El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión
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identidades y garantizar la regulación de la población (‘bio-poder’). Pero, por<br />
otro, se ignora la dinámica contraria, al olvidar que la homogeneidad (en el<br />
sistema) está, parcialmente, garantizada por la tendencia colonial a reproducir<br />
jerarquías (hacia las periferias del sistema moderno). Ciertamente, ambos<br />
procesos son indisociables. Así lo muestra, por ejemplo, la red ‘Papeles para<br />
Todos/as’ del Estado español (desarrollada bajo formas similares en otros<br />
países europeos). En una sociedad que niega su interculturalidad, esta red<br />
amplía los parámetros que defi nen la ciudadanía. Pero, al mismo tiempo,<br />
rechaza la clasifi cación jerárquica de la población mundial, según un criterio<br />
racial que reduce el problema de la inmigración a un asunto de mera integración,<br />
según si se es ciudadano de tercera clase (‘sudaca’) o cuarta (‘moro’). 16<br />
Podríamos decir que la doble gobernabilidad es crucial para comprender<br />
en qué punto un movimiento pasa, en términos de las teorías de los marcos<br />
interpretativos (Tarrow, 1992), de la ‘ampliación’ de los marcos que dan sentido<br />
a la realidad a su ‘transformación’ profunda.<br />
e. La colonialidad del poder. Esta doble gobernabilidad, además, supone<br />
ver los mecanismos modernos de poder desde su dimensión colonial. Esto no<br />
es hacer una lectura anti-colonial del poder. La idea, más bien, es analizar la<br />
colonialidad del poder, entendida como “la clasifi cación social de la población<br />
mundial sobre la idea de raza, que tiene origen y carácter colonial, pero ha<br />
probado ser más duradera y estable que el colonialismo en cuya matriz fue<br />
establecida” (Quijano, 2000, p. 201). 17 Según Castro-Gómez, este concepto<br />
“amplía y corrige el concepto foucaultiano de poder disciplinario, al mostrar<br />
que los dispositivos panópticos erigidos por el Estado moderno se inscriben en<br />
una estructura más amplia y de carácter mundial, confi gurada por la relación<br />
colonial entre centros y periferias a raíz de la expansión europea” (2000, p.<br />
153). Veámoslo concretamente. Uno de los dispositivos a través de los cuales<br />
el poder disciplinario se instala en América Latina es el de las Constituciones;<br />
ellas contribuyeron a inventar la ciudadanía, a crear un campo de identidades<br />
homogéneas que hiciera viable el proyecto moderno de gobernabilidad (Beatriz<br />
González Stephan, citada por Castro-Gómez, 2000).<br />
Si tomamos la sugerencia de Castro-Gómez de incorporar la colonialidad<br />
del poder en este proceso, pronto veremos que la homogenización de la población<br />
latinoamericana —vía la Carta Magna— no implicó la democratización de<br />
las relaciones sociales y políticas (tal como lo supone el imaginario del Estado<br />
moderno y su perspectiva eurocéntrica de la nacionalización). En esa región,<br />
la homogenización fue producto de la exclusión y, algunas veces, eliminación,<br />
de una parte importante de la población: indígenas, negros y mestizos (Qui-<br />
16 Los de segunda son los/as excluidos/as por la lógica interna que comentábamos más<br />
arriba; un caso dramático en el caso del Estado español es el de la población de la tercera<br />
edad, fácilmente expulsada por la desaparición de los lazos familiares modernos y el desmantelado<br />
del Estado de Bienestar.<br />
17 Nótese la interesante diferencia conceptual que el autor establece entre ‘colonialismo’ y<br />
‘colonialidad’.<br />
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