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recursos virtuales para problemas reales - liz vidal

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aunque no en todos los Institutos,<br />

hay conexión a la red– buena<br />

parte de los 18 restantes carecen<br />

de accesibilidad en su propia<br />

localidad. “Tenemos que viajar 70<br />

kms. <strong>para</strong> leer nuestros mails”<br />

nos decía una docente<br />

investigadora de un IFDC ubicado<br />

a 200 kms. de la capital, en un<br />

encuentro que compartimos a<br />

fines de setiembre de 2006.<br />

La segunda limitación es la<br />

“brecha generacional” (Balardini,<br />

2006). Esta permite empezar a<br />

comprender la distancia relativa<br />

que existe entre el adentro y<br />

afuera de la escuela, por una<br />

parte, y entre el docente y el<br />

alumno, por la otra: “mientras los<br />

adultos se acercan a la tecnología<br />

digital como herramienta o<br />

instrumento”, cuando lo hacen,<br />

“cada vez más jóvenes viven el<br />

mundo digital como entorno” y<br />

“reconfiguran el lugar de los<br />

saberes y sus poseedores”.<br />

Para Balardini, los jóvenes,<br />

“socia<strong>liz</strong>ados en un contexto<br />

tecnológico diferente” –más fuera<br />

que dentro de la escuela– están construyendo de otra manera el<br />

conocimiento, su forma de entender y relacionarse con el mundo. Del otro<br />

lado, la gran mayoría de los adultos –y en particular los docentes, por su rol–<br />

“se <strong>para</strong>petan en la crítica apocalíptica” a veces sin poder disimular una<br />

suerte de “impotencia” frente a esta cultura “prefigurativa” –en términos de<br />

Margaret Mead– que pone a los jóvenes en una situación de ventaja en este<br />

(16)<br />

aspecto y les permite “enseñar” a sus mayores .<br />

En ese marco decidimos posicionarnos en el cruce de la comunicación y la<br />

educación, por un lado, y en el amplio espacio de las transformaciones socioculturales<br />

en general y su impacto en las instituciones educativas en<br />

particular, por el otro, como mundos “indisolublemente unidos pese a que no<br />

siempre tienen los mismos intereses, valores, objetivos ni tiempos” (Balardini,<br />

op.cit.). Mundos que responden a lógicas de funcionamiento bien diferentes,<br />

agregaríamos nosotros, que es necesario conocer entre otras cosas <strong>para</strong><br />

evitar cometer los mismos errores que supuso la red de capacitación formada<br />

al calor de la Ley Federal de Educación, hoy en proceso de reforma.<br />

Cuando Manuel Castells (2001), sociólogo español especia<strong>liz</strong>ado en ana<strong>liz</strong>ar<br />

los efectos que la tecnología de la información ha tenido y tiene en el mundo<br />

contemporáneo, habla de la “era de la información” en que vivimos, en un<br />

momento relata cómo a fines de los años 70 observó que “entrábamos en un<br />

nuevo mundo, en un nuevo <strong>para</strong>digma técnico, económico y social” frente al<br />

cual los docentes sólo pueden “educar, educar y educar. Y <strong>para</strong> ello,<br />

reeducarse, reeducarse y reeducarse”. Un “nuevo” mundo en el que el<br />

común denominador es el papel central que juegan el conocimiento y las<br />

nuevas tecnologías tanto a nivel de producción cuanto de los intercambios<br />

comunicacionales en la constitución de la nueva sociedad. El problema es<br />

qué. El otro problema es cómo. Y el otro, no menor, es <strong>para</strong> qué. Hace años<br />

que los especialistas están advirtiendo qué, cómo y <strong>para</strong> qué, sin ser<br />

escuchados.<br />

...33

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