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“Solidaridad”). Sin embargo, el pensamiento anárquico considera incompatible tales principios con un análisis, incluso superficial y simple, de la realidad. Como puede ser elx ser humano libre si existen relaciones de poder, de explotación, que merman nuestra capacidad de autonomía, es decir, la capacidad individual de adoptar unos principios y ser soberanxs sobre el devenir de nuestra existencia. El Poder, ya sea mediante la acción legisladora de los estados, de las leyes de Mercado, de las moralinas religiosas y demás relaciones jerárquicas nos impone lo que está bien y lo que está mal, eso sí, con todas las buenas palabras y justificaciones más o menos rebuscadas que tiene a su alcance. Uno de esos recursos más utilizados y vigentes para justificar los actuales modelos democráticos no son otros que las diferentes teorías que nos hablan del concepto del “Contrato Social”, destacando aún las tesis de Jean Jaques Rousseau, aunque sus principios contractualistas se pueden encontrar en la mayor parte del pensamiento que viene de la Ilustración hasta el de nuestros días. Rousseau justificó sus tesis en su obra titulada El Contrato Social, pieza fundamental de una sociedad, para él, libre. En pocas palabras, parte del principio de que el ser humano es bueno por naturaleza, e incluso reconoce que en un estado salvaje era libre y plenamente soberano. Sin embargo, afirma que por ciertas dificultades en su devenir, llega un punto que la vida salvaje ya no puede ser viable, por eso, comenta que deben de asociarse las individualidades que conforman la humanidad. Su modelo ideal es el basado en el contrato social, que vendría a ser la creación de una voluntad colectiva que defendiese la libertad de cada persona. Esta voluntad colectiva partiría del principio que viene dada por la suma libre de las voluntades individuales. Su formulación criticaría, por lo tanto, modelos como el del “Antiguo Régimen” en donde la población era sierva de los monarcas y de la Iglesia, siendo la soberanía de ambas instituciones de orígen divino. Su modelo se basaría en una especie de “democracia directa”, partiendo de la soberanía individual que se cede en favor de una soberanía colectiva, terminando finalmente por justificar así un modelo estatal de corte democrático. Si bien, como mucha teoría, sobre el papel parece muy bonita, pero analizándola en profundidad se puede apreciar que no es oro todo lo que reluce. Muchos principios de su teoría son completamente prejuiciosos y / o que con un mínimo de estudio, al menos desde la óptica actual, pueden ser perfectamente asumidos como falsos o poco claros. Cuando PRÓLOGO No conocemos a nadie que le guste trabajar, quienes afirman que se sienten realizadxs con su trabajo creemos que mienten, incluso a sí mismxs. ¡Quién puede sentirse realizado bajo una forma de explotación! Nosotrxs, no. No nos gusta que nos exploten. Y el trabajo es una de las diferentes formas de explotación.Trabajar significa prostitución, o dicho en otras palabras, mercantilización… De nuestro tiempo y nuestro cuerpo. Y lo que criticamos es esta mercantilización, que esconde una de las formas primarias, o dicho de otra forma, básica de cualquier forma de explotación. Es ese sentimiento creado, la PROPIEDAD, que nos esclaviza, nos ha esclavizado y seguirá haciéndolo, a menos que nos pongamos la pilas y luchemos, con los medios que individualmente y, si se quiere, colectivamente, tengamos a nuestro alcance sobre el análisis meticuloso o la más completa espontaneidad, no somos vanguardia de nada ni de nadie, sólo explicamos lo que pensamos, qué cada cual piense y actúe como quiera. El mundo de la explotación basada en el trabajo ya no es el viejo mundo de antaño, en plena efervescencia social. Los últimos choques de clases entre la burguesía y el proletariado, en el estado español, se produjeron en los 70 e inicios de los 80. Una gran conflictividad social que en algunos casos se extendió más allá de los centros de explotación industrial, produciéndose grandes luchas y movimientos de solidaridad en los barrios, incorporándose a esas luchas muchas mujeres, tanto las que trabajaban asalariadas, como las que trabajaban en las casas en el rol clásico patriarcal de mujer “ama de casa”. Fueron años de conflictividad, de debates ideológicos que empezaron a cambiar la concepción de la lucha de clases. Sin embargo, este “asalto proletario”, es, de momento, en el mundo occidental, el último asalto proletario. En Italia fracasó, en el estado español también, en Francia finalmente fue aniquilado, así como en distintos lugares del mundo. Este asalto se inició en la década de los 60 y muere en los 80, tras un declive arrastrado desde los 70, por diversas causas, que sería un rollazo soltarte aquí todas ellas, pero podemos ver el caso de la ciudad de Barcelona y ya nos vale como ejemplo... A inicios de los 70 la ciudad estaba plagada de fábricas, la población crecía rápidamente tanto en la ciudad como en la llamada área metropolitana, barrios chabolistas abundaban, al igual que los barrios 20 1
dormitorio para la masa inmigrante, auténticos lodazales y nidos de ratas. La gente era explotada en las fábricas, en condiciones duras y en algunos casos aberrantes, así como quienes malvivían en la nada de esos barrios también eran explotadxs y marginadxs. Esa masa obrera luchó, tenía la esperanza de que gritando el poder les escucharía. Pidieron reformas, y al calor de esa movilización social cada actor político entró en juego. En el campo revolucionario el predominio básico era de raíz reformista, el PSUC era la organización dominante, y ya por esas fechas CC.OO su satélite. Pero cabe preguntarse una cosa básica. ¿El PSUC era revolucionario? No, no lo era, sus cúpulas sabían que con su fuerte implantación podían cosechar “buenas posiciones” en una futurible Democracia. El PSUC y acólitos supieron sacar a la calle y desmovilizar eficientemente a gran parte de la clase obrera para sus objetivos, si bien en el proceso llamado de transición, terminaron siendo timados, con la irrupción de la UGT, filial del PSOE, y tras comprobarse que muchos conflictos escapaban de su radio de actuación, gracias a la irrupción de conflictos obreros autónomos o al leve resurgir de la CNT entre 1976 y 1978 y otras luchas llamadas por entonces cómo “alternativas” o “marginales”… Se encontraron debilitadxs en el proceso de transacción de la Transición, aunque con el paso de los años han “chupado” de la “sopa boba” como las otras corrientes de pensamiento democrático. Ya a inicios de los 80 el movimiento obrero estaba tremendamente debilitado. La conflictividad reciente disminuyó, en gran parte gracias a la integración de lxs comunistas autoritarixs, la irrupción de la UGT y un sindicalismo a la europea que se fraguó tras los Pactos de la Moncloa y el “diálogo social” entre la Patronal y sindicatos, los cuales en la nueva Democracia se transformaron, a cambio de unos cuantos millones de pesetas y miles de liberadxs, en una parte más implicada en la gestión y rapiña del Capitalismo. Los grandes centros obreros, por otro lado, sufrieron las diferentes reconversiones industriales encaminadas a adaptar el Capitalismo a los nuevos tiempos, en donde el consumismo debía de ser más importante, afianzarse una “clase media” para tal fin y minimizar el impacto cuantitativo de las masas obreras. En otras palabras, las reconversiones industriales tenían el objetivo de transformar la economía en una más basada en el sector servicios que en el sector industrial. Las consecuencias de estas políticas significaron un aumento del paro tremendo, más si tenemos en cuenta el contexto de crisis internacional del Capitalismo. El “miedo al paro” amordazó a muchísima gente que había luchado años atrás. De pensar que gritando el Poder les escucharía pasaron muchxs a ver la dura realidad: por mucho que gritasen el Poder nunca les escucharía. En este clima pragmático no fueron pocxs lxs líderes y activistas de movimientos sociales asamblearios, obreros o marginales (luchas feministas, antimilitaristas, presxs en lucha, gays y lesbianas, ecologismo…) que 2 YO NO HE FIRMADO EL CONTRATO SOCIAL Pese que la mayor parte de la población en esta época postindustrial y postmoderna tenga como valor fundamental enriquecerse a cualquier precio, cierto es que los estados y el propio Sistema siguen rigiéndose y justificándose, teóricamente, por los principios de la “Libertad”, la “Igualdad” y la “Fraternidad” (o 19
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