Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
por la gran destrucción de cerdos, frecuentísimo en nuestras mesas, que no pueden<br />
compararse en punto alguno, tanto en gusto como en magnificencia, con un niño bien<br />
criado, grasoso, añojo, que bien asado hará buen papel en un banquete de Lord Mayor,<br />
o en cualquier otro festín público. Pero estas y muchas otras ventajas omito, para no<br />
descuidar la brevedad.<br />
Suponiendo que mil familias de esta ciudad serían clientes asiduos de carne de<br />
niño, además de otros que podrían consumirla en reuniones festivas, particularmente en<br />
bodas y bautizos, calculo que Dublín consumiría anualmente unos veinte mil niños, y el<br />
resto del Reino (donde probablemente se venderían algo más baratos) consumiría los<br />
ochenta mil restantes.<br />
No veo ninguna objeción contra esta proposición, a menos que se sostenga que<br />
habría de disminuir en mucho la población del Reino. Lo admito, y, más aún, ella fue<br />
una de las razones principales que me hicieron proponerlo al mundo. Deseo que el<br />
lector observe que considero bueno este remedio sólo para este aislado e individual<br />
Reino de Irlanda, y no para algún otro que haya existido, exista, o, creo yo, pueda existir<br />
sobre la tierra. Por lo tanto, que nadie me venga a hablar de otros expedientes: de<br />
imponer un impuesto al ausentismo de cinco chelines por libra; de no usar ropas ni<br />
moblaje que no sea producido o fabricado por nosotros; de rechazar totalmente los<br />
materiales e instrumentos que fomenten un lujo extraño; de curar el dispendio del<br />
orgullo, la vanidad, el ocio y el juego en nuestras mujeres; de hacer que nuestro<br />
carácter tenga parsimonia, prudencia y templanza; de aprender a amar a nuestra patria,<br />
en lo cual diferimos de los lapones y de los habitantes de Topinambo; de cejar en<br />
nuestras animosidades y facciones, y no seguir actuando por más tiempo como los<br />
judíos, que se mataban entre ellos cuando asaltaban a su ciudad; de ser un poco<br />
cautos, para no vender por nada a nuestro país y nuestra conciencia; de enseñar a los<br />
señores a tener por lo menos un poco de compasión a sus inquilinos. Finalmente, de<br />
hacer que nuestros comerciantes sean de espíritu honesto, industrioso y diestro, pues<br />
ellos, si se tomara ahora la decisión de no comprar sino nuestros productos nativos, se<br />
unirían de inmediato para trampearnos e imponérsenos en el precio, la medida y la<br />
calidad, y ni siquiera podría llevárseles a hacer una sola proposición de comercio justo,<br />
por más que se los invitara a menudo y con ahínco.<br />
Por ello, repito, que nadie me hable de estos y otros expedientes por el estilo, hasta<br />
que por lo menos tenga alguna esperanza de que alguna vez se hará un ensayo cordial<br />
y sincero por llevarlos a la práctica.<br />
Pero yo, cansado de ofrecer durante muchos años ideas vanas, ociosas,<br />
visionarias; desesperado al fin de poder triunfar, descubrí al cabo, afortunadamente,<br />
esta proposición, que por ser totalmente nueva tiene algo de sólido y real, que no causa<br />
gastos ni muchos trabajos, que está por completo en nuestras manos, y que no nos<br />
pone en peligro de desagradar a Inglaterra. Porque esta suerte de mercancía no<br />
soportará la exportación, siendo la carne de consistencia demasiado tierna para admitir<br />
una prolongada permanencia en sal, aunque tal vez yo podría dar el nombre de un país<br />
que devoraría con agrado a toda nuestra nación.<br />
Al fin de cuentas no soy tan violentamente partidario de mi propia opinión hasta el<br />
punto de rechazar cualquier otro plan propuesto por hombres ilustrados, que pueda ser<br />
igualmente inocente, barato, fácil y eficaz. Pero antes que se adelante algo de ese<br />
género en contra de mi proyecto, y ofreciendo uno mejor, deseo que el autor, o autores,<br />
se dignen considerar dos puntos. Primero: tal como están ahora las cosas, ¿cómo<br />
podrán proveer de alimentos y vestidos a cien mil bocas y lomos inútiles? Y segundo:<br />
existiendo en todo este Reino un millón de criaturas de figura humana cuya entera<br />
subsistencia, sumada en un capital común, les dejaría una deuda de dos millones de<br />
libras esterlinas, agregando a los mendigos de profesión, a los granjeros y artesanos,<br />
62