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<strong>Nuevo</strong><br />
<strong>AlfAbeto</strong><br />
<strong>ruso</strong><br />
k at i a me t e l i z z a<br />
TRAdUCIdO dEL RUSO POR mAriAN WomACK<br />
ILUSTRACIONES _ jeAN-frANçois mArtiN
A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z<br />
10 _ 11
AterriZANDo<br />
Sheremetyevo Terminal 2. Salidas. una cola. Esta cola es una…<br />
el término apropiado sería «institución», demasiado pomposo,<br />
quizá, pero en el fondo eso es lo que es: una institución<br />
muy bien organizada. Para evitar que se transforme en<br />
una multitud peligrosa e inconsciente, han instalado demarcaciones.<br />
Estas configuran algo parecido a un armazón<br />
que fuerza la cola de forma ineludible a imitar la silueta de<br />
una salchicha curva y compacta. Si de repente apareciera<br />
una multitud de gente, la salchicha adoptaría la forma<br />
de una serpentina con numerosos pliegues. Sin embargo,<br />
parece que nunca habrá suficientes personas para rellenar<br />
el armazón por completo. Por esta razón, el pasajero con<br />
tarjeta de embarque se ve obligado a dar todos los giros<br />
ПАСПОРТНЫЙ КОНТРОЛЬ _ AterriZANDo
A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z<br />
12 _13<br />
que han sido trazados y recorrer un buen camino con multitud<br />
de curvas hasta alcanzar el final de la cola. A vista de pájaro,<br />
la distancia real es de sólo tres metros, pero para llegar al<br />
final necesitas recorrer treinta. Algunas personas, en especial<br />
los impacientes y los más atrevidos, atajan pasando por<br />
debajo de las cintas que marcan el camino, pero la mayoría<br />
acata el itinerario previsto. Este sendero que rezonga hacia<br />
lo que podría considerarse la frontera simbólica del país se<br />
percibe como una especie de ritual. Como el novio que sube<br />
a duras penas las escaleras del ayuntamiento con su prometida<br />
en brazos, de igual modo el pasajero arrastra su maleta<br />
a lo largo de treinta metros de zigzag. A paso de caracol,<br />
pasaporte, billete y tarjeta de embarque en la mano, avanza<br />
al ritmo de la cola. Llegado este punto, y desde hace ya<br />
bastantes horas, todo el mundo se encuentra inmerso en un<br />
estado de nervios, presa de la fiebre de la partida, más o<br />
menos importante. hacer la maleta, obtener los visados, todo<br />
ese tipo de formalidades ligadas a un viaje de negocios o<br />
propias de una escapada de placer, cambiar el dinero, el<br />
taxi, los atascos de la autopista Leningradskoïé… todo esto<br />
antes de ponerse en manos de los servicios del aeropuerto.<br />
La cola para el control de pasaportes es el penúltimo obstáculo,<br />
que precede al de la puerta de embarque; tras esta<br />
cola, en las tiendas libres de impuestos, es casi como estar ya<br />
en el extranjero: algo que para la mayoría de los <strong>ruso</strong>s que<br />
se encuentran en la cola de Sheremetyevo no es completamente<br />
nuevo, pero bueno… Comprar una botella de plástico
de whisky o de baileys por once euros no significa, realmente,<br />
estar saboreando la civilización occidental; no es más que<br />
una forma de ahorrarse unas monedas, pero ¡qué forma más<br />
agradable de hacerlo…! «¡Tener tiempo para ir al duty free!»,<br />
una razón más que suficiente para que todo el mundo trate de<br />
cruzar el control de pasaportes lo más aprisa posible, sin obstáculos.<br />
¿A quién le importa si quedan dos hora para el vuelo?<br />
nos sentaremos en una cafetería, o en un banco. Muchas personas<br />
afirman que les gusta esta espera anterior a la salida, y<br />
que desde el momento en que consiguen que se les estampe el<br />
sello que les permitirá atravesar la frontera, sienten que el viaje<br />
comienza. Esa es la razón por la cual reciben este sello con<br />
gratitud. Los aduaneros <strong>ruso</strong>s, mujeres y hombres, no tienen<br />
la costumbre (¿la orden?) de desear a sus conciudadanos<br />
un vuelo agradable; se limitan a un lacónico «¡siguiente!».<br />
A cambio reciben un educado, en ocasiones incluso servil,<br />
«gracias». una pequeña reverencia, un suspiro de alivio. Los<br />
viajeros sienten algo parecido a un orgasmo por haber sido<br />
galardonados con el sello que les permite emprender la partida.<br />
¡<strong>El</strong> visado que les proporcionó una agencia que no les<br />
daba ninguna confianza ha pasado el control! ¡<strong>El</strong> ordenador<br />
ha conseguido no confundirte con ese homónimo tuyo perseguido<br />
por la Interpol!<br />
La cola del control de pasaportes de la zona de salida es muy<br />
silenciosa. nadie habla. Incluso los que viajan juntos guardan<br />
silencio. En cuanto a los desconocidos, jamás se le ocurriría a<br />
nadie dirigirles la palabra.<br />
ПАСПОРТНЫЙ КОНТРОЛЬ _ AterriZANDo
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Por el contrario, en la cola del control de pasaportes de la zona de<br />
llegadas —si es que se forma, y siempre lo hace—, la gente<br />
no sólo charla sino que grita. De las taquillas de los oficiales<br />
de aduana cuelga desde hace poco un letrero prohibiendo<br />
el uso de móviles, como en la iglesia. no obstante, seguro<br />
que desde el interior escuchan perfectamente los gritos de los<br />
recién llegados.<br />
—¡Sí, estoy en el control de pasaportes, en Sheremetyevo! ¡Como<br />
siempre!, ¡J…! La cola llega hasta la mitad de las escaleras.<br />
En las otras ventanillas los ordenadores no funcionan, una m…<br />
bienvenido a la patria, vaya. ¿Qué tiempo hace? ¡no consigo<br />
verlo! ¿nieve y lluvia como siempre?<br />
—¡no hay duda, estamos en la patria querida! ¡Como siempre,<br />
colas y ruido!<br />
—y yo me pregunto para qué tanto control, ¡si en realidad ya<br />
estamos dentro!<br />
—Mirad, ahí dice «Para ciudadanos <strong>ruso</strong>s que volaron desde<br />
Sheremetyevo 2», y ya llevamos una hora esperando… ¡Dan<br />
ganas de renunciar a la nacionalidad rusa!<br />
La oficial de aduanas escruta con la mirada a un muchacho atontado,<br />
ideal para el servicio militar, con una mochila y recién<br />
llegado de Ámsterdam en un vuelo de Aeroflot. una mirada<br />
sombría. un golpe de tampón: «¡Siguiente!».<br />
14 _15
ol De soPA<br />
«Siempre habrá un bol de sopa esperándote en nuestra casa.»<br />
Esta frase es una de las formas más conmovedoras que existen<br />
de expresar la amistad. Puede traducirse de la siguiente forma:<br />
aunque no somos ricos, estamos dispuestos a compartir cuanto<br />
tenemos contigo; amor y preocupaciones, que sientas que<br />
perteneces a nuestra familia, el calor de nuestro hogar.<br />
Té y galletas, o bien whisky con soda, son las cosas que se le<br />
ofrecen a un invitado; a alguien más cercano se le calienta<br />
un tazón del borsch de hace dos días.<br />
Esta frase sobre el bol de sopa la he escuchado docenas de veces,<br />
y me he topado con ella en varios libros, algunos incluso traducidos<br />
de otros idiomas. Resulta obvio que la compleja composición<br />
de esta sustancia líquida, obtenida por maceración,<br />
ТАРЕЛКА СУПА _ b ol D e soP A
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posee cualidades secretas, casi mágicas. ¿Pero cuáles? ¿<strong>El</strong><br />
secreto de la amistad? ¿<strong>El</strong> poder de la vida? Se sabe, por<br />
ejemplo, que el caldo de pollo, conocido a veces como «la<br />
aspirina judía», incluso como la «penicilina judía», es un<br />
remedio eficaz contra los resfriados y la melancolía. Como<br />
si fuera una medicina. he leído la receta clásica en alguna<br />
parte: se necesitan dos días enteros para cocinarlo, dejar que<br />
se enfríe en la nevera, retirar la grasa sobrante de su aceitosa<br />
superficie y volverlo a calentar a fuego lento, que de alguna<br />
forma has logrado bajar todavía más en cuanto arranca el<br />
hervor… La materia prima no deja de ser nada más que un<br />
pollo, pero la tecnología empleada en su elaboración resulta<br />
cercana a la alquimia. no es una coincidencia que hayan tratado<br />
de criar homúnculos con una «sopa nutritiva».<br />
Conozco la historia de un hermano y una hermana que desde la<br />
infancia no se habían llevado bien. Todo cambió el día en que,<br />
atravesaba él una etapa difícil, la hermana le llevó un tarro de<br />
caldo casero de pollo, disolviendo para siempre en el aire la<br />
lista de agravios mutuos. Casi como ocurrió con Esaú, quien,<br />
como es bien sabido, entregó su derecho de primogénito por<br />
un plato de lentejas; su «Permíteme que tome una cucharada<br />
de este cuenco…» es uno de los momentos más conmovedores<br />
y extraños de la biblia, difícil de entender, pero cargado de<br />
humanidad. A mi padre, en otro tiempo, le gustaba pasar la<br />
aspiradora los domingos, con un casette de vysotski 1 sonando<br />
1_vladimier vysotski (1938-1980): compositor e intérprete <strong>ruso</strong> cuyas canciones satíricas, prohibidas por la<br />
censura, circulaban de manera clandestina grabadas en cintas de casette. (n. de la T.)<br />
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a todo volumen. yo lo veía como un tipo de meditación. Ahora,<br />
con la misma expresión en su rostro, corta el césped. y recuerdo<br />
que vysotski tenía una canción sobre un granjero de una granja<br />
colectiva que acaba en una tienda beriozka 1 , en donde pide<br />
toda clase de artículos imposibles de encontrar en otro sitio,<br />
para regalarlos a su numerosa familia del pueblo. Para él<br />
mismo, elige: «¡Querría de eso amarillo de ahí, lo del plato!…».<br />
Antes encontraba este pasaje divertido y misterioso a la vez.<br />
¿Qué podría ser aquel objeto amarillo que fuera tan atractivo?<br />
¿Por qué era amarillo?, ¿por qué estaba en un plato? Más adelante<br />
leí la historia de Esaú: «Permíteme que tome una cucharada<br />
de este cuenco…».<br />
Me gusta la costumbre de los obreros de comer sopa por la<br />
mañana. Te tomas para desayunar una taza de sopa de col, y<br />
puedes aguantar hasta el almuerzo. hay algo muy saludable<br />
en esa costumbre. una amiga mía, una artista, decidió a la<br />
edad de treinta y seis años convertirse en diseñadora de moda.<br />
Es más, obtuvo un éxito inusitado, y ahora posee un estudio<br />
en Roma y la llaman «la nueva Coco Chanel». hasta la edad<br />
de treinta y seis años vivió de la siguiente manera: bebía café<br />
y comía manzanas durante todo el día, y, para entretenerse,<br />
dibujaba. Pero en cuanto decidió dedicarse a la alta costura (y<br />
esta es una dura profesión, una verdadera profesión obrera),<br />
empezó un régimen distinto: calienta un gran bol de sopa de<br />
tallarines y champiñones por la mañana, la come con pan, y a<br />
1_Durante la época soviética, esta era la cadena de tiendas del estado destinada esencialmente a los extranjeros<br />
y donde se podían comprar con divisas productos imposibles de encontrar en otra parte. un guarda<br />
en la entrada se encargaba de que los ciudadanos soviéticos no tuvieran acceso. (n. de la T.)<br />
ТАРЕЛКА СУПА _ b ol D e soP A
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continuación corre a trabajar. Prepara la sopa en una cacerola<br />
enorme, de manera que así tiene suficiente para una semana<br />
entera, y su padre el poeta le trae los champiñones del bosque<br />
de karelia. <strong>El</strong>la asegura que los champiñones contienen gran<br />
cantidad de energía creativa y natural. En cuanto a los tallarines,<br />
son la fuerza vital personificada.<br />
Las sopas constituyen la quintaesencia de cualquier cocina<br />
nacional. Tomad por ejemplo el minestrone italiano, con su<br />
carácter despreocupado y ligero, imposible de describirse,<br />
sin embargo, como la típica sopa de verduras de una dieta<br />
ni como un simple hervido campesino. Están la opulenta<br />
bouillabaisse de Marsella y el minimalista miso japonés. Por<br />
no hablar del borsch ucraniano, agridulce, anaranjado, y<br />
el espectacular schi <strong>ruso</strong>, esa obra maestra a base de col<br />
agria, cuyo peculiar sabor sólo se logra tras una larga cocción<br />
en olla de hierro sobre un horno <strong>ruso</strong>. Sin embargo,<br />
ya no quedan prácticamente auténticos hornos <strong>ruso</strong>s y casi<br />
nadie tiene ya cacerolas de hierro esmaltadas al estilo tradicional…<br />
la patria de uno. La madre patria (cf. PATRIOTISMO).<br />
vayan a preguntarle a los emigrados de ucrania o del sur de<br />
Rusia cómo son las cosas ahora que se han mudado a…, por<br />
ejemplo, digamos vermont. «Está bien, dirán. vamos tirando,<br />
tienen remolacha y grasa de cerdo. Tenemos problemas para<br />
encontrar el eneldo y la nata agria, pero nos las apañamos.»<br />
Es fácil de comprender: el borsch es tan sabroso que resulta<br />
imposible no enamorarse de él. y cuando te has enamorado,<br />
es difícil llegar a olvidarlo. Pero eso ocurre incluso con la<br />
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sopa de miso, que no es más que agua hervida con pasta de<br />
soja y dos o tres puñados de alguna otra porquería. Puede<br />
que algunos cebollinos picados y ya está. Sin embargo es la<br />
primera cosa que los japoneses echan de menos cuando se<br />
marchan de casa.<br />
¿y qué hay de los ingleses? Es difícil de creer, pero muchos de<br />
ellos también se sienten unidos de forma sincera a sus brebajes<br />
nacionales, o sea, la sopa de tomate, la sopa de ruibarbo, y<br />
el caldo de cola de buey. La mayoría de mis conocidos (y les<br />
he preguntado) siente un ligero escalofrío cuando se le nombran<br />
estos platos. Mi marido, por ejemplo, dice que el concepto<br />
de la sopa de tomate (puré caliente de tomates) le parece (y<br />
esta es exactamente la palabra que utiliza, no puedo evitar<br />
escribirla en negrita, para dar una mejor idea de cómo la pronuncia),<br />
este concepto le parece sencillamente impío. y está<br />
muy bien expresado, no lo duden, puesto que una buena sopa<br />
siempre tiene algo de divino.<br />
ТАРЕЛКА СУПА _ b ol D e soP A
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CAlCetiNes,<br />
meDiAs Y<br />
PANtis<br />
Mi primer par de pantis era de un color azul claro y provenía de una<br />
de las repúblicas bálticas soviéticas. Me los trajo una conocida.<br />
Se me aparecieron, literalmente, como una manifestación de la<br />
civilización occidental, como una encarnación de Occidente. Los<br />
odié de inmediato y con un odio feroz, como aquel con el que<br />
los campesinos <strong>ruso</strong>s del siglo XVIII recibieron las patatas de la<br />
emperatriz Catalina. Sin dudarlo, los tiré al estanque de al lado<br />
de nuestra dacha. De donde fueron pescados y lavados antes<br />
de vestírseme de nuevo con ellos, tras una azotaina. Acabaron<br />
gustándome, igual que a los campesinos <strong>ruso</strong>s, después de<br />
haber probado el látigo, terminaron gustándoles las patatas.<br />
Con anterioridad a este incidente yo nunca había visto unas medias,<br />
y ni siquiera conocía la palabra. Me recordaba a la palabra<br />
КОЛГОТКИ _ CAlCetiNes, meDiAs Y PANtis
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«seria», que era la palabra con la que me amenazaba con<br />
ponerse mi madre cuando me hacía la remolona para ir a la<br />
guardería. Mis medias azules causaron sensación en la guardería.<br />
En aquel entonces, todo el mundo llevaba calcetines<br />
altos de algodón marrones, que se ataban a una especie de<br />
cinturón que, por alguna razón que desconozco, llamábamos<br />
«sujetador». Los niños también lo llevaban, lo que quiere decir<br />
que todos los hombres de mi generación han llevado sujetador<br />
durante su infancia. Esto merecería una reflexión, pero no<br />
somos unos freudianos de pacotilla, así que dejémoslo estar.<br />
Después de lo que fue mi etapa azul —sigo hablando de pantis<br />
y medias, ¿eh?— 1 , inicié la etapa rosa. unas maravillosas<br />
medias con rombos blancos y rosas fueron mi mayor felicidad<br />
durante mis años de escuela primaria. Después, las cosas se<br />
complicaron.<br />
En el instituto, la malvada principal decretó un ucase sobre coordinación<br />
básica de colores. una tonalidad que ella identificaba<br />
como beige fue declarada el color políticamente correcto. En<br />
medias beiges como aquellas me caí un día de un autobús. Les<br />
hice un agujero enorme. Mi costumbre de cruzar las piernas de<br />
manera que la derecha cubra la izquierda, que es la que llevaba<br />
la media zurcida a la altura de la rodilla, data de aquel<br />
accidente, al igual que la cicatriz, que en aquel entonces me<br />
parecía mucho menos importante que el zurcido.<br />
Pues sí, me han pasado cosas tremendas… Por ejemplo, había<br />
medias elásticas, y medias que llamábamos «simples». Las<br />
1_En <strong>ruso</strong>, «azul» es una forma común de nombrar a los homosexuales (n. de la T.).<br />
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elásticas se creían dañinas para la salud de los niños: llevaban<br />
ese «elástico sintético» del que se quejaba mi abuela.<br />
Es verdad que irritaban un poco la piel, pero al menos no se te<br />
caían. Las llamadas «simples» (confeccionadas de algodón)<br />
se resbalaban pierna abajo. y aquello era un catástrofe.<br />
Especialmente si te llamaban a la pizarra en mitad de una clase.<br />
La persona que aprendió cómo enfrentarse a este problema<br />
mejor que nadie fue mi amiga Olia balykova, que desarrolló<br />
el siguiente método: una vez delante de la pizarra, se volvía<br />
hacia la clase, se levantaba la falda plisada marrón, los pies<br />
en tercera 1 , sin ninguna prisa se subía las medias y, entonces,<br />
respondía, muy digna, a la pregunta que se le hubiera formulado.<br />
Pero no todo el mundo era capaz de gestos tan radicales.<br />
Al menos yo no.<br />
En lugar de aquello, desarrollé una habilidad increíble para quitarme<br />
los leotardos de lana. nos hacían llevarlos durante el<br />
invierno, asustándonos con diversas enfermedades femeninas<br />
que podríamos desarrollar cuando fuéramos mayores. una<br />
vez en el ascensor, entre la sexta planta y el bajo, conseguía<br />
desatarme las botas, sacarme los leotardos, volver a<br />
ponerme los zapatos y, como si nada, en ocasiones incluso<br />
lograba meter los leotardos dentro de la mochila. no creía en<br />
la leyenda de que pudieras contraer enfermedades a causa<br />
del frío, ya que veía a mujeres de aspecto saludable en los<br />
días de peor tiempo, vistiendo medias finas de nailon y sin<br />
leotardos de ningún tipo.<br />
1_Se refiere a una posición de ballet. (n. de la T.)<br />
КОЛГОТКИ _ CAlCetiNes, meDiAs Y PANtis
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Las de nailon sí que eran verdaderas medias de mujer, el sueño de<br />
cualquier chica. También las había de dos clases diferentes:<br />
las que costaban cuatro rublos con cincuenta y las que costaban<br />
siete con setenta. Las mujeres pronunciaban estas cantidades<br />
con el mismo conocimiento de causa con el que un<br />
hombre hubiera dicho «tres rublos sesenta y dos» o «cuatro<br />
rublos con doce» 1 .<br />
La inmensa mayoría de la población femenina del país utilizaba las<br />
de cuatro rublos y medio, bastas y de un apagado tono claro.<br />
Las que costaban siete rublos con setenta eran maravillosas. Su<br />
esperanza de vida era de unos tres días. una «marra», «una<br />
carrera»: esas palabras terribles para una época en la que el<br />
salario medio de una mujer era de ciento sesenta rublos. había<br />
un chiste que decía: ¿qué significa ser rico? Respuesta: poder<br />
permitirse llevar medias sin zurcidos debajo de los pantalones<br />
vaqueros. no tiene ninguna gracia, pero es relevante.<br />
Entonces llegó esa caótica época en la que perdimos todos los<br />
referentes y durante la cual decidí convertirme en una feminista.<br />
Quemé mi sujetador y, como era una mujer de letras,<br />
comencé a llevar medias azules 2 . Me provocaba una sensación<br />
muy rara, y terminé por cogerle el gusto. En un centro<br />
comercial cercano al mercado Moskvoretski descubrí unas<br />
medias azules con minúsculas rosas escarlatas, unas blancas<br />
con rosas azules y varios especímenes con los colores de los<br />
tartanes escoceses. y, ahora no recuerdo dónde, encontré un<br />
1_Se trata de los precios «estatales» soviéticos de los distintos tipos de vodka. (n. de la T.)<br />
2_Se refiere a las bluestocking inglesas, las primeras intelectuales femeninas. (n. de la T.)<br />
24 _ 25
par verde oscuro muy hermoso, que un joven maoísta de San<br />
Francisco rompió con su reloj provocando una love story 1 particularmente<br />
curiosa.<br />
Por no hablar de esas medias traídas de Inglaterra, sedosas y de<br />
color marrón. O de ese par de medias negro, con una línea<br />
de puntos que imitaba a una cremallera por detrás. Ahora<br />
suelo llevar medias de color tabaco, o bien azules y también<br />
escarlatas, lo que hace que me sienta al mismo tiempo como<br />
el piloto de un caza, un catamarán o un Ferrari… Aquel que<br />
no lo haya intentado no lo entenderá; y es posible que nadie<br />
lo haya intentado, porque siempre compro todas las medias<br />
rojas que veo, y creo que he acabado con las existencias.<br />
1_En inglés en el original. (n. de la T.)<br />
КОЛГОТКИ _ CAlCetiNes, meDiAs Y PANtis
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26 _ 27
DilemA<br />
morAl<br />
un acertijo de la época soviética decía así: «Los castores no se<br />
mueven de donde están, los conejillos desfilan. ¿Qué es?». La<br />
respuesta es la siguiente: el 7 de noviembre en la Plaza Roja 1 .<br />
Castores y conejos, pieles de cordero y de oveja, visón y zorro<br />
ártico, astracán y ondatra… ¡Con qué claridad asombrosa<br />
estaba estructurado el mundo! Justo igual que durante la Edad<br />
Media. Armiño para el zar, para los boyardos cebellina; los<br />
comerciantes, ardilla… y, sin duda, se seguían haciendo distinciones<br />
según el gremio. Así ocurría también durante los años<br />
setenta. <strong>El</strong> preciado castor —el almizclero para los bonzos<br />
del partido— para los encargados de la gestión económica,<br />
el lacónico astracán para los militares retirados y altos cargos<br />
1_Aniversario de la Revolución de 1917. (n. de la T.)<br />
M E X _ DilemA morAl
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del ejército, el zorro plateado para las señoras de alta<br />
sociedad, el rojizo, más frívolo, para la libertina bohemia…<br />
Luego vino Gorbachov, con su idea de cubrirse la calva con un<br />
gorro de astracán… y de pronto todo se descalabró. La moda<br />
dio un vuelco en cuestión de segundos: gorros de astracán a la<br />
Gorbi, tocados a la Chapaev 1 , gabanes militares soviéticos. A<br />
esta moda se entregaron todos los kibirovs 2 , el conceptualismo<br />
moscovita, la posmodernidad de pacotilla, los comerciantes<br />
del Arbat, que empezaron a ofrecer a los turistas banderas,<br />
irrespetuosas matrioskas con la cara del mismo Gorbi…<br />
A continuación apareció la nueva moda —no me refiero a moda<br />
en el sentido real de la palabra sino a un concepto localista,<br />
soviético, medio falso— de los abrigos de piel sintética para<br />
mujeres: turquesa, violeta, rosa fucsia; con los que las jovencitas<br />
se pavoneaban por las calles, bajo la mirada desaprobadora<br />
de la generación anterior, inamoviblemente convencida de que<br />
durante el invierno hay que vestir un abrigo de piel de borreguito<br />
o, si acaso, un abrigo forrado de algodón y provisto de un<br />
cuello de piel auténtica. y es que era un cuello como ese lo único<br />
que diferenciaba un abrigo de invierno de uno de entretiempo.<br />
un bonito cuello de visón para las señoras y uno de zorro azul,<br />
más barato, para las colegialas. y así tenía que ser.<br />
Pero aún estaba aquella cosa temible, el borreguito. una abominación.<br />
un abrigo de piel de borreguito y con un forro de<br />
1_heroe de guerra <strong>ruso</strong>, protagonista de la película homónima de los hermanos vassiliev (1934), icono<br />
del cine soviético. (n. de la T.)<br />
2_Timur kibirov (1955) fue uno de los más importantes poetas del movimiento conceptualista moscovita.<br />
(n. de la T.)<br />
28 _ 29
algodón se consideraba una prenda infantil de lo más apropiada.<br />
yo tuve varios, desde el primer curso hasta… ya no<br />
me acuerdo. hasta octavo o noveno. Eran siempre de color<br />
marrón, lo que nos daba a todos un aspecto de oseznos que<br />
hacía las delicias de los adultos.<br />
hay que decir que dichas prendas se adquirían para crecer con<br />
ellas, de manera que, tras una época de coincidencia más o<br />
menos armoniosa entre la talla del abrigo y la altura del niño,<br />
se volvían demasiado cortas, así que, ¡aún más terrible!, se<br />
les cosían bandas anchas de la misma tela, bandas que eran<br />
también de color marrón, pero distintas en forma y textura que<br />
el resto de la prenda, y que teníamos que llevar durante meses<br />
muy largos que nunca se acababan.<br />
Además estaba el cárdigan. Su función era proporcionar calor<br />
dentro del abrigo, pero si no helaba de veras constituía un<br />
auténtico suplicio. ¿Qué más? Los leotardos (cf. C A L C E T I N E S,<br />
M E D I A S Y P A N T I S), el pasamontañas. y siempre con los pies<br />
helados, porque todos los zapatos tenían la suela demasiado<br />
fina. Tanto es así que yo, que en realidad me crié en el seno<br />
de una familia más bien acomodada, llegué a sentir lástima<br />
de mi misma, de la forma más patética que pueda imaginarse,<br />
cual desgraciada Cosette.<br />
Otras batallas tenían lugar durante la primavera, sobre el derecho<br />
a quitarse el cárdigan de debajo del abrigo o a cambiar el<br />
propio abrigo por una chaqueta más ligera. <strong>El</strong> argumento<br />
principal solía ser «Ania ya sale con chaqueta». y la respuesta<br />
por excelencia la de que «Ania puede andar por<br />
M E X _ DilemA morAl
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ahí medio desnuda si sus padres se lo permiten, pero tú has<br />
estado enferma». ¿Cuándo tenía lugar todo esto? ¿En abril?,<br />
¿en mayo?<br />
En quinto curso me subí en un ascensor con alguien que ahora<br />
sería calificado de pederasta. un demente, lo más probable.<br />
Dijo que tenía un cuchillo, y me arrastró al descansillo del<br />
último piso. Pero tardaba tanto en desembarazarme de la<br />
mochila roja, fuertemente amarrada a mi espalda sobre el<br />
abrigo de borreguito, que tuve tiempo suficiente para recordar<br />
las dos acciones más importantes que uno debe realizar en<br />
tales situaciones: gritar tan fuerte como puedas y correr lo<br />
más rápido posible. Efectivamente, gritando como una loca<br />
conseguí escaparme. Ahora resulta cómico hablar de ello,<br />
pero entonces no lo fue en absoluto, por supuesto.<br />
De alguna manera, los abrigos de piel siempre me han hecho<br />
gracia. Es conmovedor pensar en los esfuerzos que hace el<br />
hombre para protegerse con las pieles de unas criaturas más<br />
indefensas que él. Se trata de un esfuerzo en cierto sentido primigenio,<br />
prehistórico, anterior a la industrialización, sólo que<br />
en la actualidad se lleva a cabo de forma algo más eficaz.<br />
Siempre se aprende algo escuchando las razones que da la gente<br />
para vestirse o no con pieles de animales. Conocí a un activista<br />
de Greenpeace, por ejemplo, que sólo llevaba algodón<br />
y materiales sintéticos. ni lana, ni cuero, ni nada parecido,<br />
sólo tejidos sintéticos. De un abrigo de pieles, por supuesto, ni<br />
hablamos. Los otros activistas, sin embargo, se burlaban de él.<br />
Argumentaban que el curtido de la piel de un cerdo le causaba<br />
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al medio ambiente mil veces menos daño que producir sus<br />
zapatos «ecológicamente correctos» (cf. ¡V I VA LA L I M P I E Z A!). En<br />
fin, qué sé yo. Creo que para él lo importante era su posición<br />
ideológica: «yo no me visto con la piel de nadie».<br />
Las prendas de piel pueden causar sentimientos extremadamente<br />
profundos, pues conservan la carga energética de los seres<br />
que perdieron la vida por ellas. Resulta interesante ver cómo<br />
las personas canalizan dicha energía de formas completamente<br />
opuestas. Algunos la rechazan aterrorizados, y otros la<br />
absorben —la vitalidad de la marta, el calor de la cebellina,<br />
la delicadeza de la chinchilla—, se la apropian sin ningún<br />
tipo de estupor. Este tipo de gente puede llevar con toda tranquilidad<br />
e incluso con cierto entusiasmo tanto la piel de una<br />
ardilla siberiana como la de un leopardo en peligro de extinción;<br />
por no hablar de crías de foca o de la piel de astracán.<br />
y si no fueran esas, se vestirían con conejos o gatos, o con un<br />
zorro criado en una jaula sucia.<br />
Cuando trabajaba en la radio, decidí un día abordar por la calle,<br />
micrófono en mano, a la gente que pasaba con abrigos de<br />
pieles y preguntarles: «¿Qué es lo que lleva ahí?, ¿es piel de<br />
nutria? ¿no le da pena?». La mayoría respondía que, ciertamente,<br />
les daba pena, pero que también les daba mucho<br />
abrigo. una mujer incluso llegó a contraatacar: «¿y qué lleva<br />
usted puesto?». Le respondí con sinceridad que se trataba de<br />
acrílico. «¿y no le da pena el acrílico?» «¿Cómo?» «Pues eso,<br />
su acrílico, ¿no le da pena?» Lo preguntaba tan en serio que<br />
casi llegué a sentir lástima: es verdad, ¡pobre acrílico!<br />
M E X _ DilemA morAl