jaramillo, pedro - l..

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12.04.2013 Views

Segundo domingo de Cuaresma 1. La llamada «original» (Gen 12,1-4a) El momento es decisivo para el conjunto de la historia de la salvación. Es el comienzo originante que pone la historia en camino. La amplitud del escenario del relato de creación se concentra y se concreta en una llamada personal. Abrahán sale, respondiendo a una invitación de Dios. Señalará el autor de la Carta a los hebreos que es una salida «sin saber a dónde iba, guiado tan sólo por la fe». La fe y la confianza puesta en la promesa y en la fidelidad de Dios para cumplirla. La llamada y la respuesta engendran fecundidad: «Haré de ti un gran pueblo». Con el pueblo y desde el pueblo, germinada en la llamada personal, Abrahán abrirá de nuevo la escena. Todo se hace de nuevo universal en forma de bendición. Abrahán y el pueblo que de él nace «serán una bendición para todas las familias del mundo». ¡Que no cierra la vocación en los propios intereses! Abre a «los intereses de Dios», que abarcan a todos los pueblos. Nunca se podrá cerrar la llamada universal que Dio hace a cada uno. ¡Qué hermoso es percibirse convertido

en bendición para todas aquellas personas que encontramos caminando por la vida! 2. «Nos llamó a una vida santa» (2Tim 1,8b-10) La bendición originaria de Abrahán se repite en la historia personal de cada uno de los creyentes. No por méritos nuestros, sino por su pura gracia, «nos llama Dios a una vida santa». Nos llamó y nos salvó. Todo es misterio de gracia. Un designio inmemorial: La misma vida de Dios que se dona en Jesucristo. Y, en Jesucristo, se dona, salvando. La mayor esclavitud es para el hombre la muerte. Destruirla en su raíz y sacar a la luz una vida en plenitud es la obra de Jesús y la entraña misma de su Evangelio. La invitación de san Pablo a «tomar parte en los duros trabajos del Evangelio» es apremiante llamada a una apuesta por la vida. Acogerla es emprender la march por el camino que lleva a una meta, y nos salva. Como Abrahán, también nosotros somos peregrinos de la fe, en la confianza. 3. Una llamada con meta: la transfiguración (Mt 17,1-9) En el camino de la llamada, Jesús se muestra a lo suyos, anticipando la meta: «Se transfiguró delante de ellos». Les revela una identidad de luz-, la expresada en los vestidos la infundida en los apóstoles para la comprensión cabal de su misterio. En la hondura del misterio del Señor, el

en bendición para todas aquellas personas que encontramos<br />

caminando por la vida!<br />

2. «Nos llamó a una vida santa»<br />

(2Tim 1,8b-10)<br />

La bendición originaria de Abrahán se repite en la historia<br />

personal de cada uno de los creyentes. No por méritos<br />

nuestros, sino por su pura gracia, «nos llama Dios a una<br />

vida santa». Nos llamó y nos salvó. Todo es misterio de<br />

gracia. Un designio inmemorial: La misma vida de Dios<br />

que se dona en Jesucristo.<br />

Y, en Jesucristo, se dona, salvando. La mayor esclavitud<br />

es para el hombre la muerte. Destruirla en su raíz y<br />

sacar a la luz una vida en plenitud es la obra de Jesús y<br />

la entraña misma de su Evangelio.<br />

La invitación de san Pablo a «tomar parte en los<br />

duros trabajos del Evangelio» es apremiante llamada a<br />

una apuesta por la vida. Acogerla es emprender la march<br />

por el camino que lleva a una meta, y nos salva. Como<br />

Abrahán, también nosotros somos peregrinos de la fe,<br />

en la confianza.<br />

3. Una llamada con meta: la transfiguración<br />

(Mt 17,1-9)<br />

En el camino de la llamada, Jesús se muestra a lo suyos,<br />

anticipando la meta: «Se transfiguró delante de ellos». Les<br />

revela una identidad de luz-, la expresada en los vestidos<br />

la infundida en los apóstoles para la comprensión cabal<br />

de su misterio. En la hondura del misterio del Señor, el

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