La quimera del Rey Filósofo - digital-csic Digital CSIC
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LA QUIMERA<br />
DEL REY FILÓSOFO<br />
Los DILEMAS DEL PODER,<br />
O EL FRUSTRADO IDILIO<br />
ENTRE LA ÉTICA<br />
Y LO POLÍTICO<br />
TAURUS<br />
FILOSOFíA
Juan Bravo, 38. 28006 Madrid<br />
Teléfono (91) 3224700<br />
Telefax (91)3224771<br />
Diseño de cubierta:Juan Pablo Rada<br />
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o cualquier OlfO, sin el permiso previo<br />
por escriLO de la editorial.
Preámbulo<br />
1. El síndrome de Giges..................<br />
11. <strong>La</strong> panacea platónica <strong>del</strong> rey-filósofo......<br />
111. Maquiavelo como notario <strong>del</strong> divorcio<br />
la ética y lo político<br />
3.1. <strong>La</strong> metáfora <strong>del</strong> ajedrez<br />
3.2. El político ante los requiebros de l<br />
tuna<br />
3.3. Acerca <strong>del</strong> vicio como clave de la<br />
ca<br />
IV. Los dilemas <strong>del</strong> poder en Federico el Gr<br />
o el sueño de Voltaire y la pesadilla de<br />
rot<br />
4.1. <strong>La</strong>s cuitas morales <strong>del</strong> "filósofo de<br />
Souci»<br />
4.2. Los coautores <strong>del</strong> Antimaquiavelo
fo rey<br />
VI. En torno al distingo weberiano entre<br />
ción y responsabilidad<br />
VIL Epílogo: el «Arthasastra» de Kautilya, un<br />
tro <strong>del</strong> maquiavelismo en la India milen<br />
A modo de colofón
(tú ya s
.Cuando nuestros politiros dicen que<br />
tiene entrañas acienan alguna vez en lo qu<br />
que quieren decir. Una política sin entraña<br />
id politica hueca que S1lelen hacer los hom<br />
tripas.•<br />
(Antonio MAcHAOo,juan
Desde la noche de los tiempos hasta hoy mis<br />
cio <strong>del</strong> político no ha gozado de muy buena fam<br />
haber contado entre sus filas con honrosas exc<br />
¿A qué obedece tal fenómeno? ¿Acaso estamo<br />
episodio más de los estragos causados por l<br />
empeñada en calumniar a cualquiera que desc<br />
encima de la media? ¿O quizá nos las habemo<br />
sas aún más profundas? ¿Por qué la política<br />
tan mala prensa desde siempre? ¿Cuál es el m<br />
que sus prácticas hayan sido identificadas en<br />
mento con la perfidia, las malas artes o el eng<br />
realmente incompatible con los dictados de la<br />
Hace muy poco un prestigiosojurista meti<br />
toriamente a ministro quiso pensar que no, y<br />
nifestaba en cuanto podía, aun cuando su ca<br />
ciera protagonizar algunos comentarios per<br />
que ponían en tela dejuicio tan beneméritas<br />
nes!. El biministroJuan Alberto Belloch hací<br />
claración de principios al prologar un texto<br />
que cumplía su primer bicentenario:<br />
1 Tengo preseme la columna firmada por Manuel VÁZQUEZ<br />
que publicó EL País <strong>del</strong> 7.8.95 bajo el título de EL asceruo.<br />
1 I
tido desde este Ministerio: "sólo lo ético es<br />
Por azares <strong>del</strong> destino a mí me tocó esc<br />
troducción para esta obra de Kant prologa<br />
Alberto Belloch 3 , y redacté un pequeño es<br />
ductorio que llevaba este significativo título:<br />
patibilidad entre los oficios defilósofo y <strong>Rey</strong>, o <strong>del</strong><br />
moral sobre la política 4 • Dicho trabajo fue reali<br />
dio de grandes escándalos políticos. En aque<br />
medios informativos le hacían desayunarse a<br />
numerables casos de corrupción (malversa<br />
dos públicos, cobro sistemático de comisio<br />
criminales actuaciones antiterroristas con p<br />
paldo por parte <strong>del</strong> Estado...) y las tesis kan t<br />
nidas en su ensayo sobre la paz perpetua p<br />
brar una inusitada vigencia, máxime cuand<br />
'efr.Juan Alberto SEU.OCH. prólogo al ensayo kantiano<br />
lua, Ediciones <strong>del</strong> Ministerio deJusticia e Interior, Madrid<br />
3 Eugenio Nasarre (al frente <strong>del</strong> servicio de publicaciones<br />
deJusticia) necesitaba con toda premura un especialista e<br />
fesor Elías Díaz [uva la gentileza de dar mi nombre para e<br />
encargo no podía sino complacenne, puesto que por aque<br />
había ocupado <strong>del</strong> texto en cuestión, tal como demuestra<br />
colectivo que acaba de aparecer: Roberto R. ARMtAID,Ja<br />
Concha ROLDÁN, <strong>La</strong> paz J el idtal cosnwpolita de la flwtración<br />
rio de .Hocia la paz perpetua- de Kant), Tecnos, Madrid, 1996<br />
4 Cfr. Manuel KANT, Por la paz perjMlua (versión castel1ana<br />
testrUc), Ediciones <strong>del</strong> Ministerio de Justicia e Imerior<br />
(pp. IX-XXXIV).<br />
12
quistar el poder.<br />
Una vez más estaba en can<strong>del</strong>ero el viejo su<br />
nico de moralizar la política; tal era para Platón<br />
de todos los males. A su modo de ver, si el filós<br />
se convirtiera en gobernante, o viceversa, las c<br />
propias <strong>del</strong> poder desaparecerían como por en<br />
embargo, hace más de dos milenios que su fó<br />
patentada y nadie parece haber conseguido p<br />
práctica de un modo plenamente satisfactor<br />
que, andando el tiempo, Kant habría de calif<br />
quimérica la propuesta platónica <strong>del</strong> rey-filósof<br />
Para decirlo en dos palabras, las relacione<br />
moral y lo político suponen un ejemplo para<br />
de liaison dangereuse, puesto que ambas parte<br />
quedar seriamente perjudicadas en ese pecu<br />
El político encaprichado de la ética se vuelve<br />
dado que sus devaneos con la moral suele torn<br />
su determinación política, mientras que, a<br />
moralista prendado <strong>del</strong> poder no consigue<br />
pervertido por éste, al quedar corrompido su<br />
miento ético por mil y una tentaciones. A dec<br />
el matrimonio entre la política y lo específica<br />
ral nunca ha gozado de muy buena salud, c<br />
puso de manifiesto Maquiavelo, a quien la h<br />
bía destinado el oficiar como notario de sem<br />
• Cfr. ibíd., pp. XXXIII-XXXIV YVJ-VII.<br />
13
mático florentino, parece inevitable que nue<br />
moral sea de muy distinto tenor según es<br />
plaza (piaua) o dentro <strong>del</strong> palacio (palaz.z.o)<br />
Así lo experimentó en carne propiaFeder<br />
de, quien antes de acceder al trono llegó a<br />
especie de manual ético para gobernantes y<br />
go, no dejó luego de contradecir en cuan<br />
todo cuanto había predicado como príncip<br />
dedicado a la filosofía. Una vez instalado en<br />
el llamado filósofo de Sans-5ouci olvidó mu<br />
que había mantenido fuera <strong>del</strong> mismo. S<br />
cuando se accede al poder, se atraviesan la<br />
mítico río Leteo y que, tras cruzar ese Rubic<br />
de cada nuevo César esta echada. Enfrentad<br />
de tener que optar entre la razón de Estado y<br />
randos morales, el político suele olvidar c<br />
cia someter sus actuaciones al refrendo de<br />
En este libr0 8 se quieren analizar las relaci<br />
éticay el quehacer político, algo que tradicio<br />
6 Cfr. mi trabajo .Maquiave1o: el político en estado pur<br />
BoNETE (comp.). lApolílica desde la ética (en prensa).<br />
7 Cfr. Nicolás MAQUIAVELO, Discursos sobrtlaprirrutradécada<br />
niciosa liaison dang/ffcuse que malogre sus<br />
destinos.<br />
El problema que sirve de hilo conducto<br />
trabajo fue planteado porWeber en su famo<br />
cia sobre <strong>La</strong> política corrw vocación. Sus interro<br />
de intentar simplificar el tema, lo exhiben<br />
complejidad:<br />
«¿Cuál es entonces la verdadera relación<br />
política? ¿No tienen nada que ver la una con<br />
se ha dicho en muchas ocasiones? ¿O es ciert<br />
trario, que "la misma" ética resulta válida t<br />
obrarpolítico como para cualquierotro proc<br />
en cuando se ha pensado que ambas afirmac<br />
a excluirse mutuamente y que sólo puede<br />
una de las dos. ¿Pero existe alguna ética en el<br />
pueda establecer preceptos cuyo contenido<br />
para las relaciones eróticas y las comerciales,<br />
ciones familiares y las profesionales, para la<br />
con la esposa, con la verdulera, con el hijo,<br />
con el amigo, por no mencionar al reo? ¿A<br />
las exigencias éticas mostrarse indiferentes<br />
política opere con un instrumento tan sing<br />
el poder y que tras éste se halle agazapada la<br />
9 Cfr. Max WEBER, PoIilik aIs &ruJ-1919-(hrsg. von Wo<br />
sen und Wolrgang Schlucht.er in zusarnmenarbeit mit Birg<br />
- 16
guen: brindar una visión panorámica <strong>del</strong> esca<br />
lio que, según los celestineos de turno, han id<br />
niendo entre sí la ética y 10 político.<br />
Aunque no sé si se trata de un imperativo m<br />
una obligación política, debo reconocer que,<br />
ber mediado cierto acicate, este libro quizá no s<br />
escrito jamás. Me refiero a la suerte de haber<br />
ciado por el Ministerio de Cultura con una de s<br />
para la Creación Literaria (Ensayo). Por otra p<br />
tituye una de mis contribuciones al Proyecto «É<br />
tropología: un dilema kantiano» (PS94-{)049).<br />
en Gesarnlausgabe,j. C. B. Mohr (Paul Siebeck), Tubinga, 199<br />
233. Del célebre Lexto de Weber existen dos ediciones caste<br />
mente solvenLes: El poüuco J el científico (traducción de Fran<br />
UorenLe; introducción de Rayrnond Aron), Alianza Editor<br />
1994" (1967'), Y<strong>La</strong> pomica cama flroftsi6n (edición de Joaqu<br />
Espasa Calpe, Madrid, 1992; cfr. pp. lOO Y150-151, respectivam<br />
17
de la traición y de una felonía presuntament<br />
por Nisia, quien-a mi modo dever-simbo<br />
der en su sentido más amplio.<br />
Esta crónica ha inspirado distintas recre<br />
rarias a lo largo de todas las épocas. Ya Plu<br />
esta narración para ilustrar una de tantas lu<br />
sucesión dinástica. Muchas centurias despué<br />
turgo alemán Friedrich Hebbel (1813-186<br />
una tragedia, titulada El anillo de Giges, dond<br />
el choque cultural representado por las di<br />
cepciones que griegos y lidios tenían acerca<br />
dez corporal, escudriñando las motivacione<br />
cas de sus personajes. Pero, desde luego, no<br />
que se interesó por esta historia. Distintos ec<br />
cionado relato sobre Giges también están p<br />
obras tales como El rey Candaules de André<br />
Nuuvelles de T. Gautier. Entre nosotros, jun<br />
de Castro yJosé de Cañizares, hay varios aut<br />
dejan de aludir a ella, como es el caso de Ra<br />
der en Donde crece la rrul1ihuanao de Valle-Inc<br />
que se tTalara de un atentado contra su marido y percata<br />
había brindado su cuerpo desnudo a ojos extraños (algo<br />
bien con la mentalidad lidia. tan opuesta en este punto a<br />
su venganza. sin negar a decidir cuál de los dos hombres d<br />
ha de castigar al otro, sin importarle demasiado quién ofic<br />
averdugo.<br />
20
ello mismo una suerte de aniUo de Giges, que le<br />
recubrir sus dislates con una inescrutable opac<br />
El manto <strong>del</strong> podersuele propendera torna<br />
ciertos actos de quienes lo detentan. Yno es nec<br />
montarse a los tiempos <strong>del</strong> absolutismo para<br />
ese fenómeno. Basta con recordar que una opo<br />
de Secretos Oficiales puede servir para ocultar<br />
los ojos de lajudicatura, determinadas actuaci<br />
das a cabo por los gobernantes de un sistema d<br />
co, aun cuando existan indicios de comportam<br />
lictivos. El estadista que, como el Giges <strong>del</strong> que<br />
Heródoto, accede a secretQs que permanece<br />
ante los demás, parece considerarse perfectam<br />
rizado para sacrificar los requisitos de la mor<br />
<strong>del</strong> Estado, unavez que se ha visto seducido po<br />
bles encantos <strong>del</strong> poder. A este singular hec<br />
cuenta con la clandestinidad como su más firm<br />
me referiré a lo largo <strong>del</strong> presente trabajo con l<br />
nación de síndrome de Giges.<br />
Con estos datos en la mano, se diria que a la<br />
ética y al imperativo político no les ha podido i<br />
do bien en sus intentos por arrejuntarse a lo l<br />
historia. ¿Nos hallamos acaso ante la crónica de<br />
table fracaso sentimental? ¿Cabe recordar aque<br />
contigo ni sin ti? Contigo porque me matas-l<br />
político a la ética- y sin ti porque me muero<br />
replicar la filosofia moral al político en activo. ¿S<br />
23
como prácticos.<br />
- 24
«Attaño, cuando yo erajoven --confiesa Pl<br />
Carta VIl-- sentí lo mismo que les pasa a otro<br />
Tenía la idea de dedicarme a la política tan pro<br />
fuera dueño de mis actos,,19. Pero, como es bie<br />
Platón jamás ejerció ningím papel de relevanc<br />
y gracias a ello se convertiría en uno de los gra<br />
sadores quejalonan la hist01;a de las ideas. Lo<br />
que sólo se dedicó a cultivar la filosofia tras ver<br />
reiteradamente su fuerte vocación política. y,<br />
será esta honda vocación política la que impuls<br />
un primer momento todo los afanes teóricos d<br />
ma filosófico 20 . Finalizada la guerra <strong>del</strong> Pelopo<br />
nas experimenta una serie de convulsiones pol<br />
darán al traste con las ilusiones depositadas p<br />
en el quehacer de la gestión pública. Primero<br />
ron al poder los llamados Treinta Tiranos, ent<br />
se contaban algunos familjares y amigos de<br />
cual fue invitado a colaborar con ellos. Pero, s<br />
19 Cfr. PlATÓN, Carta VTl, 325b; cfr. PlATÓN. Diálogo.• VTl (pró<br />
tasdeJuan Zaragoza), Gredas, Madrid, 1992, p. 486.<br />
20 Cfr. la magnífica exposición de Carlos CARCÍA GUAL. autor<br />
dedicado a Platón en V. CM1PS (ed.), Historia de la Ética, Crit<br />
na, 1988, vol. 1, pp. 8().133 (pássim).<br />
25
nes habían sido desterrados por aquéllos, y P<br />
otra vez el impulso de consagrarse a la polít<br />
bargo, el ajusticiamiento de su maestro, de<br />
tes que se había negado a intervenir en crím<br />
dos hacia quienes ahora lo condenaban, le<br />
definitivamente de tales aspiraciones.<br />
Al comprobar que -no hay nada sano en<br />
política -leemos en el sexto libro de la<br />
quien reflexiona sobre todas estas cosas se q<br />
yse ocupa tan sólo de sus propios asuntos, co<br />
que se colocajunto a un muro en medio de<br />
ta para protegerse <strong>del</strong> polvo yde la lluvia que<br />
to; y, mirando a los demás de bordados por<br />
dad, se da por contento con que de algún mo<br />
estar limpio de injusticias a través de su vida<br />
resume <strong>del</strong> siguiente modo la incidencia de<br />
vocación política en el pensamiento platóni<br />
él mismo a participar en la política, llegó incl<br />
se avergonzado de su desgana y de ese mod<br />
notable conclusión de que un filósofo no de<br />
parte en la política de una sociedad existen<br />
en una ideal, y, al mismo tiempo, a la idea de<br />
do ideal nunca se podría realizar hasta que e<br />
cediera a tomar parte en la polítiea- 22 •<br />
" Cfr. &pública, VI, 497d; ed. ta5L ciL. p. 314.<br />
.. Cfr. W. K. C. GlmIRJE, HisumarkilJjillJsojúJgriegn, Gredo<br />
vol. IV, p. 482.<br />
26
lo político a quienes mejor conocen las p<br />
cas, es decir, que los fLlósofos devengan r<br />
que los reyes aprendan a filosofar. «Al obse<br />
cosas -escribe- y ver a los hombres que<br />
política, cuanto más atentamente lo estu<br />
iba avanzando en edad, tanto más dificil<br />
administrar bien los asuntos públicos. Po<br />
no me parecía poder hacerlo sin la ayuda<br />
colaboradores de confianza, y no era fácil<br />
quienes lo fueran. Por otra parte, tanto la<br />
leyes como las costumbres, se iban corrom<br />
ta tal punto que yo, que al principio estaba<br />
gran entusiasmo para trabajar en actividad<br />
al dirigir la mirada a la situación y ver que<br />
deriva por todas partes, acabé por marear<br />
bargo, no dejaba de reflexionar sobre la po<br />
mejorar todo el sistema político. Entonc<br />
obligado a reconocer, en alabanza de la filo<br />
dera, que sólo a partir de ella es posible r<br />
que es justo, tanto en el terreno de la v<br />
como en la privada. Por ello, no cesarán l<br />
género humano hasta que ocupen el pod<br />
fos puros y auténticos o bien los que ejerc<br />
en las ciudades lleguen a ser filósofos verda<br />
..Cfr. Carla VT1, 325
al destierro. Pese a todo, un Platón casi septu<br />
sitará nuevamente Siracusa.<br />
Con estos reiterados intentos Platón qu<br />
como nos recuerda Carlos García Gual- «<br />
ejemplo de que el sabio debe sacrificar su t<br />
a la oportunidad de actuar en política para<br />
demás, <strong>del</strong> mismo modo que el prisionero<br />
na que ha salido a ver la luz deberá retorna<br />
dad para adoctrinar sobre la verdad a los c<br />
de prisión, aun a costa de su propia felicida<br />
sofo, consagrado por entero al estudio de<br />
cualesquiera otros ideales, tendría la misi<br />
nar las tinieblas en que se hallan sumidos<br />
están familiarizados con esas ideas o, cua<br />
así debe intentar hacerlo, sobre todo con a<br />
detentan el poder, habida cuenta de que su<br />
acaban por afectarnos a todos.<br />
Para enderezar el rumbo de la nave d<br />
conseguir que arribe a buen puerto haría f<br />
to experto, yese papel no podríajugarlo s<br />
fo. En el sexto libro de la República Platón<br />
una espléndida parábola (donde se forja u<br />
con gran tradición en la politología moder<br />
el Estado es comparado con una embarcac<br />
.. Cfr. C. GARclA GUAL, .p. cil.. pp. 86-87.<br />
30
para que les deje hacer de timonel y, si algu<br />
con la suya, los otros le arrojan por la bord<br />
guir disputándose su puesto. Luego embriag<br />
trón para hacerse dueños <strong>del</strong> barco y saquea<br />
nando como primer oficial a cualquiera que<br />
secundar su motín y les permita seguir esquil<br />
provisiones <strong>del</strong> navio. El verdadero navegan<br />
que para fyar el rumbo habrá de tener muy e<br />
las estaciones, el cielo, los vientos y los astros<br />
de ser considerado un inútil por semejante tri<br />
tal como le ocurre al auténtico filósofo en los<br />
de la política 29 •<br />
Unavez recreado el mundo de la política en<br />
minos, Platón concluye que «la culpa de semej<br />
lidad no es atribuible a los filósofos, sino a quie<br />
curren a ellos. Porque no es acorde a la naturaI<br />
piloto ruegue a los marineros que se dejen gob<br />
él. Lo que verdaderamente corresponde por n<br />
al enfermo es que vaya a las puertas de los mé<br />
todo el que tiene necesidad de ser gobernad<br />
puertas <strong>del</strong> que es capaz de gobernar; no que<br />
bierna ruegue a los gobernados para poder go<br />
su gobierno es verdaderamente provechoso»30<br />
se cifraba el auténtico sueño de Platón. Su may<br />
.. Cfr. República, VI, 488b-489a; ed. casto cit., pp. 301-302.<br />
'" Cfr. República, VI, 4891>
tia casi toda su vida, echarían sobre sus hom<br />
ellos desagradable peso de la política, en a<br />
común 5J • <strong>La</strong> indudable ventaja de su plant<br />
que, lejos de considerar un privilegio semej<br />
do, estos pilotos gobernarían la nave <strong>del</strong> Es<br />
estricto sentido <strong>del</strong> deber, sabiendo conjug<br />
miento <strong>del</strong> buen gobierno con una indiferen<br />
presuntas prebendas de la política52.<br />
Lo que no está dispuesto a consentir Pla<br />
grado son las medias tintas; el filósofo que d<br />
cipar en la política habrá de hacerlo asumie<br />
cada una de sus consecuencias. En el Euti<br />
arremete contra lo que hoy denominaríamo<br />
o «intelectuales orgánicos», aquellos que, p<br />
redactan discursos para los oradores u ofici<br />
guleyos de pacotilla 55 •<br />
Aquellos que se colocan en un terreno int<br />
tre la filosotia y la política merecen un enorm<br />
por parte de Platón, pues lo único que logr<br />
ninguna de las dos cosas, ni filósofos ni polít<br />
personajes «se consideran sabios y se tienen p<br />
moderadamente dedicadas a la filosofia, y<br />
mente a la política;juzgan que participan de<br />
" Cfr. &p1í/Jlica, VII, 540b; ed. casl. cil., p. 575.<br />
.. Cfr. República, VII, 54Od; ed. casl. Cil., p. 576. Cfr. asi<br />
Gt.rntRlE, op. cit., p. 499.<br />
53 Cfr. Eutidemo, 289
sería influir en las decisiones políticas, pero si<br />
responsabilizarse de sus propias propuestas. «<br />
-hace decir Platón a Sócrates-- es que, partici<br />
ambas, son ellos inferiores a ambas, en relación<br />
nes respectivos que confieren su propia import<br />
filosofia y a la política. Es necesario, no obstant<br />
perdonemos por su ambición y que no nos e<br />
considerándolos en cambio por lo que son»35<br />
tiene cierto interés porque arroja cierta luz sob<br />
nición <strong>del</strong> rey filósofo platónico, el cual habría d<br />
crarse por entero en la política cuando le toqu<br />
así, aunque preserve su condición de filósofo mo<br />
Respecto a la fortuna histórica <strong>del</strong> empeño<br />
por fOljar filósofos-reyes corren muy diferent<br />
nes. El inventario que hace Guthrie, por ejempl<br />
mente positivo. Guthrie nos recuerda que, segú<br />
co, Platón envió a varios de sus discípulos para<br />
exitosamente diversas constituciones, y él mism<br />
sido llamado por los tebanos para redactar la<br />
ción de Megalópolis S6 .<br />
51 Cfr. ¡bid, 305
teórico.<br />
Sus ideas no eran muy originales por lo<br />
su contenido, el cual es tan añejo como la<br />
tencia <strong>del</strong> hombre, pero, sin embargo, sí su<br />
una novedad el atreverse a expresar esas vie<br />
tentando insertarlas dentro de una comple<br />
zación filosófica so . Tal es al menos la opin<br />
drich Meinecke, para quien todo el p<br />
políúco de Maquiavelo
la con tanta rotundidad como lo hacen estas l<br />
tresacadas <strong>del</strong> tercer libro de sus Discursos, en d<br />
quiavelo dejó escrita la siguiente reflexión:<br />
«En las <strong>del</strong>iberaciones en que está enjuego<br />
ción de la patria, no se debe guardar ninguna<br />
ración de lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo<br />
laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de<br />
quierotro respeto, se hade seguir aquel camino<br />
la vida de la patria y mantenga su libertad»53.<br />
Una cosa era que dentro <strong>del</strong>juego de la polít<br />
lara fácticamente cualquier ley moral y otra mu<br />
que dichas violaciones vinieran a justificarse po<br />
una necesidad inevitable 54 • Con todo, eso no sig<br />
mucho menos, que Maquiavelo pretenda can<br />
valores morales con la preeminencia de los po<br />
Como bien apunta Miguel Ángel Granada, M<br />
no establece
por su mutua emancipación. -Porque -se<br />
explicarnos Leo Strauss en su Meditación so<br />
lo--- si la virtud presupone la sociedad polí<br />
dad política está precedida por hombres p<br />
sub-morales; aún más: ha sido fundada por<br />
bres. No puede existir una ley moral de val<br />
cional; las leyes morales no pueden encont<br />
por tanto, de tinatarío ,antes de que los ho<br />
yan convertido en miembros de la socieda<br />
cir, se hayan civilizado. <strong>La</strong> moralidad sólo e<br />
pués de haberse creado su condición, y es<br />
no puede crearse moralmente: la moralida<br />
lo que a los hombres morales tiene que p<br />
moral,,57. Así pues, al exponer la doctrina<br />
velo, algún estudioso de su pensamiento<br />
que lo político y la moralidad constituyen<br />
tos diferentes, por lo que nunca podrían ll<br />
diren un mismo instante.<br />
Comoquiera que sea, para Maquiave10<br />
dos continentes distintos que se hallaban se<br />
el océano <strong>del</strong> antagonismo. Cualquier otra<br />
no retenga este profundo hiato señalado u<br />
arriba por Miguel Ángel Granada desvirtua<br />
co significado <strong>del</strong> discurso de Maquiavelo,<br />
56 Cfr. M. A. GRANADA, .p. cil., p. 555•<br />
., Cfr. L STRAUSS, .p. cil., p. 309.<br />
44
ticio moralista cuyos escritos debían ser leídos<br />
«maquiavélica», puesto que habrían enmasc<br />
verdadero sentido: instruir al pueblo sobre lo<br />
jos <strong>del</strong> poder para que sepa enfrentarse mejor<br />
bernantes. En esta misma línea, y con el ánim<br />
filar tanto explícita como implícitamente lo a<br />
por Berlin, se inscribe un documentado estu<br />
que su autor, José Manuel Bermudo, ve a Ma<br />
como un moralista empecinado en forjar un<br />
urgencia que sólo resultaría válida para circu<br />
cuyo carácter excepcional pusiera entre paré<br />
dictados de la moralidad convencional 59 • Al e<br />
de Bermudo, «Maquiavelo descubrió, tal vez<br />
mente, que las situaciones excepcionales co<br />
el verdadero reto de la política y de la moral<br />
que es en esas situaciones reales de absoluta e<br />
cia donde se pone a prueba la fi<strong>del</strong>idad y los lí<br />
respeto a la legalidad y a la moralidad,,60.<br />
58 Cfr. Baruch S'lNOZA. Tratado político, cap, V. epígrafe 7; yJ<br />
ROUSSEAU, El contrato sedal, cap. 111, una nola <strong>del</strong> epígrafe G.<br />
59 Cfr. Maquiavelo, consejero de príncipes, Univ. de Barcelona,<br />
•Suscribimos los análisis yconclusiones de Berlin con la única<br />
-aunque es importante-- de aceptarlos sólo como circunsc<br />
tuaciones excepcionales; en los momentos de nonnalidad po<br />
nicto se diluye y la moral común es suficiente- (cfr.ibíd. p. 97<br />
60 Cfr.]. M. BERMUDO, Op. al., p. 20; cfr. flás'im, v.g.: pp. 19<br />
168, 203 Y229. Contra esta lectura existen opiniones contra<br />
lettrlf. «<strong>La</strong>s recetas <strong>del</strong> Principeson, ciertamente, medicina fue<br />
45
hace un momento. Maquiavelo fotografia de c<br />
tero al político profesional, recolectando los ras<br />
han adornado a lo largo de la historia. Pero e<br />
digno retrato no encuentra por ninguna parte<br />
como consorte suya. De ahí que oficie involunt<br />
como notario <strong>del</strong> divorcio de un matrimonio, e<br />
ca y lo político, que sólo se había consumado<br />
como el acariciado por Platón.<br />
•El problema de Maquiavelo -señala<br />
hauer- consistió en responder a la cuestión<br />
puede un principe mantenerse sobre su trono a<br />
Por lo tanto, su problema no era en modo al<br />
cuestión ética, referente a si el príncipe debiera<br />
rer semejante objetivo en cuanto hombre; sino<br />
tión puramente política sobre cómo podría lle<br />
tal cosa, si así lo quería. Ypor eso se limita sin m<br />
dar una solución para dicho problema, com<br />
uno en una partidade ajedrez prescribe algún m<br />
to, por muy disparatado que sea, sin preguntars<br />
ralmente aconsejable jugar al ajedrez. Reproc<br />
quiavelo la inmoralidad de sus escritos sería ta<br />
echarle en cara al maestro de esgrima el no inic<br />
señanzas con una lección en contra <strong>del</strong> asesinato<br />
62 Cfl". Arthur SCHOPENHAUER, Sijmtliche Wer*.e (hrsg. von A<br />
cher) Brockhaus, Wiesbaden, 1972; vol. 11, p. 612 n. En la edi<br />
47
ola era un mero .profeta desarmado» que p<br />
cambiar las cosas e imponer ciertas reformas<br />
con la sola fuerza de su persuasión y por ello est<br />
denado al más rotundo de los fracasos, ya que<br />
de medios para conservar firmes a su lado a qu<br />
habían creído, así como para hacer creer a los<br />
10s»65. El célebre fraile f1orentino 66 supone así<br />
ejemplo respecto a lo que no se debe hacer en<br />
gular tablero de ajedrez configurado por la po<br />
64 En su correspondencia Maquiavelo se refiere un par de vece<br />
rola para describirle como alguien que .sabe colorear sus m<br />
modándose a las circunstancias. (cfr. la carla de Maquiavelo<br />
Becchi fechada el 9 de marzo <strong>del</strong> atlO J498; en las Cartas priva<br />
lás Maquiavt'lo-imI'od., versión castellana y notas de Luis A.<br />
Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1979, p. 14) o para<br />
.astuto fray Girolamo- (cfr. ibíd., p. 201). Sin embargo. en l<br />
mantiene que .de un hombre de su talla se ha de hablar co<br />
(cfr. Libro 1, cap. 11; ed. casl. cit., p. 67). ya que sus escritos m<br />
prudencia y la virtud de su ánimo> (cfr. Libro 1, cap. 45; p. 1<br />
bién lo compara con Piero Sonderini, gonfaloniero de Flo<br />
quien habría compartido el destino de no saber .derrotar a<br />
(cfr. Libro IlI, cap. 30; p. 383).<br />
6S Cfr. icolás MAQUIAVELO, El prfrui/J< (pról., trad. y notas<br />
Ángel Granada). Alianza Editorial, Madrid, 1995", cap. Vl, p.<br />
66 .Maquiave1o autoriza sin vacilar al hombre de genio que e<br />
pueblos para su bien; pero debe engañar con arte y la obrd de<br />
los medios. Savonarola sostuVO, por una débil mentira, una ob<br />
virtud. A Maquiavelo no le gustan las gentes de la Iglesia. Des<br />
monjes, les considera trapaceros, hipócritas y simuladores:<br />
en su comedia <strong>La</strong> Mandrágora el personaje de fray Timoteo-<br />
NAUDET, op. cil., p. 51).<br />
49
Águila pretende rescatar <strong>del</strong> olvido a la figur<br />
Junio Bruto, de la que se ocupa Maquiavelo<br />
cursos 74 , aduciendo la tesis de que sería más<br />
personaje histórico, y no tanto César Borgia,<br />
carnaría más cabalmente todos los ideales d<br />
política maquiaveliana 75 . Bruto -recordém<br />
hizo pasar por idiota76 para escapar <strong>del</strong> des<br />
hermano, asesinado por su tío Tarquino el So<br />
último rey de Roma. El hijo de dicho mona<br />
dría célebre por una violación que Shakespe<br />
talizaría en El rapto de Lucrecia. <strong>La</strong> víctima se<br />
tras narrar a su marido el ignominioso trance<br />
bía sido sometida, y este gran escándalo fue a<br />
" Cfr. Elpríncipt, cap. VII (ed. cast. cit., p. 52).<br />
" Cfr. Discursos, Libro IJI, cap" 2 y 3; ed. casl. cit., pp. 2%<br />
Sonderini habría fracasado como gonfaloniero vitalicio de<br />
florentina por _no saber asemejarse a Bruto- (cfr. ibúl., p. 29<br />
75 _Tradicionalmente se ha considerado a César Borgia co<br />
histórica preferida para ejemplificar el concepto de práctic<br />
obstante. a la luz de lo aquí analizado. se diría que tal figura<br />
de LuciusJunius Brutus... En este ejemplo histórico, así com<br />
ración positiva por Maquiavelo, se dejan traslucir las tres im<br />
política (zorro, fundador y ciudadano] en forma interca<br />
BruttlS, y no César Borgia, el que ejemplificaría más adecu<br />
tensión que entre ellas se produce en la teoría política de n<br />
(cfr. Rafael DEL ÁGUILA, «Maquiavelo yla leoría política ren<br />
Fernando VALLESplN (ed.), Histuria ih la Twría Polllíca.- 2.<br />
política modernos, Alianza Editorial, Madrid, 1990, vol. 11, p. 1<br />
76 Brutus en laún, de ahí el apodo que recibirían tanto él c<br />
cendientes, entre los que se cuenta el famoso ahijado deJul<br />
53
me habilidad para deambular por el tablero<br />
co de la política. Haciendo un somero recu<br />
estrategia, comprobaremos que Bruto supo<br />
tiempo, aprovechar los fallos cometidos por<br />
rio y sacrificar sus piezas predilectas para r<br />
partida que ganó pese a la debilidad inicial<br />
cionamiento. Después de todo, puede que n<br />
zón a Rafael <strong>del</strong> Águila y LucioJunio Bruto<br />
ser, en consideración a sus méritos «ajedre<br />
héroe preferido de Maquiavelo. Pero, sin e<br />
autor de Elfrrincipe se siente fascinado por Cé<br />
y esta fascinación eclipsa cualquier otra. ¿Por<br />
Acaso porque, además de haberle tratad<br />
mente 77 , César Borgia era impetuoso y había<br />
safiar con éxito a la fortuna en situaciones har<br />
metidas. Pues, como es bien sabido, entre la<br />
el arrojo Maquiavelo se inclina decididame<br />
audaces, acatando el viejo adagio latino de au<br />
77' Maquiavelo coincide con César Borgia en tres momen<br />
carrera política: en su apogeo, una vez que se ha convertid<br />
<strong>La</strong> Romaña yla república florentina leme correr igual suer<br />
nos (en junio de 1502), su apoteosis, cuando se deshace<br />
nienles para quedar consolidado en el poder (a comienzo<br />
caída (a finales <strong>del</strong> mismo año), provocada por el nombr<br />
lio II como nuevo Papa. En eSle orden de cosas, resulta m<br />
consultar la documentación que de dichos encuentros h<br />
guel Ángel Granada en su brillante antología (cfr. cap. 2.2<br />
de un príncipe nuevo: la experiencia de César Borgia_, en A<br />
quialJ
le y Maqui
osada virtu que poseía César Borgia y que<br />
domeñar a la veleidosa fortuna. Esa malhad<br />
vista circunstancia le impidió levantar los<br />
diques que sirven para contener esas agu<br />
les en las cuales gusta de transmutarse a vec<br />
según indica una metáfora utilizada en cier<br />
por Maquiavelo. Así, la fortuna es compara<br />
cipecon un río torrencial que «muestra su p<br />
no hay una virtud organizada y preparada<br />
frente»82; y en el denominado Capítulo de la<br />
quiavelo le dedica estos versos: «Como un t<br />
do y soberbio / al máximo, todo aquello de<br />
donde su curso brama, / y una parte acre<br />
rebaja, / varía las orillas, varía el lecho y e<br />
hace temblar la tierra por donde pasa, / así<br />
su furibundo ímpetu, muchas veces aquí y<br />
biando las cosas <strong>del</strong> mundo»8s.<br />
Teniendo en cuenta todo ello, el balance<br />
biografia política <strong>del</strong> duque Valentino es a<br />
sitivo y Maquiavelo le obsequia con estas el<br />
bras: «Recogidas todas las acciones <strong>del</strong> duq<br />
censurarlo. Creo más bien que se le ha d<br />
como mo<strong>del</strong>o a imitar a todos aquellos que<br />
81 Cfr. ElprínciP.. cap. VII (ed. cast. cit.. p. 57).<br />
.. Cfr. ElprínciP.. cap. XXV (ed. cast. cit.. p. 117) .<br />
.. Cfr. versos 151/159; en Anlología de Maquia..ic. ed. cit.<br />
56
la acción resultante- con el fin de alcanz<br />
más altos. De este modo virtu denota concre<br />
cualidad de flexibilidad moral en un prínc<br />
ber mudar los propios designjos al compás d<br />
nes a que va sometiéndonos la fortuna, tal<br />
<strong>del</strong> éxito en términos políticos. El político<br />
tencia Maquiavelo, «necesita tener un ánim<br />
to a moverse según le exigen los vientos y l<br />
nes de la fortuna, no alejándose <strong>del</strong> bien, c<br />
posible, pero sabiendo entrar en el mal, si s<br />
do a ello»88. Es más, añade, por lo general<br />
dictados de la virtud conllevará su ruina, m<br />
lo catalogado como vicio le procurará la s<br />
Tal es el perfil de la política según Maquiav<br />
tor de la Historia deFlorencia lo tenía muy cla<br />
«A las faltas pequeñas, se les impone un<br />
mientras que a las grandesygraves se les da pr<br />
Si observáis el modo de proceder de los hom<br />
roa el pensamiento de uno o de pocos en opinión <strong>del</strong> púb<br />
en poder público> (cfr. L STRAUSS,.p. cil., p. 207). Hayun r<br />
que se ocupa de analizar esta perspectiva <strong>del</strong> pensamiento m<br />
Manuel SANrAEUA 1.6pEZ, Opinión pública e imagm política<br />
Alianza Universidad, Madrid, 1990.<br />
87 Cfr. Quintin SKlNNER, Maquiavelo (trad. Manuel 1lena<br />
Editorial, Madrid, 1991', p. 54.<br />
.. Cfr. Elpríncip.. cap xvm (ed. casI. cil., p. 92).<br />
.. Cfr. El príncipe, cap. XV (ed. casto Cil., p. 84).<br />
58
pobreza, ya que los siervos fieles son siempre sie<br />
hombres buenos son siempre pobres. Los ún<br />
se libran de la esclavitud son los infieles y los a<br />
los únicos que se libran de la pobreza son los<br />
y los trampoSOS»90.<br />
Fuese o no a su pesar, se regocijara o no con<br />
cubrimiento», Maquiavelo constató que dentro<br />
verso de la política rigen otras normas diferen<br />
pautas éticas, unas reglas distintas a las imperan<br />
orbe moral. <strong>La</strong> lógica <strong>del</strong> poder sólo responde<br />
rativo de la eficacia y se le antoja extremadame<br />
crita no reconocerlo así. De ahí que cuanto m<br />
leónico sea el ánimo <strong>del</strong> político y mayor sea su<br />
para saber adaptarse a las variables circunstanc<br />
mejor le irá en un juego donde la diplomacia<br />
mulo (amparados por la coacción) se revelan<br />
mejores armas, por no decir las únicas. Maquia<br />
convencido de que, «si se pudiese cambiar con<br />
mente la propia naturaleza de acuerdo con los<br />
y las cosas, nunca mudaría el signo de la fortun<br />
embargo, esto es prácticamente imposible. «<br />
90 Cfr. Nicolás MAQUIAVEW, Historia de Flormaa (prólogo, t<br />
notas de Félix Femández Murga), Alfaguara, Madrid, 1979<br />
cap. XIII, pp. 172-173. Cfr. el comentario de L. STRAUSS, en op<br />
• 1 Cfr. Elprinape. cap. XXV (ed. cast. cit., p. 119). Cfr. Discur.m<br />
cap. 9, ed. cit., p. 330.<br />
59
meollo de la política sería el disimulo. De ahí<br />
rían cual corolarios el resto de las pautas a seg<br />
es el caso <strong>del</strong> quebrantamiento de las prome<br />
Borgia dominaba el arte de la simulación y po<br />
mo fue un consumado maestro <strong>del</strong> juego de l<br />
En el capítulo XVIII de El príncipe se nos<br />
claro que más vale «parecer clemente, leal, h<br />
íntegro a serlo de verdad, pues ello nos permi<br />
ánimo predispuesto de tal manera que uno p<br />
mente adoptar la cualidad opuesta en cuanto<br />
sario,,99. El saber adoptar esas cualidades o vir<br />
rales como un actor hace con sus personaje<br />
utilizándolas como se usaban antaño las má<br />
una tragedia griega, nos dota de una mayor ve<br />
que nos permite acoplarnos mejor a las var<br />
cunstancias dictadas por la caprichosa fortuna<br />
bio, identificarse plenamente con ellas podría<br />
nuestra ruina dentro <strong>del</strong> escenario de la po<br />
hecho -insiste Maquiavelo-, «si se poseen r<br />
todas esas cualidades y se las observa en todo<br />
serán perjudiciales, pero, si tan sólo se apare<br />
las, entonces es cuando resultarán útiles...<br />
conviene aparentar el ser leal, siempre y cuan<br />
mentirijillas, habida cuenta de que un polític<br />
te «no puede, ni tampoco debe, guardar fide<br />
99 Cfr. Elprincipe, cap. xvrn (ed. cast. cit., p. 92).<br />
63
trictamente moral, Maquiavelo se limitó a o<br />
un simple notario de la realidad política,<br />
acta de lo que había ido siendo sancionado<br />
nir histórico: -Cuán loable es en un príncip<br />
la palabra dada y comportarse con integrid<br />
astucia, todo el mundo lo sabe. Sin embar<br />
riencia muestra que quienes han hecho gr<br />
han sido aquellos príncipes que han tenido<br />
mientos hacia sus propias promesas y han s<br />
con astucia el ingenio de los hombres. Al f<br />
perado a quienes se han fundado en la leal<br />
Burla e infi<strong>del</strong>idad son precisamente lo<br />
que vertebran <strong>La</strong> Mandrágora, una comedia<br />
protagonista, Callimaco, logra obtener lo<br />
una mujer casada gracias al servicio que le p<br />
moteo, bien dispuesto a embaucar al marid<br />
suma de dinero que le permita ejercer la car<br />
zando, claro está, consigo mismo. En térm<br />
cos, Lucrecia representaría el poder y su ga<br />
cualquier político que pretenda conquistar<br />
do sin escrúpulos al pueblo, simbolizado aq<br />
poso, sirviéndose para ello de la religión, en<br />
esta ficción por un eclesiástico que no duda<br />
100 Cfr. Elprínci/J
sugerido por ejemplo ---entre otros muchosl0<br />
Strauss: .El caso <strong>del</strong> amante de Lucrecia es<br />
mente paralelo al <strong>del</strong> tirano. El triunfo <strong>del</strong> amo<br />
bido que se celebra en <strong>La</strong> Mandrágora es estric<br />
paralelo al <strong>del</strong> triunfo <strong>del</strong> prohibido deseo de<br />
o gobernar. En ambos casos, lo que se desea e<br />
tenso placer divorciado de su fin natural (la<br />
ción o el bien común, respectivamente). En am<br />
sos, es la necesidad la que hace a los hombre<br />
bien", es decir, adquirir mediante prudencia<br />
de voluntad aquello que ansían» lOS.<br />
Tanto la historia como el presente le allegan<br />
datos estadísticos que Maquiavelo se limitó a r<br />
102 Cfr. el estudio preliminar con que Helena Puigdoménech<br />
edición castellana <strong>del</strong> texto de Maquiavelo: <strong>La</strong> Mandrágora, C<br />
drid, 1992. pp. 57 Yss.<br />
1M Cfr. Leo STRAuss, op. cit., p. 346. En este contexto, quisiera r<br />
la lectura de una curiosa novela. Me refiero a la obra de W.<br />
MAuCHAM, cuyo título es Enlon
apetezcan el poder. Dando por supuesto q<br />
ferible obrar honestamente y guardar fide<br />
labra dada, sólo advierte'que nadie inmers<br />
de la negociación política estará dispuest<br />
su conveniencia por un posicionamiento m<br />
queda hipotecado a la eficacia y al éxito<br />
vos e intereses. A la base de sus tesis nos e<br />
con un radical pesimismo antropológico. L<br />
cuando menos en la esfera de la política,<br />
de fiar lO4 • De ahi que sus consejos no supo<br />
baño de realismo, unacura contrala ingen<br />
detenta el poder debe tener como referen<br />
ro Quirón y «saber utilizar correctamente<br />
hombre» que lleva dentro de sí lOS , conjug<br />
y fiereza según convenga. Su «prudencia<br />
sino en conocer la naturaleza de los inco<br />
adoptar el menos malo como bueno»loo. As<br />
rir «ser temido que amado cuando haya d<br />
unade las dos cosas; máxime cuando pued<br />
perfectamente el ser temido y no ser odia<br />
ello, al igual que hiciera César Borgia co<br />
H).4 .Si los hombres fueran todos buenos, este precepto<br />
pero -puesto que son malos y no te guardarían a ti su<br />
poco tienes por qué guardarles la Nya_ (cfr. Elpríncipe,<br />
lOS Cfr. EJpríncipe, cap. XVlU (ed. casl. cil., pp. 90 y91).<br />
106 Cfr. EJpríncipe, cap. XXI (ed. casl. cil., p. 111).<br />
107 Cfr. El príncipe, cap. XVII (ed. casto cil., p. 88).<br />
66
ése no es el caso <strong>del</strong> político moral de Kant.<br />
no han de hacerse reyes, puesto que perd<br />
dición de tales. Tampoco hace falta que l<br />
filosofen, pero sí es necesario que quiene<br />
poder se dejen asesorar por la filosofia mo<br />
sólo sea de vez en cuando.<br />
174<br />
ROBERTO<br />
Pasai Donibane<br />
Otoño de 1996/
<strong>La</strong>s calas históricas, los hitos de nuestro per<br />
drían haber sido muy otros y mucho más pro<br />
cuanto al número. Sin embargo, el resultado<br />
ría un ápice, creo yo. Esta pequeña excursión a<br />
la historia <strong>del</strong> pensamiento filosófico, que term<br />
to donde comenzó, es decir, hace veinticuatro s<br />
confirmado lo que uno se temía desde un p<br />
Esto es, que la ética y lo político pueden tene<br />
carceos, mantener esporádicas aventurillas, ma<br />
forma de institucionalizar sus relaciones, po<br />
cerlo seria tanto como hacerles perder o anul<br />
pectiva identidad. Yese híbrido no podría sat<br />
ninguna de las dos partes. Decididamente, pa<br />
no pueden casarse. Mas no son mala cosa esos d<br />
furtivos que permiten conjugar responsabilidad<br />
vicciones, cuando quien se halla en el ejercicio d<br />
concierta una cita secreta para que la ética y lo<br />
vengan a coincidir dentro de su fuero interno.<br />
que cabe desear es un incremento de su frecuen<br />
eso bastaría. ¿No creen?<br />
Ahora bien, una cosa es que no puedan<br />
bajo el mismo techo y otra muy distinta que se<br />
o acaben por darse la espalda, su mutuo des<br />
173
como el apuntador bajo la concha <strong>del</strong> esc<br />
cribiendo unas convicciones morales de<br />
cuencias tienen que responsabilizarse los a<br />
cos inspirados por sus propias reflexiones?<br />
puede representarél mismo ese papel asign<br />
na» dentro <strong>del</strong> ajedrez y hacer las veces de «<br />
sin zaherir su presunto talante moral?<br />
172
gen hindú) donde el papel de púrusaestá repr<br />
por el "rey", en tanto que el omnipotente "gen<br />
"rey" (senapaIJ) --el equivalente a la "reina"<br />
sión occidental de estejuego-ocupa un pode<br />
go, pero subordinado, aunque también sea d<br />
te.. 347 • Sin embargo, para comprender ca<br />
todo el poder acumulado por un intelectual c<br />
tilya, habría que acudir a esa versión ajedrec<br />
nueve casillas (mucho más dificil de jugar, po<br />
·en la cual, además de la tradicional dama, ha<br />
nistro.. dotado de una gran versatilidad y pode<br />
to que también se desplaza como un caballo s<br />
ciar a los movimientos propios <strong>del</strong> alfil y la<br />
«reina.. sería entonces el equivalente al monar<br />
tado kautilyano, una pieza que puede sustitu<br />
nando cualquier peón en un momento dado,<br />
caso, mientras que la figura correspondiente a<br />
sea, el preceptor <strong>del</strong> soberano) acapara tam<br />
funciones <strong>del</strong> «ministro.. ajedrecístico, si nos a<br />
a la leyenda sobre Visnugupta Canakya, ese<br />
chamán que ofició como canciller de Candrag<br />
conocido en la historia <strong>del</strong> pensamiento polít<br />
alias de Kautilya, valga decir: el maestro de la cau<br />
<strong>La</strong> pregtmta que me hago y quiero formula<br />
ésta: ¿hasta qué punto no supone Kautilya un<br />
>1, Cfr. ibid., p. 230.<br />
171
ciones que podría suscitar éste, adoptando lu<br />
otra decisión con arreglo a este complejo an<br />
do en el mandala.<br />
«Deberá firmar la paz con un igual y, por<br />
con alguien más poderoso, pues entablar una g<br />
este último sería tanto como pretender abat<br />
fante usando nuestros pies y guerrear con un<br />
vale a estampar dos cántaros entre sí, causand<br />
en ambos; por contra, emprender una camp<br />
contra un enemigo más débil tiene garantiz<br />
to, como cuando se pulveriza con piedras un<br />
barro"ss7.<br />
Por supuesto, también resulta element<br />
charse de las calamidades que puedan asola<br />
go en un momento dado y lo debiliten aunqu<br />
anillo de peligro más remolo, que imeresa porque puede<br />
enemigos inmedialos. Además, dentro de cada anillo hay d<br />
representan naturales rencores reóprocos; pues corno cad<br />
su mandala.. se entiende que exisle un conjunto muy comp<br />
siones en lodo sentido. Esle plan de reóprocos encierros<br />
yectado, considerado cuidadosamente y luego utilizado co<br />
acción. En él se dibuja y expresa cierto equilibrio y tensión<br />
naturales, y también se prefiguran los lerribles estallidos<br />
confliclos que se generalizan ampliamente_ (ibúJ.., pp. 99-1<br />
'" Cfr. The KautilyaATthasastm, Libro 7, cap. S. versículos 2-5;<br />
p.S27.<br />
167
do a cumplir los más variopintos propósitos»<br />
su editor3 28 .<br />
Los agentes <strong>del</strong> servicio secreto valen para<br />
y la mejor cantera para nutrir su extensa red,<br />
filtra minuciosamente a través de todos los<br />
<strong>del</strong> aparato estatal, viene dada por algunos d<br />
huérfanos cuyo mantenimiento ha quedad<br />
<strong>del</strong> Estado y que son entrenados desde niño<br />
miliarizarse con todas las técnicas <strong>del</strong> espion<br />
tro <strong>del</strong> país estos espías ejercen labores de p<br />
da, compulsando de paso qué ciudadanos es<br />
menos descontentos con las medidas <strong>del</strong><br />
aun cuando su principal misión consista en<br />
las posibles corrupciones de los funcionari<br />
probar si los dignatarios permanecen leales<br />
establecid0 329 • Todo el mundo, independie<br />
de su cargo, se ve sometido a esta secreta supe<br />
su honestidad. En realidad, ésta no se presup<br />
todo lo contrario; se presume más bien que br<br />
ausencia. <strong>La</strong> tarea no es fácil, ya veces detectar<br />
ción es tan complicado como darse cuenta d<br />
,.., Cfr. Tht KaulilyaAnhasastro, übro 2, cap. 4, versículo 21; e<br />
p.70.<br />
'" Cfr. R. P. KANGLE, .p. cit., vol. 11, p. 205; cfr. pp. 206-207.<br />
,,. Cfr. The KautilyaMtha.sastra, pássim; cfr., v.g., übro 1, ca<br />
Y13; ed. cil., vol. lII, pp. 18Yss.<br />
163
nados. Reparemos ahora en el resto sigu<br />
den de la enumeración. En el Arthasastra s<br />
a un increíble nivel de concreción, dete<br />
cosas tales como el salario de funcionarios<br />
res, los barrios en que debe vivir cada cual<br />
de familias que debe integrar una comuni<br />
so la distancia que ha de separarlas entre s<br />
nas de quienes están en torno al poder son<br />
mente altas e idénticas, ascendiendo a cua<br />
mil monedas de plata cada uno. Esta igual<br />
propósito: evitar las conspiraciones y que pu<br />
bornados fácilmente 326 . <strong>La</strong> sociedad está m<br />
cada y esto se refleja en la escala de las re<br />
que caen en picado hasta llegar al salario<br />
sesenta piezas plateadas. Esta estratificació<br />
a ese sistema de castas que se halla tan arr<br />
India e incide incluso en el trazado urban<br />
tro de las ciudades, la zona norte queda r<br />
clusivamente para los dirigentes, mientra<br />
be ha de residir en el sur. Lo más cur<br />
semejante segregación vale también para<br />
rios, donde se reproduce la división entre<br />
,.. Cfr. TIle KtJutilya A1tha.saslTa, libro 6, cap. 1, vernculo J<br />
p.314.<br />
... Cfr. TIle K/JulilyaArthas4rlTa, libro 5, cap. 3, versículos 3p.302.<br />
162
una vertiente asistencial por parte <strong>del</strong> Esta<br />
ta una buena lección para ese furibundo<br />
mo que nos asola. Hay algunas cuestiones c<br />
ción atenta contra el mero mantenimiento<br />
económico (¿para qué sirve una sociedad<br />
mercado cuando la mayoría de los consum<br />
perdiendo paulatina e inexorablemente s<br />
quisitivo?) y cuya observancia se sitúa muc<br />
(o, mejor dicho, bastante más acá) de v<br />
como lajusticia o la equidad. Cuando men<br />
lo tenía muy claro y nunca se le ocurre inv<br />
corazón, una convicción religiosa o princip<br />
guno para fundamentar su discurso, sino<br />
propio interés. A quien detenta el poder le<br />
abusar <strong>del</strong> mismo para evitar una revuelta<br />
dejarle sin é1 314 . Ni más ni menos. El esta<br />
tencia- «debe recolectar los frutos <strong>del</strong> Est<br />
que han madurado, cual si se tratara de un<br />
teniéndose de tomarlos cuando aún están<br />
por miedo a propiciar su propia destrucció<br />
ello podría dar pie a un a1zamiento,,315.<br />
excesiva puede anegar la fuente de sus ingr<br />
'" Cfr. TI", KaulilyaArthasastra. A Sludy, Bombay, 1965, vo<br />
", Cfr. op. dt., vol. 11, p. 120; cfr. vol.lll, p. 10 (1.4.7-15).<br />
'" Cfr. TIU! Kaulilya Arthasastrn, Libro 5, cap. 2, versículo 70<br />
p.301.<br />
158
se describían los engranajes <strong>del</strong> Estado? Lo<br />
realmente son las tesis defendidas allí -tan<br />
el estereotipo de una India consagrada po<br />
meditación metafisica. <strong>La</strong> cuestión que nos<br />
que pensaba un intelectual metido de lleno<br />
ca. Vayamos a ello.<br />
¿Qué significa exactamente Arthasastra:?<br />
tulo <strong>del</strong> tratado nos hace reparar en una c<br />
damental: la enorme dificultad para traduc<br />
ma occidental una lengua como el sánsc<br />
sinnúmero de matices que se pierden po<br />
Por supuesto que cabe traducir al euskera<br />
Byron o Goethe, pero es indudable que q<br />
desvirtuados como cuando se intenta vert<br />
las coplas de un versolari. Estas dificulta<br />
anejas a toda traducción se ven sensiblem<br />
mentadas en el caso que nos ocupa y no d<br />
derse nunca de vista. El término sastra sig<br />
cia» o «tratado» y no plantea mayores pro<br />
hora de traducirlo. Sin embargo, la primer<br />
que no se utilice la palabra niti (
al primogénito de sus noventa y nueve her<br />
convertirse así en el "legitimo" heredero <strong>del</strong><br />
<strong>La</strong>s tinieblas que rodean la leyenda sobre K<br />
miten trazar algún paralelismo entre Giges y<br />
marckiano canciller hindú, si tenemos en<br />
también Canakya (Kautilya es un mero apod<br />
naje histórico) habña sido encumbrado al<br />
el auxilio de la reina consorte <strong>del</strong> monarca<br />
-una meretriz que había llegado a ser la fav<br />
rén. Esta conjura exterminó la estirpe de los N<br />
sentó en el trono a un rey todavía niño que<br />
no podía sersino una simple marioneta en m<br />
nistro regente. Por otra parte, a Kautilya se<br />
bien pasar inadvertido, como si al igual que<br />
siera de un anillo para tornarse invisible,<br />
siempre se las ingeniaba para quedar en un s<br />
no y prefeña mover los hilos <strong>del</strong> títere al que<br />
cado la corona. En torno a este longevo cham<br />
le atribuyen los más variopintos poderes teúrg<br />
muchos otros legendarios relatos. Con arreg<br />
popular de dichas narraciones, VlSnugupta<br />
(patronímico que le señala como el hijo <strong>del</strong><br />
ka) habña nacido con toda la dentadura, lo cu<br />
pretado como un augurio de que podña lle<br />
m Cfr. Marinette DAMBUYANT, introducción a su antologí<br />
Ira.... ed. cil. en la nota 305, pp. 61-62 n.<br />
154
te Dambuyant, .Kautilya funda la ciencia pol<br />
tando su especificidad, al <strong>del</strong>imitarlo como u<br />
profano aislado <strong>del</strong> teológico y <strong>del</strong> moral; co<br />
caso de otros teóricos de la razón de Estado<br />
mucho de oscurecer los hechos introducien<br />
morales ajenos a su realidad y encuentra ocio<br />
atenuantes o excusas- para sus argumentos est<br />
te políticos30 5 . De ser esto así, es indudable qu<br />
contraríamos ante un ancestro indio de M<br />
Con la diferencia, eso sí, de que Kautilya no se<br />
mitado tan sólo a escribir un pionero tratado s<br />
cia política, como hiciera el pensador floren<br />
que habría podido llevar a la práctica sus en<br />
derrocando a una dinastía para inaugurar ot<br />
perador Asoka, nieto de Chandragupta, ha p<br />
historia como el Anti-Kautylia, toda vez que s<br />
sión al budismo habría supuesto una moraliza<br />
política, tal como testimoniarían sus famosos e<br />
donde renegaría de las masacres cometidas e<br />
conquistador. Sin embargo, bien pudo quere<br />
"'" Cfr. KAU11LYA. L :-\rlhasaslm. Le Imitipoliliqtu tú ¡'bule anti<br />
c.hoisis et publiés avec une introduction de Marinette Dam<br />
tions Marcel Riviere, París. 1971, pp. 59 Y60 de la introducci<br />
gado a sugerir que, dada su precocidad, esla secularización de<br />
tico situarla en la India, y no tanto en Roma, la invención de<br />
Louis DUMONT, HOtM himJrthicus, Gallimard. París, 1966, pp.<br />
S06 Cfr.]u!es BLOCH, Les inscriplilms d:-\so.la, Les Belles LeIITe<br />
153
de la India septentrional en el siglo III a.C.<br />
tante papel de esa dinastía en los siglos sig<br />
ron a la fama <strong>del</strong> fabuloso canciller Kautil<br />
artes se atribuye la creación de un nuevo<br />
tórico- un resplandor de leyenda, prácti<br />
penetrable. sol .<br />
Con arreglo a cierta tradición, Kautilya h<br />
do como preceptor <strong>del</strong> emperador Chandr<br />
en la misma época que Aristóteles hacía lo<br />
Alejandro MagnoS02, cuyo expansionismo<br />
do de mo<strong>del</strong>o a la flamante dinastía Maurya<br />
una nueva invasión extranjera habría servi<br />
solidar su identidad nacionalista, exactamen<br />
para la Italia renacentista y, en este sentido,<br />
bría tenido idéntico acicate que Maquiavelo<br />
brir el arte de la politica sos . Krishna Rao afir<br />
que, para Kautilya, los ministros vendrían<br />
misma misión que Platón atribuye al filósofo<br />
guiar el destino de los monarcas administ<br />
mente las actividades <strong>del</strong> Estado S04 •<br />
"" Cfr. H ¡nrich ZlMMER, Fil
nizado mucho tiempo atrás incluso en términos<br />
De hecho, la sabiduria política india ya se había<br />
cido en Occidente a través de fábulas en que sus<br />
nistas, personificados por toda suerte de anim<br />
daban lecciones magistrales acerca <strong>del</strong> arte de l<br />
la defensa. <strong>La</strong> colección mejor conocida, el Pa<br />
entró en Europa durante todo el siglo XI[( a<br />
traducciones árabesy hebreas, siendo <strong>La</strong> Fonta<br />
habria de inmortalizarlas entre nosotros, aun<br />
bién habrian de popularizarlas los hermano<br />
con sus célebres cuentos.<br />
Un solvente orientalista como es Heinrich<br />
comenta lo siguiente a propósito <strong>del</strong> Artha<br />
Kautilya: .EI estilo cáustico y sentencioso, su<br />
teraria y el talento desplegado, hablan muy<br />
<strong>del</strong> maestro de procedimientos políticos que<br />
este tratado asombroso. Gran parte <strong>del</strong> mate<br />
cede de fuentes más antiguas, pues la obra s<br />
la rica tradición de enseñanzas políticas ante<br />
Sri Visnugupta, siendo revisada la versión inglesa de R. Sham<br />
N. S. Ven.katanathacharya. Entremedias aparece una edici<br />
realizada porJ. J. Meyer: Das altindische Huc/a von Wtlt- un<br />
DasArllw¡;a.stra -1926 (6<br />
SOO Cfr. Tht &utilya Anhasastro, ed. by R. P. Kangle, Univer<br />
bay, 1960 (vol. 1: original sánscrito), 1963 (vol. ll: rraducción<br />
inglé.) y 1965 (vol. 1l1: estudio y comenrario. <strong>del</strong> editorlitera<br />
151
sentido popular <strong>del</strong> término, está clásicam<br />
sentado en la literatura india por el Arthasa<br />
tilya (el cua! es muy anterior a la era cristiana<br />
gún dicen- de la época en que reinó Cha<br />
Puesto a su lado, el Príncipe de Maquiavelo s<br />
tan ingenuo como anodino e inofensivo»297.<br />
Puede que Weber hubiera cobrado inte<br />
tratado a través <strong>del</strong> artículo de HermannJac<br />
«Kautilya, el Bismarck indio»298 y que, adem<br />
presente la segunda edición inglesa <strong>del</strong> text<br />
en 1919, es decir, el mismo año en que dict<br />
C011W vocación. Comoquiera que sea, este an<br />
mento era perfectamente desconocido p<br />
mundo hasta principios <strong>del</strong> presente siglo<br />
entregado a un bibliotecario, R. Shamasastr<br />
de traducirlo a! inglés y publicar sus distint<br />
en diversas revistas a partir de 1905 299 . Sin<br />
edición critica no aparece sino entre 1960 y 1<br />
a! profesor R. P. Kangle, quien publica el orig<br />
297 Cfr. Max WEBER, Polililr als &.uf, ed. cit., p. 24g; cfr.<br />
pp. 169 Y157.<br />
... Este trabajo apareció en la SilzungsberichÚ! der J(jj,¡iglic<br />
AltademiederW..........chaJlen<strong>del</strong> año 1912.<br />
2'99 <strong>La</strong> primera edición íntegra <strong>del</strong> Arihasastm o/KnutilJa<br />
1909, ocupando el volumen g7 de la Bibliolh
fuerzas diabólicas que acechan al entorno<br />
poder y hacerse responsable, no sólo de las c<br />
que animan su actuación política, sino tam<br />
consecuencias previsibles que van a genera<br />
aprestándose a involucrar su alma y respond<br />
mente de los mismos. Es entonces cuando se<br />
do a hacer girar la rueda <strong>del</strong> devenir históri<br />
sus decisiones políticas, en las cuales perse<br />
trándose inasequible al desaliento, aun cuan<br />
ponda tratar con un mundo éticamente irrac<br />
ha escrito uno de sus más autorizados coment<br />
gang Mommsen: -Weber dudaba básicamen<br />
bilidad de conferir acentos éticos a la acció<br />
consideraba que la cIara separación entre am<br />
era la solución más honesta. 295 •<br />
... Cfr. Max WEBER. Polilik als &ruf, p. 230; cfr. edo. castS<br />
148.<br />
295 Cfr. Wolgang MOMMSEN, Max Webtr. sociedo4.. política e<br />
cast. de Ernesto Garzón Valdés), Alfa, Buenos Aires, 1971<br />
148
y constituye la mejor manera de influir sob<br />
cos 290 . Pero Weber tampoco cifraba dema<br />
nes en su labor. Citando a Tolstói, reconoce<br />
cia carece de sentido puesto que no tiene re<br />
las únicas cuestiones que nos importan, la<br />
bemos hacer y cómo debemos vivip,29J. S<br />
tienda de los distintos dioses, esto es, entre<br />
terios valorativos, no es a la ciencia, sino<br />
quien le toca decidir:<br />
..Poderes muy otros que los de las cátedr<br />
rias tienen aquí la palabra. ¿Quién osaría "r<br />
ficamente" la ética <strong>del</strong> Sermón de la Monta<br />
cipio que ordena "no resistirás al mal",<br />
parábola que aconseja ofrecer la otra mejil<br />
288 Cfr. Max WEBER, Escritos políticos, ed. cit., p. 300.<br />
289 Cfr. Max WEBER, Elpolítico yel cUmlíftcO, ed. cit., p. 216.<br />
290 «Aunque los valores no pueden ser deducidos de la re<br />
des políticas est:án sometidas a la influencia de numerosa<br />
píricas sobre la sociedad y la naturaleza humana. Weber<br />
que proporcionar apoyo a estas asunciones o contribuir a<br />
constituir una forma de persuasión política laJ1 eficaz c<br />
sentimientos morales. En este sentido, el hecho de invest<br />
tos de la vida social, dejando Otros sin tratar, podía encer<br />
ción política. En estos casos resultaba más dificil establece<br />
tre actividades científicas y políticas. (cfr. D. BEETHA", .p.<br />
291 Cfr. Max WEBER, El políliCfJ yel científico, ed. cit.. p. 207.<br />
146
por ello con el papel de comentarista y ases<br />
co. No cabe duda de que la política era su «<br />
creto»285. Sin embargo, como le confesó a E<br />
(amante suya, por cierto) poco antes de dicta<br />
ferencia sobre <strong>La</strong> política como vocación, cuan<br />
de «asumir su cargo como profesor universit<br />
-reconoce Weber-, naturalmente, que paga<br />
dable precio de superanoda "política", habid<br />
de que no podía realizar ambas cosas a la vez<br />
eso el autor de <strong>La</strong> ciencia como vocación sost<br />
toda firmeza que «la política no tiene cabida e<br />
las»; el profesor que «se siente llamado a inter<br />
los conflictos existentes entre las distintas co<br />
nes <strong>del</strong> mundo y las diversas opiniones, que lo<br />
la plaza pública, en la prensa, en reuniones, e<br />
ciones o en donde quiera, mas no en las aulas»<br />
mismo vale a la recíproca, para quien se consi<br />
intelectual, y no un político; que se interese e<br />
por las verdades eternas y que siga con sus lib<br />
"'Cfr. D. BEETHAM,.p. cil., pp. 1&-16.<br />
...Así se lo dice. Mio.Tobler; cfr. l.cartacitad. por Wolfgan<br />
TER, eo Unversjjhnte Modeme, Suhrkamp, Francfort, 1996, p. 30<br />
"'Cfr.l. carta <strong>del</strong> 20 de eoero <strong>del</strong> año 1919 citad. por Wo<br />
LUCJITER en su trabajo .Han<strong>del</strong>n und Entsagen. Max Webe<br />
seosebaf, uod Politik al, Beruf. (cfr. Unversjjhnte Modeme, ed.<br />
287 Cfr. Cfr. Max WEBER, Elpolítico] tI científico, ed. cil., pp. 211<br />
145
emanados de una superioridad en quien de<br />
responsalJilidad, el dirigente político ha de<br />
personalmentesin arrojarla sobre nadie más 28<br />
¿Soñó Weber con encarnar esta figura d<br />
biscitario, aunando así al intelectual con el<br />
decir, sus dos hondas vocaciones? En otras<br />
por utilizar una terminología que ya nos<br />
¿acaso quiso ser una suerte de "rey filósofo"<br />
nimo vestigio de volunl:ad política, acostumbrada a cont<br />
hombre de Estado que dirigiese la política por ella". <strong>La</strong> t<br />
supuso un intento de conservar las venl:ajas de un líder c<br />
do los inconvenientes presentados por Bismarck. (cfr.<br />
Max Weber J la teoría política moderna, Centro de Estudios<br />
les. Madrid, 1979, p. 382). Cfr. Stefan BIlEUER, 8uTOCTacia<br />
ciología poülica de Max Wtber, Edicions Alfons el Magm<br />
1989, pp. 196Y55.<br />
282 .Weber, el único asesor de Preuss [ponente de la cons<br />
mar] que no dedicaba toda su actividad profesional a las t<br />
administrativas, estaba en completo desacuerdo con los<br />
en cuanto al problema de los poderes presidenciales. Los<br />
raban que el presidente no tenía sino que sustituir al m<br />
cional, sin desempeñar ningún papel activo en el gobier<br />
el contrario, defendía que las tareas de reconstrucción<br />
rían un presidente que pudiese ejercer su autoridad real<br />
fin, debería ser elegido por sufragio directo, para que los<br />
poder se situasen fuera <strong>del</strong> Parlamento y pudiese servir<br />
éste. (cfr. D. BEETHAM, op. dI., pp. 372-373).•EI ejemp<br />
hizo comprender a Max Weber la lección contenida en E<br />
quiavelo. (cfr.]. Pete, MAYEJl, Max WtberJ la poIítiea altma<br />
ESlUdios Políticos, Madrid, 1966, p. 43).<br />
2.' Cfr. Mal< WEBER, PoIitik als &ruf, p. 190; cfr. pp. 115-11<br />
144
a sugerir que Weber quizá se identificó en cie<br />
con una especie de Bismarck burgués y que<br />
biera importado proseguir la tarea emprendi<br />
aristocrático Canciller de Hierr0 279 .<br />
«Aunque no llegó a desempeñar en toda su<br />
go político alguno -advierte Anthony Gidd<br />
hubo ni un solo momento en que sus interes<br />
cos y académicos no se entremezclaran en<br />
riencias personales. Sus impresiones políticas<br />
provocaron en Weber una orientación ambiv<br />
cia los triunfos de Bismarck, que no llegó a reso<br />
ca <strong>del</strong> todo, y que se encuentra en el origen<br />
sus escritos políticos»280. Una de tales ambi<br />
viene dada por la evolución que sufrió su co<br />
acerca <strong>del</strong> papel asignable a un líder carismátic<br />
criticar en su momento el cesarismo de Bism<br />
ber pasó a propugnar una fuerte presidencia<br />
m Cfr. ¡bid., p. 840 y ...<br />
m .Weber había venido a identificar la cohesión alemana con<br />
lia, ya él mismo con el hombre que rescataría la nación de los<br />
tidistas -de hecho, se identificaba con una especie de Bism<br />
que comenzaría la labor donde el Bismarck arislOCrático la hab<br />
do, cuando Guillermo n lo destituyó. (cfr.A. MmMAN, op. cit,<br />
!SO Cfr. Anthony GIDDENS, Política y sociología m Max Webtr, A<br />
rial, Madrid, ! 972, p. 14.<br />
281 «l.a reiteradas críticas de Weber contra el cesarismo <strong>del</strong> gob<br />
marck se refeñan a que éste había dejado tras él "una nación s<br />
- 143
<strong>La</strong> ética de la convicción acaso pueda se<br />
regular nuestras relaciones familiares, con<br />
ticas o amistosas 275 ; diríase capaz de reg<br />
vida privada, mas no tanto la pública 276 .<br />
esa misma ética puede propiciar la indigni<br />
rreno polític0 277 , donde tiene que prima<br />
responsable de las consecuencias previsi<br />
das por la decisión adoptada. Poner la otra<br />
de valer para el santo y su cosmovisión p<br />
mas no para el político, que se ve obligado<br />
la violencia y el mal con su propia medicin<br />
re hacerse corresponsable de los mismos.<br />
bipolar guarda cierto paralelismo con la e<br />
da por Weber en su fuero interno a causa d<br />
timas vocaciones: la científica y la política. L<br />
vio sobradamante colmada, tanto con sus<br />
vestigaciones académicas como por su ex<br />
274 Cfr. Max WEBER, "El sentido de la "neutralidad valora<br />
cias sociológicas yeconómicas. (1917) I Ensayos sobre mdo<br />
(trad.)' L. Eteheverry). Amorronu. Buenos Aires. 1978, p<br />
275 Cfr. el texto al que se remite la nota 9 <strong>del</strong> presente tra<br />
276 .. El destino de nuestro tiempo -leemos en <strong>La</strong> ciencia<br />
es el de que los valores últimos y más sublimes han des<br />
vida públjca yse han retirado, o bien al reino ultraterren<br />
rica, o bien a la fraternidad de las relaciones inmediatas<br />
entre sí.. (cfr. Max WEBER, El poütiro y tl cientifico -versió<br />
Francisco Rubio L1orente-. Alianza Editorial, Madrid, 1<br />
m Cfr. Marianne WEBER, .p. cil., p. 489.<br />
142
en su responsabilidad hacia las consecuen<br />
actos], diciéndose llegado el momento: "n<br />
cer otra cosa, yen este punto me mantengofir<br />
<strong>La</strong> cursiva es mía y merece un pequeño<br />
Weber escribe aquí: «hier stehe ich», o sea, «e<br />
me mantengo firme», «me planto», «revali<br />
ra» o> como traduce Joaquín Abellán> «aq<br />
Sin embargo> la versión castellana de Fran<br />
Uorente> opta por un «aquí me detengo».<br />
ción ha dado pie a interpretaciones como l<br />
porVictoria Camps, de la que nos hacíamos<br />
cipio <strong>del</strong> presente capítulo. Ahora bien, si<br />
equivocado, Weber no sostiene> como sug<br />
Camps, que las convicciones hagan deserta<br />
de sus responsabilidades cuando ambas en<br />
flicto, sino más bien que su madurez o aut<br />
ción política le hará perseverar, pese a todo, e<br />
namiento> para responsabilizarse de la propia<br />
asumiendo así la responsabilidad por las co<br />
que se deriven de su obrar.<br />
Ésta es la verdadera síntesis de las dos éti<br />
pone Weber: hacerse responsable de las propias<br />
270 Cfr. Max WEBER, PoIitiJ< als &ro/.
y mesura (recordemos que Maquiavelo recom<br />
ser al mismo tiempo tan audaz como prude<br />
ponsabilizándose siempre de las consecuenc<br />
radas por sus convicciones; el político vocacio<br />
ser consciente de que, para conseguir lo posib<br />
de intentar una y otra vez lo imposible, sin c<br />
desaliento 268 .<br />
Marianne Weber, en la magnífica biografia<br />
marido, resume así esta postura: «El ético de<br />
ción niega la irracionalidad ética <strong>del</strong> mundo,<br />
cual a menudo surge de lo bueno lo malo, yav<br />
malo lo bueno. El político ha de soportarla. "<br />
'llamado' a la política quien está seguro de n<br />
abajo si el mundo, visto desde su posición, es de<br />
estúpido o demasiado vil para lo que él quisier<br />
le".269. A Weber le conmueve sobremanera<br />
ción <strong>del</strong> hombre políticamente maduro que, a<br />
de su edad (puesto que la madurez no es una<br />
26' Cfr. José María GoNZÁLEZ CARcIA• .p. cit., pp. 173-174; cfr<br />
aUlor, .Max Weber: responsabilidad y convicción», p. 17 <strong>del</strong> t<br />
vía inédito que recogerá el volumen colectivo <strong>La</strong> poIíliaJ d.t.sM<br />
... Cfr. Max WEBER, PoIilik als Beruf, ed. ciL, p. 252; eds. casl5. c<br />
J79y164.<br />
269 Cfr. Marianne WEBER., Max Webtr. Una biografia (versión c<br />
Javier Benel yJorge Navarro), Edicions A1fons el Magnanim<br />
lencia, 1995, p. 917.<br />
139
sentido de la realidad 264 .<br />
Así debe ser desde una perspectiva étic<br />
que aspire a «poner su mano sobre los radi<br />
da <strong>del</strong> devenir histórico»265, esto es, todo<br />
sienta llamado por la política. Pese a su c<br />
rentemente irreconciliable, Weber aduce<br />
de la convicción y la ética de la responsabi<br />
términos absolutamente contrapuestos, co<br />
más bien principios complementarios c<br />
ción da lugar a ese hombre auténtico al qu<br />
buírsele una genuina "vocación política»»2<br />
ría González García ha insistido en la imp<br />
subrayar este carácter complementario p<br />
versar el razonamiento seguido por Weber<br />
buen conocedor <strong>del</strong> pensamiento weberia<br />
política defendida por Weber busca una sí<br />
ponsabilidad y convicciones. Desde los pla<br />
weberianos -añade Pepe González-, es<br />
evitar tanto la Escila de una política irre<br />
que puede conducir una fúación unilater<br />
tenciones como la Caribdis de una polít<br />
responsabilidad que suele degenerar en o<br />
,6< Cfr. op. cit., p. 227; cfr. cds. casu. du. pp. 153 Y145.<br />
'65 Cfr. iUd.<br />
'66 Cfr. op. cit, p. 250; cfT. cds. casu. du. pp. 176 Y162-16<br />
138
mente, mientras que la segunda exige respon<br />
consecuencias (previsibles) de su actuación. 261 •<br />
Ajuicio de Weber la primera máxima resu<br />
masiado acomodaticia para el político, que sie<br />
dría transferir sus responsabilidades a la torpe<br />
demás o algo por el estilo, cuando en realidad<br />
ningún derecho a ello y debe contar con su<br />
bles imperfecciones, así como con la maldad<br />
pera en el mundo. No puede apelar al valor de<br />
nas intenciones y refugiarse tras ellas, puest<br />
obligación conlleva el calcular dentro de lo p<br />
consecuencias de sus actos. En definitiva, We<br />
re despojar al sultán de la figura <strong>del</strong> gran visir<br />
tar al político a responsabilizarse directamen<br />
gestión gubernamental, sin que le quepa desc<br />
fracasos o tropelías en cualesquiera cabezas<br />
Pero una vez hecho esto, Weber entiende qu<br />
puede prescribir a nadie si uno debe actuar c<br />
ético de la convicción o como un ético de la r<br />
bilidad. ni tampoco cuándo ha de oficiar com<br />
otro. 26 !.justamente porque a cada cual, ya na<br />
"1 Cfr. .p. cil.. p. 237; cfr. cds. caslS. dlS. pp. 163-164 Y153.<br />
... Cfr. .p. cil.. p. 177; cfr. cds. caslS. dlS. pp. lO! Y109.<br />
... Cfr. .p. cil.• p. 249; cfr. cds. caslS. dlS.. pp. 175 Y162.<br />
137
sirven para nada desde una perspectiva po<br />
ética que Weber califica de absoluta, la mo<br />
da por ejemplo en los evangelios, no pued<br />
cada en un momento dado a nuestro cap<br />
tranquilizar nuestra conciencia legitiman<br />
cualquier desmán y despedirla sin más al m<br />
guiente. «De tal ética vale decir lo mismo q<br />
cho de la causalidad en el ámbito científic<br />
coche de alquiler al que se puede hacer p<br />
cionalmente para subirse o bajarse <strong>del</strong> mis<br />
me a nuestro antojo,,259. Los mandatos de l<br />
soluta se imponen sin condiciones, porque<br />
se permite no preguntarse acerca de las co<br />
a decir verdad, piensa Weber, "su reino no<br />
este mundo". El Sermón de la Montaña pi<br />
otra mejilla, es decir, no resistir al mal co<br />
pero para el político tiene validez justo lo<br />
«debes contrarrestar el mal con la violencia,<br />
de no hacerlo así, te haces responsable de s<br />
nio))260.<br />
"Cualquier acción éticamente orientada<br />
ber- puede hallarse bajo dos máximas diam<br />
,,.Cfr. .p. at., p. 251; cfr. e
sucede más bien todo lo contrario. El que no r<br />
esto (el gran problema de toda teodicea en ú<br />
tancia) se comportará como un auténtico niño<br />
nos políticos, observaWeber. <strong>La</strong> ética propia de<br />
con los pies en la tierra, esto es, la moral de<br />
no puede obviar este dato acreditado por la h<br />
hecho de que «la consecución de un "buen"<br />
\levar aparejada ciertos medios moralmente d<br />
cuando menos arriesgados, así como la posibi<br />
tante probable de tener que contar con perve<br />
tos colaterales»255.<br />
Estas paradojas éticas 256 no pueden ser obv<br />
el político vocacional 257 , cuya responsabilidad<br />
futuro eclipsaría las culpas <strong>del</strong> pasado. Webe<br />
ce un curioso paralelismo con las relaciones a<br />
Alguien que deshace su matrimonio para ent<br />
nueva relación sentimental suele caer en la<br />
de intentarjustificarse ante sí mismo, descar<br />
... Cfr. Max WEBER, op. at., p. 241; cfr. eds. easlS. dlS., pp. 1<br />
pectivamente.<br />
'" Cfr. op. at., p. 238; cfr. eds. easlS. dlS. pp. 165 Y154.<br />
256 Recogidas por la sabiduría popular <strong>del</strong> refranero: .F.l infi<br />
pedrado de buenas intenciones".•no hay mal que por bien n<br />
257 Weber distingue tres clases de políticos: el ocasional (que<br />
dos, cuando votamos o hacemos un discurso político), el po<br />
Ml que vive tU la política y el voauional que vive para la pol<br />
al., pp. 167-169; cfr. eds. easlS. dlS., pp. 9S-95 y 102-103).<br />
- 135
Varias han sido las ocasiones en que, a lo<br />
presente trabajo, se ha invocado la célebre d<br />
fraguada por Weber entre convicción y resp<br />
dad, identificándolas respectivamente -y de<br />
subrepticio- con la inocencia moral y el dec<br />
político. Yes que, como advierte Victoria Cam<br />
de Weber acá, seguimos haciendo uso de su l<br />
tinción siempre que abordamos la dualidad e<br />
y política. Para acabar reconociendo que la ac<br />
tica no puede evitar ensuciarse las manos, en<br />
la ética se mantiene impecable e implacable,<br />
rre de marfil, cumpliendo su obligación dejuz<br />
car y negar la acción. [oo.] <strong>La</strong> teoría weberi<br />
traerse a colación con el fin de señalar el inev<br />
vorcio entre la ética y la política: quien quiera<br />
tarse éticamente, sin abdicar de sus principio<br />
huir de la política que obliga a olvidar los p<br />
para asumir las consecuencias de los propios<br />
cierto que Weber dice todo esto, pero dice tam<br />
-añade V. Camps. Dice que el político m<br />
aquel que, ante una decisión claramente con<br />
ética, tiene el valor de desertar y renunciar, s<br />
133
da en donde se confunden los deseos con l<br />
pesar de ir comprobando que no cabe id<br />
A esa edad plagada de sueños y <strong>quimera</strong>s<br />
debía sucederle inevitablemente otra carac<br />
la insolencia típica de los adolescentes y por<br />
contrarnos con Maquiave10 en plena eclos<br />
tista. Luego, durante lajuventud, al despun<br />
res de la modernidad, Kant pudo permiti<br />
nuevo y su renovado entusiasnw le hizo ilu<br />
la esperanza de que las cosas pueden camb<br />
jor. Aquella ingenuidad infantil, esa moles<br />
propia <strong>del</strong> adolescente y estejuvenil entusi<br />
quedar superados por el realismo de la ma<br />
de vida, como diría cualquieranciano. Pore<br />
visitar a un coetáneo como Weber, para ter<br />
con una pequeña excursión en el tiempo h<br />
do anterior a la misma infancia de nuestra c<br />
ello nos permitirá comprobar que nuestro<br />
cambiado gran cosa desde los primeros bal<br />
humanidad hasta nuestros días.<br />
- 132
personalidad al quedar eclipsada por el fuerte<br />
de los apremios políticos, como muy bien sab<br />
quien Kant denomina rnlffalista pofitiro. En cam<br />
do sus encuentros vienen a ser tan fortuitos co<br />
vos, gracias a esas citas clandestinas que de vez e<br />
propiciaría un polítiro rnlffal, permitiendo que l<br />
busque algún tipo de asesoramiento entre los<br />
obtenemos un saldo mucho más positivo: conju<br />
siderandos de una convicción rnlffal con las respon<br />
asumidas por el pofitiro.<br />
Quizá sea este distingo kantiano entre mora<br />
tico y político moral, u otro muy similar, el que<br />
Machado tuviera en mente al poner estas pa<br />
boca deJuan de Mairena:<br />
.Cuando nuestros políticos dicen que la p<br />
tiene entrañas aciertan alguna vez en lo que d<br />
lo que quieren decir. Una política sin entrañ<br />
efecto, la política hueca que suelen hacer los<br />
de malas tripas».<br />
Trazando un grosero paralelismo entre on<br />
filogenia, es decir, si nos diera por comparar,<br />
nos metafóricos, las etapas evolutivas <strong>del</strong> indiv<br />
los períodos históricos de la humanidad, este s<br />
*<br />
131
«<strong>La</strong> verdadera política --dictamina Kan<br />
dar un solo paso sin tributar antes vasallaje<br />
derecho es algo que debe ser salvaguardad<br />
sacrosanto, sea cual fuere el sacrificio que ta<br />
se acarrear al poder establecido. A este resp<br />
partir la diferencia e inventarse una compo<br />
media como sería el hibrido de un derecho<br />
mente condicionado (a medio camino entr<br />
provechoso), sino que todo político debe d<br />
dillas ante lajusticia repreSentada por el der<br />
En este orden de cosas, Kant viene a dis<br />
ralista político <strong>del</strong> político muraL Mientras e<br />
forja una moral útil a sus conveniencias, el<br />
tentaría conjugar sus pautas de conducta co<br />
cias éticas. El moralista político no dudará<br />
razón de Estado para excusar su inmoralidad<br />
el político moral no estaría dispuesto a diso<br />
tidad ética en una instancia que pueda tr<br />
propia conciencia moral, prefiriendo llegar a<br />
responsabilidad política antes que abandonar o<br />
convicciones murales. Por supuesto, sólo este ú<br />
ría el asesoramiento <strong>del</strong> filósofo para que<br />
dando su inexcusable compromiso con la é<br />
247 Cfr. Zum ewigenFrieden. Ak. VIrI, 380. <strong>La</strong> traducción e<br />
130
quede iluminada por sus publicaciones. <strong>La</strong><br />
taría desde luego al servicio <strong>del</strong> monarca,<br />
colocarse tras él y recoger la cola de su m<br />
cando sus tropelías, sino para precederle<br />
lo de las tinieblas al iluminar el camino con<br />
ética.<br />
Una ingrata experiencia gravita sobre Ka<br />
mar esta tesis: la censura 240 , ya que había sid<br />
do por el sucesorde Federico y se le había p<br />
blicar nada sobre asuntos concernientes a<br />
Como confiesa en su prólogo a El conflicto d<br />
des241, Kant prometió no escribir a ese resp<br />
<strong>del</strong> monarca cuyo ministro le había censur<br />
bargo, al publicar Hacia la paz perpetua, Kan<br />
puesto a demostrar que dicha promesa no<br />
hablar de muchas otras cosas 242 . <strong>La</strong>s líneas<br />
transcrito un poco más arriba no aparecían<br />
ra edición <strong>del</strong> ensayo kantiano sobre la pa<br />
Quizá fuera el éxito editorial <strong>del</strong> que gozó e<br />
240 Cfr. Roberto R. ARAMA\'O, AntoUJgía de Kant, Peníns<br />
1991, pp. 15-16.<br />
241 Cfr. Immanuel KANT, <strong>La</strong> contienda entre lasfacultades de<br />
(versión casteUana de Roberlo R. Afamayo; estudio intro<br />
Cómez Caffarena), Debate/estC, Madrid, 1992, pp. 55-5<br />
242 aro Allen W. WOOD, «KanLS Entwuñ für einen ewig<br />
"Zum twigm Frieden". Gntndlagm, Aklualil
lase Platón durante toda su vida y a lo largo de<br />
tos. Este implacable diagnóstico kantiano hac<br />
toda claridad que, ante su nada ingenua mira<br />
far y gobernar constituyen sendos oficios tota<br />
compatibles, por lo que resulta necio confi<br />
posible alternancia de los mismos, puesto q<br />
puede llegar a desempeñarlos al mismo tiemp<br />
cho, semejante ideal no sólo es impensable, a<br />
imposible de realizar, sino que ni tan siquie<br />
juicioso el proponérselo como una meta de c<br />
tótico, por cuanto que representa una verdad<br />
dangereuse para los dos partenaires en liza. Di<br />
más atinado desde un punto de vista moral y<br />
poder político suponen actividades que no d<br />
tremezclarse para bien de ambas. A su modo<br />
relación es mutuamente peligrosa, puesto qu<br />
sus respectivos intereses. El poder político<br />
irremisiblemente a la consideración moral,<br />
car su libertad y empañar su necesaria ob<br />
mientras que, por otra parte (si bien esto no l<br />
Kant aquí) la ética sólo sabe suscitar una inefi<br />
tencia en quien ha de tomar decisiones polític<br />
cosas, antes que intentar tender un puente<br />
abismo, vale más dejar a cada uno en la orilla<br />
rresponde, aunque con ello no se abogue<br />
menos por una incomunicación entre amb<br />
Todo lo contrario. Pues una cosa es que no p<br />
125
todas estas interrogantes cuenten con una re<br />
tiva. Federico representaba, eso sí, a un autó<br />
do que albergó en su ánimo la intención de g<br />
un espíritu republicano, lo cual reportaba pa<br />
tas ventajas (que ya han quedado suficientem<br />
nadas) con respecto a otras posibilidades m<br />
nadas. Pero en modo alguno cabria identif<br />
rey filósofo añorado por Platón. Entre una<br />
mediaria un infranqueable abismo, que ta<br />
conveniente salvar, según señala Kant en su<br />
la paz perpetua, cuando reputa de quimérica<br />
ta panacea platónica para todos los males pol<br />
«No cabe confiar--escribió Kant en su ar<br />
to de Hacia la paz perpetua- en que lo reye<br />
esperar que los filósofos lleguen a ser reyes,<br />
co hay que desearlo, porque detentar el pod<br />
inexorablemente aquella libertad que debe<br />
aljuicio de la razón. Sin embargo, es impres<br />
los reyes no hagan desaparecer o acallar a la<br />
filósofos y que, por el contrario, les dejen ha<br />
mente para que iluminen su tarea,,239.<br />
2-'9 Cfr. Zum ewigtn Frieden, Ak. VHI, 369; la traducción es<br />
to, como cualquier lector mínimamente perspicaz hab<br />
nos encontramos ante la reflexión que, no sólo inspiró<br />
sente libro. sino que también sirvió de acicale a su lenta g<br />
124
espetando los derechos ajenos 2 S 7 . Ahora bien,<br />
blicanismo kantiano <strong>del</strong> que debe hacer gala<br />
crata de turno tiene una indudable ascenden<br />
nica, la cual es reconocida expresamente por<br />
Kant: «<strong>La</strong> idea de una constitución en consona<br />
el derecho natural de los hombres, a saber, qu<br />
obedecen la ley deben ser simultáneamente<br />
dores, se halla a la base de todas las formas pol<br />
comunidad conforme a ella por medio de c<br />
puros de la razón, que se denomina ideal plat<br />
publica noumenon), no es una vana <strong>quimera</strong>, si<br />
ma eterna para cualquier constitución civil<br />
ral,,2sB.<br />
El ideal platónico <strong>del</strong> republicanismo no es<br />
<strong>quimera</strong>, según afirma Kant literalmente aquí.<br />
esto que Kant suscribe todos los principios po<br />
Platón, incluida su panacea <strong>del</strong> filósofo rey?<br />
¿acaso Federico el Grande habría encarnado e<br />
lósofo ajuicio de Kant, a la vista de los encom<br />
prodiga? <strong>La</strong> pregunta no es en absoluto baladí<br />
como se habrán dado cuenta, una contestació<br />
tiva impondría proceder a cambiar el título <strong>del</strong><br />
'" Cfr. ¡bid. Ak. vrn. 302; p. 44. Cfr. igualmente Roberto R. A<br />
tica de la ratón uCTÓnica, ed. cit., pp. 172 Yss.<br />
". Cfr. DerStreil...• Ak.• VII. 9()'91; ed. casI cit.. p. 95.<br />
123
poner a todo soberano. ¿Cuál era esa misión<br />
Ni más ni menos que cumplir con este imper<br />
«Es deber de los monarcas -leemos en<br />
parte de El conflicto de las facultades---, aunq<br />
autocráticamente, gobernar pese a todo de m<br />
cano (que no democrático), esto es, tratar a<br />
acuerdo con principios conformes a las leye<br />
tad (tales como los que un pueblo en la ma<br />
razón se prescribiría a sí mismo) , si bien no<br />
teralmente su consentimiento para ello»234<br />
El filósofo de K6nigsberg nunca rehuía<br />
por muy paradójicas que fuesen y tampo<br />
aquí, aunque sea consciente de lo impopu<br />
de resultar su parecer y la facilidad con qu<br />
giversarlo.<br />
Será todo lo paradójico que se quiera,<br />
honesta opinión, el autócrata es quien m<br />
m Cfr. Immnauel KANT, ZumewigrmFrietkn, AK. VIII, 350<br />
paz perpetua (versión castellana deJoaquín Abellán, con p<br />
nio Truyol), Tecnos, Madrid, 1985.<br />
... Cfr. Immanuel KANT, DerSlml derFakulliilm, Ak., VII,<br />
teamiento sobre la cuestión de si el género humano se h<br />
progreso hacia lo mejor», en 1. KANT, Ideas para una his<br />
clave cosmopolita J otros escritos sobrt!fiWsofia de la histuria (ve<br />
de Roberto Rodríguez Aramayo y Concha Roldán Pan<br />
Madrid, 1987, p. 96.<br />
120
démosla una vez más: «Administra el Estado<br />
honradez, prudencia y desinterés, como si a<br />
tante debierasjusúficar tu gestión ante los ciu<br />
que forman parte <strong>del</strong> mismo». ¿Aprobaría K<br />
formulación de Federico? ¿<strong>La</strong> consideraría co<br />
con su ficción heurística <strong>del</strong> contrato social?<br />
probable que sí. No en vano, Federico represe<br />
ojos de Kant todo un mo<strong>del</strong>o para su filosof<br />
ca 232 , la cual apostaba decididamente por una<br />
reJfffmas graduales que fueran perfeccionand<br />
pus legislativo para evitar un traumático proc<br />
lucionario.<br />
Al parecer de Kant, cuanto mayor sea la re<br />
tividad tanto más fácil será realizar su apuesta<br />
formismo, puesto que la dispersión <strong>del</strong> pode<br />
duciría en última instancia sino a una con<br />
absolutamente disfuncional multiplicación d<br />
nos o -para expresarlo con más exactitudrantes<br />
a serlo. El objetivo de conseguir una con<br />
política lo más perfecta posible mediante con<br />
formas resulta entonces menos complicado pa<br />
narquíay cuesta mucho alcanzarlo merced a un<br />
aristocrático, resultando prácticamente impos<br />
una democracia salvo que se apele al ingrato e<br />
2'2 Alguien podria querer aplicar a este laudatoriojuicio de K<br />
ble <strong>del</strong> mecenazgo: ¿acaso no estaría mostrando este probo<br />
<strong>del</strong> Estado prusiano gratitud hacia su antiguojefe administrat<br />
119
«El príncipe no es otra cosa -sentencia Fe<br />
su escrito sobre los deberes <strong>del</strong> soberano- s<br />
merservidur <strong>del</strong> Estado, viéndose por ello obliga<br />
portarse con probidad, prudencia y un compl<br />
terés, como si a cada mamento debiera rendir c<br />
su administración a los ciudadanos»229.<br />
Desde luego, este planteamiento no podía<br />
placer a Kant e incluso cabe preguntarse h<br />
punto no lo conocía y pudo quedar subrepti<br />
inspirado por él. Como se sabe, Kant recreó<br />
rousseauniana <strong>del</strong> pacto social, para reconv<br />
unaficción heurística con arreglo a su filosofi<br />
si. Para Kant, el contrato social «es una mera<br />
razón, pero que tiene una indudable realida<br />
dole práctica), a saber, el obligar a todo legisl<br />
que dicte sus leyes C01TW si éstas pudieran habe<br />
do de la voluntad unida de todo un pueblo y c<br />
a cada súbdito, en la medida en que quiera<br />
dano, C01TW si hubiera expresado su acuerdo<br />
!29 Cfr. FEnERJOO n DE. PRUSIA, .üsai sur les fonnesde gouvem<br />
lesdevoirs des souverains_ (1781), ed. cil t vol IX, p. 208. <strong>La</strong> c<br />
117
m «Los reyes no han sido revestidos con la aUloridad su<br />
bulllrse impunemente en la molicie y el lujo; no son educ<br />
de sus conciudadanos parn que su orgullo, pavoneándose<br />
ción, insulte con menosprecio la simplicidad de las coslum<br />
la miseria; no han sido pueslos al frente <strong>del</strong> Estado para m<br />
sus personas a un atajo de holgazanes cuya ociosidad e i<br />
dren todos los vicios» (cfr. ibid., p. 199). Porlo demás, la<br />
rano a sus tareas debe ser absoluta, y esto no le pennite d<br />
tros o tener amantes favoritos que acaben por gobernarlo<br />
mi Veamos un ejemplo de las mismas: «En las materias civ<br />
seguir la máxima de salvar al posible culpable antes que c<br />
inocente. Después de todo, ante la incertidumbre sobre su<br />
so no vale más mantenerle preso en lugar de apresurar<br />
(cfr. Carla de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 11.10.1777; ed. cil.. vo<br />
116
encontrado necesario, de cara a su tranquil<br />
mantenimiento, el contar con jueces para di<br />
diferencias, protectores para salvaguardarles<br />
sesión de sus bienes frente a los enemigos, s<br />
para concitar sus distintos intereses en un in<br />
mún, dieron en escoger de entre ellos a los q<br />
deraron más prudentes, más justos, más des<br />
dos, más humanos y más valerosos, para gob<br />
[y echar sobre sí la pesada carga de tener q<br />
por todos sus asuntos] .225. Esta última línea<br />
rrada entre corchetes) fue suprimida por Vo<br />
hora de publicar el texto. Sin embargo, no s<br />
de una mera licencia retórica, dado que Fe<br />
sentía como una pesada carga las responsa<br />
propias <strong>del</strong> gobernante y envidiaba la tranq<br />
<strong>del</strong> filósofo dedicado por entero al estudio, c<br />
mos visto anteriormente. Por eso su sobera<br />
responde a ese arquetipo estoico <strong>del</strong> sabio, al<br />
to habría sabido aproximarse Marco Aureli0<br />
Fede.rico su cargo conllevaba muchas más ca<br />
225 Cfr. FEDERICO U DE PRUSIA, Antimaquiav
se halagado resulta sencillo, pues cuesta poco el<br />
per a los hombres de letras; basta con mostrars<br />
prodigar algunas carantoñas y emplear una<br />
suma de dinero,,221. Quizá estas líneas nos ha<br />
cho más de Diderot que <strong>del</strong> monarca prusiano<br />
dicho sea de paso le molestaban sobremanera<br />
gos gratuitos <strong>del</strong> adulador profesional) 222.<br />
¿Hasta qué punto le incomodó a Diderot<br />
pendencia económica respecto de una déspo<br />
Catalina? ¿Cuánto ayudó este hecho a tergiver<br />
loración pública de la emperatriz rusa? ¿Pod<br />
minar este factor su distinción entre una y otra<br />
tiranos, habida cuenta de que fue forjada par<br />
sos tan concretos? ¿Acaso sus respectivos me<br />
que Catalina II nombró coronel de sus ejércitos: .Grimm ha<br />
desde Petersburgo. Hemos hablado mucho de la panLOcraLr<br />
de Rusia], de sus leyes yde las medidas que adopta para civiliza<br />
Grimm ha sido nombrado coronel; no conviene que olvidéis e<br />
cual ha convertido en militar a ese filósofolt (cfr. la carta de<br />
Vollaire fechada el 24 de septiembre de 1777: ed CiL, vol.lIl, p<br />
220 .EI nombramiento de gentilhombre de cámara, un sueld<br />
mil libras anuales, casa, carruajes yla cruz de la Orden <strong>del</strong> Mé<br />
los primeros obsequios <strong>del</strong> rey de Prusia a su amigo Voltaire<br />
tuvo a su lado... lt (cfr. Antonio EsPINA, Vollaire y el siglo XVII), E<br />
car, Madrid, 1974, pp. 91 Yss.)<br />
221 Cfr. Denis DroEROT. Principes di! poü/iqtU di!s souverains, ed.<br />
LXXXVTI, pp. 178-179.<br />
m Cfr. FEDERICO 1I DE PRUSIA, AnlimaquíaVi!lo, ed. cit., cap. XX<br />
113
parecer sobre Federico:<br />
«El rey de Prusia-leemos en Mi ensoñación<br />
deDenis elfilósofo- nos merece nuestro más ilu<br />
los filósofos le odian porque lo consideran u<br />
ambicioso, sin fe, para el que nada hay de sa<br />
príncipe que no repara en sacrificar todo, com<br />
la felicidad de sus súbditos, a su poder actual,<br />
botafuego de Europa»216.<br />
Lo más llamativo es que, tras esta sarta de<br />
rios contra el monarca prusiano, Diderot da<br />
carle un rosario de ditirambos a Catalina la<br />
Surge, pues, esta interrogante: ¿qué rasgos di<br />
tan radicalmente al uno de la otra? ¿Cuál es e<br />
criterio que permite a Diderot discernir con<br />
entre un tirano execrable y una déspota ilustr<br />
ilfaut? Todas estas preguntas no admiten sino<br />
de contestación. En primer lugar, se impone<br />
tanto Voltaire como Diderotsólo saben ilusion<br />
bijar sueños con aquel gobernante al que p<br />
convertir en filósofo. Voltaire sueña con Feder<br />
tras escribenjuntos un tratado de moral para<br />
216 Cfr. Denis DIDEROT, EscrilD.J poIiticos (estudio preliminar,<br />
notas de Antonio Hermosa Andújar), CenLro de Estudios C<br />
les. Madrid. 1989, p. 117.<br />
111
declaraciones de humildad con que rematam<br />
tras cartas. 212 • A estas alturas, estamos lo s<br />
mente familiarizados con las cuitas morales de<br />
de Sans-souci en todo cuanto atañe a pactos y p<br />
como para no descalificar los excesos derroch<br />
Diderot al querer acometer su caricatura de u<br />
despótico, sirviéndose para ello <strong>del</strong> perfil de F<br />
el cual acaba por escabullirse <strong>del</strong> marco al qu<br />
circunscribirlo su histriónica puesta en escena<br />
No contento con esta exagerada caricatu<br />
Diderot utiliza también a Federico como teló<br />
do cuando redacta el séptimo capítulo -titu<br />
turno a la moral de los reyer- de sus Conversacion<br />
talina JI. Curiosamente, al quererjustificar o<br />
parcialmente las actuaciones de Catalina desa<br />
do a su oponente prusiano, Diderot, que prete<br />
sentar los alegatos propios <strong>del</strong> fiscal en esta c<br />
tra Federico, acaba oficiando como abogado<br />
de ambos monarcas y aboga durante unos ins<br />
favor de las tesis mantenidas por aquel a quie<br />
caracterizar como un despreciable tirano.<br />
«Dudo -argumenta Diderot- que la justi<br />
reyes, y en consecuencia su moral, pueda ide<br />
con la de los particulares, porque la moral de u<br />
212 Cfr. máxima CC, en op. cit., p. 199.<br />
109
dilla para dos egregios representantes de la ilu<br />
francesa. El mismo personaje cuyo acceso al<br />
presentó un sueño paraVoltaire seña reputado<br />
dilla por Diderot.<br />
4.4. UNA PESADIllA PARA DlDEROT<br />
Hace tan sólo seis décadas que se publicó po<br />
ra vez un opúsculo inédito de Diderot en don<br />
replicar a un ensayo <strong>del</strong> monarca prusiano. A<br />
título no le fue puesto sino por quien lo editó,<br />
tó al titularlo Páginas contra un tirano 208 , pues as<br />
tamente como catalogaba su autor a Federico.<br />
simpatía que Diderot le profesaba queda bien<br />
en esta obra, cuya última línea se muestra bien<br />
te a este respecto, dado que acaba con esta excl<br />
208 Cfr. Denis OIDEROT, Pap inédites contre un tyran (édition V<br />
ñs, 1937. El manuscñLO, redactado en 1771 panabael utulo de<br />
derol aarca dtJ Examen en lomo a los Jmjuicios Yfue incorporado<br />
de la Biblioteca Nacional de París en el año 1888. Volta.ire, s<br />
vertió unjuicio muy distinto acerca <strong>del</strong> mismo ensayo donde<br />
mentaba el escrito de O'Holbach: .Tenía en mi biblioteca el<br />
los prrjuiCÜJs, pero nunca Jo había leído; había intentado recor<br />
nas, pero se me habia caído de las manos por su verborrea<br />
Vos le habéis hecho el honor de criticarlo; ¡bendito seáis por h<br />
tado sobre pedruscos y convertirlos en auténticos diamantes<br />
malos libros tienen de bueno el propiciar otros buenos- (cfr<br />
Federico a Voltaire fechada el8 dejunio de 1770; ed. CiL. vol.<br />
107
a Voltaire- que los pueblos de dos comarc<br />
han abandonado sus haciendas para dego<br />
pueblos de quienes desconocían incluso<br />
que han ido hasta lejanas tierras para ha<br />
sólo porque su señor tenía un tratado con<br />
pe, no cabe duda de que reputaríais a<br />
como locos furiosos, por prestarse así a los<br />
a la barbarie de su señor. En cambio, si os in<br />
que el rey de Prusia, enterado de que los E<br />
aliado el emperador eran asolados por<br />
Hungría, ha corrido en su auxilio y ha unid<br />
a las <strong>del</strong> rey de Polonia para realizar una m<br />
distracción en Austria, sirviendo así a su al<br />
seguro que calificaríais estos hechos como<br />
sión de generosidad y heroísmo. y, sin e<br />
querido Voltaire, ambos cuadros describ<br />
misma cosa. Se trata de la misma mujer, a<br />
presenta en primer lugar con su cofia de<br />
pojada de todos sus seductores encantos, y<br />
ción con su maquillaje, su dentadura po<br />
suerte de acicalamientos. 2 0 7 .<br />
Barbarie o heroísmo. He aquí la distint<br />
que un filó ofo haría de los mismos hecho<br />
207 Cfr. la carta de Federico a Voltaire fechada eI2!UU74<br />
pp. 118-119.<br />
106
Este famoso ensayo, corregido y superv<br />
propio Voltaire, podría confirmar ese desf<br />
dia entre las convicciones morales <strong>del</strong> pr<br />
principios políticos <strong>del</strong> monarca. Pues tan<br />
cicio <strong>del</strong> poder habría impulsado ese trá<br />
moralista insobornable hacia un político<br />
decide rendir culto al pragmatismo. Única<br />
ceso al trono le habría hecho ir comprend<br />
zones <strong>del</strong> pensador florentino, llegando<br />
inclu o su apreciación acerca <strong>del</strong> mismo,<br />
monia el Testamento político de 1752:.<br />
«Maquiavelo -leemos en sus Ensoñacion<br />
dice que una potencia desinteresada situa<br />
potencias ambiciosas terminará siendo engu<br />
tas. <strong>La</strong>mento tener que admitirlo, pero Maq<br />
razón. Los príncipes han de serambiciosos a<br />
Según esta hipótesis, el monarca prusi<br />
bría modificado su valoración de Maquiav<br />
al ejercicio <strong>del</strong> poder. Al fin y al cabo, las ob<br />
de Maquiavelo no eran tan insensatas com<br />
pensarla el avezado político, aun cuando el<br />
196 Cfr. F1uEDRlCH DER GROBE, Das Politi.ldJe r.'lamenl von<br />
franzásischen übenragen von Friedrich con OppeIn-Bro<br />
nem Nachwort von Eckhard Most) , Reclam. Stullgart. 19<br />
102
prusiano para encarnaresa figura platónica<br />
fo, entendido como panacea política.<br />
Es indudable que Federico experiment<br />
flictos internos al asumir su doble condici<br />
lista inmerso en la política y tener que afro<br />
mas planteados por el ejercicio <strong>del</strong> poder. S<br />
no estaría tan clara la otra cuestión, a saber,<br />
so al trono modificara radicalmente sus pu<br />
sobre los deberes y obligaciones propios de<br />
te. <strong>La</strong> cuestión que me interesa dilucidar a<br />
¿en qué medida contradijo el monarca<br />
príncipe heredero? ¿Acaso tuvo que abdica<br />
vicciones filosóficas para poder asumir sus<br />
rey? ¿O, más bien, siempre, tanto antes co<br />
intentó compatibilizar ambos oficios?<br />
.<strong>La</strong>s pasiones de los príncipes -escrib<br />
1743-- no tienen otro freno salvo el de la<br />
de sus fuerzas; así lo determinan las leyes c<br />
la política europea, haciéndose necesario q<br />
lítico se pliegue a ellas; si algún príncipe v<br />
intereses menos cujdadosamente que sus<br />
tos irían robusteciéndose mientras él pe<br />
tanto más virtuoso cuanto más débil» 192.<br />
'92 Cfr. FEDERIco JI DE PRUSIA••Prólogo de 1743 a L'Hislo<br />
en Nachtraguu dem Briefw
defender los intereses de su patria, sin<br />
que, al carecer de un alto tribunal que<br />
causas, cualquier soberano responsable n<br />
apelar al concurso de la fuerza y «manten<br />
mas el equilibrio <strong>del</strong> poder entre las pote<br />
ropa. 187 .<br />
Albergando estos razonamientos en su<br />
extraño que Federico, al pronunciarse sob<br />
rre l88 , lo haga en estos términos: «su pr<br />
dice a Voltaire- para restablecer la paz<br />
preservarla de una vez para siempre se m<br />
practicable; para verse coronada por el é<br />
falta sino el consentimiento de toda Eur<br />
otra bagatela por el estilo» 189. Con iguales<br />
casmo Voltaire le contestó lo siguiente: «p<br />
Vuestra Majestad ve las cosas adivinadas p<br />
'86 Cfr. FEDERICO Il DE PRUSIA, Exa'M1I <strong>del</strong>'Essai sur 1M p.<br />
Oeuvm deFridhicle Orand, ed. cit., vol. IX. pp. 143-144.<br />
'.7 Cfr. ibúJ., p. 142.<br />
188 Quien quiera profundizar en este autor puede acud<br />
trabajos de Concha ROLDÁN, ..Los "prolegómenos" <strong>del</strong><br />
sobre la paz perpetua_ (en Roberto R. ARAMA\'O,javier M<br />
cha ROLDÁN, <strong>La</strong> paz J el ideal CM11IDf!oIita de ILlllustmaón. A<br />
tenario de .Hacia lLl paz perpetua de KJJnl., Tecnos, Madrid<br />
ces <strong>del</strong> multiculturalismo en Leibniz" (en Conciencia,<br />
Pro! alto Sao".., Comares, Granada, 1995; pp. 369-394).<br />
189 Cfr. la carta de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 12.4.1742; ed. c<br />
Cfr. asimismo su carta <strong>del</strong> 29.2.1773; vol. 111, p. 262.<br />
98
contestable que la conducta <strong>del</strong> monarca pru<br />
mintió con rotundidad los buenos deseos ex<br />
por él mismo en su famoso AntimaquiaveÚl.<br />
•Pronto se vio -sentenciaVoltaire-- que Fe<br />
rey de Prusia, no era tan enemigo de Maquiav<br />
el pñncipe heredero había parecido serlo. 181.<br />
4.3. EL EFÍMERO uEÑo DE VOLTAIRE<br />
Esta profunda decepción hizo despertar<br />
de un hermoso sueño. Cuando el príncipe<br />
distinguido con su amistad, y mantiene un<br />
correspondencia con él, accede al trono, V<br />
atrevió a soñar con que su siglo conocería u<br />
180 Curiosamente, la única vez que Federico habló a Voltaire<br />
primer ministro 10 hizo sarcásticamente y mucho tiempo d<br />
explicitar su enojo por el ensañamiento de Voltaire con<br />
(quien, dicho sea de paso, era el presidente de su Academia<br />
decir, <strong>del</strong> otro puesto presuntamente añorado porVoltaire)<br />
a todo el mundo de que Maupertius pretende asesinaros. ¡<br />
conmigo en que os cuadraría muy bien haber oficiado com<br />
nislfo de César Borgial¡Cuámo le hubiera complacido a Ma<br />
estratagemal_ (cfr. la carta de Federico a Voh.a.ire fechada e<br />
<strong>del</strong> año 1753; ed. cit., vol. IU. p. 3}.-Como es bien sabido, e<br />
provocó una ruptura entre Federico y Voltaire, quien lo na<br />
causticidad en sus Memorias (cfr. ed. casl. Cil., pp. 77 Y55.).<br />
181 Cfr. VOLTAJRE, Memorias, ed. cit., p. 44.<br />
95
Cualquier aficionado a las explicacione<br />
bre psicológica intentaría explicarnos est<br />
su regio corresponsal rastreando algunas<br />
<strong>del</strong> propio Voltaire> quien habría podido a<br />
peranza de conseguir algún puesto releva<br />
su amistad con Federico. Bajo este supues<br />
despecho al no ver colmado su anhelo d<br />
Academia berlinesa178 o su hipotética desil<br />
haber sido investido como primer ministr<br />
ca prusiano, un rumor que recorrió como<br />
das las cancillerías europeas en su mom<br />
175 Cfr. las cartas escriw por Vol<strong>La</strong>ire a Federico el 27<br />
1770 (vol. m, p. 174) Yel 28 de mano <strong>del</strong> año 1775 (vo<br />
febrero <strong>del</strong> año 1775 Voltaire terminaba con estas pal<br />
car<strong>La</strong>S a Federico: «Pasaré lo que me resta de vida releye<br />
relio-Federico, el héroe de la guerra yde la filosofia.. (cfr<br />
176 «Supone un gran consuelo para mí que, al abandon<br />
sobre la tierra un rey filósofo como vos.. (cfr. la carta de<br />
co escrita en septiembre <strong>del</strong> año 1757; ed. ciL., vol. III. p.<br />
177 Clr. VOLTAJRE, Le Prix de lajusticut de I'humanili (1777<br />
PolilU¡ue de Vollaire (Textes choisis et presentés par Ré<br />
mand Colin, Pañs, 1963, p. 168.<br />
178 Cfr. Christiane MERVAUD, Vollaire el FrédéricII: une dra<br />
.... 1736-1778, The Voltaire Foundation, Oxford, 1985, p<br />
179 Cfr. ibíd., p. 106, nota 7. Voltaire podría haberse fo<br />
sión al reparar en estas líneas: «Un genio tan vasto, un e<br />
me, un hombre <strong>La</strong>n afanoso como lo es Voltaire, se hubi<br />
no hacia los empleos más ilustres, si hubiera querido sa<br />
las ciencias que cultiva... (dr. FEDERICO II DE PRUSlA, «Pró<br />
de Voltaire. (1739), en Omvres de Frédiric le Grand, ed. cit<br />
94
maquiaveÚT, pero son tan poco seguidas y ve<br />
tan poco acorde con la teoría que he aban<br />
entero esta obra. Yo la publiqué con la vana e<br />
que produjese algún bien; sin embargo, no<br />
do sino dinero para los libreros» 167. <strong>La</strong> dece<br />
taire fue tan grande como las expectativas q<br />
positado en Federico. Todavía el 18 de oct<br />
1740, el embajador prusiano en <strong>La</strong> Haya re<br />
neas de un pletórico Voltaire: «Tengo sobra<br />
para esperar que la conducta <strong>del</strong> rey justi<br />
mente al AntimaquiaveÚi <strong>del</strong> príncipe» 168, añ<br />
su estima hacia esta obra supera incluso a<br />
por las Meditaciones de Marco Aurelio. Yese m<br />
cribe al señor de Cideville, describiendo a<br />
Aurelio <strong>del</strong> orte» como «un hombre que<br />
f:ilósofo y un rey que piensa como hombre»<br />
bargo, en sus Mem01ias, que no consintió<br />
sino pósturnamente, nos brinda un retrato m<br />
«Al rey de Prusia, algún tiempo antes de<br />
dre, se le ocurrió escribir contra los princ<br />
quiavelo. Si Maquiavelo hubiera tenido un<br />
'.7 Cfr. VOLTAlRE, Otu....CompliUs-ed. Moland-. Pañs. 1<br />
p.83.<br />
168 Ur. Oeu.vrtS tU Voitaire (avec préfaces, avertissements, no<br />
chal), Pañs, 1831; vol.llV, p. 225.<br />
,.. Cfr. ilJíd., pp. 23",236.<br />
92
mente hasta Arnsterdam y urde todo un relato<br />
para tranquilizar a su regio amigo. Le dice que<br />
tado sabotear al impresor, manipulando las g<br />
aunque no ha logrado paralizar sus prensas. A<br />
sas, le sugiere publicar cuanto antes otra edic<br />
desautorizar la que ya está en camino. <strong>La</strong> estrata<br />
resultado y se publican así, no una, sino dos e<br />
<strong>del</strong> texto, que rápidamente se traduce a varios i<br />
alcanza sucesivas reimpresiones en muy breve<br />
tiempo. Pero, al fmal, Federico no queda satisf<br />
cribe lo siguiente a Voltaire: .He leído el Mtu¡u<br />
principio a fin; pero, a decir verdad, no estoy e<br />
to contento y he resuelto cambiar lo que no m<br />
así como hacer una nueva edición, bajo mi sup<br />
en Berlín. A tal efecto, he redactado un artículo<br />
gacetas, mediante la cual el autor <strong>del</strong> Ensayo des<br />
las dos impresiones. Os pido disculpas, pero no<br />
do actuar de otro modo, porque hay tanto de<br />
vuestra edición, que ha dejado de ser obra mía;<br />
esta obra constituirá una buena ocupación par<br />
vierno» 166.<br />
Por supuesto, demasiado entretenido con la<br />
ta de Silesia, Federico nunca supo encontra<br />
para ocuparse de semejante tarea. También Volt<br />
'06 Cfr. Carta de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 7.11.1740; ed. cil., vol<br />
91
con este contraveneno al final de cada ca<br />
convierta en uno de los más preciosos mo<br />
la literatura»16J.<br />
Mas todas estas alabanzas quieren introd<br />
cas literarias a 10 que lleva leído. En resum<br />
lo encuentra demasiado largo. Un inge<br />
suyo, tan amante de los aforismos y <strong>del</strong> ep<br />
frase lapidaria que aniquila con toda cont<br />
argumentos <strong>del</strong> adversario, no podía ver<br />
otro modo. No le parece acertado que los c<br />
refutación superen en extensión al texto<br />
anuncia la poda que se propone llevar a ca<br />
consienten. Pero no sabe muy bien cómo<br />
para no desanimar a su distinguido amigo<br />
cluta opiniones ajenas para exponer la pro<br />
tidme, monseñor, deciros que, según las o<br />
de madame de Chatelet, coincidentes con m<br />
recer, hay algunas ramas en este hermoso<br />
podrían podar sin dañarlo. El afán por op<br />
preceptos de usurpadores y tiranos ha devo<br />
generoso ánimo y os ha embargado en alg<br />
nes. Si es un defecto, más bien parece una<br />
161 Cfr. la carla de Voltaire a Federico fechada el 18.12.17<br />
p.316.<br />
88
uena nota y relee a Maquiavelo en italiano par<br />
algunas directrices, además de seguir alentando<br />
co para elaborar lo que deberá ser «el catecismo<br />
yes» 159. A comienzos de noviembre <strong>del</strong> año 173<br />
co envía ya unos cuantos capítulos, para que Vo<br />
examine y le sugiera las correcciones que creaop<br />
Al mandarle una segunda remesa, le confía su<br />
con estas indicaciones: «Es preciso que vos ofici<br />
padre putativo de tal infante, y que añadáis a s<br />
ción lo que demande la purezade la lengua fran<br />
poder ser presentados en público»160. Implica<br />
ese punto en el proyecto, Voltaire da un paso má<br />
ta el honor de redactar un prólogo para esta ob<br />
que asimismo quisiera oficiar como editor liter<br />
de pronto ya ha concebido el título que la hará<br />
Antirruu¡uiaveÚJ (Federico había titulado su traba<br />
ción <strong>del</strong> príncipe de MaquiaveÚJ). Estas peticiones<br />
coltadas por toda unasarta de pomposos halagos<br />
«Monseñor, es menester, por el bien <strong>del</strong> mu<br />
aparezca esta obra; es preciso que se cuente co<br />
1.. Cfr. la cana de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 26.6.1739; ed. cit., v<br />
159 Cfr. tacana de Voltaire a Federico fechada e118.10.1739; e<br />
p.307.<br />
160 Cfr.!a cartade Federico a Vohaire <strong>del</strong> 4.12.1739; ed. cit., v<br />
87
príncipes. No basta con mostrar la virtud<br />
bres, también es preciso activar los resortes<br />
al margen de los cuales hay muy pocos que<br />
clinados a seguir la recta razón" 156.<br />
«A vos -le contesta un entusiasta Volta<br />
pete destruir al infame político que erigió e<br />
virtud. <strong>La</strong> palabra político significa, en su ori<br />
vo, ciudadano, mientras que hoy, merced a<br />
versidad, viene a significar embaucador de lo<br />
Devolverle, monseñor, su auténticasignifica<br />
conocery amar la virtud a los hombres,,157.<br />
Esta incitación se desliza de uno u otro mo<br />
cada unade las cartas enviadas porVoltaire a<br />
rante aquellos meses. Incluso se permite re<br />
algunas lecturas a quien apoda como «nuev<br />
relio" (mote que agrada enormemente al m<br />
siano). Federico, por su parte, corresponde<br />
gentilezas comunicándole que sólo pretend<br />
enseñanzas: «Mi meditación contra el maqu<br />
propiamente una continuación de la Henriada<br />
'56 Cfr. l. carta de Federico. Voltaire <strong>del</strong> 16.5.1739; ed. c<br />
157 Cfr. la carta de Volt:aire a Federico fechada el 25.4.173<br />
p.269.<br />
86
primado de lo político sobre la moral, su ad<br />
a! trono había suscitado grandes esperanza<br />
nos de los más insignes pensadores europ<br />
didos como estaban de que la historia pod<br />
rializado en su persona el viejo sueño p<br />
fiJósofo-rey. En una buena medida la culpa<br />
pectativas vino a tenerla precisamente Vol<br />
todo, su empeño por publlcar, incluso contr<br />
cia fina! <strong>del</strong> propio autor, un ensayo que Fe<br />
redactado mientras no era todavía sino el pr<br />
dero <strong>del</strong> trono prusiano. Esta obra, cuyo út<br />
Anti1llaquiaveÚJ, tuvo una enorme repercusió<br />
mento, dado que, aun cuando fuera publica<br />
constar el nombre de su autor, el misterio<br />
presunto anonimato sobre quién lo había e<br />
tó ser un secreto a voces. Todo el mundo<br />
trataba <strong>del</strong> flamante rey de Prusia, que aca<br />
coronado cuando este libro comenzó a circ<br />
ropa. Se llegó a dudar, eso sí, <strong>del</strong> nivel de<br />
ción aportada porVoltalre a esta empresa l52<br />
algún comentarista le presentaba hace tan s<br />
'" Hasta 1848 no se publicó la FlLfulllción d
sas plasmadas en un tratado deben romper<br />
lo imponga el interés <strong>del</strong> Estado y otro tan<br />
con respecto a la propiedad, toda vez que s<br />
cualesquiera derechos respecto a los territ<br />
como Federico demostró en cuanto se l<br />
ocasión para ello.<br />
Con todo, Federico nunca logró identif<br />
tero con su Mr. Hyrk político y la concien<br />
Dr.Jekyllque llevaba dentro no le abandon<br />
momento, instándole siempre a diferenc<br />
dos esquizofrénicos oficios. En su correspo<br />
Voltaire, sin ir más lejos, le ruega que sepa<br />
él .al hombre de Estado <strong>del</strong> filósofo», aseg<br />
«se puede ser político por deber y filósofo<br />
ción» 146, como sería su propio caso.<br />
Anticipándose al juicio de la posterida<br />
quiso inmortalizar esa disquisición en un<br />
tico puesto a los pies de un retrato <strong>del</strong> mo<br />
no, mas no en el sentido que pretendía<br />
quien hubiera disgustado sobremanera c<br />
líneas <strong>del</strong> pensador ginebrino, por cuanto<br />
su primado de lo político sobre la reflexi<br />
moral:<br />
146 Cfr. la carl:a fechada el 1g de febrero <strong>del</strong> año 1749, e<br />
drichs des Grosstn mil VoUaim, ed. cit., vol n, p. 245.<br />
82
miento de toda sociedad.<br />
Sin ella el hombre se comportaría como<br />
truo intratable, incurriendo en toda serie de<br />
des; en orden a dulcificar sus bárbaras costu<br />
legisladores promulgan leyes y algunos filós<br />
ñan la virtud 138 • Ahora bien, como únicament<br />
des genios pueden conservar el buen sentido<br />
rar las tinieblas de la metafisica o las abstrac<br />
la religión 139, se hace necesario emplear un<br />
más general y simple para volver virtuosos a<br />
bres; «este resorte tan poderoso-nos dice F<br />
es el amor propio, ese guardián de nuestra<br />
ción, ese artesano de nuestra felicidad, esa f<br />
gotable de nuestros vicios y virtudes, ese ocu<br />
pio de todas las acciones humanas. 140. U<br />
suficientemente hábil podría servirse de tal<br />
para contrarrestar las pasiones con lo único q<br />
conseguir frenarlas: otras pasiones de distin<br />
<strong>La</strong> gran recompensa <strong>del</strong> comportamiento virt<br />
la felicidad alcanzada por un ánimo sereno y<br />
consigo mismo porque no tendría nada q<br />
charse. Esta felicidad suprema se consigue<br />
esa implacable voz secreta de la conciencia q<br />
13. Cfr. .p. cil., p. 87.<br />
"., Cfr. ¡bid.• p. 89.<br />
,.. Cfr. ¡bid., p. 90.<br />
-79
puede caer con suma facilidad en la tentación d<br />
freno y llegar a convertir los propios caprichos<br />
busca tranquilizarse a sí mismo erigiendo a! a<br />
gloria como el mejor freno contra los abusos de<br />
no 1 !lO. Muy a pesar suyo, Federico debe termina<br />
mitir que la política o «ciencia <strong>del</strong> gobierno su<br />
capítulo aparte» de todas las demás y no puede<br />
ciadasin conocimiento de causaporel filósofo l3<br />
4.1. LAs CUITAS MORALES DEL «FILÓSOFO DE SANs-<br />
Reconocer esta escisión entre gobierno y fil<br />
decir, ese radica! antagonismo entre lo político<br />
ral que ha ido constatando a través de los dile<br />
que le ha enfrentado el poder, no podia resulta<br />
fácil a quien declaró en su testamento «hab<br />
como filósofo» 132, a pesar de haberle tocadojug<br />
levante papel político. A lo largo de sus escrito<br />
co refleja con insistencia su gran afición por la<br />
que viene a caracterizar como «una pasión que<br />
'29 Cfr. ¡bid.<br />
'''' Cfr. .p. cit., p. 49.<br />
,S! Cfr. Examen de l'Essaisurw prijugis (1770), en 0euVrt5 deFrid<br />
ed. cil., vol. IX, p.141.<br />
... Cfr. FF.oERlCO (J DE PRUSIA, Testament du roi, en 0euVrt5<br />
Grand, ed. cil., vol. 11, p. 215.<br />
77
juicios temerarios y que, no pudiendo ju<br />
comprometer el interés <strong>del</strong> Estado, (el s<br />
contente con legitimarse ante los ojos desin<br />
la posteridad. 126.<br />
En su lrif(JT7TUi acerca <strong>del</strong> gvilierrw prusiano,<br />
vierte que, a su juicio, «el secreto es una vir<br />
cial para la política como consustancial al a<br />
rra. 127 • Tanto eljuego político como la con<br />
precisarian de su servicio para tener éxito<br />
prusiano sucumbe así ante lo que se ha dado<br />
.principio <strong>del</strong> presente trabajo síndrmne de G<br />
embargo, también debemos darnos cuent<br />
mismo tiempo, se ve obligado a confesar co<br />
ridad que la hipocresía y el fingimiento co<br />
rasgos fundamentales <strong>del</strong> político, cuyas acc<br />
serjuzgadas con un rasero distinto a las pa<br />
<strong>del</strong> hombre particular, teniéndose muy pre<br />
textualización, y por parte <strong>del</strong> únicojuez im<br />
al no estar escorado por la envidia, no se de<br />
panegíricos o sátiras interesados: la histori<br />
125 Cfr. op. liL, p. XXVII.<br />
126 Cfr. ¡bid., p. XXVIII.<br />
127 Cfr. FEoooco 11 DE PRUSIA, &posé du gr>tlVnenl pru<br />
sur leslflUls il roule, alH!C 1flU/ques 7iJlexíom polil/ques (1775/1<br />
deFridbic LeGmnd, ed. cil., vol. IX, 188.<br />
128 Cfr. Diswun sur les saJiriques (1762), en Oeuvrn deF7id<br />
ciL, vol. IX, p. 50.<br />
76
mismo razonamiento con el firme propósito<br />
zar sus argumentos. En un alarde que nos r<br />
mal que le pese al monarca prusiano, la franq<br />
tivada por Maquiavelo, Federico asegura toma<br />
cencia de recitar en alta voz lo que cada cua<br />
dentro de su fuero interno sin atreverse a reco<br />
Ya renglón seguido establece una serie de p<br />
que refuerzan su postura, queriendo hacerno<br />
la conducta de todo soberano sólo está regid<br />
interés <strong>del</strong> Estado y cómo los príncipes no son<br />
clavos de dicha leyl24.<br />
Atrapado por su propio discurso, Federico I<br />
sia enumera los motivos que pueden habilitar a<br />
rano para no respetar sus tratados. De los cua<br />
dos resultan inobjetables, a saber, que los aliad<br />
a sus compromisos o que se adolezca de recur<br />
cumplir lo pactado. Los otros le sumergen en u<br />
ladiza y arbitraría casuística, donde todo acaba<br />
vir de coartada para incumplir la promesa hech<br />
sospechar sin más que vamos a ser engañados h<br />
causa de fuerza mayor. Al final afirma textu<br />
«¿Acaso vale más que la población perezca o qu<br />
su tratado el príncipe? ¿Quién sería tan idio<br />
124 Cfr. FEDERICO IJ DE PRUSIA, «Introducción de 1775 a [..' Hi<br />
IemP",
aquello que se deriva de la misma, lo que nos<br />
juzgar si es buena o mala" 122. No deja de ser<br />
tras haber invocado -mure kantianc;- a un<br />
luntad en sí misma como piedra de toque p<br />
sar nuestro valor moral, abdique tan radical<br />
formalismo éúco y apele al éxito para refren<br />
mo criterio valorativo. <strong>La</strong> contradicción es de<br />
pectacular para no reparar en ella y por eso<br />
entre dos raseros harto diferentes: el de la m<br />
y las obligaciones <strong>del</strong> estadista u hombre pú<br />
dando en la idea de que ser honesto con arre<br />
pias convicciones morales es algo vedado par<br />
de ahí su obsesión, explicitada ya en 1743, de<br />
teridad no llegue a confundir al filósofo con<br />
Incluso dentro de una y la misma persona, e<br />
sonajes observarán un comportamiento sobr<br />
tinto con respecto al mantenimiento de las p<br />
«En tanto que particular, un hombre que<br />
te a otro su palabra debe mantenerla, por m<br />
promesa pueda peIjudicarle al haberla hech<br />
do irreflexivo, pues el honor se halla por deb<br />
rés; sin embargo, un príncipe podría expon<br />
dos a enormes desgracias. 123.<br />
"" Cfr. op. cil., p. XVII.<br />
'" Cfr. ¡bid., pp. XVI·XVlI.<br />
74
quedar atrapado en el gran torbellino polít<br />
pa. Expuesto a ser constantemente traicion<br />
aliados, abandonado por sus amigos, avasa<br />
celos y la envidia, uno se ve constreñido fina<br />
coger entre la terrible resolución de sacrif<br />
blos o su palabra» 118.<br />
El monarca prusiano se ha encontrado e<br />
político con unas reglas dejuego que no pu<br />
ya las que debe plegarse toda política, una d<br />
mjsas más elementales determina una rela<br />
mente proporcional entre virtud y eficacia.<br />
-ha de confesarnos a regañadientes-- se<br />
tralmente opuesto en muchos extremos a<br />
los particulares, mas no lo es con respecto<br />
príncipes, quienes, sobre la base de un mut<br />
miento tácito, se otorgan el privilegio de<br />
ambición al precio que sea, aunque para<br />
que secundar todo cuanto exija su interés e<br />
sangre y fuego, cuando no medjante intriga<br />
en las negociaciones, faltando incluso a la<br />
observancia de los tratados, que para ser fra<br />
sinojuramentos consagrados al fraude y la<br />
'" Cfr. Naclrag. %U dem Briefw
Federico el Grande sufrió de un modo parad<br />
y en sus propias carnes estos conflictos inter<br />
pios de una mentalidad moderna. Por sup<br />
también solía romper sus tratados a su ente<br />
niencia, como por otra parte lo hacía todo el<br />
pero no dejaba de tener cierta mala concienci<br />
cerlo, llegando a experimentar una necesidad<br />
siva dejustificarse tanto ante sí mismo comoesto<br />
le importa todavía más- ante la posterid<br />
juiciar sus actos debía desdoblar su personali<br />
de que una faceta compensara la otra; su voca<br />
sófica le servía para enjugar los errores (u h<br />
imputables a la vertiente política. En el prim<br />
cio a su Crónica de mi época, remitido a Voltaire<br />
nales de mayo <strong>del</strong> año 1743, Federico 1I de Pr<br />
votos para que las generaciones venideras pu<br />
cernir en él esas dos vertientes y no confund<br />
sofo moralista, cuyo corazón quiere conserva<br />
e inmaculado, con el político instado a come<br />
una tropelías por mor de las circunstancias.<br />
respetar la palabra dada y arruinar los inte<br />
pueblo, el político se veía obligado -malgrét<br />
coger el mal menor:<br />
71
no es el de haber resuelto el dilema de las re<br />
tre la política y la moral, sino el de haber for<br />
problema de una manera tal que dicho dile<br />
podido ser olvidado o esquivado. 1l6 .<br />
Todo esto parece bastante claro y no hace<br />
en ello. Sí nos interesa, en cambio, recoger a<br />
mentario de Friedrich Meinecke que nos co<br />
el próximo capítulo <strong>del</strong> presente trabajo. «Co<br />
ideas rectoras de Maquiavelo hubiera podido<br />
sin duda, la exigencia para el principe de una<br />
ral interior, siempre que ésta se combinara c<br />
necesaria para, en caso de necesidad política,<br />
sí el conflicto entre moral individua! e interés<br />
realizando así un sacrificio trágico. Sin emba<br />
lución <strong>del</strong> problema, tal como hade ofrecérn<br />
de Federico el Grande, quizá no era todavía<br />
la mentalidad de Maquiavelo y de su época. E<br />
conflictos internos, refracciones y problemas t<br />
supone una mentalidad refinada, más modern<br />
talidad que acaso no comienza hasta Shakesp<br />
116 Cfr. Georges MOUNIN, Machiav
ales no constituyen la premisa básica <strong>del</strong> juego<br />
que, por añadidura, suelen resultar pernicioso<br />
eficacia, por cuanto que la observancia de cier<br />
éticas podria reportarnos una seria desventaj<br />
pecto a nuestros contrincantes, bien predispue<br />
dirlas o subvertirlas a la menor oportunidad<br />
presente. Por lo tanto, se impone conocer toda<br />
mañas para esquivarlas o incluso aplicarlas cu<br />
menester hacerlo. «Si se quisiera --escribió Fed<br />
Prusia-prestar probidad ybuen sentido a los e<br />
dos pensamientos de Maquiavelo, habria que p<br />
más o menos así. El mundo es como una partida<br />
juego en donde,junto a losjugadores honestos<br />
hay bribones que hacen trampa; para que un<br />
que debajugaresta partida, no se vea engañado<br />
so que sepa el modo como se hacen las trampas<br />
go [...) parano quedar burlado porIos demás., 1<br />
Conviene conocer las trampas de los tahúre<br />
verse timado por ellas. E incluso el autor <strong>del</strong> A<br />
velo reconoce que se impone conoceresas artim<br />
esquivarlas, o no dudar en aplicarlas cuando s<br />
ter hacerlo así -según demostraría luego con s<br />
ta. Hay que saber no ser bueno en caso de nece<br />
es todo cuanto dice Maquiavelo, mas no es poc<br />
que con ello abre las puertas a una ciencia nuev<br />
11> Cfr. Antimaquiav
Este libro<br />
se tenninó de imprimir<br />
en los Talleres Gráficos<br />
de Huertas, S. A.<br />
Fuenlabrada, Madrid, España,<br />
en el mes de octubre de 1997