El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión
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una posición histórica y cultural particular, musicólogos y etnomusicólogos han comenzado a converger en muchos temas, haciendo que los límites convencionales entre la musicología histórica y la etnomusicología hayan ido perdiendo terreno. 1 Aunque ha habido no poca resistencia a la penetración en la musicología de nuevas perspectivas como el feminismo, 2 y a pesar de que las diferencias ideológicas entre algunos miembros de cada gremio son todavía substanciales, se está llegando, poco a poco, a la conclusión de que la musicología histórica y la etnomusicología son apenas dos caras de la misma moneda. Esto se ve refl ejado en el propósito evidente en algunas universidades norteamericanas —en cuyo sistema académico se han establecido institucionalmente con mayor fuerza las disciplinas de investigación musical desde mediados del siglo XX— de fusionar ambas disciplinas en una sola unidad académica, y entrenar a los estudiantes en el uso de las herramientas metodológicas desarrolladas por cada una. Esta transformación ha sido el resultado de una actitud crítica hacia el eurocentrismo de la academia (que, no sobra resaltarlo, ha estado desde hace mucho en la agenda de los etnomusicólogos), e intenta relativizar la hegemonía de la cultura burguesa europea con respecto a las demás culturas musicales. ¿Por qué, si no, el prefi jo “etno” ha sido válido para casi todas las músicas, excepto para la música académica europea? ¿Por qué la mayoría de escuelas de música en Estados Unidos siguen estando enfocadas, casi de manera exclusiva, en la enseñanza del canon musical europeo? La crítica a la hegemonía de la perspectiva europea en los estudios musicológicos anglosajones tuvo sus pioneros entre destacados musicólogos africanos, formados en escuelas británicas, como Nketia (1962) y Euba (1999). Uno de los capítulos más recientes de esta autocrítica en el interior de las disciplinas musicales estadounidenses desembocó hace poco (junio de 2006) en un animado intercambio de correos en la lista de SEM (Society for Ethnomusicology), en donde los etnomusicólogos discutieron apasionadamente sobre el etnocentrismo y aislamiento de la academia norteamericana con respecto a la presencia y producción académica de sociedades disciplinarias similares fuera del ámbito anglosajón. Parece extraño que este tema no haya originado mayor atención y una refl exión continua dentro de la comunidad de musicólogos y etnomusicólogos latinoamericanos. Es verdad que la desigualdad académica norte/sur ha 1 En la práctica, los límites entre los objetos del conocimiento de la musicología histórica (la música artística occidental) y la etnomusicología (las tradiciones musicales de pueblos no occidentales) estuvieron más o menos defi nidos hasta los años noventa. Sin embargo, nunca ha existido mucho consenso, sobre todo entre los etnomusicólogos, acerca de los métodos que deben ser usados para el análisis (métodos generalmente derivados de la antropología) ni acerca de la función en su trabajo de aspectos como la estética y la crítica, que son elementos centrales en el trabajo de los musicólogos históricos. Véase en Kermann (1985) una interesante discusión acerca de los retos que enfrentaron los musicólogos, desde mediados de los años ochenta. 2 Véase un ejemplo de esta confrontación en el intercambio de opiniones entre Pieter van der Toorn y Ruth Solie, en el volumen 9 del Journal of Musicology (1991). 196
producido importantes refl exiones críticas, como las de Javier León (1999) y Raúl Romero (2001), y que cierto espíritu de independencia de los centros académicos del primer mundo ha inspirado la creación y crecimiento espectacular de IASPM-LA (la rama latinoamericana de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular) en los últimos años. Estas son, sin embargo, posiciones críticas “hacia afuera”, en su mayoría dirigidas a examinar la hegemonía que desde hace años ejercen los intelectuales norteamericanos en la producción de conocimiento sobre música en América Latina. Sin embargo, no parece haberse articulado todavía una corriente de pensamiento crítico “hacia adentro”, que explore la manera como se han construido históricamente los discursos de poder en el interior de las disciplinas de investigación musical en nuestros países. 3 De ninguna manera pienso que esto se deba a una falta de conciencia sobre la problemática, sino, más bien, a la falta de un marco teórico y conceptual claro que permita explorar el tema en profundidad. Desde mi punto de vista, los estudios poscoloniales latinoamericanos proporcionan el marco teórico apropiado para deconstruir críticamente las maneras como se han constituido los estudios musicales y el conocimiento musicológico, folclórico y etnomusicológico latinoamericano. Las refl exiones sobre la naturaleza de la colonialidad latinoamericana, que han llevado a cabo autores como Enrique Dussel, Aníbal Quijano, Walter Mignolo y Santiago Castro-Gómez, 4 ofrecen pautas fundamentales para analizar los problemas estéticos y epistemológicos a los cuales se enfrentaron músicos e investigadores en los siglos XIX y XX, quienes recolectaron, compusieron o analizaron música en los países de habla hispana y portuguesa. El propósito de una aproximación revisionista a la historia del desarrollo de las disciplinas de investigación musical es, en últimas, un intento por desentrañar la manera como concebimos el conocimiento musical y poner en tela de juicio la persistencia de las fronteras entre musicología histórica, etnomusicología, folclor y musicología popular, que siguen todavía vigentes —o que, en muchos casos, se están formando en la actualidad— en nuestras instituciones académicas. Con el ánimo de atender la observación de Walter Mignolo acerca de la trascendencia que tiene la construcción de historias locales para entender las interacciones de lo global (Mignolo, 2003), tomaré mi trabajo sobre la relación entre clases sociales y prácticas musicales en dos centros urbanos de la zona andina colombiana, en la primera mitad del siglo XX (Santamaría, 2006), como fuente para reconstruir la historia de un género musical local, y de su relación confl ictiva con el mundo académico. Esta refl exión sobre la 3 Existen excepciones importantes a la regla, como el trabajo de Ana María Ochoa sobre la historiografía del vallenato (2005) y el proyecto que está llevando a cabo sobre la manera como se construyeron el sonido y el conocimiento musical en América Latina a mediados del siglo XX (comunicación personal). 4 Para una introducción acerca de la relación entre poder y conocimiento en América Latina, véase la colección de artículos de éstos y otros autores compilados por Edgardo Lander (2000). 197
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producido importantes refl exiones críticas, como las de Javier León (1999)<br />
y Raúl Romero (2001), y que cierto espíritu de independencia de los centros<br />
académicos del primer mundo ha inspirado la creación y crecimiento espectacular<br />
de IASPM-LA (la rama latinoamericana de la Asociación Internacional<br />
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sin embargo, posiciones críticas “hacia afuera”, en su mayoría dirigidas a<br />
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en la producción de conocimiento sobre música en América<br />
Latina. Sin embargo, no parece haberse articulado todavía una corriente de<br />
pensamiento crítico “hacia adentro”, que explore la manera como se han construido<br />
históricamente los discursos de poder en el interior de las disciplinas<br />
de investigación musical en nuestros países. 3 De ninguna manera pienso<br />
que esto se deba a una falta de conciencia sobre la problemática, sino, más<br />
bien, a la falta de un marco teórico y conceptual claro que permita explorar<br />
el tema en profundidad. Desde mi punto de vista, los estudios poscoloniales<br />
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críticamente las maneras como se han constituido los estudios musicales y<br />
el conocimiento musicológico, folclórico y etnomusicológico latinoamericano.<br />
Las refl exiones sobre la naturaleza de la colonialidad latinoamericana, que<br />
han llevado a cabo autores como Enrique Dussel, Aníbal Quijano, Walter<br />
Mignolo y Santiago Castro-Gómez, 4 ofrecen pautas fundamentales para analizar<br />
los problemas estéticos y epistemológicos a los cuales se enfrentaron<br />
músicos e investigadores en los siglos XIX y XX, quienes recolectaron, compusieron<br />
o analizaron música en los países de habla hispana y portuguesa.<br />
<strong>El</strong> propósito de una aproximación revisionista a la historia del desarrollo<br />
de las disciplinas de investigación musical es, en últimas, un intento por<br />
desentrañar la manera como concebimos el conocimiento musical y poner<br />
en tela de juicio la persistencia de las fronteras entre musicología histórica,<br />
etnomusicología, folclor y musicología popular, que siguen todavía vigentes<br />
—o que, en muchos casos, se están formando en la actualidad— en nuestras<br />
instituciones académicas.<br />
Con el ánimo de atender la observación de Walter Mignolo acerca de la<br />
trascendencia que tiene la construcción de historias locales para entender<br />
las interacciones de lo global (Mignolo, 2003), tomaré mi trabajo sobre la<br />
relación entre clases sociales y prácticas musicales en dos centros urbanos<br />
de la zona andina colombiana, en la primera mitad del siglo XX (Santamaría,<br />
2006), como fuente para reconstruir la historia de un género musical local,<br />
y de su relación confl ictiva con el mundo académico. Esta refl exión sobre la<br />
3 Existen excepciones importantes a la regla, como el trabajo de Ana María Ochoa sobre la<br />
historiografía del vallenato (2005) y el proyecto que está llevando a cabo sobre la manera<br />
como se construyeron el sonido y el conocimiento musical en América Latina a mediados<br />
del siglo XX (comunicación personal).<br />
4 Para una introducción acerca de la relación entre poder y conocimiento en América Latina,<br />
véase la colección de artículos de éstos y otros autores compilados por Edgardo Lander<br />
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