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que cualquier intérprete que quisiera sobrevivir en la nueva economía de mercado tenía que participar en grabaciones y programas radiales. El repertorio de los llamados duetos bambuqueros comenzó a hacer parte de la programación radial; de esta manera, podemos decir que el bambuco urbano se convirtió, fi nalmente, en un género de popular music. Otro signo de la recepción favorable del bambuco entre la clase media profesional de la época es que la gente de la radio (periodistas del espectáculo y comentaristas de discos, como Camilo Correa y Hernán Restrepo Duque) comenzó a liderar la promoción de la música popular nacional. Habría que resaltar, además, que el primer investigador musical que estuvo activo en el país, el musicólogo autodidacta, Andrés Pardo Tovar, surgió y desarrolló su trabajo dentro de este círculo de gentes de la radio, y no dentro de la academia. 13 Aunque muchas cosas sucedieron alrededor del bambuco en esta época, voy a referirme aquí sólo a una: la controversia que por entonces suscitó el problema de la trascripción del bambuco. Ya habíamos dicho que, a comienzos del siglo, Morales Pino había trasladado varios géneros tradicionales andinos al papel. Sin embargo, el ritmo de bambuco no parecía encajar bien dentro de ninguna métrica: aparentemente el rebelde bambuco se resistía a ser fi jado por escrito. Éste era un problema grave, puesto que a través del medio escrito se hacían arreglos orquestales para la radio pero, sobre todo, porque los discos de música nacional popular todavía se grababan en el extranjero, por falta de una industria local. La única manera de grabar un bambuco era enviar la partitura a los estudios de grabación de Argentina o México para que los músicos lo pudieran interpretar; pero, ¿cómo podían hacerlo si el bambuco no suena como se escribe? En 1943, Luis Miguel de Zulátegui, compositor y crítico musical de la revista radial Micro, de Medellín, se comprometió a resolver el problema. A través de las páginas de la revista, Zulátegui convocó a los músicos a una encuesta para que enviaran sus propuestas de trascripción del bambuco. Una vez se llegara a un acuerdo, pensaba Zulátegui, el gobierno debía establecer la norma por decreto. A pesar de su buena disposición para abrir el diálogo, al cabo de un año sólo un músico, el compositor de música erudita, Jesús Bermúdez Silva, envió su comentario a la revista. A primera vista, y dejando de lado lo absurda que resulta la idea del decreto, la falta de participación en la encuesta de Zulátegui puede parecer un gesto de apatía y descuido por parte de los músicos tradicionales. El asunto, sin embargo, tiene mucho más de fondo. En primer lugar, el problema estaba en que la pregunta inicial estaba mal formulada. Por la manera como estaba articulada, a través de un complicado cuestionario de nueve puntos, lleno de terminología especializada, era muy difícil que la pregunta pudiera ser entendida por aquellos músicos que no tuvieran una formación académica sólida. Pero, ¿cómo podían tenerla los intérpretes de bambuco, 13 Hay que decir, sin embargo, que en los años sesenta Pardo Tovar tuvo una cátedra en la Universidad Nacional de Colombia. 208

si todavía tenían difi cultades para que el Conservatorio los aceptara como estudiantes? En segundo lugar, la respuesta requería de una refl exión para la cual simplemente no existía un marco epistemológico de referencia. Voy a ilustrar este problema a través de la trascripción, usando el ejemplo clásico del bambuco de Morales Pino, “Cuatro Preguntas”. Figura 1 El ritmo del bambuco se caracteriza por el uso de la sesquialtera, común en otros patrones rítmicos latinoamericanos, que puede ser escrita tanto en un compás de 3/4 como en uno de 6/8. 14 Pero a diferencia de patrones rítmicos similares, como el del son jarocho, el problema de la trascripción no se resuelve con la simple alternación de ambas marcaciones métricas. La difi cultad surge de la coexistencia de dos sistemas de acentuación, que se evidencian en que los fi nales de las frases y las articulaciones de la melodía (que coinciden con los acentos del texto cuando se trata de un bambuco-canción) raramente coinciden con los acentos del bajo y con el cambio armónico. Esto se ve claramente en la fi gura 1, en donde tenemos la trascripción para piano, original de Morales Pino, de su famoso bambuco, que data de principios de siglo, en el que la mano izquierda imita el golpe del tiple. A primera vista no parece muy claro por qué el compositor escogió la métrica de 3/4: los acentos del texto (que aparecen subrayados) no caen sobre el primer tiempo del compás (donde está el acento principal), y el cambio armónico se da a mitad de camino entre un compás y otro. La lógica de esta trascripción reside en el acento que recibe la línea del bajo en la primera corchea de cada compás. Esta manera de escribir es poco obvia y muy difícil de leer para alguien que no tenga familiaridad con la tradición oral. El mismo periodo musical es mucho más fácil de leer, si se trascribe en 6/8, como lo muestra la fi gura 2. 14 Estas métricas se diferencian en la manera de agrupar un grupo de seis corcheas: pueden estar organizadas en tres grupos de dos (3/4), o en dos grupos de tres (6/8). Eso quiere decir que en algunos compases se perciben tres pulsos, y en otros dos, o que ambas acentuaciones funcionan simultáneamente en un mismo compás. 209

si todavía tenían difi cultades para que el Conservatorio los aceptara como<br />

estudiantes? En segundo lugar, la respuesta requería de una refl exión para<br />

la cual simplemente no existía un marco epistemológico de referencia. Voy a<br />

ilustrar este problema a través de la trascripción, usando el ejemplo clásico<br />

del bambuco de Morales Pino, “Cuatro Preguntas”.<br />

Figura 1<br />

<strong>El</strong> ritmo del bambuco se caracteriza por el uso de la sesquialtera, común<br />

en otros patrones rítmicos latinoamericanos, que puede ser escrita tanto<br />

en un compás de 3/4 como en uno de 6/8. 14 Pero a diferencia de patrones<br />

rítmicos similares, como el del son jarocho, el problema de la trascripción<br />

no se resuelve con la simple alternación de ambas marcaciones métricas. La<br />

difi cultad surge de la coexistencia de dos sistemas de acentuación, que se evidencian<br />

en que los fi nales de las frases y las articulaciones de la melodía (que<br />

coinciden con los acentos del texto cuando se trata de un bambuco-canción)<br />

raramente coinciden con los acentos del bajo y con el cambio armónico. Esto<br />

se ve claramente en la fi gura 1, en donde tenemos la trascripción para piano,<br />

original de Morales Pino, de su famoso bambuco, que data de principios de<br />

siglo, en el que la mano izquierda imita el golpe del tiple. A primera vista no<br />

parece muy claro por qué el compositor escogió la métrica de 3/4: los acentos<br />

del texto (que aparecen subrayados) no caen sobre el primer tiempo del<br />

compás (donde está el acento principal), y el cambio armónico se da a mitad<br />

de camino entre un compás y otro. La lógica de esta trascripción reside en<br />

el acento que recibe la línea del bajo en la primera corchea de cada compás.<br />

Esta manera de escribir es poco obvia y muy difícil de leer para alguien que no<br />

tenga familiaridad con la tradición oral. <strong>El</strong> mismo periodo musical es mucho<br />

más fácil de leer, si se trascribe en 6/8, como lo muestra la fi gura 2.<br />

14 Estas métricas se diferencian en la manera de agrupar un grupo de seis corcheas: pueden<br />

estar organizadas en tres grupos de dos (3/4), o en dos grupos de tres (6/8). Eso quiere<br />

decir que en algunos compases se perciben tres pulsos, y en otros dos, o que ambas acentuaciones<br />

funcionan simultáneamente en un mismo compás.<br />

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