El giro decolonial.indd - Patricio Lepe Carrión
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pareciera refl ejar el punto de vista del ganador en la guerra y no el del vencido.<br />
Habría que admitir, sin embargo, que aun el vencido podría alcanzar la autenticidad<br />
por medio de la guerra. Cualquiera podría hacerlo. Basta sólo que<br />
se anticipe la muerte. Pero falta todavía aquí una consideración importante:<br />
si el recuento previo sobre la colonialidad en relación con la no-ética de la<br />
guerra es plausible, entonces debe admitirse que el encuentro con la muerte,<br />
lejos de ser un evento extraordinario para sujetos racializados y colonizados,<br />
más bien es parte de su existencia cotidiana. <strong>El</strong> colonizado no es un Dasein<br />
cualquiera, y el encuentro con la posibilidad de la muerte no tiene el mismo<br />
impacto o resultados que para alguien alienado o despersonalizado por virtud<br />
del “uno”. Los sujetos racializados son constituidos de formas distintas de<br />
las que forman a sujetos, otros y pueblos. La anticipación de la muerte no es<br />
tanto un factor individualizador como un rasgo constitutivo de su realidad.<br />
Para ellos es la muerte, no “el uno”, aquello que los afl ige. <strong>El</strong> encuentro con<br />
la muerte siempre viene de alguna forma muy tarde, ya que la muerte está<br />
siempre a su lado como amenaza continua. Por esta razón la descolonización,<br />
la des-racialización y la des-gener-acción, en fi n, la des-colonialidad, emerge,<br />
no tanto a partir de un encuentro con la propia muerte, sino a partir de un<br />
deseo por evadir la muerte (no sólo la de uno, sino más todavía la de otros),<br />
como rasgo constitutivo de su experiencia vivida. En resumen, mientras los<br />
vencidos en la guerra pueden adquirir la autenticidad, tanto como los victoriosos,<br />
para sujetos que no constituyen ni aun un “pueblo”, o que no han sido<br />
constituidos propiamente como sujetos, la relación es otra.<br />
Lo que Heidegger olvidó es que en la modernidad el ser tiene un lado colonial,<br />
y que el mismo tiene graves consecuencias. <strong>El</strong> aspecto colonial del ser,<br />
esto es, la tendencia a someter todo a la luz del entendimiento y la signifi -<br />
cación, alcanza un punto patológico extremo, en la guerra y en su naturalización,<br />
a través de la idea de raza en la modernidad. <strong>El</strong> lado colonial del ser<br />
sostiene la línea de color. Heidegger, sin embargo, pierde de vista la condición<br />
particular de sujetos en el lado más oscuro de la línea de color, y el signifi cado<br />
de su experiencia vivida para la teorización del ser y para la comprensión<br />
de las patologías de la modernidad. Irónicamente, Heidegger (1996, p. 75)<br />
reconoce la existencia de lo que llama el Dasein primitivo, pero no lo logra<br />
conectar con el Dasein colonizado. En vez de hacer esto, toma al Hombre<br />
europeo como modelo de Dasein, y olvida las relaciones de poder que operan<br />
en la misma defi nición de ser primitivo. Heidegger olvidó que si el concepto de<br />
Hombre es problemático, no es sólo porque éste es un concepto metafísico,<br />
sino también porque deja de lado la idea de que en la modernidad uno no<br />
encuentra un modelo singular de lo humano. Lo que uno encuentra, más bien,<br />
son relaciones de poder que crean un mundo de amos y esclavos perpetuos.<br />
Él necesitaba dejar de tomar a Europa y al hombre europeo como modelos,<br />
para así poder des-encubrir las dinámicas complejas del Dasein en el mundo<br />
moderno —tanto en Europa como en su periferia, y en los espacios internos<br />
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