jaramillo, pedro - l..

El Dios liberador, que saca a su pueblo de la esclav
tud de Egipto, compartiendo para siempre su causa de
pueblo pobre y oprimido: «He visto... me he fijado... he
bajado a liberarlos».
Is 54,5-14 (cuarta lectura) es una invitación a la meditación.
La mirada al Dios creador y salvador sosiega el alma
«Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor».
La relación entre Creador y criatura se estrecha y se hace
esponsal la nueva relación liberadora: «El que te hizo, te
tomará por esposa». En oposición a la dura experiencia
de Egipto, «estarás lejos de la opresión, y no tendrás que
temer; y lejos del terror, que no se te acercará».
Y es que entre Dios y el pueblo se ha establecido una
alianza eterna (Is 55,1-11: quinta lectura): Dios se hace
manantial inagotable, para saciar por siempre la sed de
todos los sedientos, y alimento que da vida: «Escuchadme
y viviréis». Alianza perpetua, búsqueda del Señor,
invocación de su nombre salvador, confesión y perdón,
confianza en caminos misteriosos, pero seguros; Palabra
que constantemente desciende y empapa la tierra y la
fecunda.
Permanente fidelidad de Dios, no siempre correspondida
por el pueblo. Baruc (3,9-15.32-44: sexta lectura) le recuerda
el origen de su deportación y destierro: «Abandona
la fuente de la sabiduría»... Seducido en tierra extranjera,
al pueblo le invadió el olvido, el hecho de que «él es nuestro
Dios y no hay otro frente a él».
Pero Dios sigue dispuesto a la misericordia y al perdón
36,16-28: séptima lectura): va a derramar un agua pura y
purificadora. Viva y vivificadora. El corazón del hombre y
del pueblo podrá ser un corazón nuevo y en permanente
renovación. El agua que limpia, fecunda y da alegría a la
vida tiene en Dios su manantial inagotable.