Sullivan, Conversaciones inconclusas - Histomesoamericana
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Luego, en palabras que evocan las atribuidas al profeta finisecular<br />
Florentino Cituk, Zuluub imploraba a Morley<br />
abrir un camino para hacernos llegar algunas cosas que debo comprar<br />
para mi gente, señor don jefe. Porque yo, esto te pido, que hables<br />
en mi nombre con los Estados Unidos, y aun con el señor rey y<br />
con el señor de la reina, con el lugar de la Inglaterra, aun con el lugar<br />
de los señores ingleses, para que yo sepa si es posible lo que te digo,<br />
si mis palabras son atinadas. Habla también en nombre de Nuestro<br />
Señor el Dios Verdadero y en mi nombre, para que echen a los<br />
hombres de Tulum, pues han puesto allí un celador. Así pues, pido<br />
misericordia, para que hables en mi favor. Yo, don Evaristo Zuluub.<br />
El recurso retórico del paralelismo y la reiteración operaba en<br />
niveles múltiples en la larga carta de Zuluub. Aun mientras las dobles<br />
y triples repeticiones reverberaban intensificando palabras y<br />
frases dentro de pasajes largos ("así pues esta hora santa, así pues<br />
este día santo"), Zuluub oscilaba entre sucesivas y detalladas descripciones<br />
de ultrajes y la insistencia en sus pedidos de ayuda a<br />
Morley:<br />
En Xcacal, 20 de setiembre del año de los 1935 años. Y mi tercera<br />
carta. Así pues, cuan feliz sería si me consiguieras todas las cosas<br />
que te pido —-las armas y los aparejos— para que pueda proteger a la<br />
Bolla Santísima aquí en Guardia. Y una bandera te pido, para que<br />
pueda protegerme de los mexicanos. Pues se acumulan los santos<br />
días, se acumulan las santas horas desde que vine a Guardia, aquí al<br />
poblado de Xcacal. Diariamente se levantan para venir a causarme<br />
otra cosa mala a mí y a mi gente. Para atraparme. Aún no ha llegado<br />
la hora en que el Dios Verdadero les permita atraparme. Pues nunca<br />
me entregaré a ellos por nada. Veinte veces han venido al poblado de<br />
Xcacal. A Chunkulche se acercan para cerrarme los caminos, para<br />
esperarme. Se acercan a dos leguas de aquí. Se llevan cerdos y aves<br />
para comer, presuntamente. Así nomas, pues, se los llevan. Les piden<br />
que no los lleven, que paguen por ellos. Sacan sus pistolas, aprietan<br />
los cañones contra el corazón de una persona. No van a pagar. Lo que<br />
desean, se hace de inmediato. A causa de ellos [palabra indescifrable],<br />
a causa de que son muy malos hombres. Están haciéndonos de<br />
todo aquí, señor don jefe. Así te hago conocer lo que los federales nos<br />
hacen aquí en Santa Cruz, señor don jefe. Yo, Evaristo Zuluub.<br />
Para que ni Morley ni Villa dejaran de entender exactamente<br />
qué hacían los federales, Zuluub pidió a un sargento de su compañía<br />
que se explayara sobre el asunto ese mismo día: 10<br />
92<br />
En Xcacal poblado de Guardia, 20 de setiembre<br />
del año de los 1935 años.<br />
Así pues en este santo día, así pues en esta hora, aquí hago esta<br />
bendita carta para llegue a tus manos, para hacerte saber qué me<br />
hacen a mí estas gentes, estos federales, estos mexicanos. Cómo robaron<br />
santo maíz y cinco medidas de santo maíz, me lo arrebataron<br />
todo, cinco campos de maíz, santo maíz, me lo quitaron todo. Y medio<br />
acre de caña de azúcar, se comieron todo en mi pueblo de San José,<br />
allá en Tabi [un villorrio]. En cuanto se paran aquí enfrente [de mis<br />
campos] entran a cortar caña. Y así nomas se la comen toda. Así<br />
también el santo maíz, porque cuando el teniente don Evaristo Zuluub<br />
dejó su pueblo de Dzula, allí se ensañaron conmigo, porque estoy<br />
con él. Sólo porque me habían enviado a otra parte [ese día] no<br />
me mataron cuando embargaron todo lo mío. Señor don jefe, señor<br />
don Alfonso Villa, yo, el señor don Pedro Huuh, sargento, eso deseo,<br />
que saldes cuentas por mí, que hagas buena justicia para mí, que se<br />
me pague el santo maíz, todo.<br />
Las depredaciones de los soldados enemigos habían afligido y<br />
enfurecido a los rebeldes'mayas desde el siglo diecinueve. Desde el<br />
comienzo mismo de la Guerra de Castas, la destrucción de los maizales<br />
y las provisiones alimentarias era un objetivo estratégico de<br />
las expediciones enviadas para someter a los mayas. (Era una política<br />
dictada, como en todas las guerras, por el deseo de matar de<br />
hambre a los rebeldes y avituallar a los invasores.) Durante la primera<br />
década de este siglo, los maizales mayas continuaron siendo<br />
un objetivo de las patrullas de federales. En 1909 dos visitantes<br />
británicos de Quintana Roo observaron que "ahora la 'guerra' se<br />
reduce a la ocasional 'cacería' de un indio y al incendio de sus milpas<br />
o maizales". 11<br />
En las dos páginas siguientes de su carta a Morley, Zuluub cita<br />
un precedente histórico de su solicitud de asistencia militar, invocando<br />
las relaciones comerciales y diplomáticas de los rebeldes<br />
mayas con los británicos durante la Guerra de Castas y entonando<br />
el nombre de líderes reverenciados y despreciados de esa época:<br />
En Xcacal poblado de Guardia, 20 de setiembre del año de los 1935<br />
años. Y mi cuarta carta. Porque él, el comandante de policía Sebastián<br />
Canul y [indescifrable], son responsables de esta cosa [la persecución<br />
de Zuluub]. Y otra cosa digo, señores jefes, que se eche a los de Vigía<br />
Chico y Payo Obispo y Bacalar, porque esos sitios pertenecen a Santa<br />
Cruz. Así digo, haced el favor de expulsar a toda la gente de Vigía y<br />
Payo Obispo y Bacalar porque hace tiempo fueron guarniciones de<br />
nuestros difuntos y honorables padres, los líderes, padres de los ancianos<br />
en el distrito de Bacalar hace mucho en la época del difunto don<br />
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