El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión
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La UINPI no se reduce a ser una institución más que replica las relaciones de poder<br />
existentes en la sociedad en la que el pueblo indígena es un aspecto formal o circunstancial<br />
del currículo. No está inventando un espacio de conocimiento reservado sólo<br />
al pueblo indígena en el que los contenidos fundamentales han merecido distinguirse<br />
como indígenas y en la que los criterios de verdad y poder se reproducen. La creación<br />
de la UINPI no signifi ca la división de la ciencia entre la que es y no es indígena. Signifi ca<br />
la oportunidad de embarcarse en un diálogo teórico fundado en la interculturalidad.<br />
Signifi ca la creación de un nuevo campo conceptual, analítico y teórico que pueda<br />
generar nuevos conceptos, categorías y nociones por debajo de la construcción de la<br />
interculturalidad y de comprensión de la alteridad. (ICCI, 2000, pp. 6-7)<br />
Como lo señalé en otro lugar (Walsh, 2002b), la propuesta refl eja la necesidad<br />
de alentar procesos de translación mutua de conocimientos, en lo plural<br />
(Vera, 1997). <strong>El</strong> objetivo no es la mezcla o hibridación de formas de conocimiento,<br />
ni una forma de invención del mejor de los dos posibles mundos. Por<br />
el contrario, representa la construcción de un nuevo espacio epistemológico<br />
que incorpora y negocia los conocimientos indígenas y occidentales (y tanto<br />
sus bases teoréticas como experienciales), manteniendo consistentemente<br />
como fundamental la colonialidad del poder y la diferencia colonial de la que<br />
vienen siendo sujetos. Surge aquí la posibilidad de hablar de una “ínter-epistemología”<br />
como una forma posible de referir ese campo relacional.<br />
En esta construcción conceptual, tanto con la mirada de la UINPI como del<br />
proyecto político mayor, interculturalidad señala una política cultural y un<br />
pensamiento oposicional, no basado simplemente en el reconocimiento o la<br />
inclusión, sino más dirigido a la transformación estructural sociohistórica.<br />
Una política y un pensamiento tendidos a la construcción de una propuesta<br />
alternativa de civilización y sociedad; una política que parta de y en la confrontación<br />
del poder, pero que también proponga otra lógica de incorporación.<br />
Una lógica radicalmente distinta de la que orientan las políticas de la<br />
diversidad estatales, que no busque la inclusión en el Estado-nación como<br />
está establecido, sino que, en cambio, conciba una construcción alternativa<br />
de organización, sociedad, educación y gobierno, en la que la diferencia no<br />
sea aditiva sino constitutiva. Como tal, la lógica de la interculturalidad es<br />
importante, no sólo para comprender el proyecto del movimiento indígena<br />
ecuatoriano, sino también —como Mignolo lo ha subrayado (Walsh, 2002a)—<br />
para imaginar una futura diferencia.<br />
Pero mientras la confi guración y la práctica de la interculturalidad en el<br />
concepto del movimiento indígena están claramente sostenidas en las experiencias<br />
históricas y en la racialización que formó la colonialidad del poder<br />
en las Américas (Quijano, 1999), esta confi guración y esta práctica continúan<br />
concibiendo la noción de que el confl icto es indígena-blanco-mestizo.<br />
Como tal, las identidades negras, la cultura negra y la producción epistémica<br />
quedan invisibilizadas en las propuestas indígenas, contribuyendo también<br />
a la subalternización de los afro-ecuatorianos, ya no sólo por la sociedad<br />
dominante sino también por el movimiento indígena. De este modo, el proceso<br />
de racialización y de racismo subjetivo, institucional y epistémico no