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El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión

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Recuérdese que la etimología de texto viene de ‘tejer, tejido’. De tal forma que<br />

una primera defi nición de escritura, en el mundo andino, incluiría todas las<br />

prácticas textuales: tejido, canciones, bailes, etc. Pero, yendo incluso más<br />

allá, la escritura se podría redefi nir como el templete de base con el que las<br />

vocalizaciones posteriores interactúan dinámicamente. Se trata de invertir la<br />

perspectiva etimológica del texto para enfatizar la dinámica de vocalizar, de<br />

hacer vivir la escritura de base inerte. 19<br />

En Latinoamérica, la escritura forma parte del ideal modernizador al que<br />

buscaban adherirse los intelectuales criollos. Así, el Estado colonial incluye<br />

la diferenciación colonial escrituraria como parte de sus prácticas de instauración<br />

de la colonialidad del poder. Se recurre nuevamente, entonces, a los<br />

criterios de clasifi cación racial: los indios son los analfabetos, carentes de letra<br />

y de palabra, y los civilizados son los que pueden hacer uso de la escritura como<br />

expresión de razón y como ámbito generador de expresión discursiva. Sin<br />

embargo, también es verdad que las poblaciones indias coloniales buscaron<br />

mecanismos de apropiación de la escritura alfabética occidental y de fi ltración<br />

de sus elementos culturales. Estos procesos no estuvieron separados de la<br />

producción de confl ictos que desembocaron en la elaboración de textos, por<br />

una parte, alternativos, pero también diglósicos (Leinhard, 1990).<br />

Así, en la Colonia se dio una situación interesante: junto con la estructura<br />

de dominación escrituraria que se fue consolidando en América, también fue<br />

creciendo una serie de prácticas de resistencia que produjeron una lucha<br />

textual. Éstas, a su vez, dieron como resultado la coexistencia de diversos<br />

campos simbólicos sobrepuestos. Con el advenimiento de la Conquista, las<br />

prácticas textuales andinas comenzaron a sufrir el escrutinio europeo; pero<br />

también ocurrió lo propio desde el otro lado: los andinos comparaban<br />

permanentemente la escritura europea con las propias prácticas textuales,<br />

adaptándolas a sus propias formas de expresión (Arnold y Yapita, 2000).<br />

Desde el mundo andino, lo más probable es que la escritura alfabética<br />

produjera tanto temor como asombro. Como ejemplo vale recordar que las<br />

diferentes perspectivas sobre el estatus de la escritura habrían sido el nudo<br />

central temático del trágico encuentro de Cajamarca, en 1532 (López, 1998,<br />

p. 18). Ahí se evidencian dos mundos textualizados de manera distinta: las<br />

escrituras sagradas occidentales vs. la oralidad y la adivinación andinas.<br />

Pero, además, esta interpretación de la doble perspectiva escritural del encontronazo<br />

de Cajamarca también se da en los dramas de la muerte de Atahualpa,<br />

donde se compara el papel con la hoja de maíz, y se comparan los caracteres<br />

en el papel con las huellas que dejan los pájaros o con formas animales (Arnold<br />

y Yapita, 2000). Por el lado hispano, el encuentro de Cajamarca sirve como<br />

justifi cación para el intento de convertir a la población andina al catolicismo<br />

(López, 1998). Por ello se insiste en que los indios no tuvieron escritura, al<br />

19 Sobre la concepción de escritura y su reconceptualización en el mundo andino, véase<br />

Denise Arnold y Juan de Dios Yapita (2000, pp. 30-36).<br />

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