Sullivan, Conversaciones inconclusas - Histomesoamericana
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cas de la Ciencia del Hombre: revelación de verdades en la búsqueda<br />
de la Verdad, buenos actos realizados al servicio del Bien, apertura<br />
y comunión con el otro mientras procuramos la Apertura, la<br />
Comunicación y la Mutua Comprensión entre todas las personas.<br />
Más específicamente, los miembros de la Asociación Antropológica<br />
de los Estados Unidos han exhortado así a sus colegas: No causes<br />
daño a quienes estudiamos ni a la reputación de nuestra comunidad<br />
profesional. A lo cual sigue: No explotes. No violes confidencias<br />
ni promesas de anonimato. No engañes. Explica los propósitos de<br />
tu presencia y tu investigación, así como las posibles consecuencias<br />
para las gentes que estudias. No efectúes investigaciones subrepticias<br />
ni encubiertas, ni envíes informes secretos a los patrocinadores,<br />
especialmente aquellos que no persiguen propósitos científicos<br />
(tales como el Departamento de Estado, el Ejército, la CÍA, la<br />
DEA). Coopera con los colegas del país anfitrión para planear y ejecutar<br />
tu investigación. 5 (La mayoría de quienes recibimos fondos<br />
del gobierno federal también recibimos similares exhortaciones por<br />
parte de leyes federales sobre la protección de los sujetos humanos<br />
de la investigación científica.)<br />
Pero el inevitable tránsito del distanciamiento científico al<br />
compromiso en el curso del trabajo de campo devuelve al científico<br />
su humanidad, para bien o para mal, evidenciando las contradicciones<br />
internas de nuestras intenciones científicas, dando a nuestro<br />
trabajo una módica cuota de humanitarismo, aunque reduciendo la<br />
distancia de nuestros propósitos y acciones respecto de la de otros<br />
extranjeros y del pragmatismo amoral tan típico de nuestro tiempo.<br />
Los problemas morales y éticos no se pueden describir de tal<br />
modo que sólo necesitemos abrir un libro de modales para saber<br />
exactamente qué hacer. Los antropólogos esperan que sus colegas<br />
ejerciten un juicio honesto e informado sobre las muy variadas circunstancias<br />
de sus actos profesionales. Pero también hay que recordar<br />
que el carácter de nuestra acción en tierras extranjeras nace<br />
sólo en parte de nuestras buenas intenciones. El intercambio de palabras<br />
y actos entre nosotros y los demás está inevitablemente<br />
afectado por las desigualdades políticas y económicas que estructuran<br />
el mundo en que vivimos.<br />
En la historia de las relaciones de los americanos del norte y<br />
los europeos con los mayas de Quintana Roo, las intenciones contradictorias,<br />
la erosión de los miedos y restricciones tradicionales<br />
sobre las relaciones, y sus múltiples consecuencias para las vidas y<br />
el conocimiento, se manifiestan en toda su complejidad. Ello resulta<br />
más evidente ahora, desde el punto de vista seguro y omnisciente<br />
adoptado en buena parte de este libro, de lo que resultó para<br />
muchas de las personas sobre las cuales escribo. Algunos de los ac-<br />
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•<br />
tos aquí narrados, realizados con propósitos de investigación, resultarían<br />
hoy inaceptables para la mayoría de nosotros, y algunos lectores<br />
pueden complacerse en pensar mal de aquellos sobre quienes<br />
escribo. Yo no pienso mal, y espero que no lo hagan mis lectores, al<br />
menos de esos antropólogos y arqueólogos de hace medio siglo en<br />
cuyos escritos personales y profesionales se basa buena parte de este<br />
relato. Creo que las fallas éticas reveladas en esta historia son<br />
en muchos casos meros ejemplos exagerados de las peripecias aún<br />
comunes en tierras extranjeras.<br />
Los encuentros de varias generaciones entre mayas rebeldes y<br />
mexicanos hispánicos, alemanes, suecos, franceses, ingleses y norteamericanos<br />
descritos en este libro van mucho más allá de los intercambios<br />
breves y directos de palabras y gestos significativos que<br />
normalmente tenemos en mente al hablar de una "conversación"<br />
entre personas. Mi denominación de "larga conversación" para la<br />
historia de estos encuentros esporádicos es un recurso literario,<br />
aunque no antojadizo. He invocado la metáfora de la "conversación"<br />
porque el diálogo era un acontecimiento central e improbable en cada<br />
encuentro entre mayas y extranjeros. 6 Más aun, he hallado que<br />
la metáfora de un diálogo continuo ya estaba inscrita en algunos de<br />
los acontecimientos que describo. Pues en ocasiones los mayas y los<br />
interlocutores extranjeros —conscientes de la continuidad de ámbitos,<br />
tomas, medios de conversación y motivos de sus muchas interacciones—<br />
modelaron e interpretaron las palabras y acciones como<br />
respuestas a las de sus predecesores.<br />
Las conversaciones comunes comienzan cuando dos personas<br />
se acercan, intercambian saludos o frases similares y se ponen a<br />
hablar. Una persona expresa su opinión, la otra responde, luego habla<br />
la otra y así sucesivamente, durante segundos u horas. Al final<br />
la conversación se cierra con frases convencionales, despedidas o<br />
insultos y la separación. Las conversaciones comunes involucran a<br />
personas que saben que están conversando, que saben quiénes son<br />
y qué relación existe entre ambas, dónde están en el tiempo y el espacio,<br />
de qué están hablando, por qué están hablando de eso y,<br />
cuando concluyen, qué se ha dicho. A veces podemos carecer de respuestas<br />
para algunas preguntas, si un extraño nos para en una calle<br />
y empieza a hablarnos, si sufrimos amnesia, ebriedad o una falla<br />
temporaria de memoria, si la persona con quien hablamos tiene<br />
personalidades múltiples, si nos hemos entendido mal, si nuestras<br />
palabras y relaciones son ambiguas, o en muchas otras circunstancias.<br />
Pero, en nuestros mejores momentos y en nuestras conversaciones<br />
más logradas, no dudamos que estas preguntas tienen<br />
respuestas precisas que podemos conocer en el curso de la conver-<br />
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