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El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión

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primitivo, selvático” (Vidal, 1928b). Para Vidal, era impensable que esa música<br />

pudiera ser música nacional; un apelativo que, según él, sólo podría dársele<br />

a un estilo de música académica.<br />

Desde el punto de vista histórico, lo que primero llama la atención en los<br />

argumentos de Vidal es que, de hecho, reconoce una nueva categoría de<br />

música popular urbana, aunque lo haga en un tono bastante negativo. Vidal<br />

diferencia tres tipos de música: la música académica; la música popular:<br />

“es la que emana del pueblo, guabinas, pasillos, bambucos, etc.”; y lo que él<br />

considera como una imitación urbana de esta última: una música popular<br />

artifi cialmente creada, que “debería rotularse ‘música populachera’ ” (Vidal,<br />

1928a). Este último término, que usa para describir la música popular urbana,<br />

por supuesto, tiene la connotación de música populista, vulgar y barata.<br />

Estos argumentos son claves para analizar cómo, las nuevas y las viejas<br />

categorías de estratifi cación social, comenzaban a superponerse en los años<br />

veinte. De un lado, Vidal articula el primer juicio en contra de los discos de<br />

bambuco, usando los prejuicios étnicos de la diferencia colonial: la música<br />

no es sufi cientemente buena porque todavía es indígena y primitiva. De otro<br />

lado, Vidal critica la artifi cialidad y los bajos estándares de la música producida<br />

para el consumo masivo de las nuevas clases trabajadoras urbanas.<br />

Aunque ambas críticas se originan en prejuicios fundados en la colonialidad<br />

del poder, son articuladas de diferente manera, dada la superposición del<br />

viejo sistema de castas y la nueva noción de una moderna sociedad de clases.<br />

Otro detalle importante es el uso que hace Vidal de la expresión “música<br />

popular”, que difi ere radicalmente del sentido que tiene, en inglés, el término<br />

popular music, normalizado por la academia anglosajona desde los años setenta.<br />

Popular music indica siempre una música mediatizada y masiva, que<br />

es producto de las industrias culturales y que tiene una distribución y un<br />

consumo a gran escala. Por el contrario, en español, la expresión “música<br />

popular” hace referencia a “la música del pueblo”, que no necesariamente es<br />

la misma música tradicional folclórica y, por lo tanto, el término puede tener<br />

implicaciones afectivas y políticas. De hecho, Vidal dice “música popu lar”<br />

para describir una música tradicional auténtica, de origen rural, en contraposición<br />

a la música urbana de consumo masivo, que califi ca como populachera<br />

y artifi cial.<br />

La observación de Vidal crea una nueva división en el panorama del medio<br />

musical nacional de ese entonces. Según él, el bambuco que interpretan<br />

los artesanos de Bogotá y Medellín que han logrado grabar discos, no es ni<br />

académico ni tradicional, sino que pertenece a una tercera categoría, poco<br />

respetable: el bambuco “populachero”. Esta nueva categoría no hace sino<br />

complicar el reconocimiento del bambuco como saber digno de ser estudiado.<br />

Si bien el bambuco tradicional podría ser objeto de recolección y estudio por<br />

parte de los folcloristas —una disciplina académica que no tenía antecedentes<br />

institucionales en el país— cuando Vidal despoja el bambuco urbano de<br />

su valor de autenticidad, éste pierde el estatus de saber musical que mere-<br />

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