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Sullivan, Conversaciones inconclusas - Histomesoamericana

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pared trasera interior aún tenía jeroglíficos en toda su longitud; el<br />

Convento, la estructura más trabajada entonces visible; y un edificio.que<br />

los indios de la época de Stephens llamaban Ákabdzib,<br />

Escritura en lá Oscuridad o, mejor, Escritura Nocturna.<br />

Aunque este edificio es el menos imponente y el más austero<br />

de las principales estructuras de Chichén Itzá, intrigó a más de un<br />

explorador del siglo diecinueve. Sobre la puerta de una de las muchas<br />

cámaras interiores hay un dintel con inscripciones jeroglíficas,<br />

y arriba de la puerta, paralela al piso, hay una talladura de piedra<br />

de una persona sentada entre más inscripciones jeroglíficas y gesticulando<br />

como, según Stephens, si participara en "un acto de<br />

encantamiento, o un rito religioso o idólatra, el cual explica la 'escritura<br />

en la oscuridad' [del nombré del edificio], si uno pudiera<br />

leerla". %a. fuerza física puede arrasar estos edificios y desnudar<br />

todos los secretos que.contienen", se lamentaba Stephens al reflexionar<br />

sobre el significado del gesto y los jeroglíficos, "pero la fuerza<br />

física no puede desentrañar el misterio de esta tablilla esculpida.^<br />

Incapaces de leer la mayoría de las inscripciones talladas en<br />

piedra, los exploradores del siglo diecinueve sólo podían hacer conjeturas<br />

sobre el sentido y las funciones de lo que hallaban (conjeturas<br />

derivadas, en los mejores ejemplos, de analogías con los más conocidos<br />

aztecas y con referencias a unos pocos escritos españoles<br />

coloniales y mayas que pronto vieron la luz). Entretanto, continuaban<br />

describiendo y retratando las ruinas, inscripciones y murales<br />

con creciente precisión en los detalles, revelando estructuras más<br />

tempranas dentro de las construidas posteriormente, abriendo reductos<br />

funerarios y rescatando esculturas sepultadas.<br />

Cuando Stephens viajó a Chichén Itzá a principios de la década<br />

de 1840, era un lugar cómodo y acogedor. Allí lo recibió el hospitalario<br />

propietario de la hacienda, quien lo alojó en la nueva y<br />

limpia sacristía de la iglesia de la hacienda. Stephens estudió las<br />

ruinas entre los gritos de hombres que cuidaban ganado, entre los<br />

retozos de niños de la cercana aldea de Piste que iban a nadar en el<br />

gran cenote que había al norte de las ruinas, y los paseos dominicales<br />

de elegantes hombres y mujeres de dicha aldea. No le costó conseguir<br />

peones que despejaran las ruinas para que su acompañante,<br />

Frederick Catherwood, las dibujara, pues eran épocas de escasez y<br />

se temía una hambruna, y muchos indios acudían a Stephens en<br />

busca de empleo. 10 La siguiente ola de exploradores de Chichén<br />

Itzá, atraída allí por el bien escrito e ilustrado libro que Stephens<br />

pronto publicó acerca de sus más recientes viajes por Yucatán, encontró<br />

un paisaje natural y humano radicalmente distinto de lo que<br />

describía Stephens.<br />

Las batallas y carnicerías de los primeros años de la Guerra<br />

36<br />

de Castas habían dejado una ancha marca de destrucción del sudoeste<br />

al nordeste, por el medio de Yucatán. Chichén Itzá se hallaba<br />

en una tierra de nadie aún sometida a ataques rebeldes, y desde<br />

allí el gobierno lanzaba expediciones contra los baluartes rebeldes<br />

de las selvas meridionales. Camino a Chichén Itzá, los exploradores<br />

ahora atravesaban pueblos fantasmas y aldeas, invisibles bajo<br />

el denso manto de lianas, arbustos y árboles. Uno pasó la noche<br />

dentro de ruinas ennegrecidas que aún albergaban a empecinados<br />

habitantes que al parecer preferían "ese inminente peligro de<br />

muerte al dolor de abandonar su hogar devastado". En Chichén<br />

Itzá, la próspera hacienda era ahora "una triste ruina entre ruinas".<br />

Donde antes resonaban los gritos de los vaqueros, los niños y<br />

los paseantes dominicales, en una clara pradera, ahora los pájaros<br />

y lagartos eran los únicos habitantes de una zona selvática. 11 -<br />

Los que viajaban a Chichén Itzá en las décadas de 1860,1870<br />

y 1880 esperaban evitar todo contacto con los "bárbaros" y feroces"<br />

rebeldes mayas, cuyo nombre inspiraba terror entre los habitantes<br />

del Yucatán, indios y no indios. Así que viajaban allí con escolta militar<br />

(expediciones "medio artísticas y medio militares", como las<br />

describió uno de ellos), apostaban centinelas entre las ruinas para<br />

impedir ataques por sorpresa, armaban a los peones indios y pernoctaban<br />

en residencias fortificadas (como lá vieja casa de la hacienda,<br />

aunque la alta pirámide conocida como el Castillo también<br />

era buen refugio), en el puesto militar más cercano a pocos kilómetros,<br />

en la devastada aldea de Piste. 12<br />

Las medidas fueron efectivas, y el único explorador del norte<br />

que vio mayas rebeldes fue el fotógrafo francés Désiré Charnay En<br />

1860, tras llegar de Yucatán, aún estaba en el puerto de Sisal cuando<br />

algunos indios cautivos detenidos le llamaron la atención. "La<br />

mayor parte estaban casi desnudos; las mujeres usaban un simple<br />

jubón, y los pequeños no llevaban nada: todos eran flacos pero fornidos,<br />

tenían un aire de orgullo salvaje que nunca he notado entre<br />

los individuos de esa especie que yo había encontrado en las aldeas<br />

[de México]". Le dijeron que eran rebeldes capturados en una campaña<br />

reciente y que los embarcarían hacia Cuba, donde muchos de<br />

sus congéneres sufrían esclavitud. 13 Edward H. Thompson, cónsul<br />

norteamericano en Mérida y arqueólogo residente en Chichén Itzá,<br />

estuvo por cruzarse con mayas rebeldes al regresar de una expedición<br />

a las ruinas de Coba. Al entrar en la localidad de Dzonotchel,<br />

Yucatán, la encontró "en ruinas. Cuerpos de hombres, mujeres y niños<br />

yacían por las calles, algunos mutilados". Los rebeldes acababan<br />

de atacar en represalia, pues algunos chicleros que se habían<br />

topado con un asentamiento rebelde en el bosque habían abusado<br />

de sus mujeres. 14<br />

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