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ABCDFLOUWP - Nodo 50

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lismo tecnológico y la pérdida de significado en la sociedad nunca ha sido<br />

entendida muy bien por lxs postmodernistas.<br />

Nacido tras la derrota de los movimientos sociales de los años sesentas y de<br />

su empobrecimiento durante las décadas posteriores a la derrota y previas a<br />

la reacción, el postmodernismo es el nombre para la posteridad de sus monstruosos<br />

hechos. Alegres en aceptar el presente como una tecnonatura y tecnocultura,<br />

Donna Haraway epitomiza alx postmodernx vencidx.<br />

La tecnología, parece ser que siempre estuvo; no hay razón para ubicarse<br />

afuera de su cultura; lo “natural” no es más que la perversa naturalización de<br />

la cultura. En resumen, no hay naturaleza que defender, “somos todos<br />

cyborgs3.” Esta instancia es obviamente en beneficio de la guerra contra la<br />

naturaleza; específicamente, de aquellas contra las mujeres, las culturas indígenas,<br />

las especies en extinción; es decir: contra toda forma de vida no creada<br />

artificialmente.<br />

Para Haraway, la próstesis tecnológica “se convierte en una categoría fundamental<br />

para entender nuestro más íntimo ser” en el proceso de fusionarnos<br />

con la máquina. “La tecnociencia es inequívocamente para nosotros ciencia”.<br />

Sin sorprendernos la escritora increpa a quienes resisten a la ingeniería genética,<br />

con la advertencia de que el mundo está demasiado “desordenado,<br />

sucio” para veredictos simplistas sobre las prácticas de tecnociencia. En verdad,<br />

oponerse a eso es algo “estúpido” y “reactivista”.<br />

Lamentablemente son demasiadxs lxs que siguen su senda de capitulación<br />

ante el periplo mortal al que hemos sido forzados. Daniel R. White escribe, en<br />

forma increíble, sobre “una rúbrica postmoderna-ecológica” cuyos pasos<br />

sobrepasan la contradicción entre opresor y oprimido. Para luego reflexionar,<br />

haciendo eco a lo dicho por Haraway, que “todos nos estamos convirtiendo en<br />

cyborgs”. “¿Qué tipo de criatura nos gustaría ser? ¿ Es que acaso queremos<br />

ser realmente criaturas? ¿No sería mejor ser máquinas? ¿En qué tipo de<br />

máquinas nos convertiremos?”.<br />

Michel Foucault fue, obvio es decirlo, la figura clave del postmodernismo, y su<br />

influencia no ha sido para nada liberadora. Foucault termina perdiendo el<br />

camino cuando habla sobre el poder. Concluye afirmando que el poder está<br />

en todas partes y en ninguna. Este argumento facilitó la noción de lo postmoderno,<br />

oponiéndolo a la noción de opresión por encontrarla anticuada. Más<br />

específicamente, Foucault terminó diciendo que resistirse a la tecnología es<br />

inútil, y que además las relaciones humanas no tenían otra escapatoria que<br />

ser tecnológicas.<br />

brutal del mismo. Matar a un policía que viola a trabajadoras sexuales o a personas<br />

transgénero sin techo; prenderle fuego a la oficina de una revista que<br />

conscientemente publicita un estándar de belleza que conduce a la anorexia<br />

y a la bulimia o secuestrar al presidente de una empresa que trafica con mujeres.<br />

Ninguna de dichas acciones priva de la construcción de una cultura de<br />

libertad. Sino que más bien es la gente con poder que conscientemente saca<br />

provecho del patriarcado, la que impide activamente la emergencia de esta<br />

cultura. Valorar relaciones más libres se complementa con una oposición militante<br />

a las instituciones que propagan relaciones explotadoras y violentas.<br />

Atacar a los más notables y probablemente incorregibles ejemplos del patriarcado<br />

es una manera de educar a la gente en la necesidad de una alternativa.<br />

La mayoría del trabajo requerido para superar el patriarcado probablemente<br />

será pacífico, centrado en la construcción de alternativas y la cicatrización de<br />

las heridas provocadas por éste. Pero una práctica pacifista que olvida el uso<br />

de cualquier otra táctica deja sin opción a la gente que necesita protegerse de<br />

la violencia aquí y ahora.<br />

En el caso de la violación y otras formas de violencia contra las mujeres,<br />

la no violencia implica las mismas lecciones que el patriarcado nos ha<br />

enseñado durante milenios: glorificar la pasividad -“poner la otra mejilla” y<br />

“dignificar el sufrimiento”- frente a la opresión. Todas las historias, mandamientos,<br />

parábolas y leyes contenidas en el Antiguo Testamento, uno de los<br />

textos más lúcidos que define cómo conservar y poner en práctica el patriarcado,<br />

aconsejan a las mujeres sufrir pacientemente la injusticia y rezar para<br />

que la divina Autoridad intervenga. (Esta prescripción es parecida a la fe que<br />

tiene el pacifismo en que los medios de comunicación diseminen imágenes<br />

del sufrimiento dignificado para motivar a las autoridades a que ejecuten la<br />

justicia). Dado que el patriarcado prescribe claramente una violencia masculina<br />

unilateral, las mujeres estarían interrumpiendo esta dinámica de poder, no<br />

reforzándola, sino reapropiándose de su capacidad de ejercer violencia. En<br />

este sentido, el hecho de que las mujeres reclamen la habilidad y el derecho<br />

al uso de la fuerza no pone fin por sí mismo al patriarcado, pero es una condición<br />

necesaria para la liberación de género, así como una forma útil de<br />

empoderamiento y de protección a corto plazo.<br />

Las pacifistas y las feministas reformistas han señalado a menudo<br />

que son las personas que practican el activismo militante las que son sexistas.<br />

En muchos casos específicos, dicha acusación ha sido válida. Pero la crítica<br />

frecuentemente se extiende a sugerir que el uso activista de la violencia<br />

es sexista en sí mismo, masculino, o por lo menos privilegiado. Como Laina<br />

Tanglewood explica: “Algunas ‘feministas’ recientes critican que el anarquismo<br />

ha condenado a la militancia a ser sexista y a no incluir a las mujeres...<br />

Esta idea es en realidad la más sexista.” Otras anarquistas señalan que “De<br />

hecho, la masculinización de la violencia, con su velada concomitancia sexis-<br />

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