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Jorge Wagensberg<br />
¡Esto es una California!<br />
Las palabras se imponen en la lengua por una mezcla de selección natural y selección<br />
cultural. Igual que las cosas cambian de función, las voces del diccionario cambian de<br />
significado. Una pluma puede empezar siendo un adorno animal para transformarse en<br />
aislante contra el frío y, finalmente, convertirse en instrumento de escritura. Igualmente,<br />
una región de Norteamérica pudo antes ser un horno, una isla de ficción o el territorio<br />
regido por un califa.<br />
La palabra California es agradable de pronunciar, agradable de escuchar, agradable<br />
de repetir. Es una palabra crujiente y suave a la vez. Es crujiente por sus cinco<br />
consonantes, todas distintas, todas tan bien puestas. Y es suave por sus cinco vocales,<br />
dos repetidas en simetría respecto de otra central irrepetida. California es una<br />
composición musical con armonía y ritmo. ¿Cómo se compuso?<br />
En Ager, un pueblo de Lleida al pie del macizo del Montsec, se llaman californias a<br />
los calurosos desvanes, especialmente a los desvanes de las iglesias. La primera<br />
fantasía es irresistible: la palabra nace en catalán, calor de forn (calor de horno) y<br />
cuando Gaspar de Portolá, nacido en Balaguer y con casa en Ager, llega en 1768 a la<br />
tórrida península de la Baja California exclama: ¡Esto es una California! Bonito pero<br />
falso: Hernán Cortés ya usa la palabra en 1536. La etimología es la misma pero en latín,<br />
callida fornax (horno caliente) y es Cortés (que estudió latín dos años en Salamanca) o<br />
algún marinero culto quien la acuña. Quizá ni siquiera proceda del latín, sino de una<br />
mezcla de latín y alemán (que Cortés chapurreaba en honor del emperador Carlos V) y<br />
la clave sea calit ferne, es decir, caliente y lejano. Al resto de la historia, sencillamente,<br />
le damos la vuelta: Gaspar de Portolá regresa de Indias y la primera vez que sube a un<br />
caluroso desván en Ager suelta: ¡Esto es una California!<br />
¿Llegamos así al origen de la palabra? Pues quizá no, porque en un libro de<br />
caballerías de 1510 llamado Las Sergas de Espladián, de Garci Rodríguez de Montalvo,<br />
aparece la palabra California nombrando una isla paradisiaca habitada sólo por<br />
mujeres. En el Quijote se cita esta novela entre las quemadas por el cura y el barbero<br />
para librar al hidalgo de su perniciosa adicción. Navegantes españoles, quizá el propio<br />
Cortés, usan entonces California para bautizar la enorme península, que creen una isla,<br />
no sabemos si con ironía o si con la imaginación encendida por sueños de placer y<br />
gloria. Pero ahora se debilita la etimología porque Rodríguez de Montalvo nunca estuvo<br />
allí para derretirse de calor. Un escritor puede inventar una palabra biensonante. ¿Fue<br />
Montalvo el compositor de la palabra?<br />
Pues quizá tampoco. En la obra medieval la Chanson de Roland (1090) se menciona<br />
un lugar del norte de África llamado Califerne. Es la california escrita más antigua. Su<br />
compositor, sea éste anónimo conocido o cualquier otro desconocido, es en cualquier<br />
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