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Sullivan, Conversaciones inconclusas - Histomesoamericana

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Los antropólogos han vivido entre los mayas por razones científicas.<br />

Hemos aspirado a contribuir a una Ciencia del Hombre unificada<br />

a través de un registro lúcido y sistemático del modo de vida<br />

de pueblos muy diferentes de nosotros. Los resultados de esa investigación,<br />

junto con los hallazgos de estudios similares de otros pueblos<br />

del mundo, nos deberían llevar a conclusiones científicamente<br />

válidas acerca de la historia cultural de nuestra especie.<br />

La mayoría de los antropólogos pasan la mayor parte de su vida<br />

profesional planteando preguntas científicas menos trascendentales<br />

aunque igualmente relevantes: la interconexión y la dinámica<br />

de las instituciones sociales; la naturaleza de los símbolos, el lenguaje,<br />

el ritual, la religión, el género sexual; las fuentes y procesos<br />

del cambio social y cultural; las bases ecológicas de ciertos dominios<br />

de la sociedad y la cultura, por nombrar sólo unos pocos. Como<br />

motivo más inmediato, los antropólogos adquieren sus credenciales<br />

profesionales y su primer empleo académico a través de proyectos<br />

de campo aun más estrictos entre pueblos extranjeros, y muchos<br />

ganamos nuestra reputación de especialistas mediante el estudio y<br />

documentación de modos de vida de, a lo sumo, uno o dos pueblos<br />

del mundo. Los antropólogos han visitado a los mayas por dichas<br />

razones científicas y profesionales.<br />

Actuamos sobre esos motivos científicos mediante el trabajo<br />

de campo, una modalidad de compilación de datos que constituye el<br />

rasgo definitorio de lo que hacemos en cuanto etnógrafos. El trabajo<br />

de campo supone una residencia de un par de años entre las gentes<br />

que estudiamos, con observación directa de sus actividades,<br />

conversaciones y entrevistas con ellos y un incesante registro de<br />

una amplia gama de datos en medios escritos, grabados y fotográficos.<br />

Nuestra conducta de campo se basa en múltiples motivos científicos,<br />

motivos que distinguen nuestra actividad del espionaje, el<br />

análisis de mercado y la promoción de productos, el contrabando, la<br />

aventura antojadiza, el turismo y la recreación, la búsqueda de oro,<br />

petróleo o esclavos> el reconocimiento con miras a buscar zonas para<br />

pistas aéreas, bases militares u hoteles, la huida ante persecuciones<br />

o pleitos, el proselitismo político o religioso, el servicio social,<br />

la provocación, la subversión o la conquista. (Muchas de estas posibilidades<br />

se les ocurrieron a mis anfitriones mayas cuando especulaban<br />

sobre cuál era mi verdadero motivo para visitarlos.) Al margen<br />

de realizar esta intención científica subyacente a la etnografía,<br />

el trabajo de campo no constituye una acción práctica para obtener<br />

ganancias personales o bienes colectivos. Constituye una variedad<br />

distante de la interacción humana, pues el etnógrafo permanece<br />

alejado y desapasionado ante significativas luchas locales donde se<br />

generan, distribuyen y destruyen riquezas, poder y oportunidades<br />

20<br />

vitales. Tal distanciamiento es coherente con el motivo científico y<br />

el valor otorgado a la objetividad por quienes buscan metódicamente<br />

la verdad.<br />

Sin embargo, de cuando en cuando, especialmente durante la<br />

Guerra de Vietnam, los antropólogos cuestionaron colectivamente<br />

ese presunto distanciamiento propio de nuestra disciplina. A fin de<br />

cuentas, la práctica antropológica es posible mediante la expansión<br />

del poder europeo sobre los pueblos indígenas de las Americas,<br />

Africa, Asia, el Medio Oriente y Oceania. Los etnógrafos tuvieron<br />

pueblos para estudiar como consecuencia de los imperios, pues los<br />

antropólogos solían llegar a la escena para estudiar a "primitivos"<br />

vueltos accesibles y problemáticos tras la conquista europea y la<br />

administración colonial, el comercio y la evangelización cristiana.<br />

Los objetos típicos de la investigación etnográfica antes de la Segunda<br />

Guerra Mundial eran idiomas y culturas recién muertas o<br />

moribundas, "nativos" a quienes había que administrar, rebeldes<br />

reprimidos y recapacitados, ocupantes de reservas o de los últimos<br />

recovecos en tierras adonde otros hombres blancos aún no iban por<br />

falta de libre acceso o la promesa de una ganancia. Después de la<br />

Segunda Guerra Mundial, las guerras anticoloniales y las modernas<br />

revoluciones sociales restringieron nuestro acceso a grandes<br />

partes del globo pero añadieron nuevas categorías de no europeos a<br />

la lista de la diversidad humana que constituye el interés de la antropología:<br />

labriegos, peones agrícolas, pobres urbanos, mineros,<br />

obreros y otras clases peligrosas Je lo que pasó a llamarse Tercer<br />

Mundo. 2<br />

Al emprender sus investigaciones, algunos antropólogos han<br />

brindado sus servicios y conocimientos a la causa de la administración<br />

gubernamental y la contrainsurgencia. Otros, más abierta y<br />

adecuadamente, han trabajado para programas de desarrollo agrícola<br />

y comunitario, salud pública, educación y demás. Pero el antropólogo<br />

que efectúa una investigación de campo suele estar por<br />

encima de los afanes imperiales, las políticas neocoloniales y el desarrollo<br />

internacional, afirmando el distante, trascendental y colectivo<br />

bien del esclarecimiento humano. La ciencia desinteresada<br />

procura este fin mientras sugiere, a menudo ante nuestros patrocinadores,<br />

que otros pueden hallar usos prácticos para los datos generados<br />

por nuestros estudios.<br />

Así ha sido la intención científica en su forma aparentemente<br />

más pura, aunque muchos antropólogos ahora aceptan que ello<br />

también tiene un carácter político conservador. Al concentrarse en<br />

la tribu, la comunidad de labriegos, la barriada urbana y otros escenarios<br />

humanos bien delimitados de pequeña escala, nuestra disciplina<br />

cultivó y defendió cierta ceguera en su visión del mundo<br />

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