jaramillo, pedro - l..
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No pidas no morir No pidas no morir, porque la muerte te hermana al Redentor que te ha salvado. Pide volver a ver resucitado a Quien cambió el sentido de tu suerte. Pide que el lastre de tu carne inerte, cómplice en la aventura del pecado, se quede, vuelta al polvo, de este lado y ocupe su lugar otra más fuerte. En la añoranza de los que se fueron envidia la alegría que tuvieron, al pisar los umbrales de la gloria, pues no hay muerte, aguijón, aprieto o duelo capaces de privarte de ese cielo, que conquistó el Señor con su victoria.
La Inmaculada Concepción (8 de diciembre) 1. «Me he escondido» (Gen 3,9-15.20) El pecado es un «esconderse» de Dios y «esconderse d uno mismo». El pecado nos deja «desnudos». Pone así de manifiesto lo peor que llevamos dentro. El pecado y la desnudez. La desnudez y la inmadurez de quien no le ha sacado a la vida todo lo que ella ofrece para cubrir y enriquecer. Aquel percibir «la desnudez» desencadena la huida y el hombre intenta esconderse de su Dios. Así es la realidad del pecado: desnudos y avergonzados. ¿El futuro? La posibilidad de un nuevo «enriquecimiento», de una nueva vestidura desde la que pueda el hombre, cubierta su desnudez, ser interlocutor de Dios. Entre presente y futuro, el camino de una nueva descendencia. La que vestirá de gracia a quien el pecado había dejado en su vergonzosa desnudez. Y, para la realidad de la prometida descendencia, la mirada hacia una nueva mujer. Ella dará un fruto bendito de su vientre. La descendencia en la que, de nuevo, serán benditas todas las generaciones.
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La Inmaculada Concepción<br />
(8 de diciembre)<br />
1. «Me he escondido»<br />
(Gen 3,9-15.20)<br />
El pecado es un «esconderse» de Dios y «esconderse d<br />
uno mismo». El pecado nos deja «desnudos». Pone así<br />
de manifiesto lo peor que llevamos dentro. El pecado y<br />
la desnudez. La desnudez y la inmadurez de quien no le<br />
ha sacado a la vida todo lo que ella ofrece para cubrir y<br />
enriquecer.<br />
Aquel percibir «la desnudez» desencadena la huida y<br />
el hombre intenta esconderse de su Dios. Así es la realidad<br />
del pecado: desnudos y avergonzados. ¿El futuro?<br />
La posibilidad de un nuevo «enriquecimiento», de una<br />
nueva vestidura desde la que pueda el hombre, cubierta<br />
su desnudez, ser interlocutor de Dios.<br />
Entre presente y futuro, el camino de una nueva descendencia.<br />
La que vestirá de gracia a quien el pecado había<br />
dejado en su vergonzosa desnudez. Y, para la realidad<br />
de la prometida descendencia, la mirada hacia una nueva<br />
mujer. Ella dará un fruto bendito de su vientre. La descendencia<br />
en la que, de nuevo, serán benditas todas las<br />
generaciones.