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17 de Diciembre de 2009 | El Diario Montañés | Universidad Menéndez... http://es.eprensa.com/cgi-bin/show_article.cgi?dir=20091217&file=nw...
Cultura
LITERATURA
«La falta de entrenamiento democrático dificulta la aceptación del pluralismo»
Muñoz Molina, que presentó en la Tribuna Literaria de la Caja 'La noche los tiempos', su última novela, lamentó que, con el inicio de la Guerra Civil, España «se amputó» y «perdió mucha
vida»
17.12.2009 - ALMUDENA RUIZ SANTANDER.
Antonio Muñoz Molina achacó a la «falta de entrenamiento democrático» las dificultades que ahora se encuentran en la sociedad española para
«aceptar el pluralismo y la individualidad», algo que a su juicio es consecuencia de la guerra civil y la posterior dictadura. El autor de 'El invierno en
Lisboa' protagonizó ayer la Tribuna Literaria de Caja Cantabria, un foro en el que presentó su última novela, 'La noche de los tiempos', y en el que actuó
como maestro de ceremonias el periodista y escritor santanderino Jesús Ruiz Mantilla
Pese a esta «falta de entrenamiento democrático», Muñoz Molina considera que «por fortuna» las ideologías totalitarias que tantos seguidores tenían
en la década de los años treinta del siglo pasado, «ya no tienen ese atractivo». Recordó que en aquel momento se consideraba que la democracia
«había fracasado y el porvenir estaba en el fascismo o en el comunismo». «Cuando uno se da cuenta de todo ésto, ve que está época es más
sensata», señaló el académico de la Lengua.
«Había muy poca gente que no se dejara seducir por esas ideologías», señaló el escritor nacido en Ubeda (Jaén) quien destacó que en aquella época
«las ideologías totalitarias tenían un atractivo difícil de controlar» y por eso causan sorpresa hechos como el «enorme prestigio» que tenía Mussolini.
Muñoz Molina, que ha ambientado su última novela en los meses anteriores al inicio de la guerra civil, resaltó el grave daño que produjo la contienda civil
en toda una generación, pues en ella «el país pierde una parte importante de la gente que estaba siendo muy creativa en todos los ámbitos, no sólo en
el literario». A su juicio, las consecuencias de esa pérdida aún se hacen visibles en la sociedad actual. Se refirió a casos y personalidades concretas
como el Nobel Severo Ochoa que desarrollaron toda su trayectoria profesional fuera de España así como a la huella dejada por los españoles en
Latinoamérica donde llevaron a cabo iniciativas tan destacadas como la fundación de Editorial Sudamericana.
Vidas normales
Antonio Muñoz Molina presentó su novela en la
Tribuna Literaria de la Caja. :: A. FERNÁNDEZ
El impacto que situaciones extraordinarias, como una guerra civil, puede causar en la vida de personas normales es precisamente el argumento en torno al que gira 'La noche de los tiempos'. El
escritor señaló que en ella ha querido contar «esa sensación de que vidas tan normales como la nuestra se pueden ver sacudidas, primero por una pasión amorosa que lo trastorna todo, y luego
por la irrupción de una catástrofe como es una guerra».
Ejercicio de tanteo
A todas esas sensaciones se enfrenta el protagonista de la novela, el arquitecto Ignacio Abel, un personaje creado por Muñoz Molina y basado en uno real, el escritor Pedro Salinas. Fue durante
su estancia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo cuando al poeta le llegaron las primeras noticias sobre un episodio de sublevación militar. El autor de 'El jinete polaco' recordó
ayer que fue precisamente el verano pasado durante una estancia en la UIMP cuando recibió de su editorial, Seix Barral, el visto bueno a la publicación de su última narración. «La novela es un
ejercicio de tan teo», explicó el escritor jienense, Premio Nacional de Narrativa en 1988 por 'El invierno en Lisboa', quien ayer evocó el proceso de creación de su última obra en la que todo
empezó «imaginando que el protagonista encontraba a la mujer de la que se enamora en la Residencia de Estudiantes».
Personajes reales como José Moreno Villa, que entonces vivía en la Residencia, o José Bergamín pasaron a convivir con los personajes de ficción. Poco a poco fueron apareciendo Juan Negrín,
un personaje «sobre el que me interesaba mucho escribir », o Rafael Alberti, a los que «iba encontrando de manera intuitiva», porque tenía «bastante información» sobre ellos y porque al
mezclarlos con personajes de ficción le permitía «volver borrosa la realidad y la ficción». Además, señaló, representaban «un abanico de posiciones ideológicas «distintas a la hora de enfrentarse
a la situación política que había en aquel momento.
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