Preferencias electorales - PRI

EspEcial Melchor de los Santos y David Sarmiento
resultado es una insuficiencia
que no permite el desarrollo del
sector.
El desarrollo tecnológico de
PEMEX ha quedado sujeto,
en su mayor parte, a lo que
ha podido hacer el Instituto
Mexicano del Petróleo. Pero
resulta evidente que el Instituto
no puede ser universal
y menos tratándose de
una industria tan compleja.
La industria tiene nuevos
problemas: crudos más pesados,
una capacidad de refinación
rebasada por el consumo,
dificultades de distribución, entre
otros. Esos problemas ni siquiera
pueden ser estudiados dentro de
la empresa y en el instituto. El aislamiento
conduce a malas soluciones
y al rezago.
HACIA ADELANTE
Si cambiamos la sentencia de que el
petróleo pertenece a la nación por
la de que pertenece a los mexicanos,
ese simple cambio de premisa
arroja muy diferentes conclusiones.
Ni siquiera Lázaro Cárdenas pareció
tener en mente respuestas unívocas
sobre este tema.
La producción petrolera de México
alcanzó su máximo histórico en
2004. La actual alta tasa de restitución
de reservas, que el gobierno
celebra como notable, se explica en
parte por la caída en la producción.
Por una parte, la explotación petrolera
es irracional. Se privilegia la
producción en detrimento de la exploración,
en lugar de guardar razonablemente
un balance equilibrado
de ambas actividades. Las reservas
probadas deben reponerse, al menos,
por el equivalente del 100 por ciento
de la producción, reservas que sean
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las que realmente importan, porque
su explotación comercial pueda ser
segura en un 90 por ciento.
Las reservas probables y posibles
son otra historia, porque sus probabilidades
de éxito comercial son
mucho más bajas, 50 por ciento en
el caso de las primeras y 10 por ciento
en el de las segundas. Por razones
de seguridad energética nacional
y por factores de índole técnica y
económica, las reservas probadas
deben mantenerse en constante reposición
y, de ser posible, elevarse.
Si no es así, terminaremos por agotar
el petróleo o, por lo menos, perderemos
o reduciremos como nación
nuestro margen técnico y económico
de maniobra, que es precisamente lo
que ha venido pasando.
Aunque se señale que las reservas
probadas, medidas en años de
producción, han aumentado recientemente
o están aumentando,
la verdad es que la producción ha
venido cayendo desde 2004 hasta la
fecha y ello explica el aumento en el
número de años que se estima que
durarán las reservas probadas.
Además, nos estamos acercando
a un cambio energético
global, que debe ocurrir en las
próximas dos o tres décadas.
Es muy difícil anticipar los
tiempos y aun los expertos
no se ponen de acuerdo,
pero tendrá que ocurrir,
inclusive para la seguridad
de la población en todo el
mundo. En tal circunstancia,
es obligatorio para el
país el replantearse su estrategia
de manejo de sus hidrocarburos.
Es indispensable examinar
posibles nuevos paradigmas:
• Se debe garantizar la seguridad
energética para todos los
mexicanos, en un país que ya llega
a 110 millones de habitantes.
La función primordial del Estado
y de la empresa paraestatal que
administra el petróleo debe entenderse
como un trabajo de inteligencia.
Todavía hoy esa función
no se ha asumido.
• Esto implica fortalecer todos los
mecanismos de control: no más
corrupción, no más saqueos,
no más desperdicio en el propio
proceso para industrializar
los combustibles, no más delincuencia
que los robe. Pero también,
y de manera fundamental,
un trato fiscal razonable, que si
bien obtenga para el gobierno un
derecho sobre el uso del recurso
otorgue a la empresa un régimen
fiscal equivalente al de cualquier
otra.
• PEMEX, por tanto, debería quedar
fuera del presupuesto de la
Federación.
• El Estado tendría que alentar un
gran cambio en la cultura y la