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Ensayo - Cátedras

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académica producida por investigadores universitarios. Esa prosa no puede conseguir<br />

miles de lectores como los que, después de haber criticado duramente a Martínez<br />

Estrada, tuvo Juan José Sebreli o tiene un historiador como Félix Luna, también<br />

mirado con desconfianza por los profesionales que murmuran una palabra:<br />

divulgadores.<br />

Los discursos de las ciencias sociales y la historia, que se modernizaron a partir de<br />

los sesenta, están altamente tecnificados. Esto quiere decir que las técnicas de<br />

investigación definen el carácter de la escritura. Y el aparato crítico (notas, citas,<br />

fuentes, documentos, bibliografías) decide el aspecto mismo de la página impresa.<br />

El discurso "científico" se distingue por una página impresa con letras de diferente<br />

cuerpo (para el texto y las notas) que remiten al pie de página, por la profusión de<br />

bastardillas y de comillas de las fuentes bibliográficas. La textura visual de este tipo<br />

de página es diferente de la página tipográficamente homogénea del ensayo.<br />

Aunque no esté escrito en primera persona, el ensayo la presupone. La prosa<br />

académica habla en modo impersonal. El ensayo es persuasivo y puede ser<br />

caprichoso, aforístico. La prosa académica es probatoria y argumentativa.<br />

Así las cosas, los miles de lectores, cuando existen, están en otra parte. Hasta hace<br />

veinte años, esos miles de lectores leían ensayos escritos desde lugares políticos<br />

bien definidos: anarquismo, marxismo, nacionalismo, populismo, antimperialismo.<br />

Sobre todo el revisionismo histórico, con su mezcla de rosismo, nacionalismo y<br />

antiliberalismo, construyó un edificio hospitalario, donde el sentido común<br />

encontraba versiones más fuertes que las escritas por los historiadores y sociólogos<br />

profesionales. Decenas de miles de ejemplares de Jauretche o de Hernández Arregui<br />

prueban esa popularidad.<br />

Hoy esos lectores (o, más bien, sus hijos) leen libros escritos dentro de un género,<br />

más que desde un lugar político-ideológico, aunque ese género no excluya las<br />

opciones ideológicas. El primer libro de fortuna en este género fue el que hasta hoy<br />

es su paradigma insuperable: Operación masacre de Rodolfo Walsh. Algunos años<br />

antes que Truman Capote escribiera A sangre fría, el relato de Walsh de los<br />

fusilamientos de junio de 1956 inaugura el non fiction, es decir la narración de<br />

hechos reales escrita con las técnicas literarias. El non fiction es la expansión de<br />

la crónica periodística por medios tradicionalmente literarios. Un género de<br />

mezcla.<br />

Hoy ese uso de tecnología literaria se ha difundido. No hay noticia, ni denuncia, ni<br />

opinión, sin relato. "Esa mañana el mayor X no sabía que iba a encontrar a<br />

quienes, poco después, le revelarían.... etc. etc." Ese género periodístico,<br />

enormemente expansivo porque toma zonas que ocupó el ensayo, la historia, la<br />

reflexión cultural, la política, la biografía, tiene una capacidad para escuchar a los<br />

testigos de los hechos.<br />

El non fiction es un género de voces. En su inclinación judicial por el testimonio, lo<br />

escrito tiende una mano a la televisión, última aventura del non fiction<br />

transfigurado en reality-show. El ensayo, texto de una voz, es una lectura<br />

minoritaria frente a los libros sin muchas huellas subjetivas de autor, pero donde se<br />

escuchan (o se creen escuchar) muchas voces.<br />

“Zona”, Clarín, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1999<br />

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