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Dr. Alfredo Covarrubias-Gómez, MD. Entendiendo al dolor neuropático. Médico adscrito al Departamento de Medicina del Dolor y Cuidados Paliativos “Dr. Ramón DeLille Fuentes” del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Médico adscrito al Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa de la Fundación Médica Sur. Contacto. Autor: Dr. Alfredo Covarrubias-Gómez, MD. Covarrubias-­‐Gómez A. Cédula profesional 2748121 Cédula de especialista 4110442 Dirección: Vasco de Quiroga 15. Sección XVI. Tlalpan. CP 14000. Distrito Federal. México. Teléfono. (+ 52) 55-54870900 Ext. 5011. Mail: alfredocov@yahoo.com Biografía. Médico Especialista en Anestesiología y en Medicina del Dolor y Paliativa (Algología); adscrito al Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa “Dr. Ramón DeLille Fuentes” del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), y al Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa de la Fundación Médica Sur. Es profesor asociado del curso para médicos especialistas en Algología (Clínica del Dolor) de la UNAM en la sede del INCMNSZ; y profesor asociado del Diplomado en Anestesiología en Ginecología y Obstetricia de la Sociedad Mexicana de Anestesiología en Ginecología y Obstetricia avalado por la UNAM. Cuenta con 35 publicaciones científicas; de las cuales, 10 se encuentran indexadas en PubMed/Medline y 5 en Current Contents. Ha participado en 10 capítulos en libros nacionales relacionados con la Anestesiología y la Algología. 1 Página 1 de 72

<strong>Dr</strong>. <strong>Alfredo</strong> <strong>Covarrubias</strong>-Gómez, MD.<br />

Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Médico adscrito al Departamento de Medicina d<strong>el</strong> Dolor y Cuidados Paliativos “<strong>Dr</strong>. Ramón<br />

DeLille Fuentes” d<strong>el</strong> Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.<br />

Médico adscrito al Departamento de Medicina d<strong>el</strong> Dolor y Paliativa de la Fundación Médica Sur.<br />

Contacto.<br />

Autor: <strong>Dr</strong>. <strong>Alfredo</strong> <strong>Covarrubias</strong>-Gómez, MD.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Cédula profesional 2748121<br />

Cédula de especialista 4110442<br />

Dirección: Vasco de Quiroga 15. Sección XVI. Tlalpan. CP 14000. Distrito Federal. México.<br />

T<strong>el</strong>éfono. (+ 52) 55-54870900 Ext. 5011.<br />

Mail: alfredocov@yahoo.com<br />

Biografía.<br />

Médico Especialista en Anestesiología y en Medicina d<strong>el</strong> Dolor y Paliativa (Algología); adscrito al<br />

Departamento de Medicina d<strong>el</strong> Dolor y Paliativa “<strong>Dr</strong>. Ramón DeLille Fuentes” d<strong>el</strong> Instituto Nacional<br />

de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), y al Departamento de Medicina d<strong>el</strong><br />

Dolor y Paliativa de la Fundación Médica Sur. Es profesor asociado d<strong>el</strong> curso <strong>para</strong> médicos<br />

especialistas en Algología (Clínica d<strong>el</strong> Dolor) de la UNAM en la sede d<strong>el</strong> INCMNSZ; y profesor<br />

asociado d<strong>el</strong> Diplomado en Anestesiología en Ginecología y Obstetricia de la Sociedad Mexicana<br />

de Anestesiología en Ginecología y Obstetricia avalado por la UNAM. Cuenta con 35 publicaciones<br />

científicas; de las cuales, 10 se encuentran indexadas en PubMed/Medline y 5 en Current<br />

Contents. Ha participado en 10 capítulos en libros nacionales r<strong>el</strong>acionados con la Anestesiología y<br />

la Algología.<br />

1<br />

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2 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Índice temático.<br />

Módulo 1. D<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico al <strong>neuropático</strong>: Generalidades y epidemiología.<br />

1. El <strong>dolor</strong> crónico y su contexto histórico.<br />

2. Conceptualización d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>.<br />

3. El <strong>dolor</strong> y su taxonomía.<br />

4. El <strong>dolor</strong> crónico como un problema de salud pública.<br />

5. Características de los individuos con <strong>dolor</strong> crónico.<br />

6. El <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> como causa de <strong>dolor</strong> crónico.<br />

7. Clasificación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

8. Resumen<br />

9. Referencias<br />

Módulo 2. Mecanismos que originan <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

1. Abordaje mecanicista d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

2. El sistema nervioso como origen d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

3. El pap<strong>el</strong> de la célula nerviosa.<br />

4. La sensibilización de la membrana neuronal.<br />

5. La hiperalgesia como manifestación de la sensibilización.<br />

6. Los mecanismos centrales de la hiperalgesia.<br />

7. La alodinia.<br />

8. Resumen.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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9. Referencias.<br />

Módulo 3. Manifestaciones clínicas d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

1. El objetivo de la evaluación médica.<br />

2. La evaluación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

3. El reporte d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

4. Exploración física en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

5. Estudios <strong>para</strong>-clínicos en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

6. Instrumentos de evaluación.<br />

7. Resumen.<br />

8. Referencias.<br />

Módulo 4. Tratamiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

1. Generalidades.<br />

2. Tendencias de prescripción en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

3. Terapéutica basada en la evidencia.<br />

4. Medicamentos de primera línea.<br />

5. Medicamentos de segunda línea.<br />

6. Las otras líneas de manejo.<br />

7. Resumen<br />

8. Referencias.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

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4 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Resumen.<br />

Se considera al <strong>dolor</strong> crónico como un problema de salud pública. Este padecimiento afecta a<br />

cerca d<strong>el</strong> 27% de la población general. El <strong>dolor</strong> crónico es más frecuente en la población de<br />

adultos mayores y en las mujeres. Se ha identificado que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> es <strong>el</strong> tipo más<br />

frecuente en los sujetos con <strong>dolor</strong> crónico; sin embargo, su prevalencia en la población general se<br />

estima entre <strong>el</strong> 1% y <strong>el</strong> 8%.<br />

El <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> se define como aqu<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> asociado a una lesión o disfunción d<strong>el</strong> sistema<br />

nervioso. En este sentido, puede interpretarse que la transmisión “normal” de un estímulo <strong>dolor</strong>oso,<br />

se encuentra afectada en su recorrido hacia la corteza cerebral. En este fenómeno participan las<br />

fibras nerviosas, y los mecanismos asociados con su sensibilización. La hiperalgesia ocurre como<br />

resultado de dicha sensibilización; existiendo diferencias entre la producida por inflamación y la<br />

que se presenta por lesión nerviosa. Por otro lado, los mecanismos involucrados en la alodinia se<br />

r<strong>el</strong>acionan con una comunicación aberrante entre las fibras nociceptivas y no-nociceptivas. Aunado<br />

a <strong>el</strong>lo, se ha propuesto una reorganización de las estructuras medulares.<br />

El diagnóstico de este tipo de <strong>dolor</strong> requiere una adecuada historia clínica y exploración física. El<br />

reporte de las características d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, en forma aislada, no hace <strong>el</strong> diagnóstico. Por <strong>el</strong>lo, una<br />

exploración neurológica es esencial. Por otro lado, con fines terapéuticos se han explorado un<br />

sinnúmero de fármacos. En este reporte se exponen las tendencias actuales.<br />

Abstract<br />

It has been considered that chronic pain is a mayor health problem. Almost 27% of the general<br />

population is affected by this form of pain. The frequency of chronic pain is higher in the <strong>el</strong>derly<br />

population and in the women. It has been identified that the frequency of neuropathic pain higher<br />

among patients with chronic pain; however in the general population its frequency has been<br />

estimated between 1 to 8%.<br />

Neuropathic pain is defined as the pain that is associated to injury or dysfunction of the nervous<br />

system. By this definition an alteration in the “normal” conduction of the painful stimuli from its origin<br />

to the cerebral cortex may be interpreted. In this phenomenon nerve fibers and the mechanisms<br />

that are associated to sensitization are involved. Hyperalgesia occurs as a result of this<br />

sensitization process; even more, there are differences between the hyperalgesia resulting from<br />

inflammation and the one derived from nerve injury. On the other hand, the mechanisms involved in<br />

allodynia are r<strong>el</strong>ated to an abnormal communication between the nociceptive and non-nociceptive<br />

fibers. Thus reorganization in medullar structures has been proposed.<br />

The diagnostic of this kind of pain requires an adequate clinical history and physical examination.<br />

The isolated report of the characteristics of pain is not diagnostic. Therefore, a neurologic exam is<br />

mandatory. On the other hand, for therapeutic reasons a wide variety of drugs had been explored,<br />

however, this report presents actual treatment tendencies.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

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6 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Módulo 1.<br />

D<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico al <strong>neuropático</strong>: Generalidades y epidemiología.<br />

1. El <strong>dolor</strong> crónico y su contexto histórico.<br />

Desde sus orígenes, <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> ha sido una de las principales preocupaciones de la sociedad. Por<br />

<strong>el</strong>lo, desde que <strong>el</strong> ser humano es consciente, ha centrado sus esfuerzos en tratar de <strong>entender</strong>lo y<br />

de ser posible controlarlo. Prácticamente en todas las razas y culturas se encuentran testimonios<br />

milenarios de su presencia; los cuales, han sido plasmados en <strong>el</strong> arte y toda clase de documentos<br />

escritos (1).<br />

En este contexto, la humanidad, ha tratado de dar distintas explicaciones a las causas que generan<br />

<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> físico. Para <strong>el</strong> hombre primitivo, <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> causado por accidentes o eventos traumáticos era<br />

comprensible; sin embargo, <strong>el</strong> derivado de otras causas, era mistificado y su tratamiento estaba<br />

r<strong>el</strong>acionado con su cosmovisión d<strong>el</strong> entorno. En las antiguas civilizaciones de China y Grecia, la<br />

tesis sobre <strong>el</strong> origen d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, se centro en <strong>el</strong> desbalance en la energía vital o de los humores<br />

vitales. Estas ideas, maduraron con <strong>el</strong> pensamiento Aristotélico, y permanecieron como dogmas<br />

durante cientos de años (1).<br />

Es hasta <strong>el</strong> siglo XIV, cuando en <strong>el</strong> libro L’Homme (publicado en 1664), René Descartes (1596-<br />

1650 DC) consolida la idea de que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> se origina en <strong>el</strong> cerebro, describiendo extensivamente<br />

la fisiología sensorial (Figura 1.1). A partir de ese momento, distintos hombres de ciencia realizan<br />

descubrimientos importantes sobre la anatomía y fisiología d<strong>el</strong> sistema nerviosos. Poco más de<br />

doscientos años después de los trabajos publicados por Descartes (1874), Wilh<strong>el</strong>m H. Erb (un<br />

neurólogo alemán), propone que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> es <strong>el</strong> resultado de la activación vigorosa de vías nerviosas<br />

que normalmente transmiten otras experiencias sensoriales. A esta tesis se le denominó “primera<br />

teoría d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> o teoría intensiva d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>” (1, 2).<br />

De esta teoría surgen otras más fundamentadas en los avances científicos d<strong>el</strong> siglo XIX; y es a<br />

principios d<strong>el</strong> siglo XX (1906), cuando Sir Charles Sherrington, acuña <strong>el</strong> término “nocicepción”<br />

haciéndose acreedor al premio Nob<strong>el</strong> (2). Nuevas teorías sobre <strong>el</strong> origen d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, son<br />

documentadas por personajes destacados; sin embargo, es en 1965 cuando Ronald M<strong>el</strong>zack y<br />

Patrick Wall, describen la “teoría de la compuerta”. Este concepto cimentó las bases de la<br />

neurofarmacología actual (1, 2).<br />

Como podemos darnos cuenta, las ideas y conceptos que actualmente tenemos acerca de los<br />

mecanismos que generan la sensación <strong>dolor</strong>osa, han madurado en <strong>el</strong> curso de cerca de 50 años.<br />

Ante esto, los que nos dedicamos a la práctica de la medicina, debemos hacer un ejercicio de<br />

reflexión <strong>para</strong> aceptar que apenas estamos en <strong>el</strong> umbral d<strong>el</strong> conocimiento acerca de los<br />

mecanismos que promueven la presencia d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>. Más allá de esto, debemos reconocer que<br />

nuestros conocimientos sobre neurofarmacología y neurofisiología, posiblemente sean modificados<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

por generaciones futuras. En este sentido, debemos dejar <strong>el</strong> pensamiento dogmatico y abrirnos<br />

hacia esta nueva revolución científica y conceptual.<br />

Esta visión, fue claramente comprendida por Jonh J. Bonica, un anestesiólogo quien al darse<br />

cuenta de las dificultades que tenían diversos especialistas <strong>para</strong> tratar <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico, funda una<br />

de las primeras clínicas d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> (1946) en <strong>el</strong> Tacoma General Hospital. Años más tarde, en la<br />

década de los 70’s, conjunta esfuerzos internacionales <strong>para</strong> crear la Asociación Internacional <strong>para</strong><br />

<strong>el</strong> Estudio d<strong>el</strong> Dolor (IASP, por sus sigla en inglés), y en conjunto con otros destacados médicos,<br />

establece <strong>el</strong> plan de estudios que en materia de <strong>dolor</strong> que ha sido adoptado en la mayor parte de<br />

las universidades d<strong>el</strong> planeta. Ese esfuerzo ve sus frutos en 1998, cuando <strong>el</strong> Consejo Americano<br />

de Especialidades Médicas, reconoce a la Medicina d<strong>el</strong> Dolor como una especialidad derivada de<br />

la rama de las neurociencias (Figura 1.2) (3).<br />

En México, los doctores Ramón De Lille Fuentes y Vicente García Olivera, ambos destacados<br />

anestesiólogos, fundan la primera clínica d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> en <strong>el</strong> Instituto Nacional de Ciencias Médicas y<br />

Nutrición Salvador Zubirán en la Ciudad de México (1972) (Figura 1.2). A partir de entonces<br />

distintos médicos encomiables, entre los que destaca Uriah Guevara López, logran que la<br />

Universidad Nacional Autónoma de México acepte a la Medicina d<strong>el</strong> Dolor y que se genere <strong>el</strong><br />

entrenamiento de especialistas con <strong>el</strong> aval universitario (1998) (3).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

7<br />

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8 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Lo anterior, nos permite identificar que en nuestro país hace apenas una década, dio inicio la<br />

formación de especialistas certificados. Ante esto, los médicos en general, debemos considerar<br />

que <strong>el</strong> número de dichos especialistas, posiblemente es limitado e insuficiente <strong>para</strong> resolver los<br />

problemas de <strong>dolor</strong> presentes en algunos países d<strong>el</strong> orbe. Así mismo, nos permite identificar la<br />

necesidad de proporcionar a los médicos de primer contacto una educación intensiva acerca d<strong>el</strong><br />

tratamiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>; ya que son <strong>el</strong>los, los que son consultados de primera intención, por los<br />

enfermos que presentan este tipo de padecimiento.<br />

2. Conceptualización d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>.<br />

La cosmovisión individual de cada nación, le ha conferido al <strong>dolor</strong>, distintas definiciones. Sin<br />

embargo, es necesario contar con un concepto que sea aceptado internacionalmente. En ese<br />

sentido <strong>el</strong> comité de taxonomía de la Asociación Internacional <strong>para</strong> <strong>el</strong> Estudio d<strong>el</strong> Dolor, define al<br />

<strong>dolor</strong> como “una experiencia sensorial y emocional; la cual, no es placentera y que se encuentra<br />

asociada a un daño tisular, ya sea real, potencial o descrita en términos de dicho daño” (4).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Esta definición, aunque ambigua, es aceptada mundialmente. Esto debido a que dicho concepto: (i)<br />

nos orienta a pensar que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> se genera a partir de eventos ya vividos (experiencias); (ii) que<br />

involucra tanto a la estructuras anatómicas como a mecanismos fisiológicos ya identificados<br />

(aunque no en su mayoría); (iii) incluye a la cosmovisión y los componentes afectivos, que <strong>el</strong><br />

individuo, le proporciona al evento <strong>dolor</strong>oso; (iv) condiciona a dicha experiencia, a una lesión a los<br />

tejidos, la cual puede ser claramente observable, potencialmente predecible, o como consecuencia<br />

de ambos u otros <strong>el</strong>ementos; y (iv) sugiere la interacción de todos estos mecanismos, en la<br />

percepción de dicho fenómeno (4, 5).<br />

Lo anterior es en especial r<strong>el</strong>evante, ya que todos los días, realizamos una evaluación médica a<br />

nuestros enfermos. En ese sentido, vale la pena puntualizar que <strong>el</strong> objetivo de dicha evaluación, es<br />

<strong>el</strong> de “realizar un diagnóstico certero que permita establecer y proporcionar una estrategia<br />

terapéutica óptima” (6). Por <strong>el</strong>lo, todos los médicos necesitamos hablar <strong>el</strong> mismo idioma; ya que<br />

<strong>para</strong> <strong>el</strong> establecimiento de ese diagnóstico correcto, <strong>el</strong> clínico requiere realizar complejos<br />

algoritmos de análisis, que en la mayoría de las ocasiones, se fundamentan en <strong>el</strong> conocimiento<br />

que este tiene de las diversas entidades nosológicas y de sus experiencias previas con respecto a<br />

dichas enfermedades (6). En consecuencia, si cada grupo médico, conceptualizara a un solo<br />

problema con diferentes denominaciones; entonces, nos encontraríamos ante una bab<strong>el</strong> que<br />

dificultaría la realización de dichos algoritmos limitando la obtención de un diagnóstico correcto.<br />

3. El <strong>dolor</strong> y su taxonomía.<br />

La taxonomía es la “ciencia que trata los principios, métodos y fines de clasificación; todo <strong>el</strong>lo, con<br />

la finalidad de obtener la ordenación jerarquizada y sistematizada de diversos fenómenos” (7). En<br />

este caso, la taxonomía, nos permite clasificar a un fenómeno biológico; con la finalidad, de<br />

sistematizar los <strong>el</strong>ementos que lo conforman, promoviendo la obtención d<strong>el</strong> conocimiento.<br />

En <strong>el</strong> contexto d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, dicha tarea presenta diversas dificultades. Esto se debe a que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong><br />

como fenómeno biológico, presenta en un mismo individuo distintas caras o facetas que deben<br />

tomarse en consideración. Por tal motivo, la clasificación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, ha condicionado la generación<br />

de diversas controversias con respecto a los <strong>el</strong>ementos que deben ser tomados en cuenta <strong>para</strong> la<br />

realización de dicho objetivo (8).<br />

La multidimensionalidad que acompaña al <strong>dolor</strong>, ha generado en consecuencia, diversas<br />

clasificaciones; entre las cuales, se encuentran las siguientes: (i) por su duración (agudo vs.<br />

crónico), (ii) por su causalidad (oncológico vs. no-oncológico), (iii) por su localización (localizado vs.<br />

difuso), por su distribución (fijo vs. referido vs. irradiado), (iv) por su periodicidad (continuo vs.<br />

fluctuante vs. intermitente vs. paroxístico vs. irruptivo), (v) por su severidad o intensidad (leve vs.<br />

moderado vs. severo), (vi) por su origen (nociceptivo vs. no-nociceptivo), (vii) por su dinámica<br />

(dinámico vs. estático), (viii) por su temporalidad (matutino vs. vespertino vs. nocturno), y (ix) otras<br />

(Figura 1.3) (8).<br />

No obstante a este sinnúmero de formas de clasificación, y con la finalidad de establecer<br />

<strong>el</strong>ementos didácticos aceptables que conjunten la obtención de conocimientos clínicos y<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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10 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

terapéuticos capaces de favorecer que <strong>el</strong> médico realice un diagnóstico certero y proporcione un<br />

manejo óptimo y eficaz; diversos autores, han optado por la utilización de la clasificación enfocada<br />

en las estructuras de las cuales proviene <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> (por su origen) (8).<br />

En este sentido, se consideran como <strong>dolor</strong>es de origen nociceptivo al somático y al visceral; por<br />

contraparte, se considera como no-nociceptivo al de origen <strong>neuropático</strong> o neurogénico (8). Con ese<br />

marco de referencia, <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> somático, se define como aqu<strong>el</strong> originado en estructuras músculoesqu<strong>el</strong>éticas<br />

(9); <strong>el</strong> visceral, como aqu<strong>el</strong> originado en estructuras anatómicas intracavitarias y sus<br />

anexos (10); y <strong>el</strong> <strong>neuropático</strong>, como aqu<strong>el</strong> causado u originado por lesión o disfunción d<strong>el</strong> sistema<br />

nervioso (4).<br />

Recientemente, algunos autores, han propuesto otro término adicional a estas categorías. De tal<br />

forma que se ha propuesto la inclusión d<strong>el</strong> “<strong>dolor</strong> mixto” o “<strong>dolor</strong> por sobre-posición”. Este tipo de<br />

<strong>dolor</strong>, se define como aqu<strong>el</strong> conformado por dos tipos de <strong>dolor</strong>, que comparten la misma región<br />

anatómica, y están asociados a la misma etiología. Dichos autores, fundamentan la adopción de<br />

este término en los mecanismos generadores de la lumbociatálgia (11, 12).<br />

4. El <strong>dolor</strong> crónico como problema de salud pública.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 11<br />

El <strong>dolor</strong> es un problema frecuente en la sociedad; tan frecuente, que como se ha mencionado con<br />

anterioridad, ha cautivado la atención de la humanidad, quien lo ha representado de muchas<br />

formas tanto en <strong>el</strong> arte como en la literatura. No obstante a lo anterior, existen diversas<br />

controversias respecto a su taxonomía que dificultan la estimación real de su frecuencia.<br />

Si pensamos en la duración d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> como <strong>el</strong>emento de clasificación, este puede categorizarse en<br />

agudo o crónico; también bajo ese enfoque, puede catalogarse como agudo, sub-agudo, y crónico.<br />

Estos <strong>el</strong>ementos, de entrada, condicionan dificultades metodológicas <strong>para</strong> estimar su frecuencia de<br />

presentación.<br />

En este sentido, si consideramos únicamente al <strong>dolor</strong> crónico, podemos identificar que se le ha<br />

estimado que la prevalencia en la población general d<strong>el</strong> 8% al 80% (13). La amplitud de dicho<br />

rango, se debe a las dificultades metodológicas respecto a la conceptualización de cronicidad.<br />

Tomando en cuenta dicho <strong>el</strong>emento, <strong>el</strong> comité de taxonomía de la IASP, considera crónico a aqu<strong>el</strong><br />

<strong>dolor</strong> que se presenta por más de tres meses (4); <strong>para</strong> otros autores, la cronicidad se manifiesta<br />

cuando <strong>el</strong> tiempo de duración es de tres a cuatro semanas (14); y <strong>para</strong> otros más, cuando se han<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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12 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

alcanzado seis meses (esto se ha descrito en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico de espalda baja) (15). Al<br />

establecerse diversos puntos de corte <strong>para</strong> caracterizar la cronicidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, se dificulta la<br />

realización de una evaluación metodológica puntual.<br />

No obstante a esta serie de vicisitudes, se ha identificado que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico, representa un<br />

problema de salud pública. Sobre esto, una revisión sistematizada de la Asociación Internacional<br />

<strong>para</strong> <strong>el</strong> Estudio d<strong>el</strong> Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) después de considerar los diversos<br />

puntos de corte referentes a la cronicidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>; ha documentado que en la población general<br />

internacional, este tipo de <strong>dolor</strong> presenta una prevalencia d<strong>el</strong> 25% (criterio: 3 meses o más de<br />

evolución) al 29% (criterio: 6 meses o más de evolución) (Figura 1.4) (16).<br />

Con dicho punto de referencia, si consideramos que México cuenta con 105 millones de<br />

habitantes; entonces, es posible inferir que cerca de 28 millones de mexicanos, presenta <strong>dolor</strong><br />

crónico (3). En consecuencia, los médicos de esta nación, debemos generar estrategias sanitarias<br />

orientadas hacia la promoción de tratamientos óptimos y eficientes. Lo anterior, adquiere especial<br />

r<strong>el</strong>evancia si consideramos que México destina a la salud <strong>el</strong> 6.6% de su producto interno bruto<br />

(PIB); siendo esta cifra menor a la destinada en otras naciones de América d<strong>el</strong> Norte (Estados<br />

Unidos destina a la salud <strong>el</strong> 15.3% d<strong>el</strong> PIB, y Canadá <strong>el</strong> 10% de dicho indicador) (17). Por <strong>el</strong>lo,<br />

debemos reflexionar en que la limitación de recursos, nos obliga a identificar aqu<strong>el</strong>las propuestas<br />

terapéuticas analgésicas que sean efectivas y que no interfieran con programas sanitarios<br />

esenciales.<br />

5. Características de los individuos con <strong>dolor</strong> crónico.<br />

En <strong>el</strong> contexto empresarial, cualquier estrategia comercial, inicia con un estudio de mercado. En<br />

forma contraria, los médicos rara vez consideramos a esas herramientas como <strong>el</strong>ementos<br />

esenciales en la generación de estrategias sanitarias óptimas, eficientes, racionales, y que no<br />

consuman recursos humanos o financieros en exceso.<br />

Dado que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico es considerado un problema de salud pública, es vital identificar las<br />

características <strong>dolor</strong>osas que presentan esos enfermos. En ese sentido, si consideramos que <strong>el</strong><br />

<strong>dolor</strong> crónico afecta al 27% de la población general (16); entonces, es posible inferir que los<br />

clínicos atenderán en su consultorio a este tipo de pacientes. Sobre esta hipótesis, vale la pena<br />

destacar que <strong>el</strong> 17% de los pacientes atendidos en los centros de atención primaria de la Unión<br />

Americana presenta <strong>dolor</strong> crónico (18). Con lo anterior, podemos decir que 2 de cada 10 pacientes<br />

que son atendidos por un médico de primer contacto presenta ese tipo de <strong>dolor</strong>.<br />

Por tal motivo, si pretendemos proporcionar un tratamiento efectivo, debemos conocer la<br />

naturaleza de los <strong>dolor</strong>es que se presentan con mayor frecuencia en la consulta d<strong>el</strong> clínico. En ese<br />

sentido, estudios realizados en México, han documentado que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico afecta más<br />

frecuentemente a la población mayor de 50 años (19-21). Estos resultados, son coincidentes con lo<br />

reportado en otras series internacionales (22). Tomando en consideración dicho marco de<br />

referencia, resulta evidente que <strong>el</strong> tratamiento de este tipo de <strong>dolor</strong>, debe adecuarse conforme a<br />

los cambios fisiológicos propios d<strong>el</strong> proceso de envejecimiento. Lo anterior debido a que dichos<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 13<br />

cambios, inciden sobre la farmacocinética y farmacodinamia de los distintos medicamentos que<br />

son empleados con fines analgésicos (Figura 1.5).<br />

Otra característica identificada en la población mexicana, destaca que las mujeres son <strong>el</strong> género<br />

más afectado por este tipo de <strong>dolor</strong> (19-21). Esos resultados, son coincidentes con lo reportado en<br />

otras series internacionales (23, 24). En consecuencia, <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico, debe<br />

considerar que en este grupo poblacional y durante la sexta década de la vida, los recursos<br />

económicos con frecuencia son limitados. Lo anterior, es indispensable <strong>para</strong> mantener un<br />

adecuado apego terapéutico.<br />

Más aún, diversos estudios nacionales, han identificado que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> afecta a más d<strong>el</strong><br />

50% de los sujetos que acuden a una clínica d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> (20, 21). Esta tendencia ha sido identificada<br />

en otras series internacionales (23). En consecuencia, <strong>el</strong> abordaje d<strong>el</strong> enfermo con <strong>dolor</strong> crónico,<br />

debe considerar los mecanismos que generan ese <strong>dolor</strong> con la finalidad de proporcionar aqu<strong>el</strong>los<br />

fármacos que efectivamente generen analgesia mediante su interacción con dichos mecanismos.<br />

De igual forma, la educación de los médicos de atención primaria, debe ser capaz de promover<br />

aqu<strong>el</strong>los conocimientos que faciliten al clínico su identificación.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 13 de 72


14 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

6. El <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> como causa de <strong>dolor</strong> crónico.<br />

Como se menciono con anterioridad, <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> se define como aqu<strong>el</strong> originado por<br />

lesión o disfunción d<strong>el</strong> sistema nervioso (4). Esta definición, puede generar en muchos, diversos<br />

<strong>el</strong>ementos de crítica (25).<br />

Posiblemente, <strong>el</strong> primero de <strong>el</strong>los, se refiere al término disfunción; de acuerdo con <strong>el</strong> diccionario de<br />

la Real Academia de la Lengua Española, dicho término se refiere a la alteración cualitativa o<br />

cuantitativa de una función orgánica (7). En consecuencia, además de la ambigüedad, la utilización<br />

de esta palabra en la definición d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> sugiere únicamente que la función d<strong>el</strong><br />

sistema nervioso se ha modificado en forma inespecífica o a consecuencia de una lesión.<br />

Esta ambigüedad ha contribuido a que un sinnúmero de padecimientos sea englobado en esta<br />

categoría; condicionando que por la falta de especificidad, se incurra en la imprecisión terapéutica<br />

(25). Aunado a <strong>el</strong>lo, la metodología utilizada <strong>para</strong> identificar su prevalencia, enfrenta la dificultad de<br />

agrupar un sinnúmero de patologías; ya que la inclusión de algunas, puede <strong>el</strong>evar o disminuir<br />

considerablemente su frecuencia de presentación (ej.: radiculopatía, ciatálgia, etc.).<br />

No obstante a esta serie de dificultades, algunos autores consideran que su prevalencia en la<br />

población general es d<strong>el</strong> 1% al 8 % (26, 27). En ese sentido, en México, se ha propuesto que entre<br />

<strong>el</strong> 1% y 2% de la población, presenta <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> asociado únicamente a polineuropatía<br />

diabética <strong>dolor</strong>osa y neuralgia postherpética (representando d<strong>el</strong> 1 al 2% de la población general)<br />

(28). En ese sentido, un estudio similar de la Unión Americana, estimó que cerca de 4 millones de<br />

personas presentan <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> asociado a las mismas causas (representando <strong>el</strong> 1% de su<br />

población general) (29, 30).<br />

Estos <strong>el</strong>ementos nos orientan sobre la frecuencia de este tipo de <strong>dolor</strong>, y a su vez deben hacernos<br />

reflexionar sobre los esquemas terapéuticos que han utilizados en forma dogmática. Lo anterior, es<br />

en especial r<strong>el</strong>evante, ya que en raras ocasiones, este <strong>dolor</strong> responde a los esquemas utilizados<br />

tradicionalmente. En consecuencia, <strong>el</strong> clínico deberá estar informado acerca de los medicamentos<br />

que promueven su alivio.<br />

7. Clasificación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Actualmente, la clasificación de los síndromes <strong>neuropático</strong>s, aún se encuentra en controversia. Lo<br />

anterior, es debido a que <strong>el</strong> abordaje tradicional ha tomado como referencia: (i) su etiología, (ii) la<br />

localización anatómica de la lesión nerviosa, y (iii) los mecanismos de producción (periféricos y<br />

centrales) (31-33).<br />

No obstante a lo anterior, diversos autores, consideran conveniente clasificarlos de acuerdo a sus<br />

mecanismos de producción. En ese sentido, algunos de los síndromes <strong>neuropático</strong>s de origen<br />

central incluyen: (i) al <strong>dolor</strong> originado por esclerosis múltiple, (ii) por lesión medular, (iii) por<br />

enfermedad de Parkinson, (iv) por vasculitis central, (v) <strong>el</strong> posterior a un evento cerebral vascular,<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 15<br />

(vi) entre otros. Entre los de tipo periférico se incluyen: (i) la neuropatía <strong>dolor</strong>osa por diabetes<br />

m<strong>el</strong>litus, (ii) por compresión medular, (iii) posterior a mastectomía, (iv) a la inducida por<br />

quimioterapia y/o radioterapia, (v) la asociada a virus de la inmunodeficiencia humana, (vi) la<br />

neuralgia d<strong>el</strong> trigémino, (vii) la postherpética, (viii) <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> de miembro fantasma, (ix) <strong>el</strong> síndrome<br />

<strong>dolor</strong>oso regional complejo, (x) entre otras (31-33).<br />

La correcta identificación y clasificación de los síndromes <strong>neuropático</strong>s, permitirá al clínico<br />

proporcionar en forma individualizada aqu<strong>el</strong>los esquemas terapéuticos que disminuyan la<br />

intensidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> en <strong>el</strong> enfermo que los padece. En este sentido, basta recordar que en <strong>el</strong> caso<br />

de la neuropatía diabética <strong>dolor</strong>osa, la normalización en los valores de la hemoglobina glucosilada<br />

reduce en forma considerable la intensidad de dicho <strong>dolor</strong> (34).<br />

8. Resumen.<br />

El <strong>dolor</strong> ha llamado la atención de la humanidad, y se ha preocupado por <strong>entender</strong> las causas que<br />

lo producen. En este sentido, apenas hace 50 años, se empezaron a generar una serie de<br />

conocimientos que nos han permitido identificar algunos de los mecanismos que lo producen.<br />

Aunado a <strong>el</strong>lo, hace apenas una década que se forman especialistas avalados por programas<br />

universitarios. Lo anterior, condiciona una problemática real, ya que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico es un<br />

problema de salud pública y los especialistas en Medicina d<strong>el</strong> Dolor son insuficientes <strong>para</strong><br />

solucionar los problemas que en materia de <strong>dolor</strong> presentan algunas naciones.<br />

Se considera al <strong>dolor</strong> crónico como un problema de salud pública por que afecta a cerca d<strong>el</strong> 27%<br />

de la población general internacional. Ante esto, es vital identificar las características que<br />

presentan los individuos que lo padecen. En este sentido se ha identificado como grupos<br />

vulnerables a los adultos mayores y a las mujeres.<br />

Diversos estudios, sugieren que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> es <strong>el</strong> tipo más frecuente. Su prevalencia en la<br />

población general se estima entre <strong>el</strong> 1 y <strong>el</strong> 8%. Este tipo de <strong>dolor</strong> se define como aqu<strong>el</strong> originado<br />

por una lesión o disfunción d<strong>el</strong> sistema nervioso, y diversos autores, prefieren clasificarlo en central<br />

y periférico.<br />

9. Referencias.<br />

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18 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

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<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 18 de 72


Modulo 2.<br />

Mecanismos que originan <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

1. Abordaje mecanicista d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 19<br />

Cuando se habla de mecanismos neurobioquímicos y/o neurofuncionales, en ocasiones, <strong>el</strong> clínico<br />

se pierde en una pléyade de conceptos y diagramas. El motivo por <strong>el</strong> cuál ocurre este fenómeno,<br />

se debe a que los programas universitarios de las escu<strong>el</strong>as de medicina, incluyen en forma<br />

limitada, conocimientos sobre la embriología, anatomía, histología, fisiología, bioquímica, y<br />

farmacología d<strong>el</strong> sistema nervioso.<br />

Bajo ese marco de referencia, <strong>el</strong> presente módulo, no pretende perder al clínico en complejidades<br />

mecanicistas; sino más bien, pretende proporcionarle en forma clara y simple, aqu<strong>el</strong>los conceptos<br />

que le permitan la correcta interpretación de las manifestaciones clínicas y la s<strong>el</strong>ección de<br />

fármacos. Lo anterior, con fundamento en los mecanismos que generan dicha condición <strong>dolor</strong>osa.<br />

Para lograr ese objetivo, partiremos de lo general a lo particular.<br />

2. El sistema nervioso como origen d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Independientemente de las controversias que rodean a su definición (1), se considera como <strong>dolor</strong><br />

<strong>neuropático</strong>, a aqu<strong>el</strong> que se origina por la lesión o disfunción d<strong>el</strong> sistema nervioso (2). En este<br />

sentido, debemos recordar que <strong>el</strong> sistema nervioso se divide en dos grandes grupos (central y<br />

periférico). De ahí que la clasificación de los síndromes <strong>dolor</strong>osos <strong>neuropático</strong>s se categorice de tal<br />

forma (3-5).<br />

En este sentido, se considera como sistema nervioso central, al que se encuentra constituido por<br />

las estructuras encefálicas y las medulares. En contraparte, <strong>el</strong> sistema nervioso periférico, se<br />

conforma por las raíces ventrales y dorsales, los ganglios de las raíces dorsales, la cadena<br />

simpática, los plexos nerviosos, los pares craneales, los nervios de gran, mediano, y pequeño<br />

calibre, y las terminaciones nerviosas (6).<br />

Dado <strong>el</strong> gran número de estructuras que integran al sistema nervioso, <strong>el</strong> caracterizar cada una de<br />

las estructuras anatómicas y su fisiología, resultaría en un texto largo y de difícil comprensión. De<br />

igual forma, tal tarea no le proporcionaría al clínico aqu<strong>el</strong>los <strong>el</strong>ementos claros, puntuales, y<br />

necesarios <strong>para</strong> <strong>el</strong> diagnóstico. En ese sentido, <strong>para</strong> identificar claramente los mecanismos<br />

involucrados en la generación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>; vale la pena, iniciar por aqu<strong>el</strong>los <strong>el</strong>ementos<br />

que permiten la transmisión d<strong>el</strong> estímulo <strong>dolor</strong>oso y como son afectados ante la lesión o disfunción<br />

nerviosa.<br />

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20 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

3. El pap<strong>el</strong> de la célula nerviosa.<br />

Para <strong>entender</strong> la forma en la se transmiten los estímulos, es necesario identificar a la neurona (o<br />

célula nerviosa) como unidad estructural y funcional d<strong>el</strong> sistema nervioso. Dichas unidades son de<br />

varios tipos; sin embargo, una de sus características morfológicas más r<strong>el</strong>evantes, es <strong>el</strong> poseer<br />

prolongaciones citoplasmáticas finas (también llamadas fibras nerviosas) (7).<br />

Dichas prolongaciones o fibras nerviosas destacan por su longitud; misma que en algunos casos,<br />

puede ser cercana a un metro (la prolongación más larga se denomina axón o cilindroeje). Sin<br />

embargo, en la neurona se observan otras prolongaciones más pequeñas; las cuales, se<br />

denominan “dendritas” (7). Con la finalidad de conceptualizar la longitud que llegan a alcanzar<br />

estas células, vale la pena imaginarnos que los axones de algunas neuronas, son tan largos que<br />

abarcan una distancia que inicia en la médula espinal y termina en la punta de los dedos de la<br />

mano o d<strong>el</strong> pie.<br />

Otra de las características que posee la célula nerviosa, es la capacidad de llevar estímulos hacia<br />

la médula espinal (aferentes) o sacarlos de la misma (eferentes) en forma diferenciada. De tal<br />

forma que podemos identificar dos tipos <strong>el</strong>ementales de neuronas, las de tipo aferente y las<br />

eferentes. Los estímulos que son transmitidos por estas células, provienen de distintos tejidos (ej.:<br />

pi<strong>el</strong>, músculos, cápsulas articulares, vísceras, otros) (7). Esto permite que exista una comunicación<br />

continua hacia <strong>el</strong> encéfalo, o fuera de él y hacia los demás órganos y sistemas.<br />

Aunado a esto, la morfología de las neuronas, presenta diferencias con respecto a su función. En<br />

ese sentido, mientras que las neuronas aferentes son predominantemente bipolares (poseen dos<br />

prolongaciones); las eferentes, son mayormente multipolares (poseen tres o más prolongaciones)<br />

(7). Sobre esto, existe la posibilidad de que las diferencias morfológicas observadas, incidan con la<br />

forma en la que salen o entran los estímulos en la médula espinal.<br />

3.1. Las fibras aferentes primarias.<br />

Las fibras aferentes primarias (refiriéndonos a las prolongaciones citoplasmáticas finas más largas<br />

y más distales de las neuronas aferentes), pueden clasificarse en tres tipos fundamentales (C, Ad<strong>el</strong>ta,<br />

y A-beta) (8-11). Dicha clasificación, depende principalmente de su diámetro; pero también,<br />

toma en consideración su v<strong>el</strong>ocidad de transmisión y su estructura (9, 11) (Figura 2.1).<br />

En ese sentido, las de tipo C, son d<strong>el</strong>gadas (0.4 a 1.2 micrómetros de diámetro), carecen de<br />

mi<strong>el</strong>ina, y su conducción es lenta (0.5 a 2 metros por segundo). Las de tipo A-d<strong>el</strong>ta, son de<br />

mediano calibre (2 a 6 micrómetros de diámetro), presentan mi<strong>el</strong>ina, y su v<strong>el</strong>ocidad de conducción<br />

es intermedia (12 a 30 metros por segundo). Finalmente, las de tipo A-beta, son gruesas (más de<br />

10 micrómetros de diámetro), también son mi<strong>el</strong>inizadas, y su conducción es rápida (30 a 100<br />

metros por segundo) (9).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 21<br />

Cada una de las fibras aferentes primarias, es capaz de transmitir diversos estímulos sensoriales<br />

(temperatura, presión superficial, presión profunda, cambios químicos d<strong>el</strong> microambiente c<strong>el</strong>ular).<br />

Más aún, tienen la habilidad de diferenciar entre aqu<strong>el</strong>los estímulos que son <strong>dolor</strong>osos (nocivos) de<br />

los que no lo son (9).<br />

En este sentido, podemos identificar dos tipos de fibras aferentes, aqu<strong>el</strong>las que son “nociceptivas”<br />

y las que son “no-nociceptivas”. Se ha identificado que únicamente las de tipo C y las A-d<strong>el</strong>ta,<br />

tienen la capacidad de transmitir aqu<strong>el</strong>los estímulos que son nocivos. Por <strong>el</strong> contrario, los<br />

estímulos que no son <strong>dolor</strong>osos, pueden ser transmitidos por los tres tipos de fibras (9).<br />

Debido a las diferencias que existen en la v<strong>el</strong>ocidad de conducción de los diferentes tipos de fibras<br />

aferentes primarias, es posible identificar dos momentos <strong>dolor</strong>osos tras la aplicación cutánea de un<br />

solo estímulo nocivo. El primer momento (“primer oleada de <strong>dolor</strong>”) es rápido, de naturaleza bien<br />

definida, y corresponde a las fibras de tipo A-d<strong>el</strong>ta. El segundo momento es lento, se manifiesta<br />

como una “segunda oleada”, es mal definido, y corresponde a las fibras de tipo C (9, 11).<br />

Como se mencionó anteriormente, las fibras aferentes primarias, son capaces de transmitir<br />

diversos estímulos sensoriales. En este sentido, se denominan “termoceptoras” a aqu<strong>el</strong>las que<br />

transmiten estímulos térmicos (calor o frío); “mecanoceptoras” a las que transmiten estímulos<br />

r<strong>el</strong>acionados con la presión (fuerza sobre un área determinada); y “quimioceptoras” a aqu<strong>el</strong>las que<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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22 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

transmiten cambios químicos d<strong>el</strong> microambiente c<strong>el</strong>ular (9). Lo anterior, permite la transmisión de<br />

estímulos en forma s<strong>el</strong>ectiva.<br />

Aunado a lo anterior, uno de los <strong>el</strong>ementos que cabe destacar, es que existen fibras con la<br />

habilidad de transmitir un solo estímulo (unimodales), fibras capaces de transmitir varios estímulos<br />

(polimodales) (9, 11), y fibras que no responden a ningún tipo de estimulo (silentes o silenciosas)<br />

(11). Estas últimas, se activan únicamente, cuando existe un incremento en la actividad de las<br />

fibras vecinas (11). Esta especialización neuronal, permite que la transmisión sea s<strong>el</strong>ectiva, nos<strong>el</strong>ectiva,<br />

o latente.<br />

3.2. La importancia de las fibras aferentes primarias.<br />

La transmisión de los estímulos por las fibras aferentes primarias, presenta posibilidades ilimitadas.<br />

Por un lado, su diámetro y estructura, inciden con la v<strong>el</strong>ocidad de transmisión. Por otro, presentan<br />

habilidades específicas que les permiten diferenciar tanto la intensidad d<strong>el</strong> estímulo (<strong>dolor</strong>oso vs.<br />

no-<strong>dolor</strong>oso), como <strong>el</strong> tipo de estímulo (temperatura, presión, cambios químicos d<strong>el</strong> microambiente<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 23<br />

c<strong>el</strong>ular). Más aún, pueden especializarse en la conducción de un solo estímulo, de múltiples<br />

estímulos; o bien, solo funcionar tras la activación de las fibras vecinas e independientemente d<strong>el</strong><br />

tipo de estímulo que estas transmitan (9, 11).<br />

En este sentido, si tomamos a la pi<strong>el</strong> en consideración (que es <strong>el</strong> órgano más grande), podemos<br />

identificar características por demás r<strong>el</strong>evantes. Sobre esto, se ha identificado que la proporción de<br />

las fibras aferentes primarias en la pi<strong>el</strong> es de 70% <strong>para</strong> las de tipo C, 10% <strong>para</strong> las A-d<strong>el</strong>ta, y 20%<br />

<strong>para</strong> las A-beta (9). De esta observación, podemos inferir que <strong>el</strong> 80% de las fibras aferentes<br />

primarias de la pi<strong>el</strong>, tienen la posibilidad de transmitir estímulos potencialmente <strong>dolor</strong>osos (Figura<br />

2.2).<br />

Como se comento anteriormente, las fibras aferentes que tienen la habilidad de transmitir<br />

estímulos térmicos se denominan “termoceptoras”. Por lo anterior, podemos inferir que estas<br />

neuronas pueden transmitir en forma diferenciada, aqu<strong>el</strong>los estímulos térmicos producidos por<br />

calor o por frío. En este sentido, un estímulo nocivo por calor, activa primero a las fibras<br />

“termoceptoras” de tipo C y posteriormente a las A-d<strong>el</strong>ta. Esto posiblemente de debe a la presencia<br />

de fibras “termoceptoras” tipo C “unimodales” específicas <strong>para</strong> la transmisión d<strong>el</strong> estimulo <strong>dolor</strong>oso<br />

producido por calor (9); a que la proporción de fibras aferentes de tipo C es mayor que la de Ad<strong>el</strong>ta;<br />

o bien, a consecuencia de otros <strong>el</strong>ementos.<br />

En <strong>el</strong> caso de las fibras aferentes “termoceptoras” que transmiten <strong>el</strong> estímulo <strong>dolor</strong>oso producido<br />

por frío, se observan diferencias en la localización de los diferentes tipos de fibras. De tal forma<br />

que las de tipo C, se encuentran cercanas a los plexos vasculares dermales (profundas); mientras<br />

que las de tipo A-d<strong>el</strong>ta, se encuentran preferentemente en la dermoepidermis (superficiales) (9). La<br />

profundidad y cercanía con los plexos vasculares de estas fibras aferentes, posiblemente se<br />

r<strong>el</strong>acionen con intensidad d<strong>el</strong> estímulo y la regulación de la homeostasis.<br />

Otra característica de la pi<strong>el</strong> que ocupa nuestra atención, es la presencia de fibras aferentes<br />

“polimodales”. En consecuencia, podemos identificar grupos neuronales que transmiten varios<br />

estímulos nocivos. Sobre esto, se ha identificado que grupos de fibras aferentes de tipo C y Ad<strong>el</strong>ta,<br />

pueden ser sensibles a la presión o al calor. Estas fibras son denominadas “mecano-calorsensitivas”<br />

(9, 12), y se ha propuesto que su capacidad de respuesta, depende de la profundidad<br />

de la fibra a través de la dermoepidermis (12).<br />

Las fibras aferentes “mecano-calor-sensitivas” de tipo C (CMH), son profundas, y responden<br />

primariamente al estímulo mecánico y posteriormente al térmico. Por <strong>el</strong> contrario, las de tipo Ad<strong>el</strong>ta<br />

(AMH), son superficiales, y responden primariamente al estímulo térmico (principalmente<br />

calor), y posteriormente al mecánico. Aunado a <strong>el</strong>lo, se ha identificado que <strong>el</strong> estímulo térmico por<br />

calor que activa a las CMH, se encuentra en <strong>el</strong> rango de los 39 a 49°C; mientras que <strong>para</strong> las<br />

AMH, se encuentra en <strong>el</strong> rango de los 40 a 53°C. (12). Lo anterior, sugiere que no obstante a la<br />

transmisión de múltiples estímulos, esta acción, es dirigida y diferenciada.<br />

De igual forma, se ha propuesto que la acción conjunta de las fibras aferentes “termoceptivas” de<br />

tipo C “unimodales” o “polimodales de tipo mecano-calor-sensitivas” (CMH), participa en la<br />

generación de la “respuesta axonal rápida” asociada a la lesión tisular (principalmente por daño al<br />

nervio). Así mismo, se ha identificado que la diseminación exponencial de dicha respuesta, ocurre<br />

a consecuencia de “acoples bi-direccionales”; los cuales, permiten la comunicación entre diferentes<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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24 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

fibras aferentes de tipo C (12). Esta comunicación bi-direccional, permite la activación rápida de un<br />

gran número de fibras aferentes, e incrementa la eficiencia d<strong>el</strong> sistema de conducción.<br />

Por otro lado, se ha identificado a un grupo de fibras aferentes “mecanoceptivas” de tipo A-d<strong>el</strong>ta,<br />

que responden a estímulos de alta intensidad (presentan un umbral alto) y que conducen <strong>el</strong><br />

estímulo rápidamente. Estas fibras han sido denominadas “A-d<strong>el</strong>ta mecanoceptivas de respuesta<br />

rápida y de umbral-alto” o “A-d<strong>el</strong>ta tipo I”. Se ha identificado que estas fibras, responden<br />

únicamente ante estímulos mecánicos (9).<br />

Sin embargo, otra característica que distingue a las fibras “A-d<strong>el</strong>ta de tipo I”, es que ante la<br />

estimulación térmica repetida, disminuyen su umbral de respuesta (fenómeno conocido como<br />

sensibilización); y tras la lesión tisular, dicha sensibilización, hace que ahora respondan también al<br />

calor. Esta nueva propiedad, produce una despolarización sostenida de la membrana; misma que<br />

es de larga duración, y presenta una recuperación corta (9). De lo anterior, podemos inferir que<br />

ante un daño, existen mecanismos capaces de modificar la especificidad s<strong>el</strong>ectiva y diferenciada<br />

de las neuronas; permitiendo que la conducción d<strong>el</strong> estímulo, sea más eficiente.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 25<br />

Aunado a esto, las fibras aferentes primarias “nociceptivas” de la pi<strong>el</strong>, además de transmitir <strong>el</strong><br />

estímulo nocivo, codifican información sobre la localización espacial d<strong>el</strong> mismo y sobre la forma en<br />

la que este ha sido transmitido. Lo anterior, sugiere que la información que proviene de los<br />

territorios cutáneos de cada una de las fibras aferentes “nociceptivas” tipo C, no es individual; sino<br />

más bien, se sobrepone (9). Este mecanismo de sobreposición, favorece <strong>el</strong> proceso de<br />

propiocepción.<br />

Con este marco de referencia, podemos identificar las siguientes cualidades de las fibras aferentes<br />

primarias: (i) la transmisión de estímulos presenta una especificidad y s<strong>el</strong>ectiva o dirigida y<br />

diferenciada; (ii) un solo estímulo nocivo con diferentes intensidades puede ser transmitido por<br />

varios grupos neuronales especializados; (iii) la distribución tisular e interconectividad neuronal<br />

hace más eficiente <strong>el</strong> sistema de conducción; (iv) la distribución tisular también permite la<br />

interacción neuronal con otros sistemas (ej.: neurovegetativo, neuro-inmunológico, etc.); (v) su<br />

capacidad de respuesta puede modificarse tras la exposición continua a un estímulo nocivo; y (vi)<br />

la información d<strong>el</strong> estimulo <strong>dolor</strong>oso que es transmitida permite identificar la localización espacial<br />

d<strong>el</strong> mismo (Figura 2.3).<br />

3.3. Las fibras aferentes primarias y <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

El balance normal de la transmisión de un estímulo nocivo, puede verse alterado ante un evento<br />

que lesione al nervio; ya sea por trauma, infección, inflamación, o acumulación de sustancias<br />

potencialmente neurotóxicas. En este sentido, cuando existe una lesión d<strong>el</strong> nervio periférico, se<br />

pueden desarrollar varios eventos, entre estos se incluyen; (i) la muerte de la neurona, (ii) cambios<br />

d<strong>el</strong> fenotipo c<strong>el</strong>ular, o (iii) regeneración de la fibra lesionada (13).<br />

Todos estos fenómenos, impactarán permanentemente la forma en la que ocurre <strong>el</strong> proceso de<br />

conducción. En <strong>el</strong> caso de la regeneración de la fibra lesionada, se ha documentado que en las<br />

gemaciones que ocurren después d<strong>el</strong> daño (“sproutting”), se presentan cambios que promueven la<br />

activación de la membrana en forma espontánea y ectópica; de igual forma, se han identificado<br />

diversas modificaciones que alteran la sensibilidad de respuesta a los estímulos <strong>dolor</strong>osos<br />

(hiperalgesia) (14).<br />

La activación espontánea de la membrana neuronal, observada tras la lesión nerviosa, involucra a<br />

fibras de tipo A-d<strong>el</strong>ta y de tipo C (15). De tal forma que después de producirse un daño, se<br />

identifica una disminución significativa d<strong>el</strong> umbral de despolarización de dicha membrana (en<br />

particular de las fibras tipo C) (16). Lo anterior, sugiere que tras la lesión se presentan<br />

modificaciones en la capacidad de despolarización de la membrana neuronal. Dicho fenómeno se<br />

define como “sensibilización” (9); y propone en su génesis, la participación de los receptores de la<br />

membrana.<br />

La alteración estructural que ocurre en la membrana neuronal durante <strong>el</strong> proceso de regeneración<br />

(neuromas o gemaciones), posiblemente favorece la sobre-expresión de los receptores<br />

membranales. Lo anterior, condiciona la disminución d<strong>el</strong> umbral de despolarización<br />

(sensibilización), y favorece tanto la activación espontánea como la ectópica (17). Aunado a esto,<br />

dicha activación espontánea, a consecuencia de una lesión, no solo involucra a las fibras de la<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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26 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

neurona dañada; sino que también, a las fibras adyacentes sanas (15). Lo anterior, posiblemente<br />

se presente, a consecuencia de: (i) la sobreposición de los “campos receptivos” a niv<strong>el</strong> cutáneo de<br />

las fibras aferentes tipo C, (ii) la comunicación bi-direccionales entre las fibras aferentes; o bien, (iii)<br />

por otros mecanismos que inciden en la eficiencia de transmisión (fibras nociceptivas silentes).<br />

4. La sensibilización de la membrana neuronal.<br />

En condiciones normales, la membrana neuronal, presenta una estabilidad <strong>el</strong>éctrica que mantiene<br />

su integridad estructural. Esta estabilidad <strong>el</strong>éctrica se denomina “potencial de reposo”, y en los<br />

humanos, es de -70 mV. No obstante a lo categórico de dicho concepto, debemos considerar que<br />

este sistema no se encuentra estático; más bien, es dinámico. Esto significa, que la estabilidad<br />

<strong>el</strong>éctrica de la membrana, se encuentra influenciada por las cargas <strong>el</strong>éctricas que se encuentran<br />

en <strong>el</strong> exterior o <strong>el</strong> interior de la neurona (5, 8, 9, 11, 18).<br />

Si consideramos a cada uno de estos <strong>el</strong>ementos, como un sistema independiente (exterior c<strong>el</strong>ularmembrana-interior<br />

c<strong>el</strong>ular); entonces de acuerdo con la ley termodinámica de Zeroth, cada uno de<br />

estos sistemas, buscará <strong>el</strong> equilibrio con los demás. Con lo anterior, podemos considerar que las<br />

cargas <strong>el</strong>éctricas d<strong>el</strong> exterior y <strong>el</strong> interior c<strong>el</strong>ular, tenderán a estar en equilibrio <strong>el</strong>éctrico con la<br />

membrana. Para <strong>el</strong>lo, las cargas d<strong>el</strong> exterior y las d<strong>el</strong> interior, necesitarían atravesar la membrana<br />

libremente. Este fenómeno en biología se conoce como “difusión pasiva” (18).<br />

No obstante a <strong>el</strong>lo, las membranas biológicas se caracterizan por ser semipermeables. Esto<br />

significa que algunas cargas pueden pasar libremente; y que otras, no lo pueden hacer. De tal<br />

forma que la membrana neuronal, únicamente permite <strong>el</strong> paso de ciertas sustancias. En<br />

consecuencia, <strong>para</strong> lograr <strong>el</strong> equilibrio entre los tres sistemas; se requiere que la membrana gaste<br />

energía, esto con la finalidad de permitirle <strong>el</strong> paso a las sustancias que no pueden atravesarla. A<br />

este fenómeno biológico se le conoce como “difusión activa”, y se encuentra condicionado a la<br />

habilidad de la membrana neuronal, <strong>para</strong> mantener dicho equilibrio (5, 8, 9, 11, 18).<br />

Mientras se mantenga la estabilidad <strong>el</strong>éctrica, algunas cargas pueden atravesar la membrana<br />

libremente y sin que ocurran cambios fisiológicos significativos. Sin embargo, cuando este<br />

equilibrio se pierde, la membrana activa los mecanismos que permiten la “difusión activa” de las<br />

cargas; lo anterior, con la finalidad de regresar al equilibrio en forma rápida. Durante este proceso,<br />

la membrana, requiere hacerse más positiva (o menos negativa); este fenómeno biológico se<br />

conoce como “despolarización” (5, 8, 9, 11, 18).<br />

Bajo este marco de referencia, podemos identificar que <strong>para</strong> que una membrana se despolarice, se<br />

requiere de una cantidad considerable de energía y de estructuras moleculares especializadas que<br />

sean capaces de proporcionarla (ej.: ATP, ATPasas); de igual forma, se necesitan estructuras<br />

especializadas que permitan <strong>el</strong> retorno al equilibrio en forma rápida (ej,: receptores de membrana o<br />

canales iónicos) (5, 8, 9, 11, 18).<br />

Como se mencionó anteriormente, la despolarización de la membrana, requiere que <strong>el</strong> “potencial<br />

de reposo” (-70 mV) se modifique; y que dicha estructura histológica, se vu<strong>el</strong>va más positiva (o<br />

menos negativa). En este sentido, a la despolarización completa de la membrana, se denomina<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 27<br />

“potencial de acción”; y durante este proceso, la membrana alcanza los +30 mV. Con lo anterior,<br />

podemos identificar que la membrana c<strong>el</strong>ular, durante la despolarización, modifica su carga en<br />

cerca de 100 mV; y que este fenómeno, se presenta en forma súbita (5, 8, 9, 11, 18) (Figura 2.4).<br />

Ahora bien, este momento en la membrana (la despolarización), únicamente ocurre cuando <strong>el</strong><br />

desequilibrio de las cargas llega a un punto crítico en donde se hace insostenible su estabilidad<br />

<strong>el</strong>éctrica. De tal forma que <strong>para</strong> alcanzar ese punto crítico, se requiere de un estímulo (ej.: <strong>el</strong><br />

estímulo <strong>dolor</strong>oso); y mediante <strong>el</strong> cual, se promueve la liberación de diversas sustancias (con<br />

diferentes cargas <strong>el</strong>éctricas) desde y hacia <strong>el</strong> microambiente c<strong>el</strong>ular. La liberación de dichas<br />

sustancias, por lo general, se r<strong>el</strong>aciona con la intensidad d<strong>el</strong> estímulo proporcionado; en<br />

consecuencia, los estímulos de mayor intensidad promoverán una mayor liberación de sustancias<br />

(5, 8, 9, 11, 18).<br />

Por tal motivo, y dado que las membranas biológicas responden a estímulos de “todo o nada”; se<br />

requiere que dicho estímulo, sea de tal intensidad, que la liberación dichas sustancias promueva<br />

un punto crítico insostenible. Este momento crítico de inestabilidad <strong>el</strong>éctrica, ocurre a<br />

consecuencia de la cantidad de cargas <strong>el</strong>éctricas liberadas hacia microambientes c<strong>el</strong>ular. En este<br />

sentido, aqu<strong>el</strong> estímulo cuya intensidad es capaz de generar un “potencial de acción” (la<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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28 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

despolarización completa de la membrana), se le denomina “estimulo umbral”; y en condiciones<br />

normales, es de +5 a +15 mV (5, 8, 9, 11, 18).<br />

Los estímulos (<strong>dolor</strong>osos) que recibimos en condiciones normales, se presentan en forma aislada;<br />

y sirven <strong>para</strong> advertirnos, de una agresión tisular real o potencial. Sin embargo, ante la presencia<br />

de un estímulo sostenido (ej.: <strong>dolor</strong> crónico); se generan diversos cambios estructurales en la<br />

membrana, que tienen la finalidad de hacerla funcionar en forma más eficiente. Es decir, la<br />

membrana ahora es capaz de despolarizarse, ante estímulos de menor intensidad (también<br />

llamados estímulos sub-umbrales). Los mecanismos que hacen que una membrana se despolarice<br />

ante estímulos “sub-umbrales”, se denominan en conjunto “sensibilización” (5, 8, 9, 11, 18, 19).<br />

Cuando este fenómeno ocurre en las neuronas d<strong>el</strong> sistema nervioso periférico, esta se denomina<br />

“sensibilización periférica”; por <strong>el</strong> contrario, cuando ocurre en neuronas d<strong>el</strong> sistema nervioso<br />

central, esta se denomina “sensibilización central”. La representación clínica de esta eventualidad,<br />

se caracteriza por una respuesta <strong>dolor</strong>osa excesiva tras la realización de un estímulo que<br />

normalmente es <strong>dolor</strong>oso. Dicho signo clínico se denomina “hiperalgesia”, y ocurre a consecuencia<br />

de la “sensibilización” de la membrana de la fibra nerviosa (5, 8, 9, 11, 18, 19).<br />

Ahora bien, hemos identificado que la membrana neuronal, requiere ciertas habilidades que le<br />

permitan mantener la estabilidad <strong>el</strong>éctrica. De igual forma, hemos evidenciado que se requieren de<br />

estructuras moleculares especializadas que sean capaces de proporcionarle a la membrana, la<br />

energía suficiente <strong>para</strong> activar a otras que le permitan <strong>el</strong> retorno al equilibrio en forma rápida. Las<br />

estructuras de la membrana que le permiten retomar este equilibrio, son los receptores transmembrana<br />

y los canales iónicos (5, 8, 9, 11, 18, 19).<br />

4.1. Los receptores trans-membrana y la sensibilización.<br />

Para <strong>entender</strong> a los receptores trans-membrana (RTM), es necesario conceptualizarlos como<br />

proteínas; así como, identificar algunas de las propiedades que poseen. En este sentido, vale la<br />

pena destacar que las proteínas, se encuentran conformadas por cadenas de aminoácidos; las<br />

cuales, tienen la capacidad de plegarse una o varias veces (20).<br />

En <strong>el</strong> caso de las proteínas de la membrana, cada uno de estos pliegues, puede atravesarla en<br />

más de una ocasión. De tal forma que cada uno de los segmentos de la cadena que atraviesa a la<br />

membrana, recibe <strong>el</strong> nombre “dominio de membrana”. Por otro lado, en los extremos de esta<br />

cadena de aminoácidos, se encuentra a un grupo “amino” [H-N(R)-H] en un lado, y a uno<br />

“carboxilo” [RC=O] en <strong>el</strong> otro. Por <strong>el</strong>lo, un extremo recibe <strong>el</strong> nombre de “N-terminal” y <strong>el</strong> otro de “Cterminal”<br />

(20).<br />

Otra característica de las proteínas, es que su cadena de aminoácidos (también llamada “cadena<br />

poli-péptida”), al plegarse, adquiere una estructura tridimensional específica. En este sentido,<br />

algunas proteínas presentan dos o más “cadena poli-péptidas”; las cuales, están asociadas en<br />

forma no covalente (mediante enlaces di-sulfuro), y reciben <strong>el</strong> nombre de “proteínas con múltiples<br />

sub-unidades” (20).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 29<br />

De tal forma que cada “cadena poli-péptida”, es denominada “sub-unidad”; por consiguiente, cada<br />

una de estas “sub-unidades”, presentará un arreglo tridimensional específico. La r<strong>el</strong>evancia de esta<br />

propiedad, radica en <strong>el</strong> hecho de que esta serie de acoplamientos, permite que la proteína tenga<br />

una estructura tridimensional única; y la cual, determina su funcionamiento. Al mismo tiempo,<br />

sugiere que las proteínas pueden presentar un sinnúmero de formas (20).<br />

Muchas proteínas actúan como receptores de membrana; es decir, su función es generar un<br />

cambio bioquímico en <strong>el</strong> interior c<strong>el</strong>ular. Para <strong>el</strong>lo, requieren modificar su conformación estructural.<br />

En este sentido, los receptores de la membrana, presentan un sitio en <strong>el</strong> exterior c<strong>el</strong>ular y otro sitio<br />

en <strong>el</strong> interior; y por <strong>el</strong>lo, son considerados “proteínas integrales”. El cambio en su forma, ocurre<br />

cuando una sustancia con afinidad <strong>el</strong>éctrica por <strong>el</strong> receptor (“moléculas de señalización”), se une a<br />

un sitio proteico específico d<strong>el</strong> exterior c<strong>el</strong>ular (“sitio de unión”). Este acoplamiento, confiere un<br />

cambio en <strong>el</strong> arreglo espacial de las “sub-unidades”, y permite un cambio bioquímico en <strong>el</strong> interior<br />

c<strong>el</strong>ular. Este proceso, recibe <strong>el</strong> nombre de “transducción” (20).<br />

En <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> estímulo <strong>dolor</strong>oso, cuando se incrementa su intensidad, aumenta la cantidad de<br />

sustancias capaces de funcionar como “moléculas de señalización”; cada una de <strong>el</strong>las, posee una<br />

carga <strong>el</strong>éctrica específica y puede modificar <strong>el</strong> microambiente c<strong>el</strong>ular. Cuando este estímulo,<br />

alcanza <strong>el</strong> “umbral” de la membrana; esta modifica su carga <strong>el</strong>éctrica, atrayendo a dichas<br />

“moléculas de señalización”. Cuando estas se encuentran lo suficientemente cerca d<strong>el</strong> receptor,<br />

por atracción de cargas, se unen a su sitio receptor; lo que favorece, la generación de un cambio<br />

bioquímico (“transducción”) que tiene la finalidad, de mantener la estabilidad de la membrana<br />

(“despolarización”), y permitir la “transmisión” de dicho estímulo (20).<br />

Los RTM se clasifican de acuerdo a su estructura molecular en seis clases numeradas de la 1 a la<br />

6, o denominadas de la A a la F. En los humanos, dichos receptores, pueden atravesar la<br />

membrana en siete ocasiones; es decir, cuentan con siete “dominios” de membrana. En<br />

consecuencia, son denominados: (i) “receptores con siete dominios”, (ii) “7TM”, o (iii)<br />

“heptahélicos”. Aunado a <strong>el</strong>lo, dado que se encuentran en r<strong>el</strong>ación conformacional con una<br />

proteína G, también se conocen como “RTM acoplados a proteína G” o “RTM unidos a proteína G”.<br />

Entre los receptores de esta familia, por destacar a algunos, se encuentran los de serotonina,<br />

histamina, bradicinina, acetilcolina, canabinoides, opioides, entre muchos más (21-23).<br />

La importancia de estas estructuras proteicas, radica en los diferentes mecanismos mediante los<br />

cuales, son capaces de incidir en la transmisión de los estímulos. Entre estos se han identificado:<br />

(i) un incremento en <strong>el</strong> calcio libre intrac<strong>el</strong>ular, (ii) inhibición de la acción de la adenilato-ciclasa, (iii)<br />

estimulación en la producción de “cinasas mitogénicas activadas por proteínas” (mytogen-activated<br />

protein kinase, MAPK), y (iv) estimulación en la acción de la fosfolipasa C (Figura 2.5) (21-23).<br />

En este sentido, los iones de calcio participan en diferentes aspectos de la señalización<br />

intrac<strong>el</strong>ular; actuando como: (i) segundos mensajeros, (ii) facilitando la producción de energía<br />

(ATPasa membranal dependiente de calcio o PMCA), (iii) regulando la acción de las proteínas<br />

transportadoras, (iv) permite la generación de un gradiente <strong>el</strong>ectroquímico mediante <strong>el</strong> intercambio<br />

iónico (canales iónicos dependientes de voltaje), (v) entre otros. No obstante a su activa<br />

participación en la función c<strong>el</strong>ular, su entrada excesiva en <strong>el</strong> interior c<strong>el</strong>ular (como ocurre en<br />

algunas enfermedades neurodegenerativas), puede condicionar apoptosis o muerte por necrosis<br />

(24, 25).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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30 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Por otro lado, la adenilato-ciclasa en la membrana, se encuentra en cercanía a los canales de<br />

calcio. Su activación o inhibición, está regulada por receptores transmembranales acoplados a<br />

proteínas G; y su función, es transformar <strong>el</strong> ATP en cAMP. Este último, tiene un pap<strong>el</strong> r<strong>el</strong>evante en<br />

la “transducción” de la señal neuronal actuando como segundo mensajero, y regulando la función<br />

de otras proteínas como la proteíncinasa A y los canales de iónicos de compuerta activada por<br />

nucleótidos cíclicos (26, 27).<br />

Así mismo, se ha propuesto que la familia enzimática de la MAPK, participa en la expresión génica,<br />

la sobrevida/muerte c<strong>el</strong>ular, la mitosis y diferenciación c<strong>el</strong>ular; <strong>para</strong> lograrlo, necesitan inducir<br />

“oncogenes” no-nucleares, esto posiblemente favorece: (i) la formación de proteínas (receptores)<br />

capaces de responder a estímulos de menor intensidad, (ii) la sobre-producción de receptores<br />

transmembranales; o bien, (iii) la muerte c<strong>el</strong>ular (apoptosis). De igual forma, modulan la respuesta<br />

c<strong>el</strong>ular al “factor de crecimiento nervioso” (NGF) y al “factor neurotrófico derivado d<strong>el</strong> cerebro”<br />

(BDNF) (28).<br />

Finalmente, la fosfolipasa C (PLC), se encuentra involucrada en la unión lipídica dependiente de la<br />

entrada de calcio al interior de la célula y en <strong>el</strong> metabolismo d<strong>el</strong> fosfatidilinositol difosfato (PIP2).<br />

Este último, actúa como segundo mensajero y modifica diversas respuestas c<strong>el</strong>ulares<br />

(proliferación, diferenciación, apoptosis, remod<strong>el</strong>ación cito-estructural, tránsito vesicular, y<br />

conductancia de los canales iónicos). El metabolismo d<strong>el</strong> PIP2, produce inositol trifosfato (IP3) y<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 31<br />

diacilglicerol (DAG). El IP3, permite la apertura de los canales de calcio y regula la proliferación<br />

c<strong>el</strong>ular. Por otro lado <strong>el</strong> DAG activa a la proteína cinasa C (CPK), es precursor d<strong>el</strong><br />

endocanabinoide 2-aracnoidil-glicerol, y activa a una subfamilia de los canales iónicos (“canales<br />

catiónicos con potencial receptor transitorio”, TRPC) (20).<br />

Por otro lado la CPK, se encuentra asociada en la generación d<strong>el</strong> potencial excitatorio<br />

postsináptico mediada por acetilcolina y en la excitación neuronal mediada por serotonina (20).<br />

Con base en lo anterior, es posible que la estimulación en la producción de PLC mediada por los<br />

“RTM acoplados a proteína G”, favorezca la excitabilidad neuronal mediada por serotonina,<br />

acetilcollina, y por canales iónicos (TRPC), promueva la entrada de calcio intrac<strong>el</strong>ular, participe en<br />

la expresión génica y en la muerte c<strong>el</strong>ular, y en la activación de otras vías (ej.: sistema<br />

endocanabinoide). Todos estos procesos, favorecen la “sensibilización” neuronal observada en la<br />

hiperalgesia (20).<br />

5. La hiperalgesia como manifestación de la sensibilización.<br />

La inflamación es un conjunto de interacciones complejas que ocurre entre los factores solubles y<br />

las células (29). Este proceso se lleva a cabo mediante quimiorreceptores o quimioceptores (QR);<br />

estos receptores, traducen un estimulo químico en un potencial de acción, detectando<br />

modificaciones d<strong>el</strong> entorno c<strong>el</strong>ular ocasionados por cambios en la concentración de iones (aniones<br />

y cationes) (11). Pertenecen al grupo de “RTM acoplados a proteina G” de clase A (en inglés:<br />

Rhodopsin-like receptors) (20).<br />

5.1. Receptores involucrados en la hiperalgesia por inflamación.<br />

5.1.1. Prostanoides.<br />

Se han identificado diversos tipos y subtipos de RTM <strong>para</strong> prostanoides; su clasificación, depende<br />

d<strong>el</strong> tipo de prostaglandina o tromboxano que se una a <strong>el</strong>los. Estos receptores regulan <strong>el</strong> aumento o<br />

disminución d<strong>el</strong> cAMP y la movilización d<strong>el</strong> calcio hacia <strong>el</strong> interior c<strong>el</strong>ular (30). Los prostanoides<br />

son derivados d<strong>el</strong> ácido araquidónico; esto ocurre mediante la intervención de la ciclooxigenasa<br />

(COX) (32).<br />

Entre <strong>el</strong>los, se encuentra la prostaciclina (PGE2), quien participa activamente en la respuesta<br />

inflamatoria; se ha propuesto que actúa sobre su receptor específico (EP1) y que modifica la<br />

intensidad de la respuesta (sensibiliza) de los receptores de bradicinina, y de receptores de<br />

histamina (31). Más aún, la producción de receptores EP1 se incrementa significativamente<br />

después de la lesión; y su aumento es proporcional a la expresión de COX1 en las neuronas<br />

presinápticas de las astas de las raíces dorsales (32).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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32 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

5.1.2. Bradicinina e histamina.<br />

Se han identificado dos tipos de receptores de bradicinina (BK1 y BK2). La activación de los<br />

receptores de bradicinina B2 (BK2), facilita la activación y sensibilización prolongada de las fibras<br />

aferentes primarias (fibras C). Aunado a lo anterior, este subtipo de receptores, estimula la<br />

producción de mediadores pro-inflamatorios (prostanoides y citocinas) mediante la activación de<br />

fibras simpáticas postganglionares; contribuyendo al mantenimiento de la respuesta inflamatoria y<br />

de la hiperalgesia (33).<br />

En este sentido, cabe destacar que la bradicinina produce, de forma dosis-dependiente, una<br />

respuesta excesiva a un estímulo térmico <strong>dolor</strong>oso (hiperalgesia térmica). De tal forma, que esta<br />

sustancia, posiblemente interactúe sobre los receptores de la familia TRP y TTX (34, 35). La<br />

producción de prostaciclina (PGE2), favorece la liberación de histamina por las células cebadas o<br />

mastocitos; este mecanismo, produce vasodilatación e incremento de la permeabilidad vascular<br />

(34).<br />

Su unión a los receptores de histamina (H1) activa a la fosfolipasa C y permite la entrada de calcio<br />

mediada por <strong>el</strong> PIP2. Es posible que los receptores de bradicinina e histamina, también<br />

interactúen, con los canales de calcio dependientes de voltaje (específicamente los de tipo N)<br />

favoreciendo la presencia de hiperalgesia (34).<br />

5.1.3. Receptores TRP, TTX y la inflamación neurogénica.<br />

Los receptores d<strong>el</strong> grupo TRP, son RTM d<strong>el</strong> tipo de canales iónicos no-s<strong>el</strong>ectivos y son<br />

permeables a cationes (calcio y magnesio preferentemente); mientras que los d<strong>el</strong> grupo TTX, son<br />

RTM de sodio dependientes de voltaje (19). Los receptores TTX, están conformados por 4<br />

unidades de 6 dominios cada una, y se encuentran asociados a “sensibilización inducida por la<br />

inflamación” en las neuronas aferentes primarias de umbral alto (en especial <strong>el</strong> subtipo NaV1.8)<br />

(36, 37). Es posible que este grupo de receptores, se exprese únicamente en este grupo de<br />

neuronas (aferentes primarias de umbral alto), y que estas se encuentren r<strong>el</strong>acionadas con la<br />

nocicepción (36). Los receptores TRPV1 (vanilloides 1 o VR1), se han involucrado en la producción<br />

de hiperalgesia en humanos y mod<strong>el</strong>os animales (38).<br />

La capsaicina, promueve la hiperalgesia producida por un estímulo mecánico estático (puntata) y<br />

dinámico (stroking) (39). Esta sustancia actúa en los receptores TRPV1, y diversos estímulos como<br />

la temperatura (mayor de 43 grados centígrados), <strong>el</strong> pH (disminución de hidrogeniones), y<br />

sustancias como la anandamida y N-aracnoidil-dopamina (d<strong>el</strong> sistema endocanabinoide);<br />

promueven la activación de este receptor. Por tal motivo, es posible que estos receptores,<br />

participen en <strong>el</strong> proceso nociceptivo mediante una interacción con otros sistemas (eicosanoides,<br />

endocanabinoides, anhidrasas, citocinas, etc.) (39, 40).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 33<br />

Las neuronas sensitivas de pequeño calibre (fibras C) que son sensibles a la capsaicina, juegan<br />

un pap<strong>el</strong> importante en la generación de la inflamación neurogénica (39, 40). En este sentido, los<br />

receptores TRPV1, posiblemente sean los responsables de la señalización neuronal generada por<br />

los mediadores inflamatorios. De tal forma que <strong>el</strong> incremento en la densidad de estos receptores<br />

en la membrana (su aumento en número) y la potenciación d<strong>el</strong> receptor mediada por fosforilación,<br />

son <strong>el</strong>ementos que posiblemente se encuentren involucrados en la generación la hiperalgesia<br />

térmica (40).<br />

La inflamación neurogénica se produce por sobre-estimulación de las terminales aferentes<br />

primarias; a consecuencia de lesión o inflamación tisular. El exceso de actividad sobre las<br />

neuronas sensitivas produce vasodilatación, extravasación de plasma, e hipersensibilidad. De<br />

acuerdo a su mecanismo (abordaje mecanicista), la inflamación neurogénica, ocurre a<br />

consecuencia de la liberación de sustancias desde las terminales nerviosas sensitivas; las cuales,<br />

actúan directamente o indirectamente sobre las terminales periféricas. Dichas sustancias, activan o<br />

sensibilizan a los nociceptores, células endot<strong>el</strong>iales o inmunocitos (40).<br />

5.1.4. Otros receptores.<br />

Las óxido nítrico sintetasas (NOS), se clasifican en neuronales (gen NOS1), inducidas (gen NOS2),<br />

y endot<strong>el</strong>iales (gen NOS3). Su acción favorece: (i) activación d<strong>el</strong> GMPc, (ii) disminución d<strong>el</strong> calcio<br />

intrac<strong>el</strong>ular (mecanismo de auto-modulación), y (iii) activa “canales de potasio de baja<br />

conductancia activados por calcio” (“SK chann<strong>el</strong>s” en inglés, y se han involucrado en los<br />

mecanismos generadores de la plasticidad sináptica). Esta familia de oxidoreductasas toma <strong>el</strong><br />

nitrógeno terminal de la L-arginina, y en presencia de NADPH y dióxigeno, produce óxido nítrico.<br />

Esta sustancia (derivado d<strong>el</strong> incremento en la concentración intra-neuronal d<strong>el</strong> calcio) en la médula<br />

espinal, se ha asociado a la producción de hiperalgesia. Es posible que <strong>el</strong> incremento de citocinas<br />

durante la respuesta inflamatoria, promueva la actividad de la “óxido nitrico-sintetasa” (NOS)<br />

mediante la expresión d<strong>el</strong> RNAm que traduce la síntesis de esta enzima (41).<br />

5.2. Hiperalgesia en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Posterior a la lesión de un nervio, se desarrolla hiperalgesia neuropática. Este fenómeno se<br />

produce ante estímulos de presión y térmicos a calor (43). En ese sentido, se ha identificado que <strong>el</strong><br />

<strong>dolor</strong> evocado por presión dinámica es codificado por las fibras A-d<strong>el</strong>ta; por otro lado, <strong>el</strong> <strong>dolor</strong><br />

producido por calor, es transmitido por las fibras C (43).<br />

Sin embargo, bajo condiciones crónicas (ej.: neuralgia), las fibras tipo C pueden responder ante<br />

estímulos térmicos por cortos periodos de tiempo (43). En consecuencia es probable que dichas<br />

fibras, se r<strong>el</strong>acionen con la presentación de hiperalgesia; y que se encuentre mediada por<br />

mecanismos que involucran a las neuronas d<strong>el</strong> sistema nervioso central (sensibilización central)<br />

(43-45).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 33 de 72


34 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

En este sentido, tras la lesión nerviosa, se ha identificado que la integridad axonal juega un pap<strong>el</strong><br />

determinante en la generación de hiperalgesia. Por un lado, la presencia de inflamación periaxonal,<br />

es considerada un <strong>el</strong>emento indispensable <strong>para</strong> que esta ocurra (46). Por otro, la<br />

regeneración distal de dichas estructuras, posiblemente inicie la resolución d<strong>el</strong> cuadro clínico (47).<br />

En consecuencia, es probable que la perdida de la integridad de la neurona condicione la<br />

activación de los mecanismos moleculares responsables de este fenómeno.<br />

Más aún, en mod<strong>el</strong>os de <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>, se ha identificado que en la hiperalgesia también<br />

participa la sensibilización central. Esta, al parecer, se encuentra mediada por la intervención de<br />

los receptores NMDA, GABA-A, NK-1, TRPV1, de ATP (ej.: ATP-P3X), de kainato, de glutamato,<br />

de serotonina, de opioides, y de canabinoides (ej.: CB1) (48-56). Aunado a esto se ha identificado<br />

que la vía nor-adrenérgica, los receptores de ATP (ej.: ATP-P2X), los prostanoides, y los TTX-r (ej.:<br />

NAV 1.8), no participan en <strong>el</strong> mantenimiento de esta respuesta (42, 57-60).<br />

La activación de los receptores NMDA, ocurre como resultado d<strong>el</strong> incremento en la producción de<br />

óxido nítrico y subsecuente activación de la guanilato-ciclasa (cGMP). Es posible que este y otros<br />

mecanismos participen en la generación de la hiperalgesia térmica observada en este tipo de <strong>dolor</strong><br />

(48-50, 61). En este sentido, durante la fase de inducción d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>, se bloquea a esos<br />

receptores (NMDA) y los de glutamato (I-Glu) (54). Sugiriendo que los receptores NMDA, juegan<br />

diferentes pap<strong>el</strong>es en <strong>el</strong> inicio y mantenimiento de la respuesta neuropática.<br />

Estos <strong>el</strong>ementos hacen evidente que los mecanismos que mantienen la hiperalgesia de origen<br />

inflamatorio, son diferentes de los que la manifiestan a consecuencia de la lesión nerviosa. En<br />

consecuencia se hace necesaria una clasificación basada en los mecanismos de generación; al<br />

mismo tiempo, se identifica la importancia de que la terapéutica tome como centro los mecanismos<br />

que producen este fenómeno (62).<br />

6. Mecanismos centrales de hiperalgesia.<br />

6.1. Mecanismos espinales.<br />

6.1.1. Receptores de glutamato.<br />

En la hiperalgesia se ha observado que la plasticidad neuronal a niv<strong>el</strong> espinal, juega un pap<strong>el</strong><br />

r<strong>el</strong>evante. Algunos procesos de la plasticidad neuronal, involucran la activación central de aminoácidos<br />

excitadores (glutamato, aspartato, cainato) (63, 64).<br />

Los “receptores de glutamato” son de dos tipos: (i) ionotrópicos o “canales iónicos compuertaligando”;<br />

es decir, necesitan un ligando (en este caso un amino-ácido excitador) <strong>para</strong> activarse, y<br />

(ii) metabotrópicos o “RTM acoplados a proteina G de clase C”. Este último se clasifica en: (i)<br />

ionotrópico AMPAr (receptor d<strong>el</strong> ácido alfa-amino-3-hidroxi-5-metil-4-isoxazolepropionico), (ii)<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 35<br />

ionotrópico NMDAr (receptor de N-metil-D-aspartato), (iii) ionotrópico KAr (receptor de cainatoaspartato),<br />

y (iv) <strong>el</strong> metabotrópico m-GluR (receptores motabotrópicos de glutamato) (63, 64).<br />

En <strong>el</strong> caso de los receptores metabotrópicos, además de los efectos propios de los “receptores<br />

acoplados a proteína G”, producen incremento d<strong>el</strong> sodio y potasio, y disminución d<strong>el</strong> glutamato.<br />

Por otro lado, los ionotrópicos causan un incremento en la entrada de sodio (calcio en pequeña<br />

cantidad) y la salida de potasio; estos iones, modulan la activad d<strong>el</strong> propio receptor. Se ha<br />

propuesto que los “receptores de glutamato”, juegan un pap<strong>el</strong> r<strong>el</strong>evante en la plasticidad neuronal.<br />

En este sentido, es posible que los cambios en la excitabilidad de la neurona (responsables de la<br />

sensibilización), modifiquen la densidad de receptores (NMDA y AMPA) en la postsinápsis (63, 64).<br />

Este proceso, posiblemente tiene que ver con las concentraciones intraneuronales de calcio<br />

(facilitando la inducción de CCK y la expresión de C-fos, C-jun, B-jun, CREB, etc.). Más aún, es<br />

posible la plasticidad también se r<strong>el</strong>acione con: (i) la disminución en la densidad de receptores<br />

AMPA membranales, (ii) la depleción de glutamato, y (iii) las modificación de la conductancia intraneuronal<br />

inducida por la fosforilación (63, 64).<br />

6.1.2. Receptores adrenérgicos.<br />

Diversos autores han identificado la “hiperalgesia inducida por noradrenalina” (noradrenalina, NA)<br />

(65). Esta sustancia es una catecolamina (aminoácido tirosina que contiene un grupo catecol y uno<br />

amina) y fenetilamina (conjugación de un alcaloide y una monoamina). Se biosintetiza a partir de<br />

tirosina <strong>para</strong> formar L-dopamina, dopamina y finalmente NA. Esta monoamina, tiene afinidad de<br />

unión por los receptores alfa-adrenérgicos (RTM acoplados a proteina G de clase A), los efectos<br />

intrac<strong>el</strong>ulares de este grupo de receptores han sido comentados con anterioridad. Y como se ha<br />

mencionado, posiblemente tengan un pap<strong>el</strong> en la hiperalgesia por inflamación, más no en la que<br />

ocurre a consecuencia de la lesión nerviosa.<br />

6.1.3. Factor de crecimiento nervioso.<br />

El “factor de crecimiento nervioso” (NGF), es una proteína que se encarga de la diferenciación y<br />

sobrevivencia de algunos grupos neuronales. Los receptores a los que se une esta proteína son<br />

los “receptores de tirosincinasa” (específicamente <strong>el</strong> subtipo A, TrKA) y <strong>el</strong> “receptor de NGF de baja<br />

afinidad” (LNGFR). Los receptores TrK, son receptores de la membrana que activan diferentes vías<br />

de señalización neuronal, incluyendo la vía de la MAP-cinasa (activada por quimioceptores<br />

acoplados a proteína G de clase A). El LNGFR, posiblemente participe en la muerte c<strong>el</strong>ular por<br />

apoptosis (20).<br />

El NGF juega un pap<strong>el</strong> importante en la función nociceptiva de los adultos. La liberación de esta<br />

proteína es modulada por la lesión inflamatoria de la pi<strong>el</strong> y se encuentra asociado a la producción<br />

de hiperalgesia térmica. Se ha identificado que los mastocitos (células cebadas) tienen un pap<strong>el</strong><br />

importante en la acción d<strong>el</strong> NGF. Entre las sustancias liberadas por la degranulación de los<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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36 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

mastocitos se encuentran: (i) serotonina, (ii) histamina, y (iii) NGF. No obstante a lo anterior, la<br />

administración de antagonistas de los receptores de serotonina o histamina, no previene la<br />

producción de “hiperalgesia inducida por NGF”. Lo anterior refleja <strong>el</strong> importante pap<strong>el</strong> d<strong>el</strong> NGF <strong>para</strong><br />

la producción de hiperalgesia térmica. Este hecho, posiblemente se asocie a la respuesta de<br />

neuronas sensitivas que contienen receptores TRPV1 (66).<br />

6.1.4. Receptores activados por proteinasas.<br />

Recientemente se ha propuesto la participación de los “receptores activados por proteinasas”<br />

(PAR) en los mecanismos nociceptivos. Estos receptores, son una subfamilia de los<br />

quimioceptores acoplados a proteína G clase A, constituida por 4 receptores denominados PAR1,<br />

PAR2, PAR3 y PAR4, y son activados por serin-proteasas (trombina y tripsina). Este grupo de<br />

receptores, posiblemente participe en la respuesta inflamatoria, <strong>el</strong> crecimiento muscular y en<br />

etapas de la remod<strong>el</strong>ación ósea (diferenciación y proliferación). La activación d<strong>el</strong> PAR1, PAR2 y<br />

PAR4 produce una respuesta inflamatoria; así como, hiperalgesia asociada a inflamación (67).<br />

6.1.5. Receptores GABA.<br />

El sistema GABAérgico presenta especial r<strong>el</strong>evancia en <strong>el</strong> procesamiento espinal de la<br />

nocicepción; sin embargo, recientemente comenzamos a <strong>entender</strong> como este sistema es modulado<br />

por la regulación de gradientes aniónicos. En los tejidos neuronales, los “co-transportadores d<strong>el</strong><br />

cation-clorhidro” regulan la homeostasia d<strong>el</strong> cloro. La activación y expresión de estos<br />

transportadores, tiene importantes implicaciones sobre la dirección y magnitud d<strong>el</strong> flujo aniónico a<br />

través de los canales GABA-A (68).<br />

Se ha identificado que dos “co-transportadores d<strong>el</strong> cation-clorhidro”, <strong>el</strong> NKCC1 (Na-K-2Cl) y <strong>el</strong><br />

KCC2 (co-transportador cloro-potasio familia 12 miembro 5), se encuentran involucrados en la<br />

transmisión y amplificación d<strong>el</strong> estímulo <strong>dolor</strong>oso. Por un lado, la actividad d<strong>el</strong> NKCC1 es<br />

modulada por las aferentes primarias inmediatamente después de la despolarización excesiva de<br />

las neuronas GABAérgicas. Esto favorece la despolarización “cruzada” de las neuronas aferentes<br />

de bajo y alto umbral. Por otro lado, la expresión d<strong>el</strong> KCC2, se reduce en las astas dorsales de la<br />

medula espinal después de una lesión nerviosa; la cual, resulta en una pérdida d<strong>el</strong> tono inhibitorio<br />

mediado por GABA/glicina (68).<br />

6.1.6. Mediadores tumorales.<br />

Los mediadores tumorales, aparentemente también participan en la respuesta nociceptiva. En este<br />

sentido, la endot<strong>el</strong>ina-1 (ET-1) estimula a los nociceptores y amplifica la respuesta al estímulo<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 37<br />

nocivo (produce hiperalgesia). Es posible que los receptores de estos mediadores participen en <strong>el</strong><br />

<strong>dolor</strong> neurogénico, <strong>el</strong> asociado al cáncer y <strong>el</strong> inflamatorio. Se han identificado que la ET-1 activa al<br />

“receptor de endot<strong>el</strong>ina A” (ETAR) y al “receptor de endot<strong>el</strong>ina B” (ETBR). Así mismo, se ha<br />

caracterizado que los ETAR posiblemente faciliten la respuesta <strong>dolor</strong>osa. Por <strong>el</strong> contrario, los<br />

ETBR, dependiendo de las condiciones, facilitan una respuesta tanto analgésica como <strong>dolor</strong>osa<br />

(69).<br />

6.2. Mecanismos supraespinales.<br />

La lesión tisular esta asociada con sensibilización de los nociceptores y con cambios subsiguientes<br />

en la excitabilidad neuronal (espinal). A este término se le ha denominado sensibilización central.<br />

Ambos fenómenos (la sensibilización neuronal y la de los nociceptores) favorecen respectivamente<br />

la presencia de hiperalgesia secundaria y primaria. Dado que la sensibilización central, refleja la<br />

plasticidad de las sinapsis de las neuronas espinales, se ha sugerido que los mecanismos de la<br />

hiperalgesia ocurren predominantemente en este sitio (70).<br />

En este sentido, a los receptores que actúan a niv<strong>el</strong> espinal (ej,: receptores de glutamato), se les<br />

ha implicado en <strong>el</strong> desarrollo de la hiperalgesia secundaria asociada a estructuras somáticas,<br />

neurales y viscerales. Entre los receptores de glutamato asociados a este fenómeno se encuentra<br />

<strong>el</strong> receptor NMDA, su activación, las concentraciones espinales de óxido nítrico, la proteinquinasa<br />

C, y otros mediadores; se han implicado con <strong>el</strong> mantenimiento de la hiperalgesia. No obstante esta<br />

serie de consideraciones, contamos con evidencia que sugiere que la hiperalgesia tiene<br />

mecanismos supraespinales. Posiblemente uno de los sitios de impacto se encuentra en la médula<br />

rostroventromedial (RVM) (70).<br />

La sustancia gris periacueductal y la médula RVM, con sus proyecciones a las astas dorsales de la<br />

médula espinal, constituyen <strong>el</strong> canal eferente d<strong>el</strong> “sistema descendente de modulación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>”.<br />

La estimulación <strong>dolor</strong>osa d<strong>el</strong> tejido periférico causa “más <strong>dolor</strong>” si esta inflamado (hiperalgesia<br />

primaria). En estos casos, la estimulación d<strong>el</strong> tejido circundante sin inflamación, se presentará<br />

también más <strong>dolor</strong>oso (hiperalgesia secundaria) (71).<br />

En mod<strong>el</strong>os animales de inflamación, <strong>el</strong> “sistema descendente de modulación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>”, utiliza<br />

controles inhibitorios (<strong>para</strong> la hiperalgesia primaria) y excitadores (<strong>para</strong> la hiperalgesia secundaria).<br />

La inhibición y facilitación descendentes, durante la inflamación periférica, no ocurren únicamente a<br />

consecuencia de los sistemas modulares pre-existentes; sino además, existen cambios en la<br />

médula RVM “inducidos por la inflamación”. Dichos cambios, involucran a los receptores <strong>para</strong><br />

NMDA, AMPA, colecistoquinina (CCK), y neurotensina; así como, la síntesis de encefalinas y de<br />

óxido nítrico (71).<br />

7. La alodinia.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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38 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Como se ha ido analizando a lo largo d<strong>el</strong> texto, la hiperalgesia ocurre como consecuencia de la<br />

“sensibilización” de la membrana c<strong>el</strong>ular; observándose diferencias entre la que ocurre a<br />

consecuencia de la inflamación y la que se presenta como resultado de la lesión nerviosa (11, 20,<br />

49-60). En este proceso de “sensibilización”, participan las neuronas que se encuentran en la<br />

periferia y las que se encuentran en la médula espinal (70). Estos mecanismos explican la<br />

presencia de <strong>dolor</strong> ante un estímulo que es <strong>dolor</strong>oso por naturaleza; sin embargo, no explican<br />

puntualmente, a la alodinia como otra característica d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

En este sentido, la inducción y mantenimiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> mediado por inflamación, es resultado de la<br />

respuesta producida por fibras aferentes primarias de tipo C que han sido sensibilizadas. Más aún,<br />

después de una respuesta inicial e intensa, generada por las fibras lesionadas; se manifiestan<br />

estímulos anormales (“ectópicos”), que inician y mantienen la sintomatología neuropática. En los<br />

estados inflamatorios, estas repuestas pueden verse modificadas por la intervención sobre<br />

diversos mecanismos asociados; entre estos se encuentran, la inhibición de la COX-1 sintetasa, o<br />

<strong>el</strong> antagonismo de los receptores BK2 (9).<br />

Por otro lado, la participación de la función simpática, ha presentado controversias con respecto al<br />

tipo de respuesta en la que participa. Sobre esto, se ha identificado que se encuentra involucrada<br />

en la respuesta inflamatoria; sin embargo, en la lesión nerviosa, al parecer no tiene un pap<strong>el</strong><br />

destacado. En consecuencia, los medicamentos que pudieran inhibir <strong>el</strong> mantenimiento simpático,<br />

posiblemente tengan una participación más importante sobre los eventos inflamatorios, y una<br />

menos destacada en los generados por lesión nerviosa (9).<br />

No obstante a que esta serie de mecanismos, juega un pap<strong>el</strong> determinante en la generación de<br />

hiperalgesia; <strong>el</strong> sistema nervioso central, presenta una serie de adaptaciones que le permiten<br />

amplificar las descargas excesivas o anormales de las fibras aferentes. Este mecanismo central de<br />

amplificación de la respuesta, posiblemente es <strong>el</strong> responsable de la generación de la alodinia.<br />

Pese a que los <strong>el</strong>ementos que condicionan la “sensibilización” central, pueden ser d<strong>el</strong>etéreos;<br />

algunos de <strong>el</strong>los se presentan rápidamente, y regresan a la normalidad cuando cesa la activación<br />

periférica (9).<br />

En consecuencia los procesos involucrados en la “sensibilización central rápida”, no promueven los<br />

cambios fenotípicos o morfológicos asociados a la neuro-protección. Más bien, es posible que<br />

participen en disminuir la lesión y los procesos conductuales enfocados al retiro d<strong>el</strong> factor de daño.<br />

Es decir, los mecanismos responsables d<strong>el</strong> mantenimiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> crónico, incluyen la generación<br />

de cambios fenotípicos o morfológicos independientes de los procesos periféricos (9).<br />

En este sentido, las fibras “mecano-sensitivas de bajo umbral tipo A-beta”, se encuentran<br />

involucradas en la generación de la alodinia. Estas fibras, en condiciones normales, son<br />

responsables de la transmisión d<strong>el</strong> tacto superficial y la vibración. En este sentido, ante la<br />

presencia de lesión, se presentan patrones de “disparo” anormales en las fibras de pequeño calibre<br />

(tipo C) y en las de gran calibre (tipo A-beta). Aunque se ha propuesto que las fibras de gran<br />

calibre participan en la respuesta adrenérgica, la inhibición simpática no modifica completamente la<br />

respuesta alodínica; lo anterior, sugiere <strong>el</strong> involucro de estructuras centrales (9).<br />

Estos <strong>el</strong>ementos, insinúan la activación s<strong>el</strong>ectiva de fibras A-beta. La acción de estas fibras, incide<br />

sobre las neuronas de segundo orden de las astas dorsales en la médula; especialmente, sobre los<br />

receptores AMPA. En este sentido, tras la lesión nerviosa, se ha identificado que estos receptores<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 39<br />

presentan un incremento en la permeabilidad al calcio. Esta respuesta es dependiente d<strong>el</strong> tiempo<br />

de exposición, y <strong>para</strong>l<strong>el</strong>a a la sensibilización mecánica y la alodinia mecánica. Es posible, que<br />

estas alteraciones ocurran a consecuencia de la comunicación neuronal que existe entre las<br />

neuronas nociceptivas y las no-nociceptivas en los ganglios de las raíces dorsales o por la<br />

plasticidad que se presenta en los neuromas. No obstante a esto, la alodinia también se presenta<br />

en ausencia de lesión nerviosa (9).<br />

La participación de las fibras A-beta, no excluye a los demás grupos neuronales. En este sentido,<br />

las fibras tipo C “profundas”; posiblemente también contribuyan en la respuesta alodínica de tipo<br />

mecánico. Se ha identificado que estas últimas, son capaces de sensibilizar a las neuronas de<br />

amplio rango dinámico (WDR) localizadas en las astas dorsales (9).<br />

Este mecanismo, posiblemente se encuentre r<strong>el</strong>acionado con algunos tipos de alodinia (mecánica).<br />

Sobre esto, se ha propuesto que la actividad de las fibras C en la médula, es capaz de facilitar la<br />

inducción de la alodinia mediada por las fibras A-beta. La activación conjunta de fibras C y A-beta,<br />

puede incrementar la respuesta de las neuronas WDR. Por <strong>el</strong> contrario, se ha identificado que las<br />

fibras A-beta, son capaces de reclutar fibras C “silentes” (alodinia al frio). Esto facilita la<br />

reverberación d<strong>el</strong> sistema, la super-activación de las neuronas WDR, y promueve la sensibilización<br />

de los receptores AMPA de las neuronas de segundo orden (9).<br />

Por otro lado, en condiciones normales, las inter-neuronas inhibitorias (ININ), son activadas por<br />

fibras de pequeño y gran calibre. En estados alterados, su actividad se encuentra reducida,<br />

permitiendo la sobre-activación de las neuronas WDR, y la transmisión incrementada d<strong>el</strong> estímulo<br />

mecanoceptivo. Este fenómeno no se observa en los estados inflamatorios; en consecuencia, es<br />

probable que este último mecanismo sea reservado a la lesión nerviosa, y que existan otros<br />

mecanismos centrales capaces de explicar otros tipos de alodinia (ej.: la producida por calor o frío)<br />

(9).<br />

La incorrecta interpretación de la información transmitida por las aferentes A-beta, posiblemente se<br />

encuentre r<strong>el</strong>acionada con su reordenamiento en la médula espinal; permitiendo, su distribución<br />

hacia zonas laminares más superficiales. Aunado a esto, también se ha identificado una<br />

disminución en la actividad de las ININ de tipo GABAérgico (receptores GABA-A). Es posible que<br />

esto mecanismos, participen junto con la sensibilización de las neuronas WDR, en la generación<br />

de la alodinia de respuesta rápida (tacto) (9).<br />

8. Resumen.<br />

Se considera como <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>, a aqu<strong>el</strong> que se origina por la lesión o disfunción d<strong>el</strong> sistema<br />

nervioso (2). En este sentido, debemos recordar que <strong>el</strong> sistema nervioso se divide en dos grandes<br />

grupos (central y periférico). De ahí que la clasificación de los síndromes <strong>dolor</strong>osos <strong>neuropático</strong>s se<br />

categorice de tal forma (3-5). En consecuencia, es posible inferir que existen mecanismos que<br />

inciden sobre las vías periféricas y otros sobre las centrales.<br />

Para <strong>entender</strong> la forma en la se transmiten los estímulos, es necesario identificar a la neurona (o<br />

célula nerviosa) como unidad estructural y funcional d<strong>el</strong> sistema nervioso. Dichas unidades son de<br />

varios tipos; sin embargo, una de sus características morfológicas más r<strong>el</strong>evantes, es <strong>el</strong> poseer<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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40 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

prolongaciones citoplasmáticas finas (también llamadas fibras nerviosas) (7). Dichas fibras se<br />

clasifican de acuerdo a su diámetro, su v<strong>el</strong>ocidad de transmisión y su estructura (9).<br />

En ese sentido, las de tipo C, son d<strong>el</strong>gadas (0.4 a 1.2 micrómetros de diámetro), carecen de<br />

mi<strong>el</strong>ina, y su conducción es lenta (0.5 a 2 metros por segundo). Las de tipo A-d<strong>el</strong>ta, son de<br />

mediano calibre (2 a 6 micrómetros de diámetro), presentan mi<strong>el</strong>ina, y su v<strong>el</strong>ocidad de conducción<br />

es intermedia (12 a 30 metros por segundo). Finalmente, las de tipo A-beta, son gruesas (más de<br />

10 micrómetros de diámetro), también son mi<strong>el</strong>inizadas, y su conducción es rápida (30 a 100<br />

metros por segundo) (9). Cada una de <strong>el</strong>las responde en forma específica ante los estímulos que<br />

se le proporcionen.<br />

En <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>, podemos identificar las siguientes cualidades de las fibras<br />

aferentes primarias, se encuentran alteradas: (i) la transmisión de estímulos presenta una<br />

especificidad y s<strong>el</strong>ectiva o dirigida y diferenciada; (ii) un solo estímulo nocivo con diferentes<br />

intensidades puede ser transmitido por varios grupos neuronales especializados; (iii) la distribución<br />

tisular e interconectividad neuronal hace más eficiente <strong>el</strong> sistema de conducción; (iv) la distribución<br />

tisular también permite la interacción neuronal con otros sistemas (ej.: neurovegetativo, neuroinmunológico,<br />

etc.); (v) su capacidad de respuesta puede modificarse tras la exposición continua a<br />

un estímulo nocivo; y (vi) la información d<strong>el</strong> estimulo <strong>dolor</strong>oso que es transmitida permite identificar<br />

la localización espacial d<strong>el</strong> mismo.<br />

En consecuencia, cuando un estímulo <strong>dolor</strong>oso incrementa su intensidad, aumenta la cantidad de<br />

sustancias capaces de funcionar como “moléculas de señalización”; cada una de <strong>el</strong>las, posee una<br />

carga <strong>el</strong>éctrica específica y puede modificar <strong>el</strong> microambiente c<strong>el</strong>ular. Cuando este estímulo,<br />

alcanza <strong>el</strong> “umbral” de la membrana; esta modifica su carga <strong>el</strong>éctrica, atrayendo a dichas<br />

“moléculas de señalización”. Cuando estas se encuentran lo suficientemente cerca d<strong>el</strong> receptor,<br />

por atracción de cargas, se unen a su sitio receptor; lo que favorece, la generación de un cambio<br />

bioquímico (“transducción”) que tiene la finalidad, de mantener la estabilidad de la membrana<br />

(“despolarización”), y permitir la “transmisión” de dicho estímulo (20). Este proceso se conoce como<br />

“sensibilización”.<br />

En <strong>el</strong>, los RTM participan en forma destacada. La importancia de estas estructuras proteicas,<br />

radica en los diferentes mecanismos mediante los cuales, son capaces de incidir en la transmisión<br />

de los estímulos. Entre estos se han identificado: (i) un incremento en <strong>el</strong> calcio libre intrac<strong>el</strong>ular, (ii)<br />

inhibición de la acción de la adenilato-ciclasa, (iii) estimulación en la producción de “cinasas<br />

mitogénicas activadas por proteínas” (mytogen-activated protein kinase, MAPK), y (iv) estimulación<br />

en la acción de la fosfolipasa C (21-23). Lo que incrementa la eficiencia de la membrana en <strong>el</strong><br />

proceso de “sensibilización”. Su representación clínica, es la presencia de “hiperalgesia”.<br />

Existe evidencia que sugiere que los mecanismos que mantienen la hiperalgesia de origen<br />

inflamatorio, son diferentes de los que la manifiestan como consecuencia de la lesión nerviosa. En<br />

consecuencia se hace necesaria una clasificación basada en los mecanismos de generación; al<br />

mismo tiempo, se identifica la importancia de que la terapéutica tome como centro los mecanismos<br />

que producen este fenómeno (62).<br />

Por otro lado, las fibras “mecano-sensitivas de bajo umbral tipo A-beta”, se encuentran<br />

involucradas en la generación de la alodinia. Estas fibras, en condiciones normales, son<br />

responsables de la transmisión d<strong>el</strong> tacto superficial y la vibración. En este sentido, ante la<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 40 de 72


Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 41<br />

presencia de lesión, se presentan patrones de “disparo” anormales en las fibras de pequeño calibre<br />

(tipo C) y en las de gran calibre (tipo A-beta). Aunque se ha propuesto que las fibras de gran<br />

calibre participan en la respuesta adrenérgica, la inhibición simpática no modifica completamente la<br />

respuesta alodínica; lo anterior, sugiere <strong>el</strong> involucro de estructuras centrales (9).<br />

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Página 46 de 72


Módulo 3.<br />

Manifestaciones clínicas d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

1. El objetivo de la evaluación médica.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 47<br />

El objetivo principal de la evaluación médica es “realizar un diagnóstico correcto que permita<br />

proporcionar una estrategia terapéutica óptima”. En ese sentido, la realización de un diagnóstico<br />

médico, requiere de la realización de complejos algoritmos de análisis por parte d<strong>el</strong> médico que lo<br />

establecerá; y que en la mayoría de las ocasiones, se fundamenta en <strong>el</strong> conocimiento que este<br />

tiene de las diversas entidades nosológicas y de sus experiencias previas con respecto a dichas<br />

enfermedades (1).<br />

No obstante a la simplicidad de ese concepto, es imperativo que <strong>el</strong> médico realice aqu<strong>el</strong>las<br />

acciones que permitan un diagnóstico sindromático y etiológico; lo anterior, con <strong>el</strong> objetivo de<br />

proporcionar una terapéutica óptima y eficiente. Por <strong>el</strong>lo, <strong>el</strong> clínico necesita: (a) realizar una historia<br />

dirigida (historia de <strong>dolor</strong> previo a la intervención, referencia de <strong>dolor</strong> en procedimientos previos,<br />

historial médico, historia psicológica y psicosocial, historia familiar), (b) permitir la expresión libre<br />

siempre que sea posible, y (c) registrar esta información en forma clara, concisa, lógica y ordenada<br />

(1).<br />

2. La evaluación d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

2.1. Conceptualización d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

La <strong>el</strong>aboración de criterios diagnósticos, es vital <strong>para</strong> <strong>el</strong> establecimiento de un diagnóstico correcto.<br />

Para <strong>el</strong>lo, es necesario que todos los profesionales de la salud reconozcan, conozcan, y estén de<br />

acuerdo con la comunidad científica internacional. En este sentido, la Asociación Internacional <strong>para</strong><br />

<strong>el</strong> Estudio y Tratamiento d<strong>el</strong> Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), ha definido al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong><br />

como aqu<strong>el</strong> que ocurre a consecuencia de la lesión o disfunción d<strong>el</strong> sistema nervioso (2).<br />

En <strong>el</strong> módulo I, hemos identificado que esta definición se encuentra en controversia (3-6). Sobre<br />

los <strong>el</strong>ementos que motivan esa controversia, destacan dos principales. (i) El primero se refiere al<br />

término disfunción; de acuerdo con la Real Academia de la Lengua española, esta se define como<br />

“la alteración cualitativa o cuantitativa de una función orgánica” (7). En este sentido, no se<br />

especifica <strong>el</strong> tipo de alteraciones; lo cual, es vital <strong>para</strong> <strong>el</strong> establecimiento de diagnóstico. Esto se<br />

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48 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

debe a que sin <strong>el</strong>ementos clínicos puntuales, es difícil <strong>el</strong> establecimiento de criterios diagnósticos<br />

que orienten hacia la identificación de una determinada enfermedad (3-6).<br />

(ii) El segundo, se refiere al sistema nervioso. Si consideramos que existen alteraciones<br />

cualitativas o cuantitativas de la función nerviosa, vale la pena puntualizar de qué estamos<br />

hablando. En este sentido, <strong>el</strong> sistema nervioso, tiene un sinnúmero de funciones; que involucran, la<br />

transmisión de estímulos de distintas índoles, y su interpretación biológica, simbológica, y sicoafectiva.<br />

No solo eso, <strong>el</strong> sistema nervioso también se encarga de la función neuro-endócrina,<br />

neuro-humoral, por mencionar solo a algunas. Por otro lado, si consideramos las divisiones d<strong>el</strong><br />

sistema nervioso, la definición no especifica a alguna (3-6).<br />

Otro punto que ha llamado la atención de los taxonomistas internacionales ha sido <strong>el</strong> mismo<br />

nombre. Si consideramos que proviene de las raíces griegas “neuron” (nervio) y “pathos”<br />

(enfermedad); entonces, <strong>el</strong> concepto hace inferencia a una enfermedad d<strong>el</strong> tejido nervioso. En este<br />

sentido, se podría atribuir <strong>el</strong> origen d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> como consecuencia de una enfermedad. Sin embargo,<br />

diversos tipos de <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>, ocurren como resultado de un proceso nocivo y periférico al<br />

nervio. En este sentido, <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> se origina en un nervio funcional y sano. Por <strong>el</strong>lo, se ha propuesto<br />

<strong>el</strong> término neurogénico; haciendo referencia a las raíces griegas “neuron” y génesis” (inicio).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 49<br />

No obstante a esta serie de consideraciones, <strong>el</strong> consenso internacional aceptado, toma la<br />

definición de la IASP como marco de referencia. Así mismo, los términos <strong>neuropático</strong> o<br />

neurogénico, han sido empleados indistintamente <strong>para</strong> hacer alusión a este tipo de <strong>dolor</strong> (5).<br />

Dichos <strong>el</strong>ementos, han sido adoptados por diversos grupos de consenso, nacionales e<br />

internacionales (Figura 3.1) (5, 8).<br />

2.2. La historia clínica en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Se ha destacado que <strong>el</strong> diagnóstico d<strong>el</strong> “<strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>” (DNP) se centra en la historia clínica y<br />

la exploración física (5, 8-13). En este sentido, la historia clínica, debe considerar los antecedentes<br />

d<strong>el</strong> paciente (ej.: edad, deficiencia de vitamina B, alcoholismo, diabetes m<strong>el</strong>litus, lupus eritematoso,<br />

esclerodermia, cirugías previas, etc.). De tal forma que estos <strong>el</strong>ementos, nos proporcionaran<br />

información <strong>para</strong> identificar condiciones <strong>dolor</strong>osas potenciales (ej.: incremento en la frecuencia de<br />

neuritis herpética y neuralgia post-herpética en población geriátrica, neuropatía diabética <strong>dolor</strong>osa,<br />

neuropatía por deficiencia de vitamina B, neuropatía post-mastectomía, etc.) (9).<br />

Aunado a estos <strong>el</strong>ementos, es necesario realizar una semiología puntual de la sintomatología<br />

<strong>dolor</strong>osa. Para <strong>el</strong>lo, debemos considerar los siguientes <strong>el</strong>ementos: (i) duración (agudo vs. crónico),<br />

(ii) causalidad (oncológico vs. no-oncológico), (iii) localización (localizado vs. difuso), distribución<br />

(fijo vs. referido vs. irradiado), (iv) periodicidad (continuo vs. fluctuante vs. intermitente vs.<br />

paroxístico vs. irruptivo), (v) severidad o intensidad (leve vs. moderado vs. severo), (vi) origen<br />

(nociceptivo vs. no-nociceptivo), (vii) dinámica (dinámico vs. estático), (viii) temporalidad (matutino<br />

vs. vespertino vs. nocturno), (ix) fenómenos acompañantes, y (x) otras (10). En <strong>el</strong> contexto d<strong>el</strong><br />

DNP, estos <strong>el</strong>ementos son de gran utilidad en la realización d<strong>el</strong> diagnóstico.<br />

Con lo anterior, vale la pena considerar que la evaluación neurológica de un enfermo con <strong>dolor</strong>,<br />

debe responder dos preguntas: (i) ¿dónde se encuentra? (localización anatómica), y (ii) ¿qué tipo<br />

de lesión lo produce? (fisiopatología d<strong>el</strong> síndrome) (11). Estos dos <strong>el</strong>ementos, hacen mandatorio,<br />

la realización de la exploración física. Si nos basamos únicamente en los <strong>el</strong>ementos encontrados<br />

en la historia clínica (como sucede en otras condiciones neurológicas); careceremos de los<br />

<strong>el</strong>ementos necesarios <strong>para</strong> la realización de un diagnóstico con sustento fisiopatológico y que<br />

oriente nuestras acciones terapéuticas (11). Es posible que las grandes fallas terapéuticas, a las<br />

que se enfrenta <strong>el</strong> clínico, se fundamenten en esto último.<br />

Aunado a <strong>el</strong>lo, la evaluación d<strong>el</strong> enfermo con sospecha de DNP debe: (i) descartar aqu<strong>el</strong>los<br />

<strong>el</strong>ementos potencialmente tratables (ej.: neoplasias, compresión medular, etc.), (ii) confirmar la<br />

sospecha diagnóstica (ej.: algoritmos de diagnóstico), e (iii) identificar aqu<strong>el</strong>las condiciones clínicas<br />

que requieren un abordaje terapéutico específico (ej.: insomnio, neuropatía autonómica, etc.) (12).<br />

En este caso, es posible considerar que las neuropatías a consecuencia de una compresión<br />

nerviosa posiblemente requieran un tratamiento quirúrgico; y una vez <strong>el</strong>iminada la compresión,<br />

existe la probabilidad de que se resu<strong>el</strong>van (13). Por otro lado, sabemos que los estados alterados<br />

d<strong>el</strong> dormir, dan como resultado un incremento de la sintomatología neuropática; en consecuencia,<br />

su resolución se asociará a una disminución en la intensidad de la misma (14).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 49 de 72


50 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Con la finalidad de documentar la intensidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, se han generado sinnúmero de escalas. Sin<br />

embargo, las escalas recomendadas por diversos grupos de consenso, son las siguientes: (i) la<br />

escala visual análoga (EVA, consiste en una línea horizontal de 10 centímetros de largo, donde <strong>el</strong><br />

cero representa la ausencia de <strong>dolor</strong> y 10 <strong>el</strong> peor <strong>dolor</strong> posible; en <strong>el</strong>la, <strong>el</strong> clínico documenta en<br />

centímetros o milímetros <strong>el</strong> punto s<strong>el</strong>eccionado por <strong>el</strong> enfermo, partiendo d<strong>el</strong> valor cero), (ii) la<br />

escala numérica análoga (ENA, es una escala verbal en la cuál se le solicita al enfermo que<br />

caracterice su <strong>dolor</strong> en escala d<strong>el</strong> 0 al 10, <strong>el</strong> valor de cero corresponde a la ausencia de <strong>dolor</strong> y <strong>el</strong><br />

10 <strong>el</strong> peor <strong>dolor</strong> posible), y (iii) la escala verbal análoga (EVERA, consiste en una escala categórica<br />

que agrupa la intensidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> en ausente, leve, moderado y severo). La r<strong>el</strong>evancia de<br />

documentar puntualmente la intensidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, radica en <strong>el</strong> hecho de que la farmacoterapia<br />

debe tomar en consideración esta característica (8, 15).<br />

3. El reporte d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

El reporte que hace <strong>el</strong> enfermo con DNP, debe tomar en consideración <strong>el</strong> idioma, <strong>el</strong> grado de<br />

escolaridad, <strong>el</strong> vocabulario, la cosmovisión, y la conceptualización d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>. Por <strong>el</strong>lo, en cast<strong>el</strong>lano,<br />

las cualidades que <strong>el</strong> enfermo puede aportar a esta experiencia, pueden ser muy amplias o muy<br />

limitadas. Estos <strong>el</strong>ementos, fue evidenciado en población francesa (16).<br />

En este sentido las palabras s<strong>el</strong>eccionadas los enfermos se refieren predominantemente a<br />

<strong>el</strong>ementos sensitivos y pueden corresponder tanto a la descripción d<strong>el</strong> DNP como de las<br />

disestesias (quemante, choque <strong>el</strong>éctrico, hormigueo, comezón, sensación de agujas, frío) (16).<br />

Sobre esto, se ha identificado que los descriptores comúnmente utilizados, en forma aislada, no<br />

son capaces de orientar al clínico en la diferenciación de los sujetos que tienen DNP de los que no<br />

lo tienen. Lo anterior, sugiere que no existe un reporte aislado específico <strong>para</strong> <strong>el</strong> DNP (17).<br />

No obstante a <strong>el</strong>lo, se ha descrito que los pacientes pueden describir su <strong>dolor</strong> de múltiples formas.<br />

De tal forma que en su reporte pueden describir sensaciones no placenteras en forma de piquetes<br />

o astillas en algunas partes d<strong>el</strong> cuerpo. Así mismo, pueden tener un <strong>dolor</strong> quemante, escaldado,<br />

continuo, profundo, o inflamado (18).<br />

Una característica de muchas condiciones neuropáticas es la presencia de alodinia (<strong>dolor</strong> ante un<br />

estímulo no <strong>dolor</strong>oso) al frío; en esos casos, pueden describir <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> en forma <strong>para</strong>dójica como<br />

“quemante y caliente” o “quemante y frio”. En algunos enfermos con <strong>dolor</strong> central, esta sensación<br />

se incrementa al movimiento, desencadenando un <strong>dolor</strong> constrictivo, aplastante, y quemante en la<br />

pi<strong>el</strong>. En otras ocasiones, <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> es descrito en forma de paroxismos en forma de puñaladas,<br />

disparos, o lancinante. Los paroxismos pueden durar segundos; o bien, repetirse con intervalos<br />

ultra-cortos, dando la falsa impresión de un <strong>dolor</strong> continuo de varios tipos (18).<br />

4. Exploración física en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 51<br />

En la exploración física d<strong>el</strong> DNP, se ha destacado que su realización, puede incrementar la<br />

sintomatología. De tal forma que se ha sugerido su realización en forma gentil. Aunado a <strong>el</strong>lo, se<br />

ha propuesto que debe ser sistematizada y enfocada a la búsqueda de alteraciones sensitivas y/o<br />

motoras. Aunado a <strong>el</strong>lo, se ha insistido en que contenga una evaluación de la propiocepción,<br />

fuerza, reflejos, tacto, vibración, temperatura y <strong>dolor</strong> (piquete o pinchazo <strong>dolor</strong>oso). Así mismo, esta<br />

debe ser bilateral, en espejo y de la zona menos afectada a la más afectada (8, 17-21).<br />

Vale la pena puntualizar que <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> incrementado en intensidad ante un estímulo <strong>dolor</strong>oso se<br />

denomina hiperalgesia (respuesta aumentada o positiva ante un estímulo <strong>dolor</strong>oso); por otro lado,<br />

<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> ante un estímulo no <strong>dolor</strong>oso, recibe <strong>el</strong> nombre de alodinia. Ambos fenómenos, son<br />

indicativos de DNP. Por otro lado, se llama disestesias a la presencia de sensaciones anormales<br />

que son <strong>dolor</strong>osas. De igual forma, recibe <strong>el</strong> nombre de parestesias la presencia de sensaciones<br />

anormales no-placenteras. Estos hallazgos son sugerentes de DNP (Figura 3.2) (5).<br />

Aunado a esto, se debe considerar que <strong>el</strong> DNP puede ser espontáneo (estímulo-independiente) o<br />

inducido por un estímulo (estímulo-dependiente o evocado) (5). En este sentido, se ha propuesto<br />

que la exploración en la cabecera d<strong>el</strong> enfermo debe incluir los siguientes estímulos: (i) aplicación<br />

de presión con punta aguda (piquete o pinchazo; en inglés, “pinprick”), (ii) colocación de estímulos<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 51 de 72


52 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

táctiles (ej.: brocha con p<strong>el</strong>o de cam<strong>el</strong>lo o “pain-brush”, algodón, hisopo de algodón, dorso de la<br />

mano, otro), (iii) térmicos (calor y frío por acetona o mentol), y (iv) vibración (diapasón de 120 o 128<br />

Hz en prominencia maleolar o uniones inter-falángicas) (5, 8, 18, 21).<br />

Cada uno de <strong>el</strong>los, debe ser evaluado en forma estática (sin movimiento) y dinámica (con<br />

movimiento) (8, 21). De igual forma, las observaciones obtenidas con dichas intervenciones, deben<br />

documentarse mediante la siguiente escala: (i) respuesta normal, (ii) aumentada / positiva, o (iii)<br />

disminuida / negativa (5, 18). La realización de estas pruebas es en especial r<strong>el</strong>evante, ya que se<br />

ha documentado que <strong>el</strong> 98% de los sujetos con DNP, presenta al menos una alteración sensitiva<br />

en la zona <strong>dolor</strong>osa (17).<br />

Más aún, es esencial que se describan en forma detallada las anormalidades sensoriales<br />

observadas (ej.: distribución en un territorio nervioso específico, troncular, radicular, segmental,<br />

cerebral) (18). Para <strong>el</strong>lo, es vital que <strong>el</strong> clínico refuerce sus conocimientos sobre neuroanatomía,<br />

neurología, y neurofisiología (8, 18). Lo anterior, en <strong>el</strong> sentido de que dichos hallazgos deben tener<br />

una corr<strong>el</strong>ación anatomo-clínica (5).<br />

5. Estudios <strong>para</strong>-clínicos en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

No existen estudios <strong>para</strong>-clínicos que sean diagnósticos <strong>para</strong> DNP en general. La evaluación con<br />

estos recursos, debe enfocarse a la identificación de la etiología de este síndrome (19). Por<br />

ejemplo, en la polineuropatía diabética <strong>dolor</strong>osa (PND), <strong>el</strong> estudio metabólico es indispensable;<br />

este debe incluir: (i) glicemia, (ii) HbA1c (Hemoglobina glucosilada), (iii) perfil de lípidos, (iv) función<br />

renal y tiroidea (8). Aunado a <strong>el</strong>lo, se sugiere realizar en casos especiales, v<strong>el</strong>ocidades de<br />

conducción nerviosa y <strong>el</strong>ectromiografía (22, 23). Por otro lado, si consideramos a la neuralgia d<strong>el</strong><br />

trigémino (NT), se recomienda realizar una tomografía craneal computada (24-26), o resonancia<br />

magnética de cráneo y angio-resonancia de cráneo (26-28). Esto se debe a que las radiografías<br />

simples de cráneo aportan información inespecífica y escasa (8).<br />

6. Instrumentos de evaluación.<br />

En fechas recientes, se han validado al inglés distintas herramientas diagnósticas en aras de<br />

distinguir <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> d<strong>el</strong> nociceptivo (29). Sin embargo, la mayoría de las escalas<br />

descritas en la literatura carecen de una validación al español. En este sentido, los resultados que<br />

de <strong>el</strong>las puedan ser obtenidos, posiblemente, nos conduzca a errores diagnósticos y terapéuticos.<br />

En este sentido, podemos identificar instrumentos que emplean <strong>el</strong>ementos obtenidos únicamente a<br />

través d<strong>el</strong> interrogatorio, y aqu<strong>el</strong>los que además de los anteriores, identifican características<br />

posiblemente neuropáticas (30). En consecuencia, existe una gran diversidad de cuestionarios<br />

diseñados con la finalidad de orientar al clínico hacia <strong>el</strong> diagnóstico d<strong>el</strong> DNP.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 52 de 72


Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 53<br />

Entre los que utilizan información d<strong>el</strong> interrogatorio se encuentran: (i) <strong>el</strong> “Neuropathic Pain<br />

Questionnaire” de 12 reactivos (31), (ii) <strong>el</strong> “ID Pain” con 6 reactivos y validado al español (32, 33), y<br />

(iii) <strong>el</strong> “PainDETECT Questionnaire” (PD-Q) de 9 reactivos, <strong>el</strong> cual, es un instrumento utilizado <strong>para</strong><br />

la evaluación d<strong>el</strong> componente <strong>neuropático</strong> de los sujetos con <strong>dolor</strong> de espalda baja (34). Estos<br />

instrumentos toman como marco de referencia <strong>el</strong> reporte de las características d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>; sin<br />

embargo, como se mencionó anteriormente, la utilización aislada de dicho reporte puede generar<br />

imprecisiones. Por <strong>el</strong>lo, todavía falta ver reportes con grandes cohortes, <strong>para</strong> realizar<br />

recomendaciones categóricas.<br />

Entre los instrumentos que además de información d<strong>el</strong> interrogatorio emplean <strong>el</strong>ementos de la<br />

exploración neurológica, destacan los siguientes: (i) <strong>el</strong> “Symptom Score Scale” <strong>para</strong> neuropatía<br />

diabética (35), (ii) <strong>el</strong> “Neuropathic Pain Scale” (NPS) (36), (iii) <strong>el</strong> “Leeds Assessment of Neuropathic<br />

Symptoms and Signs” (LANSS) y validado al español (37, 38), y (iv) <strong>el</strong> “Douleur Neuropathique en<br />

4 Questions” (DN4) y validado al español (39, 40).<br />

De estos cuestionarios, se han identificado algunas deficiencias (41). En este sentido, se ha<br />

cuestionado <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> NPS y <strong>el</strong> “Symptom Score Scale”, omiten la identificación de los<br />

paroxismos o <strong>el</strong> la sensación de adormecimiento (5); los cuales, están presentes en algunas<br />

condiciones neuropáticas.<br />

7. Resumen.<br />

La Asociación Internacional <strong>para</strong> <strong>el</strong> Estudio y Tratamiento d<strong>el</strong> Dolor (IASP, por sus siglas en<br />

inglés), ha definido al DNP como aqu<strong>el</strong> que ocurre a consecuencia de la lesión o disfunción d<strong>el</strong><br />

sistema nervioso (2). Esta definición ha sido adoptada por grupos de consenso nacional e<br />

internacional. Su diagnóstico se centra en la historia clínica y la exploración física (5, 8-13); misma<br />

que debe considerar los antecedentes d<strong>el</strong> paciente, y la semiología d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>. Al mismo tiempo,<br />

debe responder dos preguntas: (i) ¿dónde se encuentra? (localización anatómica), y (ii) ¿qué tipo<br />

de lesión lo produce? (fisiopatología d<strong>el</strong> síndrome) (11).<br />

Los descriptores comúnmente utilizados <strong>para</strong> <strong>el</strong> reporte d<strong>el</strong> DNP, en forma aislada, no son capaces<br />

de orientar al clínico en la diferenciación de los sujetos que tienen DNP de los que no lo tienen. Lo<br />

anterior, sugiere que no existe un reporte aislado específico <strong>para</strong> <strong>el</strong> DNP (17). Por otro lado, la<br />

exploración de estos enfermos, se debe identificar a la presencia de hiperalgesia y alodinia como<br />

datos indicativos de DNP. Aunado a <strong>el</strong>lo, se debe considerar si <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> es estímulo-dependiente o<br />

evocado (estímulo-independiente) (5).<br />

Más aún, la exploración en la cabecera d<strong>el</strong> enfermo debe incluir los siguientes estímulos: (i)<br />

aplicación de presión con punta aguda (piquete o pinchazo; en inglés, “pinprick”), (ii) colocación de<br />

estímulos táctiles (ej.: brocha con p<strong>el</strong>o de cam<strong>el</strong>lo o “pain-brush”, algodón, hisopo de algodón,<br />

dorso de la mano, otro), (iii) térmicos (calor y frío por acetona o mentol), y (iv) vibración (diapasón<br />

de 120 o 128 Hz en prominencia maleolar o uniones inter-falángicas) (5, 8, 18, 21). Todas estas<br />

consideraciones, han llevado a la generación de diversos instrumentos de evaluación con fines<br />

diagnósticos.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 53 de 72


54 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

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<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Página 56 de 72


Módulo 4.<br />

Tratamiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

1. Generalidades.<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 57<br />

Una guía de manejo, se define como una “serie de recomendaciones desarrolladas<br />

sistemáticamente que tienen <strong>el</strong> objetivo de asistir al clínico y/o al paciente en la toma de decisiones<br />

<strong>para</strong> <strong>el</strong> adecuado cuidado a la salud en un circunstancia específica” (1). En este sentido, existen<br />

diversas guías de manejo o parámetros de práctica <strong>para</strong> <strong>el</strong> manejo d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> (DNP).<br />

Entre estas, destacan las realizadas por grupos de consenso: (i) latinoamericanos (2), (ii) asiáticos<br />

(3), (iii) canadienses (4), (iv) europeas (5), (v) mexicanos (6), (vi) españoles (7), y otras no<br />

indexadas. Todas <strong>el</strong>las han realizado recomendaciones terapéuticas aplicables en <strong>el</strong> contexto de la<br />

región en donde fueron generadas.<br />

La necesidad de contar con estas herramientas se fundamenta en la evolución continua de las<br />

ciencias médicas. En consecuencia, es imposible que un grupo médico tenga <strong>el</strong> total conocimiento<br />

acerca de una enfermedad o su terapéutica. Más aún, los esquemas terapéuticos utilizados hace<br />

50 años, en la actualidad, han quedado obsoletos; esto debido, a los avances tecnológicos que<br />

permiten diagnósticos más precisos, a la introducción de nuevos fármacos, al mejor entendimiento<br />

de la fisiología de algunos aspectos de las enfermedades, entre otros más (1).<br />

Bajo este marco conceptual, es importante especificar que sin estas guías, los clínicos<br />

proporcionarían los esquemas que a su juicio consideraran convenientes. En ocasiones, dejando<br />

de lado, todos los <strong>el</strong>ementos que bajo la evidencia literaria más reciente, fundamenten una<br />

terapéutica eficiente, óptima, racional, dirigida, y específica (1).<br />

Aunado a esto, es imprescindible destacar que contamos con guías realizadas en español por<br />

grupos regionales (2, 6, 7); las cuales, se adaptan a las necesidades d<strong>el</strong> sitio donde fueron<br />

generadas. Por <strong>el</strong>lo, <strong>el</strong> presente módulo, no tiene la intensión de proponer esquemas de manejo en<br />

forma independiente; más bien, tiene <strong>el</strong> objetivo de presentar al clínico, algunos <strong>el</strong>ementos que<br />

fundamentan algunas de estas recomendaciones.<br />

2. Tendencias de prescripción en <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

No obstante a que las diversas guías de manejo tienen <strong>el</strong> objetivo de ser aplicadas por todos los<br />

grupos médicos, podemos identificar que en algunos casos, existen algunas tendencias que<br />

sugieren la falta de apego. En consecuencia, es necesario que <strong>el</strong> clínico, las aplique en medida de<br />

lo posible. Dicha acción, posiblemente favorezca los resultados y beneficie a sus pacientes.<br />

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58 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

En este sentido, en los centros de atención primaria d<strong>el</strong> Reino Unido, <strong>el</strong> 63% de los pacientes<br />

presentan una o más condiciones neuropáticas (8). En México, <strong>el</strong> 61% de los médicos (incluye a<br />

especialistas y médicos de primer contacto) atiende a enfermos con DNP en su práctica diaria (9).<br />

De tal forma, que es posible que se atienda con frecuencia a este tipo de enfermos en la práctica<br />

médica habitual. Por tal motivo, es necesario contar con información que permita al clínico<br />

proporcionar una terapéutica eficiente, óptima, racional, dirigida, y específica.<br />

De igual forma, se ha documentado que en Reino Unido, entre <strong>el</strong> 45% y 66% de los enfermos con<br />

DNP que acuden a un centro de atención primaria, inician un esquema analgésico al momento d<strong>el</strong><br />

diagnóstico (8). Esto sugiere que una proporción considerable de estos individuos permanece con<br />

<strong>dolor</strong> durante un tiempo no especificado. Si consideramos que de acuerdo a la OMS, <strong>el</strong> alivio d<strong>el</strong><br />

<strong>dolor</strong> es uno de los derechos humanos; entonces, vale la pena destacar que esta premisa no esta<br />

siendo aplicada en su totalidad.<br />

Así mismo, si observamos las tendencias de prescripción <strong>para</strong> este tipo de <strong>dolor</strong> en distintos<br />

países, podremos identificar algunas diferencias. Por ejemplo, <strong>el</strong> empleo de anticonvulsivantes se<br />

observa en 57% de los médicos mexicanos (9), 20% de los ingleses (8), y 18% de los b<strong>el</strong>gas (10).<br />

Lo anterior, debe hacernos reflexionar acerca d<strong>el</strong> regionalismo que motiva la prescripción de los<br />

grupos médicos; <strong>el</strong> cuál, puede fundamentarse en los recursos, disponibilidad de fármacos,<br />

respuesta de los pacientes, experiencias previas, entre muchas otras.<br />

Aunado a esto, en los médicos mexicanos se observó que la forma de prescribir presenta<br />

diferencias entre los grupos médicos (9); sugiriendo que la formación, modifica dicha tendencia.<br />

Más aún, en las prescripciones de los médicos ingleses, se pudieron documentar 951 esquemas<br />

terapéuticos distintos (8), lo que apunta a la <strong>el</strong>ección de esquemas analgésicos polimodales; los<br />

cuales, pueden o no, fundamentarse en los diferentes mecanismos que generan <strong>el</strong> DNP. De tal<br />

forma que diversos <strong>el</strong>ementos, pueden influenciar la forma en la cuál los clínicos recetan un<br />

esquema analgésico.<br />

De igual modo, se ha identificado que los médicos ingleses ocupan de 1 a 4 fármacos distintos<br />

<strong>para</strong> obtener una analgesia estable en <strong>el</strong> 29% a 49% de los pacientes al año de tratamiento (8); lo<br />

que sugiere la posibilidad de interacciones farmacológicas (en especial en la población geriátrica),<br />

y <strong>el</strong> incremento en los costos asociados a la terapéutica. Ambos <strong>el</strong>ementos, aunados a la<br />

eficiencia, deben ser tomados en consideración por <strong>el</strong> clínico; ya que todos <strong>el</strong>los inciden, en los<br />

recursos (privados o sociales) destinados a la salud.<br />

3. Terapéutica basada en la evidencia.<br />

3.1. Consideraciones iniciales.<br />

El DNP es causado por la disfunción d<strong>el</strong> sistema nervioso, en especial (y más frecuentemente) <strong>el</strong><br />

periférico. En este sentido, se ha identificado un sinnúmero de causas atribuibles a su presencia,<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 59<br />

entre las que se encuentran: (i) diabetes, (ii) herpes zoster, (iii) síndrome de inmunodeficiencia<br />

adquirida, (iv) cáncer, (v) compresiones nerviosas de distintas índoles, (vi) muchas otras.<br />

Cada una de <strong>el</strong>las, tiene diversos mecanismos involucrados en la generación de este tipo de <strong>dolor</strong><br />

(11). Entre estos se encuentran: (i) sensibilización periférica, (ii) control en las neuronas sensitivas<br />

antes y después de la transcripción (excitabilidad ectópica), (iii) sensibilización central, (iv)<br />

facilitación aumentada, (v) reorganización estructural, (vi) desinhibición, (vii) otros (12). Esta serie<br />

de <strong>el</strong>ementos favorece que su descripción sea difícil. Generalmente se presenta como alodinia e<br />

hiperestesia; al volverse crónico, se acompaña de depresión y de alteraciones d<strong>el</strong> dormir (11).<br />

Por lo general <strong>el</strong> DNP es difícil de tratar. Esto se debe a que no responde a analgésicos<br />

antiinflamatorios no-esteroides (AINE) (13); y pese a que responde a opioides, no son<br />

considerados como primera-línea de manejo por algunas controversias respecto a los riesgos<br />

asociados con su uso crónico (14). Por otro lado, los antidepresivos y los anticonvulsivantes, son<br />

considerados la herramienta de <strong>el</strong>ección <strong>para</strong> su tratamiento; sin embargo, aún estos fármacos<br />

presentan ciertas limitaciones (11).<br />

En consecuencia, aún se continúa la búsqueda d<strong>el</strong> fármaco ideal, lo que favorece la presencia de<br />

múltiples estudios con diversas drogas. Aunado a esto, los protocolos que evalúan la terapéutica<br />

presentan muestras reducidas (ej.: algunos menos de 50 pacientes), y pocos hacen<br />

com<strong>para</strong>ciones con controles activos. Ambos <strong>el</strong>ementos condicionan que existan diversas<br />

metodologías en dichos trabajos. Por tal motivo, diversos grupos se han dado a la tarea de generar<br />

revisiones sistematizadas de corte meta-analítico <strong>para</strong> estimar la eficacia de un fármaco (o grupo<br />

de fármacos) (11).<br />

3.2. El efecto de una intervención.<br />

Entre las mediciones básicas <strong>para</strong> determinar <strong>el</strong> efecto de una intervención se encuentran <strong>el</strong> riesgo<br />

r<strong>el</strong>ativo de reducción (RRR) y <strong>el</strong> riesgo absoluto de reducción (RAR) (15). En este sentido, vale la<br />

pena explicar algunos conceptos:<br />

(i) A la v<strong>el</strong>ocidad o <strong>el</strong> número de veces con la que ocurre un evento durante un tiempo<br />

determinado dividido entre <strong>el</strong> número de sujetos que compone un grupo, se denomina<br />

“tasa de un evento” (expresada en porcentaje). (Nota: Esta acepción varia de la<br />

cast<strong>el</strong>lana, en donde, dicho término se refiere a la r<strong>el</strong>ación que existe entre dos<br />

magnitudes) (15).<br />

Ejemplo: Si tengo un grupo de 100 personas y 10 personas sufren un infarto; entonces la “tasa de infartos”<br />

en esa población es de 0.1 ó 10% (10/100=0.1).<br />

(ii) El “riesgo r<strong>el</strong>ativo” se refiere al rango de probabilidades <strong>para</strong> que ocurra un evento en<br />

dos grupos (expuestos vs. no-expuestos). Se obtiene de tras la división de la “tasa de<br />

eventos” de los expuestos (grupo experimental) entre los no-expuestos (grupo control)<br />

(15).<br />

Ejemplo: Tengo dos grupos, <strong>el</strong> grupo A esta compuesto por 100 personas a quienes les doy <strong>el</strong> fármaco X, y<br />

<strong>el</strong> grupo B por 100 personas sin fármaco. Si en <strong>el</strong> primer grupo 20 presentaron un evento (disminución d<strong>el</strong><br />

<strong>dolor</strong>), y en <strong>el</strong> segundo 5 presentaron <strong>el</strong> mismo evento; entonces, la “tasa de disminución d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>” en <strong>el</strong><br />

grupo A es d<strong>el</strong> 0.2 ó 20% (20/100=0.2), y en <strong>el</strong> grupo B de 0.05 ó 5% (5/100=0.05). En consecuencia <strong>el</strong><br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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60 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

“riesgo r<strong>el</strong>ativo” de presentar dicho evento (alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>) entre ambos grupos será de 4 (0.2/0.05=4). Lo<br />

que significa que <strong>el</strong> grupo expuesto tiene 4 veces más posibilidades de presentar alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> que los d<strong>el</strong><br />

grupo control.<br />

(iii) La diferencia aritmética que se obtiene de la “tasa de un evento” de dos grupos se<br />

denomina RAR (15).<br />

Ejemplo: Considerando <strong>el</strong> caso anterior, la “tasa de alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>” d<strong>el</strong> grupo A fue de 0.2 y la d<strong>el</strong> B de 0.05;<br />

entonces, si queremos calcular <strong>el</strong> RAR entre esas poblaciones, obtendremos un valor de 0.15 ó 15% (0.2-<br />

0.05=0.15). Lo que significa que <strong>el</strong> grupo expuesto al fármaco tiene 15% más posibilidades de presentar<br />

alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>.<br />

(iv) Matemáticamente, <strong>el</strong> “número necesario <strong>para</strong> tratar” (NNT), se define como <strong>el</strong><br />

recíproco d<strong>el</strong> RAR. Es decir 1 sobre RAR (1/RAR). Este término se refiere al número<br />

de personas que requieren una intervención determinada <strong>para</strong> prevenir un daño (15).<br />

Ejemplo: Si <strong>el</strong> RAR obtenido es de 0.15; entonces, <strong>el</strong> NNT es de 6.7 (1/0.15=6.7). Con <strong>el</strong> fármaco X a la<br />

dosis estudiadas, se requiere administrarlo a al menos 7 personas <strong>para</strong> obtener alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> en una de<br />

<strong>el</strong>las. El valor ideal d<strong>el</strong> NNT es 1; lo que significaría que todos los sujetos se verían favorecidos con la<br />

intervención.<br />

El NNT de una intervención es un valor considerado como ideal <strong>para</strong> determinar <strong>el</strong> esfuerzo<br />

empleado <strong>para</strong> prevenir un daño. En <strong>el</strong> contexto fármaco-económico, con este valor no se<br />

identifican efectos adversos o costos; más bien, nos permite identificar aqu<strong>el</strong>los medicamentos<br />

útiles. Lamentablemente, dada la gran heterogeneidad de las condiciones neuropáticas, de<br />

medicamentos, de intervenciones, de dosis, horarios, y resultados; su empleo al parecer es<br />

limitado (15). Por <strong>el</strong>lo, diversos grupos han decidido proporcionar diseños de tipo meta-análisis<br />

como determinante en la eficacia obtenida.<br />

3.3. Recomendaciones d<strong>el</strong> manejo farmacológico basadas en la evidencia.<br />

Las recomendaciones que a continuación se mencionan han sido avaladas por la Sociedad<br />

Americana de Dolor (American Pain Society), la Sociedad Canadiense de Dolor (Canadian Pain<br />

Society), la Sociedad Finlandesa de Dolor (Finnish Pain Society), la Federación Latinoamericana<br />

de Capítulos de la IASP (FEDELAT), y la Asociación Mexicana <strong>para</strong> <strong>el</strong> Estudio y Tratamiento d<strong>el</strong><br />

Dolor (AMETD) (17).<br />

3.3.1. Primer escalón.<br />

(i) Evalúe <strong>el</strong> <strong>dolor</strong> y establezca <strong>el</strong> diagnóstico de DNP; si esto no es posible o si tiene<br />

dudas, refiera a un especialista en <strong>dolor</strong> o a un neurólogo (16, 17).<br />

(ii) Establezca <strong>el</strong> tratamiento de la causa que origina <strong>el</strong> DNP; en caso de duda y/o no<br />

contar con recursos y/o disponibilidad d<strong>el</strong> tratamiento, refiera al especialista idóneo<br />

(16, 17).<br />

(iii) Identifique aqu<strong>el</strong>las co-morbilidades r<strong>el</strong>evantes (ej.: insuficiencia renal, hepática,<br />

cardiaca, depresión, otras) que pudieran incrementar la intensidad d<strong>el</strong> DNP y/o<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 61<br />

agravarse o aliviarse con la terapéutica <strong>para</strong> <strong>el</strong> DNP y/o que obliguen a realizar ajustes<br />

en la dosis y/o que requieran una terapia o monitorización específicas (16, 17).<br />

(iv) Explique al paciente <strong>el</strong> diagnóstico, <strong>el</strong> plan terapéutico y las expectativas con la<br />

terapéutica (16, 17).<br />

(v) Considerar que, aún con un esquema terapéutico, los pacientes con DNP que<br />

permanecen con <strong>dolor</strong> de moderada intensidad en promedio requieren ser reevaluados<br />

(17).<br />

3.3.2. Segundo escalón.<br />

(i) Se ha recomendado que en <strong>el</strong> tratamiento de los enfermos con DNP, se pueden utilizar<br />

inicialmente los siguientes grupos farmacológicos como “primera línea” (uno o ambos):<br />

(a) antidepresivos, especialmente aminas secundarias (amitriptilina, nortriptilina,<br />

desimipramina) o inhibidores s<strong>el</strong>ectivos de la recaptura de serotonina y norepinefrina<br />

(duloxetina o v<strong>el</strong>afaxina); y/o (b) inhibidores d<strong>el</strong> ligando alfa-2 de los canales de calcio<br />

(gabapentina o pregabalina) (16, 17).<br />

(ii) En este caso se sugiere como primera <strong>el</strong>ección a los antidepresivos; en caso de existir<br />

contraindicaciones <strong>para</strong> su empleo, se sugiere iniciar con inhibidores d<strong>el</strong> ligando alfa-2<br />

de los canales de calcio (18).<br />

(iii) En caso de que sea bien localizado y periférico se puede utilizar lidocaína tópica en<br />

parche al 5%, sola o en conjunto con los grupos de primera línea (16, 17). Este<br />

fármaco se considera como de primera línea en neuralgia postherpética o neuropatía<br />

focal (18).<br />

(iv) En pacientes con <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> agudo, asociado a cáncer, o exacerbaciones<br />

episódicas de <strong>dolor</strong> severo en intensidad; y durante <strong>el</strong> periodo de titulación de los<br />

fármacos de primera línea (3 a 8 semanas); se recomienda <strong>el</strong> empleo de analgésicos<br />

opioides (tramadol, otros opioides) en combinación con la primera línea de manejo (16,<br />

17).<br />

(v) Evaluar <strong>el</strong> inicio de medidas no-farmacológicas si <strong>el</strong> caso lo requiere (16, 17).<br />

3.3.3. Tercer escalón.<br />

(i) Evaluar la semiología d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> y las condiciones de vida asociadas a la salud tan<br />

frecuente como sea necesario (16, 17).<br />

(ii) En caso obtener un alivio sustancial d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> (EVA ≤ 3/10) con efectos adversos<br />

tolerables, se sugiere continuar con la terapéutica proporcionada (16, 17).<br />

(iii) En caso de obtener un alivio parcial d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> (EVA ≥ 4/10) después d<strong>el</strong> inicio de una<br />

titulación adecuada (3 a 8 semanas), agregar a la terapéutica otro fármaco de primera<br />

línea (16, 17).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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62 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

(iv) En caso de un alivio inadecuado d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> (< d<strong>el</strong> 30%) con una dosis esperada <strong>para</strong> <strong>el</strong><br />

alivio de una patología específica y después de una titulación adecuada (3 a 8<br />

semanas), se recomienda cambiar a otra alternativa de primera línea (16, 17).<br />

3.3.4. Cuarto escalón.<br />

(i) Si las primeras líneas de tratamiento fallan, considere una segunda o tercera línea<br />

terapéutica, y refiera a un especialista en <strong>dolor</strong> (16, 17).<br />

4. Medicamentos de primera línea.<br />

4.1. Antidepresivos.<br />

El mecanismo de acción de la analgesia obtenida con los antidepresivos (AD) en <strong>el</strong> manejo d<strong>el</strong><br />

DNP, aún no ha sido d<strong>el</strong> todo esclarecido. Sin embargo, se ha propuesto que se alcanza con dosis<br />

bajas y en forma rápida (en algunos días). Esto difiere con <strong>el</strong> inicio d<strong>el</strong> efecto antidepresivo, que<br />

puede tardar varias semanas (hasta 6 en algunos casos). Aunado a esto, no se ha observado<br />

corr<strong>el</strong>ación alguna entre <strong>el</strong> efecto antidepresivo y <strong>el</strong> estado de ánimo o la intensidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>. Más<br />

aún, se ha documentado que los AD producen analgesia en enfermos sin depresión (19).<br />

Se consideran dos grupos principales de AD: (i) los tricíclicos (ADT) como amitriptilina, imipramina,<br />

desimipramina, nortriptilina, y otros; y los inhibidores s<strong>el</strong>ectivos de la recaptura de serotonina<br />

(ISRS) como duloxetina, v<strong>el</strong>afaxina, y otros. La impresión clínica con estos medicamentos es que<br />

los ADT son más efectivos en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>; sin embargo, los ISRS están ganando cada<br />

vez más aceptación en <strong>el</strong> manejo d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> (20).<br />

En general, este grupo de medicamentos, son efectivos en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> DNP. La mayor<br />

cantidad de evidencia se enfoca a los de tipo tricíclicos (NNT de 3.6; CI 95%: 3 a 4.5), y en<br />

especial, a la amitriptilina (NNT de 3.1; CI 95%: 2.5 a 4.2). Existe nueva información acerca de la<br />

utilidad de la venlafaxina <strong>para</strong> <strong>el</strong> alivio de este tipo de <strong>dolor</strong>; la cual, presenta un NNT similar al de<br />

los ADT (NNT de 3; CI 95%: 2.2 a 5.1) (21).<br />

En <strong>el</strong> caso de los ADT, se ha destacado como ventaja: (i) su bajo costo, (ii) su posología, y (iii) sus<br />

efectos sobre la depresión. Entre sus desventajas, se encuentran: (i) sus efectos anticolinérgicos<br />

(boca seca, constipación, retención urinaria), (ii) hipotensión ortostática, (iii) alteraciones en <strong>el</strong><br />

intervalo QT d<strong>el</strong> <strong>el</strong>ectrocardiograma, e (iv) isquemia cardiaca dependiente de la dosis. Ambos<br />

<strong>el</strong>ementos, deben tenerse en cuenta si se considera que los adultos mayores representan una<br />

proporción importante de los pacientes con <strong>dolor</strong> crónico (22).<br />

Al momento, existe información limitada sobre <strong>el</strong> efecto de los ISRS; sin embargo, es posible que<br />

sean de utilidad en aqu<strong>el</strong>los individuos que presentan efectos adversos a los ADT. Por otro lado,<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 63<br />

se ha documentado que los antidepresivos como grupo, han demostrado resultados favorables en<br />

<strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> asociado a neuropatía diabética y en la neuralgia post-herpética. Para<br />

otras condiciones neuropáticas <strong>dolor</strong>osas, la información es limitada y no se pueden hacer<br />

inferencias r<strong>el</strong>evantes (21). (Nota: Aunque este grupo de antidepresivos en específico, es considerado como primera<br />

línea en otras guías; las canadienses, los consideran segunda línea de tratamiento. Referencia 4).<br />

Existen algunos estudios que sugieren que los antidepresivos carecen de utilidad en ciertas<br />

condiciones <strong>dolor</strong>osas de tipo <strong>neuropático</strong>; tal es <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> síndrome de boca ardiente, la<br />

neuropatía asociada a infección por HIV, y en aqu<strong>el</strong>las asociadas a quimioterapia (16, 18, 21). Sin<br />

embargo, la evidencia sobre su completa inefectividad aún es inconsistente (21). En consecuencia,<br />

antes de utilizar este grupo de fármacos, es necesario que <strong>el</strong> clínico s<strong>el</strong>eccione cuidadosamente a<br />

los posibles candidatos.<br />

No obstante a <strong>el</strong>lo, se ha sugerido con fundamento en la evidencia que <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong><br />

<strong>neuropático</strong> con antidepresivos debe iniciarse con amitriptilina; y en <strong>el</strong> caso de que exista alguna<br />

contraindicación y/o efectos adversos r<strong>el</strong>evantes, es posible realizar una rotación hacia venlafaxina<br />

(21).<br />

4.2. Anticonvulsivantes.<br />

Los anticonvulsivantes se han utilizado en <strong>el</strong> manejo d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> desde la década de los 60’s (23), y<br />

continúan siendo uno de los grupos de primera línea en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> DNP. Su eficacia se ha<br />

documentado en distintos tipos de condiciones <strong>dolor</strong>osas de tipo <strong>neuropático</strong> (en especial en<br />

neuropatía diabética y neuralgia d<strong>el</strong> trigémino) (24, 25). Se ha propuesto que en <strong>el</strong> contexto clínico,<br />

se espera que estos fármacos, proporcionen un alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> cercano al 50% (con excepción de<br />

la neuralgia d<strong>el</strong> trigémino) (25).<br />

No obstante a esto, cuando se tratan de analizar como grupo, su niv<strong>el</strong> de eficacia varía entre las<br />

diferentes condiciones <strong>dolor</strong>osas de tipo <strong>neuropático</strong> y entre los diferentes fármacos en forma<br />

individual. Bajo este enfoque, la evidencia sobre su efecto, parece ser inconsistente (24). Entre los<br />

fármacos más estudiados se encuentran la carbamacepina (24), la gabapentina (24, 25), y la<br />

pregabalina (25).<br />

Aunque la carbamacepina ha sido utilizada por décadas en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> DNP (25), los<br />

estudios acerca de su efectividad carecen de los estándares metodológicos suficientes <strong>para</strong> que<br />

puedan ser sometidos a una evaluación meta-analítica (ej.: empleo de medidas de evaluación de<br />

resultados validadas, cálculo estadístico d<strong>el</strong> tamaño de la muestra, descripción adecuada d<strong>el</strong><br />

proceso de aleatorización, metodología estadística, etc.) (18).<br />

En contraparte, los estudios sobre gabapentina y pregabalina, son los que proporcionan un mayor<br />

poder estadístico por sus diseños metodológicos, la cantidad de pacientes estudiados, y <strong>el</strong> número<br />

de condiciones estudiadas (24). Aunado a esto, los estudios sobre otros anticonvulsivantes,<br />

presentan un número limitado de estudios, imposibilitando la realización de un meta-análisis (18).<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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64 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

Bajo este marco de referencia, los anticonvulsivantes sugeridos como primera línea terapéutica,<br />

son los que actúan como ligando de la subunidad alfa-2-d<strong>el</strong>ta de los canales de calcio (17, 18). En<br />

este contexto <strong>el</strong> que ha sido más estudiado y cuenta con evidencia más solida es la gabapentina<br />

(18).<br />

4.2.1. Gabapentina.<br />

La gabapentina (ácido 1-amino-metil-ciclohexanoacético), tiene una estructura análoga al ácido<br />

gamma-amino-butírico (GABA); por lo que se considera, un agonista de los receptores GABA (25,<br />

26). No obstante a <strong>el</strong>lo, no se identificado que posea alguna acción sobre los receptores cerebrales<br />

(incluidos los GABA) (26); más bien, se ha propuesto que su actividad analgésica y anticomisial,<br />

ocurre por un bloqueo de los canales de calcio dependientes de voltaje de tipo L (25). Este bloqueo<br />

ocurre en las astas dorsales de la medula espinal a niv<strong>el</strong> pre-sináptico; con lo que, se obtiene una<br />

disminución en la liberación de aminoácidos excitadores (glutamato y sustancia P) (4).<br />

El pico de su concentración en plasma se obtiene entre 1.5 y 4 horas después de su administración<br />

oral. Su bio-disponibilidad oral es dosis-dependiente y disminuye con <strong>el</strong> incremento de la dosis<br />

(25). Se ha documentado que si se abre la cápsula y se mezcla <strong>el</strong> contenido con los alimentos, no<br />

se afecta su absorción en forma significativa (27); sin embargo, esta práctica no es recomendada<br />

en ninguna de las guías de manejo. En estudios con alto diseño metodológico controlados contra<br />

placebo, la dosis más alta utilizada ha sido de 3,600 mg/día dividida en tres tomas y durante 4<br />

semanas (26).<br />

Bajo <strong>el</strong> enfoque meta-analítico, los estudios con gabapentina, son homogéneos (26); lo que se<br />

traduce en mayor poder estadístico. De los resultados, destaca en forma significativa, que con su<br />

uso se obtiene: (i) una disminución significativa de su intensidad mediante la escala visual análoga<br />

(EVA), (ii) mejor reporte en la mejoría percibida por <strong>el</strong> paciente (2.4 veces mayor que con placebo),<br />

(iii) mejor reporte en la mejoría percibida por <strong>el</strong> tratante (2.6 veces mayor que con placebo), y (iv)<br />

una mejor calidad de vida (SF-36) (26). De este estudio, se propone un NNT de 2.9; sin embargo,<br />

otros autores en un artículo de revisión, sugieren valores distintos (NNT de 3.1 a 3.8) (18). Otro<br />

estudio con esa metodología reporta que <strong>para</strong> poli-neuropatía diabética <strong>dolor</strong>osa <strong>el</strong> NNT es de 2.9<br />

(IC 95%: 2.2 a 4.3), y <strong>para</strong> neuralgia post-herpética de 3.9 (IC 95%: 3 a 5.7) (28).<br />

El tratamiento con este medicamento, debe iniciar con dosis bajas; mismas que deberán<br />

incrementarse en forma gradual, y hasta encontrar: (i) alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>, (ii) efectos adversos<br />

asociados con la dosis, o (iii) una dosis de 3,600 mg/día (17, 18). Los rangos de dosis asociados<br />

con alivio d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> se observan entre los 1800 mg/día y los 3,600 mg/día (16). Debido al tiempo de<br />

inicio en la respuesta analgésica y a la forma de titulación, la evaluación de este esquema debe<br />

durar al menos dos meses (16-18). Es importante puntualizar que la dosis de este fármaco debe<br />

ser ajustada en sujetos con insuficiencia renal (16).<br />

En general, <strong>el</strong> empleo de gabapentina es seguro, y no se observan interacciones clínicas<br />

r<strong>el</strong>evantes. Posiblemente los efectos r<strong>el</strong>evantes y asociados con una limitación en la titulación son<br />

<strong>el</strong> mareo y la somnolencia (ambos se reducen con una titulación lenta), además de edema<br />

periférico en algunos casos. Es importante reconocer, que en enfermo geriátrico, puede<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 65<br />

presentarse un déficit cognitivo agudo (13, 16); esto pudiera r<strong>el</strong>acionarse, con los cambios<br />

fármaco-cinéticos y -dinámicos asociados al proceso de envejecimiento.<br />

4.2.2. Pregabalina.<br />

La pregabalina es un análogo de la gabapentina que presenta <strong>el</strong> mismo mecanismo de acción (4).<br />

Otra similitud entre ambos fármacos es al parecer su eficacia y tolerabilidad (16, 17). Posiblemente<br />

una de sus ventajas es una farmacocinética linear y mayor afinidad por los canales de calcio (4).<br />

Además de su empleo en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> DNP, también se ha utilizado <strong>para</strong> <strong>el</strong> manejo d<strong>el</strong><br />

trastorno de ansiedad generalizada por su efecto ansiolítico (16).<br />

Este fármaco ha sido estudiado en neuralgia post-herpética, poli-neuropatía diabética <strong>dolor</strong>osa,<br />

<strong>dolor</strong> central, y fibromialgia. Se ha identificado que la dosis de 150 mg/día es inefectiva; este<br />

efecto, se revierte con su incremento. A dosis de 600 mg/día y en com<strong>para</strong>ción con placebo, <strong>el</strong><br />

NNT <strong>para</strong> neuralgia post-herpética es de 3.9 (IC 95%: 3.1 a 5.1), en poli-neuropatía diabética de 5<br />

(IC 95%: 4.0 a 6.6), en <strong>dolor</strong> central de 5.6 (IC 95%: 3.5 a 14), y en fibromialgia de 11 (IC 95%: 7.1<br />

a 21) (29). Se ha sugerido que su inicio puede empezar con hasta 150 mg/día (16, 17),<br />

considerando especial cuidado en <strong>el</strong> enfermo geriátrico e iniciando con dosis menores (16). Su<br />

administración puede dividirse en 2 o tres tomas, y titulando hasta 300 mg/día durante la primera o<br />

segunda semanas (16, 17).<br />

La dosis máxima empleada es de 600 mg/día; sin embargo, al parecer no presenta mayores<br />

beneficios que una dosis de 300 mg/día y se encuentra asociado a mayores efectos adversos (17).<br />

No presenta interacciones r<strong>el</strong>evantes; sin embargo, al igual que con gabapentina, su dosis debe<br />

ajustarse en <strong>el</strong> enfermo con insuficiencia renal (16). Se ha documentado que con 600 mg/día la<br />

somnolencia diurna se presenta d<strong>el</strong> 15% al 25%; mientras que otros como mareo d<strong>el</strong> 27% al 46%<br />

(29). Otro evento adverso que ha llamado la atención es <strong>el</strong> aumento de peso y <strong>el</strong> edema periférico<br />

en forma dosis-dependiente; este efecto ha presentado descompensación en insuficiencia cardiaca<br />

en 6 reportes de caso (30). La frecuencia de abandono terapéutico asociado a efectos adversos es<br />

d<strong>el</strong> 18% al 28% (29).<br />

4.3. Anestésicos locales por vía tópica.<br />

Los parches de lidocaína al 5% han demostrado un alivio significativo d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> en diversos<br />

estudios aleatorizados y controlados con placebo en enfermos con diversas condiciones<br />

neuropáticas periféricas y alodinia (en especial con neuralgia post-herpética) (4, 16, 17). No se<br />

sugiere su empleo en sujetos con <strong>dolor</strong> central y alodinia (16, 17). Su NNT se ha estimado en 4.4<br />

(4). (Nota: Aunque este fármaco en específico, es considerado como primera línea en otras guías; las canadienses, lo<br />

consideran segunda línea de tratamiento. Referencia 4).<br />

Cuando es empleada en esta presentación y como se recomienda, los efectos adversos<br />

observados son reacciones cutáneas leves (ej.: eritema y escozor localizado) (16, 17). Las<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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66 Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>.<br />

concentraciones en sangre, son mínimas con la dosificación máxima aprobada (tres-cuatro<br />

parches/día por 12-18 horas) (4, 16); sin embargo, se ha sugerido que su empleo debe restringirse<br />

en enfermos que consumen anti-arrítmicos de clase I (ej.: mexiletina), y en aqu<strong>el</strong>los con disfunción<br />

hepática (16).<br />

La eficacia de la lidocaína en g<strong>el</strong> 5%, se ha demostrado en enfermos con neuralgia post-herpética<br />

y alodinia (4, 16, 17). Esto no ha sido identificado en otros casos (ej.: neuralgia asociada a<br />

infección por HIV). Por tal motivo, esta presentación puede sugerirse en casos donde <strong>el</strong> parche no<br />

esta disponible o en donde <strong>el</strong> costo limita su uso (4, 16).<br />

5. Medicamentos de segunda línea.<br />

5.1. Opioides.<br />

Por más de 20 años se han realizado ensayos clínicos tendientes a identificar la utilidad de los<br />

opioides en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> DNP; sin embargo, los resultados que se han obtenido muestran<br />

resultados contradictorios (14). Aunado a esto, existen controversias respecto a su uso crónico; las<br />

cuales, están fundamentadas al riesgo de adicciones, alteraciones hormonales, inmunosupresión,<br />

e hiperalgesia paroxística (31-31).<br />

Se ha propuesto que en <strong>el</strong> DNP: (i) su mantenimiento es mediado por la co-expresión de<br />

receptores opioides y de colecistoquinina en las neuronas d<strong>el</strong> tallo cerebral (34), (ii) los receptores<br />

opioides (kappa) promueven en la fibra C espinal una depresión de sus potenciales de campo (35),<br />

<strong>el</strong> boqueo periférico y espinal de los receptores-mu disminuye su intensidad (36, 37), y por la<br />

expresión de dichos receptores asociada a c-fos (38).<br />

Diversos estudios, los han identificado como eficaces en diversas condiciones <strong>dolor</strong>osas de origen<br />

<strong>neuropático</strong>. En consecuencia, su uso ha sido recomendado por distintas guías; esto con la<br />

salvedad, de ser considerados como segunda línea de tratamiento por diversas preocupaciones<br />

sobre su seguridad a largo plazo. Sin embargo, en aqu<strong>el</strong>los que no responden a las primeras<br />

líneas o en quienes la intensidad d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong> hace mandatorio su empleo, pueden utilizarse a la par<br />

que la primera línea. Lo anterior, debido a que al ser com<strong>para</strong>dos con antidepresivos (ADT) o<br />

anticonvulsivantes (gabapentina) se observa mayor analgesia, pero con efectos adversos más<br />

frecuentes (16, 17). (Nota: Aunque este grupo de fármacos en específico, es considerado como segunda línea en otras<br />

guías; las canadienses, lo consideran tercera línea de tratamiento. Referencia 4).<br />

El reporte con su uso por un periodo de tiempo intermedio (rango de 8 a 70 días; promedio de 28)<br />

documenta que son eficaces <strong>para</strong> disminuir en forma significativa la intensidad d<strong>el</strong> DNP<br />

espontáneo, evocado (por calor o frio), y alodinia (14, 39). De igual forma, se identificó una<br />

reducción mayor d<strong>el</strong> 30% que la obtenida con placebo. De este resultado, los autores discuten, que<br />

esta disminución en intensidad es considerada por los enfermos como significativa (14). No<br />

obstante a estos resultados, se han planteado diversas consideraciones que limitan su uso, entr<br />

estas se encuentran: (i) la presencia de inmunosupresión, (ii) hipogonadismo, (iii) hiperalgesia<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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Entendiendo al <strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong>. 67<br />

inducida por opioides, y (iv) <strong>el</strong> posible riesgo adictivo (16, 17). Sobre esto último, vale la pena<br />

destacar que dicho riesgo en enfermos con <strong>dolor</strong> crónico y sin historia de adicciones o abuso es<br />

d<strong>el</strong> 0.19%; en contraparte, en sujetos con ese antecedente en 0.59%. Estos datos sugieren que en<br />

aqu<strong>el</strong>los sujetos sin antecedentes <strong>el</strong> riesgo adictivo es pequeño (40).<br />

Por otro lado, se ha identificado que los efectos adversos más frecuentemente observados son los<br />

siguientes: (i) mareo (NNH 7.1), (ii) nausea (NNH: 4.2), y (iii) constipación (NNH 4.2) (14, 16, 17).<br />

Aunque, la nausea y la sedación, son dependientes de la dosis y tienden a disminuir con <strong>el</strong> tiempo;<br />

se debe considerar que la constipación es continua, y que los enfermos requieren un esquema de<br />

laxantes con monitorización de la función intestinal (16, 17). Se debe tener en cuenta que en <strong>el</strong><br />

paciente geriátrico, estos fármacos, pueden condicionar un déficit cognitivo agudo, alteraciones en<br />

la marcha, e incremento en <strong>el</strong> riesgo de caídas (17). Aunado a <strong>el</strong>lo, se ha identificado que 11% de<br />

los pacientes abandona la terapéutica por efectos adversos (14).<br />

La titulación de estos fármacos debe individualizarse, ya que su dosis efectiva varía en cada<br />

paciente. Una vez alcanzada una dosis de mantenimiento estable, se puede considerar la rotación<br />

de formulaciones de acción rápida hacia aqu<strong>el</strong>las con acción retardada. Esta posología es mejor<br />

tolerada por los enfermos, facilita la posología, y favorece la adherencia terapéutica (16, 17). Dada<br />

la tolerancia farmacológica que se presenta como un fenómeno biológico esperado, su<br />

descontinuación súbita, puede condicionar síndrome de abstinencia; en consecuencia, los<br />

pacientes deben ser advertidos de este posible evento (17).<br />

5.1.1. Tramadol.<br />

El tramadol es un fármaco con doble mecanismo de acción; por un lado, funciona como agonista<br />

de los receptores opioides µ (MOR); por otro, inhibe la recaptura de serotonina y noradrenalina. Se<br />

ha identificado su eficacia en diversas condiciones neuropáticas <strong>dolor</strong>osos. Al igual que con los<br />

opioides su empleo sugiere un riesgo adictivo bajo; sin embargo en este caso específico, al<br />

parecer es aún menor (16, 17). Se ha documentado que su eficacia en <strong>el</strong> alivio d<strong>el</strong> DNP presenta<br />

un NNT de 3.8 (IC 95%: 2.8 a 6.3) (41). Los efectos adversos son similares a los de los opioides;<br />

por lo que se deben tener las mismas consideraciones. Aunado a <strong>el</strong>lo, este medicamento<br />

disminuye <strong>el</strong> umbral de convulsión y puede precipitar un síndrome serotoninérgico cuando se<br />

utiliza en combinación con antidepresivos inhibidores de la recaptura de serotonina, noradrenalina<br />

o ambos. La dosis máxima recomendada en las guías de manejo es de 400 mg/día (16, 17).<br />

6. Las otras líneas de manejo.<br />

Existe un sinnúmero de fármacos utilizados <strong>para</strong> <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> DNP. Estos pueden ser<br />

utilizados en casos en los cuales las primeras dos líneas han resultado ineficaces. Entre <strong>el</strong>los se<br />

han considerado aticonvulsivantes (carbamacepina, oxcarbacepina, topiramato ácido valproico,<br />

<strong>Covarrubias</strong>-­‐Gómez A.<br />

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lamotrigina, y fenitoina), antidepresivos (bupoprion, citalopram y paroxetina), anestésicos locales<br />

(mexiletina), antagonistas NMDA (dextrometorfan, memantina) y otros (capsaicina) (16, 17).<br />

En las guías canadienses cabe destacar que la carbamacepina es considerada como fármaco de<br />

primera línea <strong>para</strong> <strong>el</strong> tratamiento de la neuralgia trigeminal. Así mismo, proponen como cuarta línea<br />

de tratamiento a los canabinoides, metadona, clonidina, lamotrigina, mexiletina, ácido valpróico, y<br />

topiramato (4). Por otro lado, no obstante a que las guías europeas evalúan condiciones <strong>dolor</strong>osas<br />

específicas, coinciden con estas líneas de manejo (incluyendo también <strong>el</strong> empleo de canabinoides)<br />

(5).<br />

7. Resumen<br />

En este sentido, existen diversas guías de manejo o parámetros de práctica <strong>para</strong> <strong>el</strong> manejo d<strong>el</strong><br />

<strong>dolor</strong> <strong>neuropático</strong> (DNP). Todas <strong>el</strong>las han realizado recomendaciones terapéuticas aplicables en <strong>el</strong><br />

contexto de la región en donde fueron generadas. No obstante a que las diversas guías de manejo<br />

tienen <strong>el</strong> objetivo de ser aplicadas por todos los grupos médicos, podemos identificar que en<br />

algunos casos, existen algunas tendencias que sugieren la falta de apego.<br />

El DNP es causado por la disfunción d<strong>el</strong> sistema nervioso, en especial (y más frecuentemente) <strong>el</strong><br />

periférico. En este sentido, se ha identificado un sinnúmero de causas atribuibles a su presencia,<br />

entre las que se encuentran: (i) diabetes, (ii) herpes zoster, (iii) síndrome de inmunodeficiencia<br />

adquirida, (iv) cáncer, (v) compresiones nerviosas de distintas índoles, (vi) muchas otras. Cada una<br />

de <strong>el</strong>las, tiene diversos mecanismos involucrados en la generación de este tipo de <strong>dolor</strong> (11). Entre<br />

estos se encuentran: (i) sensibilización periférica, (ii) control en las neuronas sensitivas antes y<br />

después de la transcripción (excitabilidad ectópica), (iii) sensibilización central, (iv) facilitación<br />

aumentada, (v) reorganización estructural, (vi) desinhibición, (vii) otros (12). Esta serie de<br />

<strong>el</strong>ementos favorece que su descripción sea difícil. Generalmente se presenta como alodinia e<br />

hiperestesia; al volverse crónico, se acompaña de depresión y de alteraciones d<strong>el</strong> dormir.<br />

Se han propuesto diversos escalones <strong>para</strong> <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> DNP. De igual forma, las diversas<br />

guías proponen distintas líneas de tratamiento. En este sentido, los antidepresivos tricíclicos<br />

(amitriptilina, nortriptilina, desimipramina) y los anticonvulsivantes con acción sobre los canales de<br />

calcio dependientes de voltaje (gabapentina, pregabalina), han sido considerados como primera<br />

línea. Cada uno de <strong>el</strong>los, puede tener consideraciones específicas que orientan al clínico sobre la<br />

s<strong>el</strong>ección individualizada.<br />

Dado a que presentan periodos de titulación largos, los diversos grupos de consenso han<br />

propuesto que <strong>el</strong> empleo de opioides puede ser de utilidad en lo que se obtienen las dosis<br />

terapéuticas de las primeras líneas. Los efectos adversos de los opioides deben ser tomados en<br />

consideración. De igual forma, es imperativo destacar que todo caso refractario debe ser empleado<br />

con un especialista en medicina d<strong>el</strong> <strong>dolor</strong>.<br />

8. Referencias.<br />

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