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la frase atreverse a arriesgarse pertenece al discurso de Theodore roosevelt «la ciudadanía en una república», también conocido como «El hombre en el ruedo», que pronunció en la Universidad de la Sorbona de París, francia, el 23 de abril de 1910. Éste es el fragmento por el que se hizo famoso: No es el hombre crítico el que importa, ni el que se fija en los tropiezos del hombre fuerte, ni en qué ocasiones el autor de los hechos podía haberlo hecho mejor. El mérito es del hombre que está en el ruedo, con el rostro cubierto de polvo, sudor y sangre; del que lucha valientemente; del que yerra; del que fracasa una y otra vez, porque no hay intento sin error ni fallo; del que realmente se esfuerza por actuar; del que siente grandes entusiasmos, grandes devociones; del que se entrega a una causa digna; del que, en el mejor de los casos, acaba conociendo el triunfo inherente a un gran logro, y del que, en el peor de los casos, si fracasa, al menos habrá fracasado tras haberse atrevido a arriesgarse con todas sus fuerzas [...] la primera vez que leí esta cita pensé: «Esto es vulnerabilidad. Todo lo que he aprendido durante más de una década de investigación sobre la vulnerabilidad me ha enseñado justamente esta misma lección. la vulnerabilidad no se basa en conocer la victoria o la derrota, sino en comprender la necesidad de ambas: es implicarse; es estar totalmente dentro». la vulnerabilidad no es debilidad, y la incertidumbre, el riesgo y la exposición emocional a los que estamos sometidos a diario no son opcio-
12 frágil nales. Nuestra única opción es implicarnos. Nuestra voluntad de reconocer y conectar con nuestra vulnerabilidad determina la fuerza de nuestro valor y la claridad de nuestro propósito; nuestro miedo y nuestra desconexión determinan el grado en que nos protegemos de ser vulnerables. Cuando nos pasamos la vida esperando ser perfectos o inmunes antes de salir al ruedo, sacrificamos relaciones y oportunidades que quizá sean irrecuperables, derrochamos nuestro valioso tiempo y tal vez le damos la espalda a nuestras aptitudes, a esas contribuciones únicas que sólo nosotros podemos hacer. Ser perfectos e inmunes puede parecer muy atractivo, pero eso no existe en la experiencia humana. Hemos de salir al ruedo, sea del tipo que sea —una relación nueva, una reunión importante, nuestro proceso creativo o una conversación familiar delicada—, con el valor y la voluntad de implicarnos. En vez de sentarnos en el banquillo y dedicarnos a juzgar y a dar consejos, hemos de atrevernos a dar la cara y a dejarnos ver. Esto es vulnerabilidad. Esto es atreverse a arriesgarse. Te invito a que me acompañes a explorar las respuestas a estas preguntas: • ¿Qué hay detrás de nuestro miedo a ser vulnerables? • ¿Cómo nos estamos protegiendo de la vulnerabilidad? • ¿Qué precio estamos pagando cuando nos cerramos y nos desconectamos? • ¿Cómo aceptamos y nos conectamos con nuestra vulnerabilidad para empezar a transformar nuestra forma de vivir, amar, educar y guiar?
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la frase atreverse a arriesgarse pertenece al discurso de Theodore roosevelt<br />
«la ciudadanía en una república», también conocido como «El hombre<br />
en el ruedo», que pronunció en la Universidad de la Sorbona de París,<br />
francia, el 23 de abril de 1910. Éste es el fragmento por el que se hizo famoso:<br />
No es el hombre crítico el que importa, ni el que se fija en los tropiezos<br />
del hombre fuerte, ni en qué ocasiones el autor de los hechos podía<br />
haberlo hecho mejor.<br />
El mérito es del hombre que está en el ruedo, con el rostro cubierto<br />
de polvo, sudor y sangre; del que lucha valientemente; del que yerra;<br />
del que fracasa una y otra vez, porque no hay intento sin error ni<br />
fallo; del que realmente se esfuerza por actuar; del que siente grandes<br />
entusiasmos, grandes devociones; del que se entrega a una causa digna;<br />
del que, en el mejor de los casos, acaba conociendo el triunfo inherente<br />
a un gran logro, y del que, en el peor de los casos, si fracasa,<br />
al menos habrá fracasado tras haberse atrevido a arriesgarse con todas<br />
sus fuerzas [...]<br />
la primera vez que leí esta cita pensé: «Esto es vulnerabilidad. Todo lo que<br />
he aprendido durante más de una década de investigación sobre la vulnerabilidad<br />
me ha enseñado justamente esta misma lección. la vulnerabilidad<br />
no se basa en conocer la victoria o la derrota, sino en comprender la<br />
necesidad de ambas: es implicarse; es estar totalmente dentro».<br />
la vulnerabilidad no es debilidad, y la incertidumbre, el riesgo y la<br />
exposición emocional a los que estamos sometidos a diario no son opcio-