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El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión

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dencias hegemónicas trabajan para diluir ese otro carácter y esa otra lógica<br />

con la que se disfraza nada menos que el multiculturalismo neoliberal.<br />

Es más, la falta de una clara distinción entre los términos se ha vuelto más<br />

complicada en Ecuador con la reforma constitucional de 1998, en la cual el<br />

Estado asume la responsabilidad de “alimentar la interculturalidad inspirada<br />

en sus políticas e integrada a sus instituciones en concordancia con los<br />

principios de equidad e igualdad de las culturas”. Como señalé en otra oportunidad,<br />

este uso intencional de interculturalidad es una parte constitutiva<br />

de las estrategias del Estado (Walsh, 2002b y 2002d). Más que una simple<br />

sinonimia terminológica, refl eja un esfuerzo por incorporar las demandas<br />

y el discurso subalternos “dentro” del aparato estatal. Una estrategia que,<br />

desde 1990 y en respuesta al proyecto emergente de los movimientos indígenas,<br />

tuvo como objetivo una política de incorporación y división, diseñada<br />

“no simplemente para debilitar la oposición, sino para hacerlo en el orden<br />

de asegurar la implementación de un proyecto neoliberal” (Walsh, 2002b, p.<br />

79). Por esta razón, y como vengo acordando con Mignolo, el discurso de la<br />

interculturalidad es cada vez más utilizado por el Estado y por los proyectos<br />

de las fundaciones multilaterales como un nuevo “gancho” del mercado.<br />

Al asumir la interculturalidad dentro de la política y el discurso del Estado,<br />

y de modo similar dentro del discurso y las políticas de instituciones multilaterales<br />

como el Banco Mundial, su fundamental signifi cación transformativa, tal<br />

como es concebida por los movimientos indígenas, es debilitada y co-optada.<br />

Similar paralelismo es observable en las reformas educativas de Ecuador y<br />

Bolivia que hacen referencia a los legados coloniales, aparentando que tales<br />

legados están siendo rectifi cados en la nueva diversidad política del Estado.<br />

Pareciera que todo lo que acá venimos testimoniando no es otra cosa que la<br />

integración de conceptos concebidos por los grupos subalternizados como<br />

indicadores de la diferencia colonial dentro de los paradigmas hegemónicos,<br />

vaciándolos de su oposición política, ética y epistémica. <strong>El</strong> reconocimiento<br />

de y la tolerancia hacia los otros que el paradigma multicultural promete, no<br />

sólo mantiene la permanencia de la inequidad social, sino que deja intacta<br />

la estructura social e institucional que construye, reproduce y mantiene<br />

estas inequidades. <strong>El</strong> problema, entonces, no se centra simplemente en las<br />

políticas del multiculturalismo como un nuevo paradigma dominante en la<br />

región y en el globo, sino en las vías que cada política utiliza para ofuscar,<br />

tanto la subalternidad colonial como las consecuencias de la diferencia colonial,<br />

incluyendo lo que Mignolo ha designado como “racismo epistémico de la<br />

modernidad” (Mignolo, 2003).<br />

Cada una de estas cuestiones es aplicable a las disciplinas académicas.<br />

La reciente “apertura” del campo de la fi losofía, por ejemplo, para incluir o<br />

incorporar a los “otros” (otras culturas, otros conocimientos), sin ningún<br />

cambio radical en la dominancia blanca y blanco-mestiza prevaleciente, y<br />

con la estructura y el sistema eurocéntricos de pensamiento, fi losofía que es<br />

referida como “intercultural” por intelectuales latinoamericanos como Raúl<br />

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