El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión
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primera vez tendrá una mirada total del mundo. Y en este hecho se funda<br />
el fenómeno denominado modernidad. La modernidad no tiene su origen<br />
—como se cree habitualmente— en el cogito ergo sum de Descartes, sino en<br />
el cogito ergo conquiro, pronunciado por los heraldos peninsulares dos siglos<br />
antes de su formulación. <strong>El</strong> fenómeno enunciado por Descartes es efecto y<br />
no causa de un proceso de racionalización de la vida social, económica y política<br />
europea, que se inicia con la conquista de América. Como diría Dussel<br />
(1998), se confunde la formulación del nuevo paradigma teórico moderno (en<br />
el siglo XVII) con el origen de la modernidad en el siglo XVI.<br />
Cuatro siglos antes que Europa, en el mundo musulmán, por ejemplo,<br />
ya había una serie de avances “modernos” que dejaban nimia a la bárbara<br />
Europa, en ámbitos tan variados como el comercio, las matemáticas, las ciencias,<br />
la fi losofía y muchos otros. Por ello, afi rma Dussel que<br />
[…] todo, o casi todo, lo que un Max Weber atribuye como factores ‘internos’ medievales<br />
o renacentistas europeos para la génesis de la modernidad, se ha cumplido con<br />
creces en el mundo musulmán siglos antes. (Dussel, 1998, pp. 40-41)<br />
Fue así como el conocimiento y las ciencias sociales se fueron construyendo<br />
al servicio de la empresa de dominación, conquista y control de Europa sobre<br />
el mundo. Sin el desarrollo de un tipo de conocimiento útil para los fi nes de<br />
una maquinaria estatal dirigida a controlar todos los órdenes de la vida social,<br />
no hubiera sido posible el proyecto de expansión capitalista. 5 En este proceso<br />
de constitución epistémica, que se dio entre los siglos XVI y XIX, se enmarca<br />
la estructuración de las ciencias sociales tal como las conocemos hoy. 6 De<br />
esta manera se consolidó un modelo clasifi catorio de la palabra y su verdad,<br />
del saber y del decir, del conocer y su expresión. Lengua y conocimiento, entonces,<br />
quedaron marcados, hasta hoy, por dos características ineludibles<br />
desde las tramas del poder: un saber y unos idiomas eurocéntricos, y un saber<br />
y unos idiomas maquetados en una matriz colonial de valoración.<br />
Ejemplos de cómo se constituyeron el saber y el decir eurocéntricos los<br />
podemos encontrar en la autoentronización de la fi losofía euro-occidental y<br />
blanca —yo añadiría macha— como el saber y el conocimiento por excelencia.<br />
Basta mostrar el bárbaro, cruel y violento pensamiento hegeliano en torno al<br />
desarrollo geo-ontológico del Ser, de la Razón, del Espíritu, de la Ilustración,<br />
en el que va asignando a cada una de las regiones del mundo su lugar como<br />
forjador de la Historia Ilustrada. Mediante un acto de malabarismo intelectual<br />
descarado, Hegel presenta a Europa, y más específi camente a Alemania e<br />
Inglaterra, como el centro del Nuevo Mundo, gobernado por la razón, y como<br />
sede del Espíritu. 7<br />
5 Santiago Castro-Gómez y Oscar Guardiola-Rivera (2000, pp. XXVII-XXVIII). Véase también<br />
Santiago Castro-Gómez (2000).<br />
6 Ver Comisión Gulbenkian (1996).<br />
7 Sobre el eurocentrismo hegeliano, véanse la presentación y el análisis desarrollado por<br />
Dussel (1993, pp. 19-30).<br />
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