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Domingo 26 de setiembre de 1999<br />
LA ARGENTINA PENSADA<br />
Beatriz Sarlo. Ensayista.<br />
El país de no ficción<br />
Es sólo un ensayista. La frase se pronunciaba en los 70 con tono peyorativo. En la<br />
Facultad de Filosofía y Letras, las brigadas modernizantes de la carrera de sociología,<br />
fundada por el gran Gino Germani, tenían claro que el ensayo era un género viejo.<br />
Es difícil exagerar la importancia del movimiento liderado por Gino Germani<br />
(sociólogo, director de investigaciones, editor) en los años cuarenta, que se<br />
consolidó en la Universidad posterior a 1955. En el pasado, la literatura le<br />
proporcionaba su modelo al ensayo histórico o de interpretación social; en aquel<br />
primer posperonismo, las ciencias sociales (nuevas para la Argentina) suscribían el<br />
acta de una muerte que se creía no sólo inevitable sino auspiciosa. Al ensayo sólo se<br />
lo toleraría en el campo de la literatura, pero debía ser expulsado de las<br />
disciplinas que pensaban la sociedad y la historia. Se seguían escribiendo<br />
ensayos, pero sus autores venían de un pasado que no estaba iluminado por las<br />
luces de las ciencias sociales, o se obstinaban en seguir teorías que no ponían a la<br />
investigación empírica como piedra de toque.<br />
Incluso la tolerancia con el ensayo literario duró poco. En efecto, el estructuralismo<br />
francés, con sus tremendos artefactos semiológicos, observaba a la crítica literaria<br />
anterior con la misma insatisfacción que la sociología sentía frente al ensayo y la<br />
acusaba de lo mismo: era poco científica. Los 60 fueron la gran época metalúrgica<br />
de los "modelos estructurales". Frente a ellos, grandes libros de crítica literaria como<br />
Muerte y transfiguración de Martín Fierro, de Ezequiel Martínez Estrada, eran<br />
sólo ensayos, culpables de una carga excesiva de subjetividad, algo que no estaba<br />
de moda en ese período regido por la oposición de sujeto y estructura, donde lo<br />
bueno caía siempre del lado de la estructura.<br />
Para seguir con el ejemplo de Martínez Estrada, el movimiento envolvente de<br />
Muerte y transfiguración..., sus volutas y repeticiones en escala ascendente, su<br />
barroquismo, lo colocaban del lado del ensayo, aunque el libro presentara una masa<br />
importante de datos y de análisis. Sebreli también era un ensayista, alguien que<br />
tenía solamente impresiones sobre cómo eran las cosas y no había hecho encuestas<br />
ni había pasado un tiempo suficiente en los archivos. <strong>Ensayo</strong> era, en los años<br />
sesenta, todo lo que no se atenía al régimen de las investigaciones sociológicas.<br />
El ensayismo era un discurso más subjetivo que objetivo, escrito con un fuerte<br />
tono personal, no necesariamente basado en investigación empírica. Lo curioso es<br />
que esos rasgos son efectivamente los que siempre caracterizaron al ensayo. Lo<br />
nuevo es que, en esos años sesenta, se los consideraba anticuados, superados por<br />
las ciencias de la sociedad y del lenguaje.<br />
Si se hace un rápido viaje en el tiempo hasta hoy, se comprueba que estas<br />
posiciones antiensayísticas han triunfado en lo que podemos llamar la prosa<br />
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