jaramillo, pedro - l..

3. «Tanto amó Dios al mundo...»
(Jn 3,13-17)
Comenta san Pablo acerca de la cruz que es locura. Es
verdad, pero una «.locura de amor-». La locura de un
enamorado de su mundo: «Tanto amó Dios al mundo
que entregó a su único Hijo». Y una vez «entregado» (la
«entrega» es sacrificial), todo va discurriendo según la
«lógica» de la donación, tan contraria a la lógica del acaparamiento
de sí mismo.
Jesús no acapara su vida, para hacer de ella un «disfrute
personal»; la da y, dándola, la comunica en abundancia:
«Para que tengan vida abundante».
La cruz es un misterio de donación. Un darse que susc
la alegría de la fe: el Hijo del Hombre «elevado», «para
que todo el que cree en él tenga vida eterna».
Elevado en la doble perspectiva de Juan: clavado en
alto, en la cruz, como la antigua serpiente de bronce en
el desierto; pero «elevado» como exaltado por el Padre
que da así razón al estilo de vida entregada de Jesús.
La comunión de esa vida no puede dejar de ser eterna,
la plenitud de quien la «encuentra justamente en la medida
en que la ha ofrecido». La cruz como camino hacia
la vida en plenitud- «.per crucem ad lucem».