IN LAK´ECH Saludo Maya

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12.04.2013 Views

III.2.3.2. Explicación del sentimiento de lo siniestro En la tercer parte del texto Freud explica el sentimiento de lo siniestro. Existe una diferencia entre el niño y el adulto. Volviendo al ejemplo de la lámpara si en cambio levitara ya no ante la vista de un adulto horrorizado sino ante la de un niño, el efecto no sería el mismo, se sorprendería sí, pero no más que cuando ve un avión en el firmamento. El niño desconoce las constantes y leyes del mundo a las que los adultos estamos habituados. Toma como realidad la telepatía, la existencia de fantasmas o dobles que el adulto ya ha descartado de tanto vivir. Pero como el niño es el padre del hombre, sobreviven en éste las antiguas creencias infantiles a la espera de confirmación. Si eso sucede el efecto sería siniestro. Tomemos lo siniestro que emana de la omnipotencia de las ideas, de la inmediata realización de deseos, de las ocultas fuerzas nefastas o del retorno de los muertos. Es imposible confundir la condición que en estos casos hace surgir el sentimiento de lo siniestro. Nosotros mismos -o nuestros antepasados primitivos hemos aceptado otrora estas tres eventualidades como realidades, estábamos convencidos del carácter real de esos procesos. Hoy ya no creemos en ellas, hemos superado esas maneras de pensar; pero no nos sentimos muy seguros de nuestras nuevas concepciones, las antiguas creencias sobreviven en nosotros, al acecho de una confirmación. Por consiguiente, en cuanto sucede algo en esta vida, susceptible de confirmar aquellas viejas convicciones abandonadas, experimentamos la sensación de lo siniestro, y es como si dijéramos: «De modo que es posible matar a otro por la simple fuerza del deseo; es posible que los muertos 46

sigan viviendo y que reaparezcan en los lugares donde vivieron», y así sucesivamente. (Freud, 1997; p. 2502) 18 En el siguiente párrafo podemos encontrar una síntesis de la explicación anterior. Nuestra formulación final sería entonces la siguiente: lo siniestro en las vivencias se da cuando complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión exterior, o cuando convicciones primitivas superadas parecen hallar una nueva confirmación. (Freud, 1997; p. 2503) Por último, queremos sugerir para la traducción al castellano de unheimlich, extraño, que se complementa, aporta y delimita la significación de lo siniestro. Si bien el término siniestro tiene a su favor la capacidad de indicar la coloración de afecto adecuada para unheimlich no posee para nuestro idioma una doble acepción que signifique uno y su contrario como en el término alemán. En cambio extraño sí, puede indicar añoranza, echar de menos (se añora lo conocido, lo familiar); y extrañar puede indicar extraño, es decir raro, novedoso, singular. Mantiene viva la paradoja que Freud sugiere para unheimlich y que, como dijimos, siniestro no posee. Además lo extraño establece una vía de relación con la literatura que es pertinente. Si bien el género que considero apropiado para el doble es el fantástico, puede encontrarse en otros dependiendo de las definiciones que 18 Idem. 47

III.2.3.2. Explicación del sentimiento de lo siniestro<br />

En la tercer parte del texto Freud explica el sentimiento de lo siniestro.<br />

Existe una diferencia entre el niño y el adulto. Volviendo al ejemplo de la<br />

lámpara si en cambio levitara ya no ante la vista de un adulto horrorizado<br />

sino ante la de un niño, el efecto no sería el mismo, se sorprendería sí, pero<br />

no más que cuando ve un avión en el firmamento.<br />

El niño desconoce las constantes y leyes del mundo a las que los<br />

adultos estamos habituados. Toma como realidad la telepatía, la existencia<br />

de fantasmas o dobles que el adulto ya ha descartado de tanto vivir. Pero<br />

como el niño es el padre del hombre, sobreviven en éste las antiguas<br />

creencias infantiles a la espera de confirmación. Si eso sucede el efecto<br />

sería siniestro.<br />

Tomemos lo siniestro que emana de la omnipotencia de las<br />

ideas, de la inmediata realización de deseos, de las ocultas<br />

fuerzas nefastas o del retorno de los muertos. Es imposible<br />

confundir la condición que en estos casos hace surgir el<br />

sentimiento de lo siniestro. Nosotros mismos -o nuestros<br />

antepasados primitivos hemos aceptado otrora estas tres<br />

eventualidades como realidades, estábamos convencidos del<br />

carácter real de esos procesos. Hoy ya no creemos en ellas,<br />

hemos superado esas maneras de pensar; pero no nos<br />

sentimos muy seguros de nuestras nuevas concepciones, las<br />

antiguas creencias sobreviven en nosotros, al acecho de una<br />

confirmación. Por consiguiente, en cuanto sucede algo en esta<br />

vida, susceptible de confirmar aquellas viejas convicciones<br />

abandonadas, experimentamos la sensación de lo siniestro, y<br />

es como si dijéramos: «De modo que es posible matar a otro<br />

por la simple fuerza del deseo; es posible que los muertos<br />

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