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sumir, diluir y asimilar a todos los particulares bajo la hegemonía de una sola particularidad; en este caso, la del hombre blanco occidental. Éste es el universalismo que gran parte de las elites criollas blancas latinoamericanas, imitando el republicanismo imperial francés, han reproducido en los discursos de “nación”, disolviendo las particularidades africanas e indígenas en el universal abstracto de la “nación”, que privilegia la particularidad de la herencia europea de los blancos criollos sobre los demás. Pero vemos también la reproducción del universalismo colonial eurocentrado, no solamente en los discursos de derecha sino también en corrientes contemporáneas marxistas y pos-marxistas, como lo discutiremos más abajo. Frente al proyecto de universalismo abstracto, racista e imperial, y contrario a los fundamentalismos tercermundistas, la descolonización, para Césaire, desde la experiencia afro-caribeña, no pasa por afi rmar un particularismo estrecho y cerrado que conduzca a un provincialismo o a un fundamentalismo segregacionista, que se amuralla en su particularidad. Para Césaire la descolonización pasa por la afi rmación de un universalismo concreto, depositario de todos los particulares. Si el universalismo abstracto establece relaciones verticales entre los pueblos, el universalismo concreto de Césaire es necesariamente horizontal en sus relaciones entre todos los particulares. Aquí la noción de universalismo concreto adquiere otra signifi cación muy distinta a las de Hegel y Marx. Si el universalismo concreto en Hegel y Marx eran aquellos conceptos, ricos en múltiples determinaciones pero dentro de una misma cosmología y un mismo episteme (en este caso el occidental), donde el movimiento de la dialéctica tritura toda alteridad en lo mismo, en Césaire el universalismo concreto es aquél que es resultado de múltiples determinaciones cosmológicas y epistemológicas (un pluri-verso, en lugar de un uni-verso). El universalismo concreto césaireano es el resultado de un proceso horizontal de diálogo crítico entre pueblos que se relacionan de igual a igual. El universalismo abstracto es inherentemente autoritario y racista, mientras que el universalismo concreto de Césaire es profundamente democrático. Esta intuición fi losófi ca de Césaire, pensada desde la geopolítica y corpopolítica afro-caribeña, ha sido fuente de inspiración para pensar en salidas prácticas a los dilemas contemporáneos de la explotación y dominación del sistema-mundo contemporáneo. Inspirado en estas intuiciones fi losófi cas de Césaire, intentaré contestar las siguientes preguntas: ¿qué sería hoy día un proyecto de descolonización universalista concreto césaireano? ¿Cuáles son las implicaciones políticas de este proyecto? ¿Cómo concretizar estas intuiciones fi losófi cas de Césaire en un proyecto de transformación radical del patrón de poder colonial de este “sistema-mundo europeo/euro-norteamericano capitalista/patriarcal moderno/colonial”? 72
LA TRANSMODERNIDAD COMO PROYECTO UTÓPICO DESCOLONIZADOR Un diálogo horizontal liberador, en oposición al monólogo vertical de Occidente, requiere de una descolonización en las relaciones globales de poder. No podemos asumir el consenso habermasiano o relaciones horizontales de igualdad entre las culturas y los pueblos, cuando a nivel global están divididos en los dos polos de la diferencia colonial. Sin embargo, podemos comenzar a imaginar mundos alter-nativos, más allá de la disyuntiva eurocentrismo versus fundamentalismo. La transmodernidad es el proyecto utópico, que desde la mirada epistémica mestiza en América Latina propone Enrique Dussel para trascender la versión eurocéntrica de la modernidad (Dussel, 2001). En oposición al proyecto de Habermas, que propone como tarea central la necesidad de culminar el proyecto inacabado e incompleto de la modernidad, la transmodernidad de Dussel es el proyecto para culminar, a través de un largo proceso, el inacabado e incompleto proyecto de la descolonización. La transmodernidad sería la concretización, a nivel de proyecto político del universalismo concreto, que la intuición fi losófi ca césaireana nos invita a construir. En lugar de una modernidad centrada en Europa/Euro-norteamérica, e impuesta como proyecto global imperial/ colonial al resto del mundo, Dussel argumenta por una multiplicidad de propuestas críticas descolonizadoras contra la modernidad eurocentrada, y más allá de ella, desde las localizaciones culturales y epistémicas diversas de los pueblos colonizados del mundo. Según no hay un afuera absoluto para este sistema-mundo, tampoco hay un adentro absoluto. Las epistemologías alternas podrían proveer lo que el crítico cultural caribeño, Edward Glissant, propone: una “diversalidad” de respuestas a los problemas de la modernidad realmente existentes. La fi losofía de la liberación sólo puede venir de los pensadores críticos de cada cultura, en diálogo con otras culturas. La liberación de la mujer, la democracia, los derechos civiles, las formas de organización económicas alternas a este sistema, sólo pueden venir de las respuestas creativas de los proyectos ético-epistémicos locales. Por ejemplo, las mujeres occidentales no pueden imponer su noción de liberación a las mujeres del mundo islámico o indígena. De igual forma, el hombre occidental no puede imponer su noción de democracia a los pueblos no-europeos. Esto no representa un llamado a buscar soluciones fundamentalistas o nacionalistas a la colonialidad del poder global. Es un llamado a buscar, en la diversalidad epistémica y la transmodernidad, una estrategia o mecanismo epistémico hacia un mundo descolonizado transmoderno, que nos mueva más allá de los fundamentalismos del tipo eurocentrista primermundista y del tipo eurocentrista tercermundista. Por los últimos 513 años de “sistema-mundo europeo/euro-americano moderno/colonial capitalista/patriarcal” fuimos del “cristianízate o te mato” del siglo XVI, al “civilízate o te mato” de los siglos XVIII y XIX, al “desarróllate o te mato” del siglo XX y, más recientemente, al “democratízate o te mato” 73
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LA TRANSMODERNIDAD COMO PROYECTO UTÓPICO DESCOLONIZADOR<br />
Un diálogo horizontal liberador, en oposición al monólogo vertical de Occidente,<br />
requiere de una descolonización en las relaciones globales de poder.<br />
No podemos asumir el consenso habermasiano o relaciones horizontales<br />
de igualdad entre las culturas y los pueblos, cuando a nivel global están<br />
divididos en los dos polos de la diferencia colonial. Sin embargo, podemos<br />
comenzar a imaginar mundos alter-nativos, más allá de la disyuntiva eurocentrismo<br />
versus fundamentalismo. La transmodernidad es el proyecto<br />
utópico, que desde la mirada epistémica mestiza en América Latina propone<br />
Enrique Dussel para trascender la versión eurocéntrica de la modernidad<br />
(Dussel, 2001). En oposición al proyecto de Habermas, que propone como<br />
tarea central la necesidad de culminar el proyecto inacabado e incompleto<br />
de la modernidad, la transmodernidad de Dussel es el proyecto para culminar,<br />
a través de un largo proceso, el inacabado e incompleto proyecto<br />
de la descolonización. La transmodernidad sería la concretización, a nivel<br />
de proyecto político del universalismo concreto, que la intuición fi losófi ca<br />
césaireana nos invita a construir. En lugar de una modernidad centrada<br />
en Europa/Euro-norteamérica, e impuesta como proyecto global imperial/<br />
colonial al resto del mundo, Dussel argumenta por una multiplicidad de<br />
propuestas críticas descolonizadoras contra la modernidad eurocentrada, y<br />
más allá de ella, desde las localizaciones culturales y epistémicas diversas<br />
de los pueblos colonizados del mundo. Según no hay un afuera absoluto<br />
para este sistema-mundo, tampoco hay un adentro absoluto. Las epistemologías<br />
alternas podrían proveer lo que el crítico cultural caribeño, Edward<br />
Glissant, propone: una “diversalidad” de respuestas a los problemas de la<br />
modernidad realmente existentes. La fi losofía de la liberación sólo puede venir<br />
de los pensadores críticos de cada cultura, en diálogo con otras culturas.<br />
La liberación de la mujer, la democracia, los derechos civiles, las formas de<br />
organización económicas alternas a este sistema, sólo pueden venir de las<br />
respuestas creativas de los proyectos ético-epistémicos locales. Por ejemplo,<br />
las mujeres occidentales no pueden imponer su noción de liberación a las<br />
mujeres del mundo islámico o indígena. De igual forma, el hombre occidental<br />
no puede imponer su noción de democracia a los pueblos no-europeos.<br />
Esto no representa un llamado a buscar soluciones fundamentalistas o nacionalistas<br />
a la colonialidad del poder global. Es un llamado a buscar, en la<br />
diversalidad epistémica y la transmodernidad, una estrategia o mecanismo<br />
epistémico hacia un mundo descolonizado transmoderno, que nos mueva<br />
más allá de los fundamentalismos del tipo eurocentrista primermundista y<br />
del tipo eurocentrista tercermundista.<br />
Por los últimos 513 años de “sistema-mundo europeo/euro-americano<br />
moderno/colonial capitalista/patriarcal” fuimos del “cristianízate o te mato”<br />
del siglo XVI, al “civilízate o te mato” de los siglos XVIII y XIX, al “desarróllate<br />
o te mato” del siglo XX y, más recientemente, al “democratízate o te mato”<br />
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