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14.04.2013 Views

La antigüedad del futuro… / A. H. Toledo En su famosa obra Cosmos, Carl Sagan recreaba el caso imaginario de un planolandés que escuchaba voces procedentes de un universo de cuatro dimensiones. Sagan dice que este imaginario planolandés se habría visto en la necesidad de acudir al psiquiatra por no poder explicar cómo es posible escuchar una voz que sale de su interior y de su exterior al mismo tiempo y sin aparente origen. Sin embargo, en la experiencia del planolandés, no se trataría de ninguna alucinación sino de una voz completamente real. Al no tener acceso a la tercera y cuarta dimensiones, para él la voz saldría al mismo tiempo de dentro y de fuera, y si esa entidad dueña de la voz le abdujera, introduciéndole en una nueva realidad de cuatro dimensiones, los otros planolandeses le verían esfumarse al instante, y al retornar le verían materializarse de la misma manera. En su testimonio, el sujeto abducido solo podría decir que “fue llevado al tercer cielo” (en cuerpo o en espíritu, quién sabe), que “escuchó cosas indecibles” que a los planolandeses “no se nos permite expresar”, y que estuvo en una situación completamente nueva e indescriptible, en un mundo superior extradimensionalmente donde existe “arriba” y “abajo” (comparar con 2ª Corintios 12:1-4). Está por demás decir que al no haber testigos de tales sucesos, un psiquiatra planolandés intentaría por todos los medios convencerle de que no existen tales cosas como “arriba” y “abajo”, y que la realidad en la que se mueven los planolandeses normales es plana y horizontal para todos sin excepción. ¿No podrían existir, me pregunto, entidades interesadas en experimentar con las percepciones humanas manipulando la información a voluntad a fin de conseguir objetivos que escapan a la comprensión del sujeto abducido o poseído, aplicando técnicas de intervención del pensamiento? (en memoria de aquella película en que Peter Sellers interpretaba a un médico que sufría esta aberración), se caracteriza porque los pacientes observan asombrados cómo una de sus manos se comporta con aparente autonomía, como si tuviera su propio cerebro. El paciente es incapaz de controlar los movimientos de su propia extremidad que, en ocasiones, se vuelve contra el resto del cuerpo intentando hacerle daño. Según los investigadores, algunos afectados llegan a atarse las manos por temor de lo que ellas ‘pudieran hacerle’. 129

La antigüedad del futuro… / A. H. Toledo Conclusión. La tesis que he venido manejando en esta obra, de ser comprendida correctamente es capaz de integrar aquellos aspectos aparentemente inverosímiles del fenómeno OVNI dentro de un sistema coherente de comprensión del mismo, y nos permitiría reenfocar toda su fenomenología de un modo diferente del común. Mi propuesta es que enfoquemos a los ovnis, a sus ocupantes y sus actos de abducción como el resultado de la interacción de una serie de entidades malvadas, dimensionalmente superiores, con nuestro mundo cotidiano, en el contexto de un programa terrible de engaño y posible futura esclavización. 130

<strong>La</strong> antigüedad <strong><strong>de</strong>l</strong> futuro… / A. H. Toledo<br />

En su famosa obra Cosmos, Carl Sagan recreaba el caso<br />

imaginario <strong>de</strong> un planolandés que escuchaba voces proce<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> un universo <strong>de</strong> cuatro dimensiones. Sagan dice que este<br />

imaginario planolandés se habría visto en la necesidad <strong>de</strong> acudir<br />

al psiquiatra por no po<strong>de</strong>r explicar cómo es posible escuchar una<br />

voz que sale <strong>de</strong> su interior y <strong>de</strong> su exterior al mismo tiempo y<br />

sin aparente origen. Sin embargo, en la experiencia <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

planolandés, no se trataría <strong>de</strong> ninguna alucinación sino <strong>de</strong> una<br />

voz completamente real. Al no tener acceso a la tercera y cuarta<br />

dimensiones, para él la voz saldría al mismo tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro y<br />

<strong>de</strong> fuera, y si esa entidad dueña <strong>de</strong> la voz le abdujera,<br />

introduciéndole en una nueva realidad <strong>de</strong> cuatro dimensiones,<br />

los otros planolan<strong>de</strong>ses le verían esfumarse al instante, y al<br />

retornar le verían materializarse <strong>de</strong> la misma manera. En su<br />

testimonio, el sujeto abducido solo podría <strong>de</strong>cir que “fue llevado<br />

al tercer cielo” (en cuerpo o en espíritu, quién sabe), que<br />

“escuchó cosas in<strong>de</strong>cibles” que a los planolan<strong>de</strong>ses “no se nos<br />

permite expresar”, y que estuvo en una situación completamente<br />

nueva e in<strong>de</strong>scriptible, en un mundo superior<br />

extradimensionalmente don<strong>de</strong> existe “arriba” y “abajo”<br />

(comparar con 2ª Corintios 12:1-4). Está por <strong>de</strong>más <strong>de</strong>cir que al<br />

no haber testigos <strong>de</strong> tales sucesos, un psiquiatra planolandés<br />

intentaría por todos los medios convencerle <strong>de</strong> que no existen<br />

tales cosas como “arriba” y “abajo”, y que la realidad en la que<br />

se mueven los planolan<strong>de</strong>ses normales es plana y horizontal para<br />

todos sin excepción.<br />

¿No podrían existir, me pregunto, entida<strong>de</strong>s interesadas<br />

en experimentar con las percepciones humanas manipulando la<br />

información a voluntad a fin <strong>de</strong> conseguir objetivos que escapan<br />

a la comprensión <strong><strong>de</strong>l</strong> sujeto abducido o poseído, aplicando<br />

técnicas <strong>de</strong> intervención <strong><strong>de</strong>l</strong> pensamiento?<br />

(en memoria <strong>de</strong> aquella película en que Peter Sellers interpretaba a un médico que sufría<br />

esta aberración), se caracteriza porque los pacientes observan asombrados cómo una <strong>de</strong><br />

sus manos se comporta con aparente autonomía, como si tuviera su propio cerebro. El<br />

paciente es incapaz <strong>de</strong> controlar los movimientos <strong>de</strong> su propia extremidad que, en<br />

ocasiones, se vuelve contra el resto <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo intentando hacerle daño. Según los<br />

investigadores, algunos afectados llegan a atarse las manos por temor <strong>de</strong> lo que ellas<br />

‘pudieran hacerle’.<br />

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