />

açougueiros, <strong>los</strong> carniceros. «Se encargan <strong>de</strong> <strong>los</strong> cadáveres <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> que matan; <strong>los</strong> cortan en pedazos y <strong>los</strong> echan a la bahía<br />

–dijo el pastor–. Los cangrejos se <strong>los</strong> comen.»<br />

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EL DICTADOR, LOS DEMONIOS.qxp 14/10/09 18:02 Página 375<br />

Después <strong>de</strong> cruzar otros dos puestos <strong>de</strong> control, llegamos<br />

a una bifurcación en la que la calle se dividía alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> una pared alta <strong>de</strong>corada con una pintura mural con<br />

mensajes sobre Dios y Jesús. Habíamos llegado al Morro<br />

do Dendê. Los traficantes saludaron al pastor con <strong>de</strong>ferencia<br />

y le preguntaron si iba a ver al jefe. «No –dijo–. Yo me<br />

quedo aquí. Él sabe por qué.» Los traficantes parecían <strong>de</strong>sconcertados,<br />

pero asintieron con la cabeza. <strong>El</strong> pastor dijo<br />

que quería que alguien «responsable» me llevara en presencia<br />

<strong>de</strong> Fernandinho. Los hombres conferenciaron; uno se<br />

alejó y habló por radio. Entonces se a<strong>de</strong>lantó un individuo<br />

<strong>de</strong> casi cuarenta años, corpulento, con el pecho <strong>de</strong>snudo.<br />

<strong>El</strong> pastor me dijo: «No hay problema, pue<strong>de</strong> ir con él. Está<br />

usted en su casa.» Y se fue con el coche.<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong>snudo me condujo por una calle empinada<br />

y flanqueada <strong>de</strong> mirones. Se <strong>de</strong>tuvo al llegar al final<br />

<strong>de</strong> la cuesta y me indicó por señas que le esperase en la calle.<br />

Desapareció. Al otro lado había hombres con ropa <strong>de</strong>portiva<br />

y armados; la gente se acercaba y les compraba cocaína.<br />

En algún lugar cercano comenzó un funk carioca a<br />

todo volumen y con una letra <strong>de</strong> lo más vulgar: «No eres<br />

digna <strong>de</strong> la polla que chupas», y a continuación el estribillo,<br />

que se repetía sin parar: «Polla que chupas, polla que<br />

chupas.»<br />

Apareció Fernandinho. Seis guardaespaldas con armas<br />

<strong>de</strong> asalto formaron un arco a su alre<strong>de</strong>dor. Lo reconocí por<br />

una foto; se había tatuado el nombre «Jesus Cristo» en letras<br />

góticas, en el antebrazo <strong>de</strong>recho. Llevaba gorra <strong>de</strong> béisbol,<br />

pantalón corto y una camiseta futbolera sin mangas,<br />

<strong>de</strong> un equipo <strong>de</strong> São Paulo, con las letras LG, el logotipo<br />

<strong>de</strong> la empresa que lo patrocinaba. Del cuello le caía una<br />

gruesa ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro con un colgante, llevaba gruesas sor-<br />

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tijas <strong>de</strong> oro en casi todos <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos y un grueso reloj <strong>de</strong> oro<br />

en la muñeca. Todo <strong>de</strong>spedía resplandores diamantinos.<br />

Era <strong>de</strong> piel blanca, <strong>de</strong> aspecto adolescente, <strong>de</strong> estatura<br />

y complexión medias, pelo castaño cortado al rape. Me recibió<br />

con amabilidad y sugirió que pasáramos a su «casa»<br />

para charlar. Los guardaespaldas entraron con nosotros. Todos<br />

eran adolescentes y llevaban AK-47 y AR-15. Descendimos<br />

unos peldaños, enfilamos por un callejón, dimos un<br />

par <strong>de</strong> vueltas, entramos en un edificio, bajamos más escalones,<br />

luego un pasillo largo y llegamos al dormitorio <strong>de</strong><br />

Fernandinho.<br />

No era particularmente gran<strong>de</strong>; la cama ocupaba casi<br />

todo el espacio y estaba cubierta por una colcha estampada<br />

con motivos <strong>de</strong> dibujos animados infantiles. Había pegatinas<br />

religiosas fosforescentes y cuadros con versícu<strong>los</strong> <strong>de</strong> salmos.<br />

En un rincón había una pecera y en otro una bicicleta<br />

fija. En la pared que quedaba a <strong>los</strong> pies <strong>de</strong> la cama había un<br />

armario gran<strong>de</strong> y estanterías con un gran televisor <strong>de</strong> plasma.<br />

Fernandinho se sentó en el colchón y quitó la ropa que<br />

llenaba un pequeño sofá para que yo tomara asiento. Los<br />

guardaespaldas se quedaron en una habitación contigua.<br />

Una guapa joven embarazada se acercó para ofrecernos<br />

<strong>de</strong> beber. Cuando se marchó, pregunté a Fernandinho si<br />

era su mujer o si estaba embarazada <strong>de</strong> él. No; sólo era una<br />

amiga. Tenía esposa, pero no estaba allí; luego rectificó:<br />

«No estamos <strong>de</strong>bidamente casados.» En realidad, tenía seis<br />

hijos y otros dos «en camino». Me explicó que su mujer,<br />

que estaba gestando el primer hijo <strong>de</strong> ambos, no conocía la<br />

existencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más hijos, exceptuando al mayor, un<br />

chico que iba a la escuela primaria, «allá en el asfalto». Fernandinho<br />

tenía intención <strong>de</strong> contarle lo <strong>de</strong> <strong>los</strong> otros hijos<br />

cuando diera a luz. Me miró con ojos interrogadores. Le<br />

dije que era una medida pru<strong>de</strong>nte.<br />

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Me dijo que todo estaba muy tranquilo en Morro do<br />

Dendê. «Todo bien. En realidad, más tranquilo que antes,<br />

porque hemos arreglado unos problemas que teníamos.»<br />

Supuse que se refería a la reciente ejecución <strong>de</strong> unos chivatos,<br />

pero no me lo confirmó. Cuando le hablé <strong>de</strong> <strong>los</strong> homicidios<br />

pasados que le atribuían, se salió por la tangente<br />

diciendo que él no había tenido nada que ver, que había<br />

sido gente que hacía ese tipo <strong>de</strong> cosas en su nombre.<br />

Lo primero que había hecho Fernandinho al entrar en<br />

el dormitorio había sido quitarse todo el ajuar <strong>de</strong> oro y <strong>de</strong>jarlo<br />

en el tocador. Me alargó el colgante. «Pesa medio<br />

kilo», dijo con una sonrisa. En él se veían una palmera<br />

–<strong>de</strong>ndê es el nombre <strong>de</strong> una palmera aceitera <strong>de</strong> África– y<br />

unas cuantas casas pegadas a una loma. «Lo diseñé yo mismo»,<br />

dijo. Me explicó que su intención era representar<br />

Dendê y era como el símbolo <strong>de</strong> su oficio. Dijo que su función<br />

no era muy diferente <strong>de</strong> la <strong>de</strong> un alcal<strong>de</strong>. «La gente<br />

viene a contarme sus problemas y yo cuido <strong>de</strong> todos.» Era<br />

un traficante, sí, pero vendía drogas únicamente porque<br />

otros las consumían.<br />

«De pequeño quería ser jugador <strong>de</strong> fútbol –dijo–. Al<br />

final me di cuenta <strong>de</strong> que era sólo una fantasía.» Había ingresado<br />

en la banda a <strong>los</strong> ocho o nueve años, no lo recordaba<br />

con exactitud, y había hecho <strong>de</strong> mensajero y vigilante.<br />

Le pregunté si podía imaginar su vida discurriendo por<br />

otros cauces. Negó con la cabeza. «No –dijo–. Hay tantas<br />

ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> captura contra mí que ni siquiera puedo salir <strong>de</strong><br />

la favela.» Hacía dos años que no salía <strong>de</strong> Morro do Dendê,<br />

y había salido sólo dos veces <strong><strong>de</strong>s<strong>de</strong></strong> 2003.<br />

Cuando le pregunté por qué <strong>de</strong>litos lo buscaban –¿homicidio?,<br />

¿tráfico?–, asintió con la cabeza, sonrió y dijo:<br />

«Por todo, aunque no sea verdad.»<br />

La televisión <strong>de</strong>l dormitorio estaba encendida. En la<br />

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pantalla centelleaba la versión brasileña <strong>de</strong>l Discovery<br />

Channel y emitía un docudrama sobre un «asesino sonámbulo»<br />

en el que se mezclaban recreaciones protagonizadas<br />

por actores profesionales, película filmada durante el juicio<br />

<strong>de</strong>l asesino real y cortes <strong>de</strong> entrevistas con agentes <strong>de</strong><br />

policía y un psiquiatra. Nuestra conversación se interrumpía<br />

cada vez que Fernandinho volvía la cabeza y miraba la<br />

pantalla unos minutos. Cierta escena en que un hombre<br />

entraba en un dormitorio y mataba a golpes a una pareja<br />

dormida se repitió varias veces a cámara lenta. Al final, Fernandinho<br />

cambió <strong>de</strong> canal y sintonizó una ca<strong>de</strong>na local <strong>de</strong><br />

noticias. Estaban emitiendo una filmación en vivo <strong>de</strong> un<br />

tiroteo entre <strong>de</strong>lincuentes y policías <strong>de</strong> São Paulo.<br />

«¿Suele ser así?», pregunté. «Sí, a veces», dijo sonriendo.<br />

Pero añadió que procuraba evitar el enfrentamiento<br />

con la policía. Cada vez que la policía invadía la favela, él<br />

y sus hombres se ocultaban, cuando podían.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong>l armario y rebuscó en el interior. Al<br />

final sacó dos frascos <strong>de</strong> colonia masculina. Todavía estaban<br />

en la caja <strong>de</strong> presentación. Una era Issey Miyake, la<br />

otra Givenchy Pour Homme. Me dio <strong>los</strong> dos frascos; era<br />

un regalo. «Qué<strong>de</strong>se<strong>los</strong> –dijo–. Son suyos.»<br />

Rezaba mucho, incluso por sus enemigos. Como para<br />

confirmar lo que <strong>de</strong>cía, se levantó, cerró la puerta, volvió a<br />

la cama y cayó <strong>de</strong> rodillas. Rezó como un niño, con las manos<br />

unidas encima <strong>de</strong>l colchón, <strong>los</strong> ojos cerrados y murmurando<br />

la oración moviendo <strong>los</strong> labios. Buscó la Biblia,<br />

volvió con ella, se sentó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y la abrió por una<br />

página señalada con una cinta, hacia la cuarta parte <strong>de</strong>l libro.<br />

Me dijo que la estaba leyendo y tenía intención <strong>de</strong> llegar<br />

hasta la última página.<br />

Le felicité por el esfuerzo. Pero acto seguido quise señalarle<br />

la contradicción existente entre su religiosidad y<br />

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su inmutable vida <strong>de</strong> traficante <strong>de</strong> drogas y le pregunté:<br />

«¿Dón<strong>de</strong> ve usted la línea que separa el bien <strong>de</strong>l mal?»<br />

Fernandinho sonrió. «¿Quién <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> eso?»<br />

Un par <strong>de</strong> días <strong>de</strong>spués volví a Parque Royal para ver<br />

al pastor Sidney. Me invitó a una feijoada, un guiso tradicional<br />

a base <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> cerdo y frijoles negros, en una<br />

casa <strong>de</strong> comidas <strong>de</strong> su propiedad que estaba en la plaza <strong>de</strong><br />

la favela. Me preguntó por mi encuentro con Fernandinho<br />

y por lo que habíamos hablado. Le respondí que Fernandinho<br />

había hablado mucho <strong>de</strong> su fe religiosa.<br />

<strong>El</strong> pastor asintió en silencio. Me pareció que quería hablar<br />

más claramente sobre su enfado con el gángster por<br />

las recientes ejecuciones. «¿Qué pasó? –le pregunté–. Creía<br />

que Fernandinho había prometido poner fin a las matanzas.»<br />

«Sí, y por eso me mantengo alejado <strong>de</strong> él, porque ha<br />

roto su promesa.»<br />

Le echaba la culpa a Gil, el lugarteniente <strong>de</strong> Fernandinho.<br />

Gil había pasado mucho tiempo en el hospital y,<br />

mientras estuvo fuera, las cosas habían ido bien. Pero Gil<br />

había vuelto. <strong>El</strong> pastor Sidney dijo: «Es muy sanguinario.<br />

Yo lo preví y le dije a Fernandinho que volvería a haber asesinatos<br />

en menos <strong>de</strong> una semana. Y antes <strong>de</strong> que terminase<br />

la semana, se produjeron.» <strong>El</strong> pastor había oído <strong>de</strong>cir<br />

que habían capturado y con<strong>de</strong>nado a muerte a cuatro chivatos.<br />

Había corrido a Morro do Dendê para salvarles la<br />

vida. Había ido a ver a Fernandinho, pero <strong>los</strong> guardaespaldas<br />

le dijeron que el jefe estaba <strong>de</strong>scansando y no se le podía<br />

molestar. Había preguntado por <strong>los</strong> <strong>de</strong>tenidos y le respondieron:<br />

«No te preocupes.» Y se había ido.<br />

Más tar<strong>de</strong> oyó <strong>de</strong>cir que <strong>los</strong> habían matado y se sintió<br />

traicionado. «Fui a ver a Fernandinho y le dije que nuestra<br />

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alianza se había roto. Habían jurado no volver a matar y<br />

durante dos años había sido así. Le recordé que en todo ese<br />

tiempo ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> suyos había sido <strong>de</strong>tenido ni ejecutado.<br />

Y predigo que algunos serán ejecutados pronto.»<br />

«¿Qué dijo Fernandinho?»<br />

«No respondió. Yo vi que <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios volvían a sus<br />

ojos.»<br />

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