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El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión

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contribución más permanente del cartesianismo hasta hoy es la fi losofía sin<br />

rostro del punto cero, que será asumida por las ciencias humanas a partir<br />

del siglo XIX como la epistemología de la neutralidad axiológica y la objetividad<br />

empírica del sujeto que produce conocimiento científi co. Aun cuando<br />

algunas corrientes, como el psicoanálisis y el marxismo, hayan cuestionado<br />

estas premisas, todavía los marxistas y psicoanalistas producen conocimiento<br />

desde el punto cero, es decir, sin cuestionar el lugar desde el cual hablan y<br />

producen conocimiento. Esto es fundamental para nuestro tema porque el<br />

concepto de universalidad que va a quedar impreso en la fi losofía occidental, a<br />

partir de Descartes, es el universalismo abstracto. Abstracto en dos sentidos:<br />

primero, en el sentido del enunciado, de un conocimiento que se abstrae de<br />

toda determinación espacio temporal y pretende ser eterno; y segundo, en<br />

el sentido epistémico de un sujeto de enunciación que es abstraído, vaciado<br />

de cuerpo y contenido, y de su localización en la cartografía de poder mundial,<br />

desde donde produce conocimientos, para así proponer un sujeto que<br />

produce conocimientos con pretensiones de verdad, como diseño global,<br />

universal para todos en el mundo. <strong>El</strong> primer tipo de universalismo abstracto<br />

(el de los enunciados) es posible solamente si se asume el segundo (el del<br />

sujeto de enunciación). <strong>El</strong> primer sentido de universalismo abstracto, el del<br />

universalismo basado en un conocimiento con pretensiones de eternidad<br />

espacio-temporal, de enunciados que se “abstraen” de toda espacialidad y<br />

temporalidad, ha sido cuestionado dentro de la propia cosmología y fi losofía<br />

occidental. Pero el segundo sentido de universalismo abstracto, en el sentido<br />

epistémico del sujeto de enunciación sin rostro ni localización espacio-temporal,<br />

el de la ego-política del conocimiento, ha continuado, hasta nuestros<br />

días, con el punto cero de las ciencias occidentales, aun entre los críticos del<br />

propio René Descartes, y es uno de los legados más perniciosos del cartesianismo.<br />

Immanuel Kant (2004a), un siglo más tarde (siglo XVIII), pretende resolver<br />

algunos de los dilemas del universalismo cartesiano, poniendo las categorías<br />

de espacio y tiempo como innatas al “hombre” y, por tanto, como categorías<br />

universales a priori de todo conocimiento. <strong>El</strong> sujeto trascendental kantiano<br />

no puede producir conocimiento fuera de las categorías de tiempo y espacio,<br />

como pretende el cartesianismo, porque dichas categorías ya están en<br />

la mente de todos los hombres antes de toda experiencia (Kant, 2004a).<br />

Para Kant, estas son las condiciones de posibilidad de la intersubjetividad<br />

universalista, esto es, de que todos los hombres puedan comportarse moralmente.<br />

Contrario a Descartes, para Kant el conocimiento humano tiene<br />

límites, y no puede conocer “la cosa en sí”. Pero, reformando y continuando<br />

la tradición cartesiana, para Kant son las categorías a priori, compartidas por<br />

todos los hombres, las que permiten organizar el caos del mundo empírico,<br />

de tal manera que se pueda producir un conocimiento que sea reconocido intersubjetivamente<br />

como verdadero y universal.<br />

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