IN LAK´ECH Saludo Maya

advertir la sustitución. Notó tardíamente el engaño delatado por nuestras
risas.
La pregunta ¿quién soy? pendía todo el tiempo sobre mí. Flotaba, ahí,
suspendida en la irresolución, a pesar de mis siempre insuficientes
esfuerzos por improvisarle respuestas. Aquel inconfeso aguijoneo de la
pregunta no cesaría. Y mi nombre no me sería de mucha ayuda puesto que
es el mismo que el de mi padre, que además es el mismo que el de su
padre, que también es el mismo que el de una decena de primos. Sin
embargo, lejos de ser esto únicamente un peso, me hacía jugar destinos en
los que hundía mi imaginación, un día podía ser alguien o incluso algo y al
siguiente otro u otra cosa. Constituía mi juego más íntimo y personal que me
acercó a la psicología y al teatro. De la mano de estas inclinaciones, desfilé
por los grandes hombres de la historia que representaban mis grandes
anhelos; jefes de estado, brillantes pensadores, siempre llevando empresas
gloriosas e ilustres a buen puerto. Identificado con ellos me perdía cada vez
más y crecía en mí una sensación de que mi vida la vivía el otro, el que
estaba al lado, pero sobre todo el que estaba lejano, en otra época y otro
lugar. Como otra de sus consecuencias, muchas veces había sentido
diluirme por el efecto de despersonalización que las grandes ciudades
producían en mí -Buenos Aires, Río de Janeiro, Madrid- donde los otros en
quienes guarecerme eran ya muchos.
Lo que yo era se opacaba en comparación con lo que, por el
momento, pretendía ser, una potencialidad absoluta, un abanico que el
principio de realidad se encargaría inexorablemente de ir estrechando de la
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