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Ensayo - Cátedras

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Tenemos tres miradas sobre la piratería: a) la de la empresa cinematográfica que la<br />

descalifica moralmente equiparando la copia ilegal de la película con la copia de un<br />

examen (equivalencia entre la lógica comercial y educativa que sería fácil cuestionar);<br />

b) la de los adultos que ironizan el moralismo del mensaje empresarial con la alusión a<br />

una conducta virtuosa –ahorrar–, recurso de mejoramiento económico a largo plazo en<br />

épocas de estabilidad financiera; c) las risas o indiferencia de los jóvenes, que ven<br />

indulgentemente las compras piratas como un modo de revertir las desigualdades de<br />

acceso en el consumo inmediato. Frente a quienes defienden como legal un orden<br />

económico que los beneficia y discrimina a amplios sectores (los empresarios<br />

culturales), ante «el público» que denuncia con ironía esa contradicción en nombre de<br />

una ética de la acumulación paciente a largo plazo mediante el ahorro, las prácticas<br />

juveniles utilizan de modo combinado recursos formales e informales, legales o no<br />

legales, para concretar su aspiración a conectarse, informarse y entretenerse ahora<br />

mismo. La modernidad y la democratización, repensadas como capacidad de acceso a<br />

bienes globalizados, aparecen viables más a través de recursos informales, y aun<br />

ilegales, que como resultado de una reestructuración más justa del orden social.<br />

Varios estudios europeos de economía de la cultura demuestran que los beneficios<br />

del copyright van a los inversores más que a los creadores o intérpretes. Y que<br />

productos culturales de países latinoamericanos pasan a los países centrales sin recibir<br />

ganancias, especialmente a Estados Unidos, donde son apropiados por empresas que<br />

los devuelven a las sociedades originarias cobrando altas regalías: la lambada como<br />

canción y baile salió de Brasil sin costo, se acusó al grupo Kaonea, que la difundió a<br />

fines de los ochenta, de plagiar la canción «Llorando se fue» del grupo boliviano Los<br />

Kjasteas, y retornó en inglés a los dos países y a otros como película, método para<br />

bailar, marca de night clubs, de colchones y camas de agua, de café instantáneo y otros<br />

productos con propiedad intelectual debidamente protegida.<br />

Para que no sean unas pocas empresas las que controlen lo que leemos, vemos y<br />

escuchamos ¿no sería mejor abolir el copyright? Aun los autores que propician esta<br />

liberalización, como Joost Smiers, reconocen bajas posibilidades de que esto se decida<br />

en los debates de la OMC, la OMPI o la UNESCO. Pero desde que un estudiante de 19<br />

años, en 1999, inventó el sistema Napster para compartir archivos de música en<br />

formato MP3 con otros usuarios de Internet, muchos programas auspician el<br />

intercambio masivo de películas, vídeos, software y publicaciones. Aunque<br />

periódicamente algún juez los clausure, los gobiernos aumenten las sanciones y de vez<br />

en cuando practiquen un ritual de quema de vídeos piratas, los procedimientos de<br />

seguridad y represión fracasan. El copyleft, o sea la licencia que permite que cada<br />

persona reciba una copia de una obra, la use, la modifique y la redistribuya, se<br />

multiplica por millones. Se hacen conferencias internacionales de software libre. En abril<br />

de 2007, EMI, una de las cuatro mayores discográficas multinacionales, eliminó la<br />

tecnología de gestión de derechos digitales (DMR, en inglés) y estableció un nuevo<br />

sistema de circulación libre de sus repertorios.<br />

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