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La antigüedad del futuro… / A. H. Toledo parte, instruyéndolos en el uso de sacrificios, incienso y libaciones, que les hicieron verdadera falta una vez que habíanse convertido en esclavos de sus bajas pasiones; y, entre los hombres, engendraron asesinatos, guerras, adulterios, toda suerte de disipación y muchas especies de pecado” (Pág. 124). Por su parte, Atenágoras, en su escrito titulado Legatio, de alrededor del año 170, considera a Enoc un verdadero profeta. Describe a los ángeles que “violaron tanto su naturaleza como su oficio” (Schoedel, 1972). Atenágoras discute también el hecho de que los ángeles “se dejan conquistar por la carne.” Aquí puede estar implicando que estos ángeles eran (o al menos lo fueron en alguna ocasión) seres físicos. La corporeidad de los ángeles caídos no es más gráfica en lado alguno que en la descripción de Enoc de los malvados actos de su gigante descendencia, que devoró hombres y bestias para saciar su voraz apetito e incluso bebió su sangre (Enoc 7:1-6). La mayoría del resto de los primeros Padres de la Iglesia, así como de los judíos, sostenían aparentemente la misma creencia en la corporeidad de los ángeles caídos. Por ejemplo, dos apologistas cristianos, Lactancio (260-330 d. C.) y Taciano (110-172 d. C.), aceptaron completamente y especularon en sus obras sobre la naturaleza corpórea de los ángeles caídos. Lactancio llegó a creer que la caída de los ángeles había resultado en una degradación de la naturaleza misma de los ángeles, los cuales se habían vuelto ‘bastante terrenales’. Años antes, Taciano describió la manera en que los ángeles se volcaron hacia la materialidad ruda y sus placeres. Schneweis afirmó que Taciano creía que “los ángeles caídos se hundieron cada vez más en la materia, convirtiéndose en esclavos de la concupiscencia y de la lujuria” (1944, p. 127). Taciano había afirmado también que los demonios “habiendo recibido su estructura de la materia y habiendo obtenido el espíritu que la habita, se volvieron iracundos y avariciosos; unos cuantos, de hecho, se volvieron hacia lo que era más puro pero otros eligieron lo que era inferior en materia y conformaron su manera de vida a ello.” Aun cuando Taciano y Lactancio 43

La antigüedad del futuro… / A. H. Toledo desarrollaron un criterio propio respecto de la naturaleza corporal de los ángeles, diciendo que la sustancia que componía sus cuerpos eran de “fuego y aire”, más tarde los teólogos rechazaron por completo la idea de ángeles revestidos de cuerpos físicos. Los Padres desacreditan el Libro de Enoc No fue sino hasta la segunda era de los Padres de la Iglesia, del siglo IV en adelante, que tales materiales fueron cuestionados con seriedad. Para estos líderes de pensamiento cristiano, los ángeles caídos no eran seres de carne y hueso, y cualquier sugerencia de que alguna vez lo hubieran sido era tomada como herejía explícita. Como es de imaginarse, tal actitud condujo a la eventual prohibición del Libro de Enoc, que pronto cayó en el descrédito. Pero lo más raro de todo quizá fueron los comentarios de Agustín de Hipona (354-430 d. C.) con respecto a la antigüedad de este documento pseudoepigráfico. Agustín declaró que, sobre la base de su ‘exagerada antigüedad’ (ob nimiam antiquitatem), el libro de Enoc no debía ser incluido dentro del Canon Escritural 15 (extraordinaria declaración hecha por un respetado Padre de la Iglesia esa, la de una ‘exagerada antigüedad’ para el Libro de Enoc, signifique lo que signifique…) Pero el Libro de Enoc no solo cayó de la gracia y favor de la Cristiandad. Lo mismo sucedió en la cultura judía, sobre todo después de que el rabino Simeon ben Jochai maldijera, en el siglo II d. C., a todos aquellos que creyeran que los bene haelohim (hijos de Dios) mencionados en Génesis 6:1 eran verdaderos ángeles del cielo (Delitzsch, 1888). Y esto a pesar del hecho de que, como lo ha hecho notar Alexander (1972), la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento) usa el término angelos en vez de ‘hijos de Dios’. Como dije, los Padres de la Iglesia dieron un paso adelante en su intento de rechazar la extraña fascinación con los ángeles caídos entre los primeros cristianos, condenando como 15 La Ciudad de Dios, 15:23. 44

<strong>La</strong> antigüedad <strong><strong>de</strong>l</strong> futuro… / A. H. Toledo<br />

parte, instruyéndolos en el uso <strong>de</strong> sacrificios,<br />

incienso y libaciones, que les hicieron<br />

verda<strong>de</strong>ra falta una vez que habíanse<br />

convertido en esclavos <strong>de</strong> sus bajas pasiones; y,<br />

entre los hombres, engendraron asesinatos,<br />

guerras, adulterios, toda suerte <strong>de</strong> disipación y<br />

muchas especies <strong>de</strong> pecado” (Pág. 124).<br />

Por su parte, Atenágoras, en su escrito titulado Legatio,<br />

<strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor <strong><strong>de</strong>l</strong> año 170, consi<strong>de</strong>ra a Enoc un verda<strong>de</strong>ro<br />

profeta. Describe a los ángeles que “violaron tanto su naturaleza<br />

como su oficio” (Schoe<strong><strong>de</strong>l</strong>, 1972). Atenágoras discute también<br />

el hecho <strong>de</strong> que los ángeles “se <strong>de</strong>jan conquistar por la carne.”<br />

Aquí pue<strong>de</strong> estar implicando que estos ángeles eran (o al menos<br />

lo fueron en alguna ocasión) seres físicos. <strong>La</strong> corporeidad <strong>de</strong> los<br />

ángeles caídos no es más gráfica en lado alguno que en la<br />

<strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> Enoc <strong>de</strong> los malvados actos <strong>de</strong> su gigante<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia, que <strong>de</strong>voró hombres y bestias para saciar su voraz<br />

apetito e incluso bebió su sangre (Enoc 7:1-6).<br />

<strong>La</strong> mayoría <strong><strong>de</strong>l</strong> resto <strong>de</strong> los primeros Padres <strong>de</strong> la<br />

Iglesia, así como <strong>de</strong> los judíos, sostenían aparentemente la<br />

misma creencia en la corporeidad <strong>de</strong> los ángeles caídos. Por<br />

ejemplo, dos apologistas cristianos, <strong>La</strong>ctancio (260-330 d. C.) y<br />

Taciano (110-172 d. C.), aceptaron completamente y<br />

especularon en sus obras sobre la naturaleza corpórea <strong>de</strong> los<br />

ángeles caídos. <strong>La</strong>ctancio llegó a creer que la caída <strong>de</strong> los<br />

ángeles había resultado en una <strong>de</strong>gradación <strong>de</strong> la naturaleza<br />

misma <strong>de</strong> los ángeles, los cuales se habían vuelto ‘bastante<br />

terrenales’. Años antes, Taciano <strong>de</strong>scribió la manera en que los<br />

ángeles se volcaron hacia la materialidad ruda y sus placeres.<br />

Schneweis afirmó que Taciano creía que “los ángeles caídos se<br />

hundieron cada vez más en la materia, convirtiéndose en<br />

esclavos <strong>de</strong> la concupiscencia y <strong>de</strong> la lujuria” (1944, p. 127).<br />

Taciano había afirmado también que los <strong>de</strong>monios “habiendo<br />

recibido su estructura <strong>de</strong> la materia y habiendo obtenido el<br />

espíritu que la habita, se volvieron iracundos y avariciosos; unos<br />

cuantos, <strong>de</strong> hecho, se volvieron hacia lo que era más puro pero<br />

otros eligieron lo que era inferior en materia y conformaron su<br />

manera <strong>de</strong> vida a ello.” Aun cuando Taciano y <strong>La</strong>ctancio<br />

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