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<strong>CARTA</strong> <strong>PASTORAL</strong><br />

Del<br />

Excelentísimo y Reverendísimo Señor Doctor<br />

DON RAFAEL OTÓN CASTRO JIMÉNEZ<br />

Arzobispo de San José de Costa Rica<br />

Con motivo de la Solemne Consagración de la Arquidiócesis<br />

de San José al Sagrado Corazón de Jesús y<br />

del Primer Centenario de la<br />

Independencia Nacional<br />

1921


Nos<br />

EL DR. RAFAEL OTÓN CASTRO JIMÉNEZ<br />

POR LA GRACIA DE DIOS NOS<br />

Y DE LA SANTA SEDE APOSTOLICA<br />

ARZOBISPO DE SAN JOSÉ DE COSTA RICA<br />

Al Ilustrísimo Señor Deán;<br />

Al Venerable Cabildo Metropolitano;<br />

Al Clero y a los fieles de Nuestra Arquidiócesis.<br />

Salud, paz y bendición en Nuestro Señor Jesucristo:<br />

Se inicia en el munido católico un movimiento general que tiende a levantar los<br />

espíritus hacia el centro de unidad y de autoridad del cual se desviaran. Después<br />

de la Gran Guerra, siéntense los horrores que naturalmente nacen de ese<br />

hacinamiento de ruinas sembradas no tanto en los campos de batalla, como en el<br />

entendimiento y en el corazón; y los hombres de buena voluntad, anhelando la<br />

paz prometida por los ángeles, y casi desesperando de obtenerla, al considerar que<br />

cuanto la legislación, la moral y la religión habían condenado como criminal, fue<br />

aclamado como una conquista del progreso y de la civilización, dan un grito de<br />

alarma, y con la Iglesia repiten: Sursum corda! ¡Corazones, volad hasta lo alto!<br />

En Costa Rica, este movimiento regenerador se ha venido mani festando en<br />

afán entusiasta y espontáneo, particularmente en las ciudades principales, de consa -<br />

graciones al Corazón de Jesús. Muy pocos con los hogares donde no se ha veri -<br />

ficado la imponente ceremonia de la Entronización del Corazón de Jesús y donde no<br />

se ostente este Adorable Soberano en la actitud noble, amorosa, atrayente, con<br />

que se reveló a Santa Margarita María de Alacoque. Nos mismo, con<br />

indecible consuelo, hemos presidido muchos de esos homenajes, y nos hemos<br />

convencido de la devoción intensa que hacia el Corazón Deífico impulsa las<br />

almas de los costarricenses.<br />

Pálido reflejo de esos mismos sentimientos fueron las palabras que<br />

estampamos en nuestra primera Carta Pastoral: Nos complacemos en pregonar<br />

que nuestro ministerio pastoral -sin restricción alguna- está consagrado al<br />

adorable Corazón de Jesús… en ese Corazón, abismo de grandeza, abrasado de<br />

amor por los hombres, nos refugiaremos siempre, y no cesaremos de promover su<br />

culto, mientras nos quede un resto de aliento, para avivar el fuego de claridad<br />

que Jesucristo trajo a la tierra. 1<br />

1 Leon XII-49.


Consecuentes con estas promesas sinceras que nacían de nuestro corazón y<br />

que están en armonía con las aspiraciones de vuestro espíritu y los deseos y<br />

necesidades de vuestras almas, venimos ahora, y con ocasión de celebrar en el<br />

presente año centenario de nuestra Independencia Nacional, a invitaros a<br />

reunir en UNA SOLEMNE, todas nuestras entronizaciones privadas, a renovar<br />

públicamente nuestra consagración, a fin de obligar al mismo Deífico Corazón a<br />

derramar los tesoros de su amor y misericordia sobre esta Arquidiócesis,<br />

sobre el Pastor y su rebano, sobre la República y el Gobierno y los hogares.<br />

La consagración que celebraremos importa un reconocimiento explícito de<br />

los derechos de Jesucristo sobre el mundo, los pueblos, la familia y los<br />

hombres todos, y la manifestación de los anhelos que abrigamos de que su<br />

reinado social sea establecido y finalizado, como garantía de orden, de<br />

tranquilidad y de verda dera paz en la sociedad. Esta sufre convulsiones<br />

aterradoras, porque Jesucristo, su piedra angular, ha sido rechazado, y su<br />

espíritu no vivifica ya las instituciones civiles y políticas de los pueblos. La<br />

causa de nuestros males morales reside en que para todo hay lugar en nuestro<br />

corazón, menos para Jesucristo, autor de nuestra regeneración, satisfacción y<br />

glorificación; los monstruos de todas las concupiscencias tienen él su guarida; los<br />

pájaros de la vanidad y frivolidad en él, su nido; únicamente Aquel que nos<br />

hizo para Sí, no tiene dónde reclinar su cabeza.<br />

Vamos, pues, por nuestra consagración al Sacratísimo Corazón de Jesús, como<br />

a la fuente de la vida sobrenatural, a beber las aguas purísimas de la gracia que<br />

de Él brotan, para apagar la sed de verdad, de caridad y de justicia que<br />

devora las entrañas de la humanidad.<br />

I<br />

El culto del Sagrado Corazón de Jesús, afirmaba León XIII en ocasión<br />

memorable 2 , fue ordenado por Dios mismo para curar la llaga capital de la<br />

sociedad moderna, el egoísmo: ese egoismito que es la idolatría de sí mismo,<br />

o el culto de la propia sensualidad o del propio orgullo; ese egoísmo que,<br />

substituyéndose a Dios y poniéndose sobre la humanidad, todo lo refiere a sí<br />

mismo, usurpa todo lo que pertenece a los derechos de Dios, de la Iglesia y del<br />

hombre individual y social; ese egoísmo en fin, que rompe todos los lazos de<br />

la vida social y cristiana, combatiendo a la vez la religión y la moral, la<br />

autoridad y la ley, la propiedad y la familia.<br />

S a n t a G e r t r u d i s o y ó d e l o s l a b i o s d e s a n J u a n , e l d i s c í p u l o a m a d o ,<br />

estas palabras: “Dios se ha reservado dar a conocer las dulces emociones del<br />

Corazón de Jesús, cuando el mundo comience a caer en la decrepitud, a fin de<br />

reanimar las llamas de su caridad, que estará entonces entibiada.<br />

2 Discurso pronunciado el año 1894 ante los Representantes de la Liga del<br />

Apostolado.


El amor exagerado de sí mismo no puede existir en el corazón cristiano<br />

con el amor de Dios o la Caridad; así lo ha repetido el Divino Maestro, y la<br />

experiencia de cada día nos lo demuestra. En aquellas almas de sgraciadas<br />

donde el primero ha sentado su trono, simultáneamente se ha extinguido el<br />

segundo; y donde, ése brilla irradiando divinales fulgores, que hermosean la<br />

imagen de Dios, aquél ha desaparecido como por encanto. El amor de sí mismo<br />

conduce al hombre al desprecio de Dios; y el amor de Dios lo lleva al<br />

desprecio de sí mismo.<br />

Pues bien, como medida eficacísima para combatir la llaga del egoísmo,<br />

reanimar la llama de la caridad y devolver la vida, no es dado, o mejor dicho,<br />

nos es de nuevo manifestado el Corazón de Jesús en sus dulces emociones. En<br />

efecto, ¿Hay un medio más propio para abrir e l e goís mo , q ue el poder<br />

i nfinito de esa llama de amor que, partiendo del Corazón amantísimo de Jesús,<br />

ha inflamado con ardor de caridad en el mundo entero, infundiendo, en el<br />

cadáver de la sociedad pagana, el es píritu de una vida moral y civil. Ignem veni<br />

mittere in terram, et quid volo, nisi ut accendatur? 3<br />

La conservación de las cosas no se verifica sino por sus principios<br />

generadores. Y como el principio generador de la sociedad cristiana ha sido<br />

el amor de este Corazón Divino, preciso es también que ese mismo amor sea el<br />

principio restaurador.<br />

La salud deseada debe ser principalmente el fruto de una gran efusión de<br />

caridad, de esa caridad cristiana que es la síntesis del Evangelio y el más<br />

seguro antídoto contra el egoísmo de nuestra época. Y esta caridad tiene su<br />

origen en el divino Corazón del Redentor, de donde emana para salud del<br />

mundo 4 .<br />

Si paramos nuestra atención en la fisonomía moral que presentan las<br />

sociedades modernas, el corazón se entristece encontrar por doquiera a ese<br />

enemigo siempre antiguo y siempre nuevo, el amor exagerado de sí mismo,<br />

levantando, más o menos descubiertas, sus siete cabezas. Sí los pecados que el<br />

Catecismo nos hace conocer con el nombre de capitales, son diversas formas<br />

del egoísmo, que cual Proteo, cambia de figura, y hasta pretende, con disfraces y<br />

afeites, s er tenido como un fruto preciado del progreso y una brillante<br />

conquista de la civilización moderna.<br />

La bestia de siete cabezas descrita por san Juan en el Apocalipsis, y que<br />

tenía semejanza con el leopardo, el oso y el león, debió también figurar al<br />

egoísmo, o culto de la propia sensualidad, que con sus instintos brutales,<br />

precipita al hombre del pedestal de su gloria, para reducirlo a la condición de<br />

3 Leon. XII-49<br />

4 Leon XIII, ibid.


las bestias del campo, que cifran su felicidad en el goce de lo presente, sin<br />

una esperanza para lo porvenir.<br />

El egoísmo, infatuado con el concepto de la propia importancia, repite la<br />

f r a s e e n g a ñ o s a d e l a s e r p i e n t e p a r i d i s i a c a : e r i t i s s i c u t d i i - s e r e í s c o m o<br />

d i o s e s ; y ciego adorador del propio yo, exagera sus derechos y desconoce sus<br />

deberes, sacude el yugo de la Ley de D ios y quisiera tener bajo s u planta a<br />

los hombres todos; ese egoísmo es la soberbia, principio generador de todos los<br />

males, de todas las revoluciones que han conmovido la paz de los hogares,<br />

turbado la tranquilidad de los pueblos y ensangrentado las naciones, así como<br />

un día turbó la armonía de los cielos.<br />

Ese mismo egoísmo, que en todas las cosas no busca sino su propio<br />

interés, que cae de rodillas ante el becerro de oro, a cuyo culto ha consagrado la<br />

inteligencia, el corazón y toda las energías, le sacrifica también los deberes<br />

morales para con Dios y sus semejantes, la conciencia, el destino eterno del<br />

alma: ese egoísmo, ese amor desordenado a las riquezas, es la avaricia, la cual,<br />

si se apodera del corazón de los que gobiernan, les ciega de tal suerte, que<br />

olvidan que son encumbrados por Dios para procurar su reino y su justicia y no<br />

la satisfacción de menguadas pasiones.<br />

Y si el egoísmo lleva la idolatría de la propia sensualidad con desprecio<br />

de los bienes espirituales y eternos del alma, hasta revolcarse en el fango de<br />

asquerosa lubricidad, corriendo cual bestia desbocada por el prado de los<br />

goces y exigencias de una carne corrompida, sin miramiento alguno a las leyes<br />

de la honestidad, ni a los respetos que debe a Dios, a la sociedad y a sí mismo,<br />

ese egoísmo es la lujuria: y cual fuego devorador marchita las flores de la<br />

inocencia, abrasa la juventud, consume la edad viril, y calcina la ancianidad.<br />

El egoísmo herido, que ciego y frenético, estalla en arrebatos de cólera, es<br />

la ira; y cuando convierte la necesidad del alimento o de la bebida en culto del<br />

propio deleite, contándose en el número de aquellos de quienes decía el Apóstol:<br />

quorum Deus venter est 5 , que son adoradores de su propio vientre, se le llama<br />

gula. El egoísmo pesaroso del bien aj eno es la envidia; y pereza cuando<br />

arrullado por la dulce voz de la molicie, se arroja en brazos de enervante<br />

indolencia.<br />

Ha sido un misericordioso propósito del más generoso amor, poner a la<br />

vista del hombre soberbio, rebelde a toda autoridad y todo freno, ávido<br />

desmesuradamente de los bienes terrenos y de los placeres sensuales, un Corazón<br />

divino, cuyos sentimientos no son más que los de humildad profundísima, de<br />

mansedumbre inalterable, de obediencia perfecta, de desprendimiento sin<br />

ejemplo, de pureza y de santidad sin igual. Ha sido un don de la misericordia<br />

infinita que el hombre pecador y expuesto a los castigos de la justicia irritada<br />

5 Phil. 3,19.


de Dios, hallara en el Corazón de Jesús el asilo en donde pudiera retirarse<br />

con seguridad; el arca de salvación en .donde le fuera dado refugiarse para<br />

librarse del naufragio universal; el verdadero propiciatorio donde la justicia se<br />

aplaca y no vibran sus azotes.<br />

El Corazón de Jesús es un modelo perfectísimo de las más sublimes<br />

virtudes, y, sobre todo, de aquellas que tienden a destruir el egoísmo en sus<br />

diversas manifestaciones; y es, además, el manantial inagotable de los más ricos<br />

tesoros del cielo. Todos hallan en él la paz del corazón, el alivio en sus<br />

necesidades, la bendición en sus empresas, un grato refugio en las pruebas de<br />

la vida y, sobre todo, en la hora de la muerte. Así nos l0 asegura la heroína del<br />

Sagrado Corazón, Santa Margarita María de Alacoque 6 .<br />

Cien años han transcurrido desde que nuestros padres fundaron la<br />

naciona lidad costarricense: la conmemoración de esta centuria de vida<br />

independiente, sin amenguar en nada nuestro inquebrantable cariño a la noble<br />

Madre España, por doquiera ha arrancado gritos de júbilo , e inspirado, por<br />

todos los ámbitos de la República, himnos a la Libertad. Más no es posible<br />

olvidar -entre las glorias legítimas de nuestros Próceres- las precauciones por<br />

ellos tomadas para no emanciparse de su Dios al emanciparse de su Rey. El<br />

artículo 10 del Acta de la Independencia Nacional, declara:<br />

Que la Religión Católica, que hemos profesado en los siglos anteriores y<br />

profesaremos en los sucesivos, se conserve pura e inalterable, manteniendo<br />

vivo el espíritu de religiosidad que ha distinguido siempre a este país,<br />

respetando a los Ministros eclesiásticos seculares y regulares…<br />

Comprendieron aquellos venerandos Patricios que las naciones para ser<br />

grandes y gozar de una prosperidad duradera, debían fundar ésta s obre los<br />

p rincipios inconmovibles de la verdad, de la justicia y de la virtud, con que<br />

fué el mundo r e g e n e r a d o y c i v i l i z a d o : y q u e e s t o s p r i n c i p i o s q u e<br />

f l u y e n d e l a s e n s e ñ a n z a s d e l a Cruz, son tanto más necesarios en las<br />

repúblicas democráticas, cuanto en ellas es más fácil al Pueblo el abuso de la<br />

libertad, y a los que mandan, el mal uso de la autoridad en ellos depositada.<br />

Dios ha querido que los pueblos, como ramas del grandioso árbol de la<br />

Iglesia, de ella reciban la savia divina que, con la vida progreso en el<br />

bien, los, mantenga fuertes, viriles y superiores a las degradaciones en que<br />

otros, como Síbaris, caye ron. Nacida en el Calvario, la Iglesia guarda y<br />

distribuye la s angre divina, y así prolonga en el mundo la redención que<br />

6 León XIII, Disc. citado.<br />

II


consumió J es ús, comunicando al individuo, la familia y a la sociedad una<br />

florescencia perpetua, en flores de virtud y frutos de santidad. Las naciones que<br />

no quieran perecer, habrán de volver hacia e l l a s u s o j o s , p o r q u e s ó l o g u a r d a<br />

p r o me s a s e t e r n a s y p r i n c i p i o s v i t a l i d a d i n d e s c r i p t i b l e .<br />

H e a q u í , V e n e r a b l e s H e r m a n o s y a m a d í s i m o s H i j o s n u e s t r o s , e l<br />

b l a s ó n m á s preciado que heredamos de nuestros mayores: nacimos a la vida<br />

de los pueblos libres formando parte del edificio de la Iglesia, fundado sobre<br />

los Profetas y los Apóstoles, y sobre Jesucristo, que es la piedra angular. Dios,<br />

pues, habita, en vosotros; porque todo edifico que tiene a Cristo por fundamento<br />

llega a ser templo santo Dios. No dudéis, por ende, que sois parte de este<br />

admirable edificio de la Iglesia, ni que cada uno en particular es verdadero<br />

templo de Dios, donde habita el Espíritu Santo. ¡Tal es, según el Apóstol, el<br />

fundamento de nuestra gloria! Como ciudadanos debemos ufanarnos de ser<br />

templos vivos del Espíritu Santo, miembros de Jesucristo, siéndolo de su cuerpo<br />

místico, la Iglesia; y como Nación, de haber sido levantados sobre la piedra angular,<br />

Cristo Jesús, y de formar parte de ese organismo divino que solo, entre<br />

todas las sociedades de la tierra, tiene vigor para resistir a los embates del<br />

tiempo y a los elementos de disolución y de muerte que trabajan las instituciones<br />

humanas.<br />

Responderemos, por tanto, al voto do los Próceres, regocijaremos sus espíritus<br />

en el seno del Señor, evocaremos agradecidos su recuerdo, al rendir al Corazón de<br />

Jesús el homenaje de nuestra dedicación completa. Porque en verdad, siendo el<br />

Corazón Divino en el orden moral, lo que el sol en el orden físico, centro y rey<br />

de los corazones, del cual reciben el movimiento y la vida, consagrándonos a<br />

El no hacemos sino protestar nuestra sincera voluntad y firme resolución de jamás<br />

sustraernos a la dulce ley de gravitación divina que ejerce; reconocer y confesar<br />

públicamente la soberanía del Hijo de Dios sobre nosotros, nuestras familias<br />

y nuestros pueblos; dar testimonio de la verdad afirmada por San Pablo: Todo es<br />

vuestro, y vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios; y de que esa real soberanía, que<br />

por indisputables títulos posee, se extiende también sobre los empuñan en el cerro de<br />

la autoridad y presiden el gobierno de las naciones, pues desde la eternidad ha<br />

sido constituido Rey de reyes y Señor de los que dominan. Llevaremos así, a<br />

nuestro país, la esperanzade mejores tiempos recurriendo al que es el camino, la<br />

verdad y la vida nos será dado ver curadas nuestras llagas, la autoridad del derecho<br />

recobrará su antiguo vigor, y se afianzarán los fundamentos de la paz, y las armas<br />

caerán de manos de los hombres, cuando todos acepten el imperio de Jesucristo y se<br />

sometan a las leyes de su soberanía. Si en los primeros tiempos de la Iglesia, cuando<br />

gemía bajo el yug0 de los Césares, fue mostrada en alto a un joven emperador,<br />

una cruz, que debió ser al mismo tiempo augurio y causa de victoria memorable:<br />

he aquí que hoy se nos muestra otro signo divinísimo, el Sacratísimo Corazón de<br />

Jesús, en el cual se levanta la cruz resplandeciente entre las llamas: en él debe<br />

colocarse nuestra confianza y de él hemos de esperar toda salud.<br />

¡Dichosos nosotros, ciudadanos de la Nación Costarricense, si continuamos<br />

siendo hijos fieles de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana!


Los festejos religiosos para celebrar el Primer Centenario de la<br />

Independencia Nacional, como anunciamos en nuestra Circular del 20 de<br />

Setiembre pasado, se verificarán el 4 de Noviembre próximo, primer viernes<br />

del mes, y consistirán:<br />

a) En una solemne procesión con la imagen del Sacratísimo Corazón de<br />

Jesús, que saldrá a las 8.15 horas de la Santa Iglesia Metropolitana,<br />

hacia el lote que está al Norte de la Aduana Central.<br />

b) En la celebración de la Santa Misa en ese mismo día y lugar por el<br />

Excmo. Señor Arzobispo.<br />

c) En una solemne consagración de la Arquidiócesis al Sagrado Corazón de<br />

Jesús.<br />

d) En la inauguración de los trabajos de construcción de una Iglesia Nacional<br />

dedicada al Sagrado Corazón de Jesús en aquella plaza.<br />

e) En la construcción de esa Iglesia Nacional con fondos de todos los<br />

devotos del Sagrado Corazón de Jesús, de cualquier parte que fueren.<br />

Estos festejos religiosos del Centenario serán precedidos de un Triduo en<br />

la Santa Iglesia Metropolitana, en honor de Santa Margarita María Alacoque,<br />

ferviente propagandista de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, los días<br />

primero, dos y tres de Noviembre, y una Comunión general de los fieles el día<br />

tres en todos las Iglesias principalmente en la Metropolitana.<br />

La Junta Directiva de los trabajos relacionados c0n dicha festividad,<br />

queda integrada por los señores Canónigos Ilmo. Monseñor Don Alejandro<br />

Porras, Don José Calderón y Dr. Trinidad de J. Araya, los señores Curas de la<br />

Capital, Presbíteros Rosendo de J. Valenciano, Cura de la Merced, Don<br />

Mariano Zúñiga, Cura del Carmen, Rev. Fray Angel Álvarez, Cura de la<br />

Dolorosa, Dr. Carlos Borge, Cura de la Soledad y el señor Presbítero Dr. José<br />

Ohlemuller, Rector del Seminario y Director Diocesano del Apostolado de la<br />

Oración, bajo la presidencia del Metropolitano.<br />

Os exhortamos, pues, amados Hijos, vehemente y encarecida mente por la<br />

presente Carta, a participar con férvido entusiasmo en esta Consagración y<br />

ENTRONIZACIÓN PÚBLICA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS en<br />

nuestra Capital.<br />

¡Oh Jesús! Dulcísimo Salvador del hombre, la familia, y de los pueblos y<br />

de las naciones, tuyos somos y tuyos queremos s er; asístenos con tu gracia<br />

para marchar siempre, iluminados con los esplendores de tu fe, por los caminos<br />

de la justicia, de la verdad y de la santidad. Salva, Señor, esta República y


presérvala de las aberraciones de la impiedad, de los horrores del anarquismo y<br />

de las abominaciones del sensualismo pagano.<br />

Quiera el Sagrado Corazón de Jesús aceptar nuestra consagración y nuestra<br />

oración común; y El, EL CRISTO DE AYER, DE HOY Y DE LOS SIGLOS<br />

FUTUROS, que ha hecho sanables las naciones, dígnese preparar para nuestra<br />

Arquidiócesis, nuestra Patria y la Iglesia toda, días de bienandanza moral y<br />

material.<br />

Entre tanto, rogando al mismo Corazón Deífico derrame su caridad en<br />

vuestros corazones, os bendecimos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del<br />

Espíritu Santo.<br />

La presente Carta Pastoral será leída en codas las Iglesias y Oratorios pú -<br />

blicos de nuestra Arquidiócesis, en la acostumbrada.<br />

Dada en nuestro Palacio Arzobispal de San José de Costa Rica, el día siete,<br />

primer viernes del mes de Octubre del año del Señor mil novecientos<br />

veintiuno.<br />

RAFAEL OTÓN,<br />

Arzobispo de San José de Costa Rica<br />

Por medio de Su Excelencia Reverendísimo.<br />

ALFREDO HIDALGO<br />

Secretario

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