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iodiversidad y uso del conocimiento tradicional. Esto nos lleva a refl exionar sobre el modo como las políticas del conocimiento y de la biodiversidad conllevan nuevas formas de colonialismo. En este sentido nos referiremos a la biocolonialidad del poder. LA BIOCOLONIALIDAD DEL PODER: ECOLOGÍAS POLÍTICAS DEL CONOCIMIENTO Y LA BIODIVERSIDAD CULTURAL El ecocapitalismo es una manifestación de la emergencia de un nuevo sistema de relaciones económicas, culturales, jurídicas, políticas y sociales, que algunos autores denominan el Imperio o la sociedad-red (Hardt y Negri, 2002, Castells, 2000). La cibercultura, la producción de subjetividades centradas en el consumo, el paso de una economía fordista, basada en la producción de objetos, a una economía posfordista, centrada en la producción inmaterial (conocimiento e información), el auge de las nuevas tecnologías, son algunas características de este tipo de sociedad, que ha sido identifi cada con la globalización hegemónica, es decir, con la expansión fi nal y abismal de la lógica del capitalismo en el espacio-tiempo mundial. De otro lado, los estudios denominados poscoloniales, subalternos y posoccidentales, realizados desde Asia, África y Latinoamérica —entendidos no sólo como espacios geográfi cos sino como lugares que activan el pensamiento crítico-emancipador—, han venido articulando una perspectiva que hace evidente la cara colonial de la expansión capitalista y de su proyecto cultural. Particularmente, desde Latinoamérica se realiza una crítica a la modernidad, comprendiéndola como un proceso histórico de carácter colonial y de “larga duración”, que adquiere forma a partir del “descubrimiento de América”. La modernidad y la colonialidad son vistas como dos caras de una misma moneda, es decir, como parte integral de un sistema, caracterizado por la “heterogeneidad estructural”, que posibilita una distribución asimétrica del poder y se concreta en el saqueo y la sobreexplotación de las colonias. Como lo ha mostrado Quijano, la modernidad lleva consigo una serie de patrones coloniales de producción de subjetividad, articulados a partir de la idea de raza (pureza de sangre), que posibilitaban la subordinación étnica y epistémica de las poblaciones subyugadas. En efecto, la “colonialidad del poder” operaba en el contexto del sistema-mundo moderno/colonial a través de la colonización del imaginario de las formaciones epistémicas negras y amerindias, basadas en los sistemas ancestrales y holistas de conocimiento. Ahora bien, al hablar de la emergencia del Imperio o la consolidación de una sociedad-red que le da forma, la pregunta por la colonialidad del poder adquiere una nueva dimensión que podría denominarse bio-colonial. Después de hacer un seguimiento a la formación del ecocapitalismo que potencia la visión glotona y voraz, a través de los discursos del desarrollo sostenible, abordaremos ahora la cuestión de la naturaleza y, en particular, el proyecto de la “biodiversidad”, para comprender las nuevas articulaciones de la “di- 176
ferencia colonial” en el sistema mundo posmoderno/poscolonial (Mignolo, 2002; Castro-Gómez, 2005b). Para el caso que nos compete, la biodiversidad, es necesario identifi car los actores sociales que, desde sus intereses particulares, constituyen mecanismos para producirla y controlarla. Estos actores sociales se encuentran ubicados en puntos estratégicos del sistema-mundo posmoderno/poscolonial, y a partir de ahí generan múltiples construcciones discursivas de la “biodiversidad”. Hablaremos, entonces, de una biodiversidad hegemónica, construida por los actores dominantes del Imperio, y de una biodiversidad contrahegemónica, construida por actores como las organizaciones amazónicas, a las cuales me referiré más adelante. En este sentido, la producción hegemónica de la biodiversidad, actualizada por las elites corporativas y las empresas transnacionales dominantes, se concretiza mediante los regímenes jurídicos globales del Imperio. Acuerdos internacionales, como los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio y el Convenio Internacional de la Diversidad Biológica, entre otros, hacen especial énfasis en la noción de “escasez”, de “pérdida” de los recursos naturales, o “disminución” de la biodiversidad, y proponen soluciones de tipo tecnocientífi co, potenciadas por el auge de las ciencias de la vida. A partir de este discurso, las poblaciones y ecosistemas propios de los “países en desarrollo” del sur comienzan a cobrar un nuevo signifi cado. De ser vistos como “obstáculos para el desarrollo”, dadas sus peculiaridades biológicas y culturales, ahora pasan a ser vistos como “guardianes de la biodiversidad”, debido al potencial de sus conocimientos ancestrales ( Castro-Gómez, 2005b; Ulloa, 2004). Es en este sentido que hablamos de la biocolonialidad del poder. La biocolonialidad del poder se hace evidente, de manera particular, en la serie de acuerdos internacionales que desde los años noventa propenden por la normativización global que protege las producciones e innovaciones científi cas y la propiedad intelectual. Instrumentos jurídicos imperiales, como los denominados TRIPS (Trated Related Aspects of Intellectual Property), protegen el conocimiento científi co/empresarial como mecanismo que permite sacar provecho económico del trabajo creativo, ligado a la producción de las industrias de la vida y al manejo científi co de la biodiversidad; sin embargo, a la vez generan nuevos mecanismos de subordinación de los sistemas de conocimiento no-occidentales, y de su particular construcción de naturaleza (Lander, 2002). Los TRIPS regulan los derechos de propiedad industrial referidos a marcas de fábrica, indicaciones geográfi cas, dibujos o modelos empresariales, patentes, secretos industriales y derechos de obtentores vegetales. Estos derechos permiten patentar material biológico modifi cado, posibilitando la privatización de la vida. Las patentes son otorgadas si la solicitud cumple los requisitos de novedad, altura inventiva y aplicabilidad industrial. Para el caso de la biotecnología, es posible conceder patentes si se aíslan genes o se los modifi ca, ya que esto otorgaría un valor agregado al producto del trabajo 177
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nuevas formas de colonialismo. En este sentido nos referiremos a la biocolonialidad<br />
del poder.<br />
LA BIOCOLONIALIDAD DEL PODER: ECOLOGÍAS POLÍTICAS DEL CONOCIMIENTO<br />
Y LA BIODIVERSIDAD CULTURAL<br />
<strong>El</strong> ecocapitalismo es una manifestación de la emergencia de un nuevo sistema<br />
de relaciones económicas, culturales, jurídicas, políticas y sociales, que<br />
algunos autores denominan el Imperio o la sociedad-red (Hardt y Negri, 2002,<br />
Castells, 2000). La cibercultura, la producción de subjetividades centradas<br />
en el consumo, el paso de una economía fordista, basada en la producción<br />
de objetos, a una economía posfordista, centrada en la producción inmaterial<br />
(conocimiento e información), el auge de las nuevas tecnologías, son<br />
algunas características de este tipo de sociedad, que ha sido identifi cada con<br />
la globalización hegemónica, es decir, con la expansión fi nal y abismal de la<br />
lógica del capitalismo en el espacio-tiempo mundial.<br />
De otro lado, los estudios denominados poscoloniales, subalternos y posoccidentales,<br />
realizados desde Asia, África y Latinoamérica —entendidos no<br />
sólo como espacios geográfi cos sino como lugares que activan el pensamiento<br />
crítico-emancipador—, han venido articulando una perspectiva que hace<br />
evidente la cara colonial de la expansión capitalista y de su proyecto cultural.<br />
Particularmente, desde Latinoamérica se realiza una crítica a la modernidad,<br />
comprendiéndola como un proceso histórico de carácter colonial y de “larga<br />
duración”, que adquiere forma a partir del “descubrimiento de América”.<br />
La modernidad y la colonialidad son vistas como dos caras de una misma<br />
moneda, es decir, como parte integral de un sistema, caracterizado por la<br />
“heterogeneidad estructural”, que posibilita una distribución asimétrica del<br />
poder y se concreta en el saqueo y la sobreexplotación de las colonias. Como<br />
lo ha mostrado Quijano, la modernidad lleva consigo una serie de patrones<br />
coloniales de producción de subjetividad, articulados a partir de la idea de raza<br />
(pureza de sangre), que posibilitaban la subordinación étnica y epistémica de<br />
las poblaciones subyugadas. En efecto, la “colonialidad del poder” operaba en<br />
el contexto del sistema-mundo moderno/colonial a través de la colonización<br />
del imaginario de las formaciones epistémicas negras y amerindias, basadas<br />
en los sistemas ancestrales y holistas de conocimiento.<br />
Ahora bien, al hablar de la emergencia del Imperio o la consolidación de<br />
una sociedad-red que le da forma, la pregunta por la colonialidad del poder<br />
adquiere una nueva dimensión que podría denominarse bio-colonial. Después<br />
de hacer un seguimiento a la formación del ecocapitalismo que potencia la<br />
visión glotona y voraz, a través de los discursos del desarrollo sostenible,<br />
abordaremos ahora la cuestión de la naturaleza y, en particular, el proyecto<br />
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