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forma más bien arbitraria —como por ejemplo, que el bambuco es demasiado civilizado para haber evolucionado de músicas aborígenes, cuyos temas “acusan inferioridad melódica y rítmica” (Bravo Márquez, citado en Restrepo Duque, 1986, p. 7). LA ACADEMIA SE RESISTE A ACEPTAR EL BAMBUCO (1900-1910) Después de lo hecho por Morales Pino a principios de siglo, todo parecía indicar que el bambuco había alcanzado un mayor estatus al convertirse en una música de tradición escrita, un paso fundamental para ser considerado un tipo de conocimiento civilizado. Sin embargo, la práctica del bambuco y de otros géneros musicales andinos encontró una tremenda oposición dentro del entonces naciente mundo académico musical. A fi nales de siglo XIX, la Academia Nacional de Música de Bogotá era la única institución de enseñanza musical formal del país, y allí recibieron parte de su formación Morales Pino y otros músicos comprometidos con el desarrollo del repertorio de música nacional (Duque, 2000). Fundada en 1882, por Jorge Price, hijo de un comerciante inglés afi cionado a la música y un activo miembro de la vida cultural bogotana, la Academia formalizó la enseñanza del ofi cio, que antes se hacía de manera no sistemática, por medio de maestros privados que no tenían un título profesional. A pesar de su relativo éxito como empresa cultural, la Academia sufrió graves altibajos fi nancieros y tuvo que interrumpir actividades en 1899 con motivo de la Guerra de los Mil Días (1899-1902). La Academia fue reabierta en 1905 y, cinco años más tarde, fue puesta en manos del compositor Guillermo Uribe Holguín, un músico de apellidos aristocráticos, que acababa de terminar sus estudios en la Scholla Cantorum de París, gracias a una beca del gobierno nacional. El nuevo director cambió el nombre de la institución —que pasó a llamarse Conservatorio Nacional—, reestructuró y fortaleció su funcionamiento, e impuso un currículo de estudios basado en el modelo de conservatorio francés; una de las consecuencias de la reforma fue la exclusión de la práctica de cualquier tipo de música no académica dentro de la escuela, incluyendo, por supuesto, el bambuco. La resolución de Uribe Holguín causó tremendo malestar entre los músicos, y la inmediata reacción del director saliente, Honorio Alarcón, quien opinó que era absurdo impedir la práctica del repertorio nacional en el momento en que estaban surgiendo, por todas partes, jóvenes intérpretes y nuevas estudiantinas. A pesar de las protestas, el nuevo director siguió adelante con su reforma de corte conservador, y todos aquellos músicos que interpretaban el bambuco y otros géneros tradicionales fueron virtualmente excluidos de la escuela (Duque, 2000; Cortés, 2000). La reforma de Uribe Holguín, que guió la institución alrededor de veinticinco años, podría interpretarse como una reacción de las clases acomodadas en contra del avance social de las clases subordinadas y de su música. Aunque esta interpretación tiene mucho de cierto, deja por fuera un punto crucial, y es que el modelo de academia 202

musical francesa que seguía Uribe Holguín, simplemente no contemplaba el estudio de músicas diferentes de la música artística de la burguesía europea; no lo hacía ni siquiera con el estudio de las músicas tradicionales o folclóricas francesas. Como bien lo recuerda Castro-Gómez, la escuela es una de las instituciones legitimadas del Estado, en donde se forma al ciudadano ideal, de acuerdo con los cánones de la civilización; y una de sus funciones es defi nir cuál conocimiento es científi co y cuál no lo es (Castro-Gómez, 2000). En el caso que nos ocupa, el modelo de conservatorio francés establecía una diferenciación estética clara entre la práctica del ofi cio para el arte y para la artesanía: el bambuco, sin lugar a dudas, correspondía a esta última categoría. Por más “purifi cados” que estuvieran la tradición musical y sus intérpretes, el bambuco seguía siendo un conocimiento menor, un saber mestizo (o, por lo menos, no un saber blanco, burgués y europeo) que no podía tener cabida en las aulas del Conservatorio Nacional. Por otro lado, la recolección de repertorio oral tradicional, propia de los estudios del folclor, y que podría ser el ámbito indicado para el estudio del bambuco dentro de la academia, tampoco hacía parte de los intereses de un conservatorio de estilo francés. 8 Los muchos oponentes de Uribe Holguín interpretaron su posición como un abierto rechazo al bambuco y a la música local —cosa que no era necesariamente cierta, puesto que más tarde Uribe Holguín utilizó elementos del folclor en sus composiciones eruditas. Independientemente de sus razones, el mensaje enviado por el director de la institución musical más importante del país fue absolutamente claro: la música tradicional estaba por fuera de los objetivos artísticos, estéticos e intelectuales de la academia. LA ERA DE LA REPRODUCTIBILIDAD TÉCNICA DE LA OBRA DE ARTE CREA MÁS CONFLICTOS ALREDEDOR DEL BAMBUCO (1920 Y 1930) En la práctica, la reforma del Conservatorio Nacional dividió el medio musical local en dos: entre aquellos que hacían música académica propia de la población urbana, hegemónica y europea, y aquellos que hacían música tradicional, supuestamente correspondiente a los pobladores rurales, de cultura subalterna y mestiza. 9 Sin embargo, la aparición de la tecnología de grabación comenzó a poner en peligro esta supuestamente clara división de 8 En Europa occidental, los estudios sobre el folclor tuvieron un desarrollo posterior y mucho menos sofi sticado que el de las escuelas creadas a principios del siglo XX en los países de Europa oriental. Los estudios etnomusicológicos europeos, por otro lado, se desarrollaron en los países de habla germana dentro de las escuelas de psicología, y todavía hoy, en muchas instituciones, funcionan en unidades académicas distintas de los conservatorios de música. 9 “Académico” y “tradicional” son términos que utilizo para diferenciar ambos ámbitos musicales, pero que no corresponden al uso corriente del momento histórico. De hecho, gran parte del confl icto que enfrentó a los músicos locales partía, precisamente, de que los intérpretes de géneros andinos tradicionales no estaban dispuestos a reconocer ninguna diferenciación entre ambas prácticas musicales. 203

forma más bien arbitraria —como por ejemplo, que el bambuco es demasiado<br />

civilizado para haber evolucionado de músicas aborígenes, cuyos temas<br />

“acusan inferioridad melódica y rítmica” (Bravo Márquez, citado en Restrepo<br />

Duque, 1986, p. 7).<br />

LA ACADEMIA SE RESISTE A ACEPTAR EL BAMBUCO (1900-1910)<br />

Después de lo hecho por Morales Pino a principios de siglo, todo parecía<br />

indicar que el bambuco había alcanzado un mayor estatus al convertirse en<br />

una música de tradición escrita, un paso fundamental para ser considerado<br />

un tipo de conocimiento civilizado. Sin embargo, la práctica del bambuco y<br />

de otros géneros musicales andinos encontró una tremenda oposición dentro<br />

del entonces naciente mundo académico musical. A fi nales de siglo XIX, la<br />

Academia Nacional de Música de Bogotá era la única institución de enseñanza<br />

musical formal del país, y allí recibieron parte de su formación Morales Pino<br />

y otros músicos comprometidos con el desarrollo del repertorio de música<br />

nacional (Duque, 2000). Fundada en 1882, por Jorge Price, hijo de un comerciante<br />

inglés afi cionado a la música y un activo miembro de la vida cultural<br />

bogotana, la Academia formalizó la enseñanza del ofi cio, que antes se hacía<br />

de manera no sistemática, por medio de maestros privados que no tenían un<br />

título profesional. A pesar de su relativo éxito como empresa cultural, la Academia<br />

sufrió graves altibajos fi nancieros y tuvo que interrumpir actividades<br />

en 1899 con motivo de la Guerra de los Mil Días (1899-1902). La Academia<br />

fue reabierta en 1905 y, cinco años más tarde, fue puesta en manos del compositor<br />

Guillermo Uribe Holguín, un músico de apellidos aristocráticos, que<br />

acababa de terminar sus estudios en la Scholla Cantorum de París, gracias<br />

a una beca del gobierno nacional. <strong>El</strong> nuevo director cambió el nombre de la<br />

institución —que pasó a llamarse Conservatorio Nacional—, reestructuró y<br />

fortaleció su funcionamiento, e impuso un currículo de estudios basado en<br />

el modelo de conservatorio francés; una de las consecuencias de la reforma<br />

fue la exclusión de la práctica de cualquier tipo de música no académica dentro<br />

de la escuela, incluyendo, por supuesto, el bambuco.<br />

La resolución de Uribe Holguín causó tremendo malestar entre los músicos,<br />

y la inmediata reacción del director saliente, Honorio Alarcón, quien opinó<br />

que era absurdo impedir la práctica del repertorio nacional en el momento<br />

en que estaban surgiendo, por todas partes, jóvenes intérpretes y nuevas<br />

estudiantinas. A pesar de las protestas, el nuevo director siguió adelante con<br />

su reforma de corte conservador, y todos aquellos músicos que interpretaban<br />

el bambuco y otros géneros tradicionales fueron virtualmente excluidos de<br />

la escuela (Duque, 2000; Cortés, 2000). La reforma de Uribe Holguín, que<br />

guió la institución alrededor de veinticinco años, podría interpretarse como<br />

una reacción de las clases acomodadas en contra del avance social de las<br />

clases subordinadas y de su música. Aunque esta interpretación tiene mucho<br />

de cierto, deja por fuera un punto crucial, y es que el modelo de academia<br />

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