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El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión

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demia era incapaz de acceder al saber del bambuco, y demuestra, no sólo la<br />

dimensión política sino también la dimensión epistemológica de la diferencia<br />

colonial. Es interesante señalar que la polémica sobre la manera de transcribir<br />

el bambuco ha sido una constante en toda la literatura musicológica<br />

que ha tratado sobre este género, en los últimos cincuenta años. La refl exión<br />

de Bernal es precisamente un intento por darle, por fi n, una conclusión a<br />

un largo debate que se ha vuelto absolutamente tedioso. Esto demuestra el<br />

profundo arraigo que sigue teniendo la colonialidad en nuestras maneras de<br />

saber, entender y asimilar tradiciones musicales que no corresponden del todo<br />

a parámetros musicales europeos.<br />

LA PERTINENCIA DE LA CRÍTICA POSCOLONIAL PARA LA ACADEMIA MUSICAL<br />

LATINOAMERICANA<br />

En el relato anterior intenté demostrar cómo, durante la primera mitad del<br />

siglo XX, la fi rmeza de la diferencia colonial impidió que el establecimiento<br />

académico colombiano accediera al saber mestizo del bambuco. Por supuesto,<br />

la diferencia colonial no fue un problema que atormentara de manera<br />

exclusiva al establecimiento musical en Colombia. Investigadores de otras<br />

naciones latinoamericanas enfrentaron el mismo dilema, y algunos, incluso,<br />

encontraron soluciones que les permitieron estudiar músicas no “puras”. En<br />

Argentina, por ejemplo, Carlos Vega defi nió el Folclore como ciencia (1944),<br />

basándose en la supuesta ausencia de mestizaje en la sociedad argentina. Su<br />

modelo, de tendencia histórica, consiste en trazar las “supervivencias” que se<br />

encuentran en el folclor, partiendo de la premisa de que las clases altas de la<br />

sociedad son las únicas capaces de crear (las clases inferiores, según Vega,<br />

sólo imitan a las superiores). De esta manera, el Folclore sería una manera<br />

de reconstruir la historia y la evolución musical de las clases altas (blancas<br />

y europeas, por supuesto), puesto que no es posible que haya supervivencias<br />

musicales que vengan de las clases bajas o de las minorías étnicas. En Cuba,<br />

por el contrario, el ambiente social y político, derivado de la resistencia a la<br />

hegemonía norteamericana, permitió que los investigadores enfrentaran el<br />

problema de otra manera. En las décadas de los veinte y los treinta surgió el<br />

“afrocubanismo”, un movimiento político e intelectual que exaltaba la importancia<br />

de la tradición africana en la cultura nacional de Cuba (Moore, 1997).<br />

Esta postura abrió nuevo espacio político y epistemológico para el trabajo de<br />

investigadores, como Fernando Ortiz y Alejo Carpentier.<br />

Es claro que este ejercicio de reinterpretar la historia para encontrar la colonialidad<br />

subyacente es una manera de cuestionar las bases de las divisiones<br />

disciplinarias entre musicología, folclor y etnomusicología en América Latina.<br />

Sin embargo, este análisis no se debería quedar únicamente en evidenciar<br />

los prejuicios sobre los cuales se encuentran construidas las disciplinas de<br />

investigación musical. En realidad, el reto más importante está en lograr que la<br />

crítica a la diferencia colonial vaya más allá de la dimensión política, y empiece<br />

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