jaramillo, pedro - l..

ció: su vestido, el sol; su corona, doce estrellas; como
pedestal, la luna.
Pero el Apocalipsis subraya más la misión de la mujer.
Dar a luz un niño. Niño esperado, pero amenazado; niño,
suyo, pero entregado: «Arrebataron al niño y lo llevaron
junto al trono de Dios». Una vez en su lugar, la mujer
desaparece discretamente, huyó al desierto, después de
haber dejado para todos el fruto de sus entrañas.
2. «La muerte ha sido absorbida en la victoria»
(ICor 15,54-57-vigilia-; ICor 15,20-27a -día-)
Dos textos de la primera Carta a los corintios girando en
torno a la misma temática: la resurrección de ]esús. Y es qu
la asunción de María no es sino una participación anticipad
en la gloria del Resucitado. El marco de la Asunción es la
Resurrección de Jesús.
Para María, «esto corruptible» se «ha revestido ya de
inmortalidad» y se ha cumplido en ella de manera definitiva
la afirmación de san Pablo: «La muerte ha sido
absorbida en la victoria».
Una victoria que nos es dada a todos: «Dios nos da la
victoria por nuestro Señor Jesucristo». Por él también se
la dio a María Sin él nada hubiera sido posible. Ella es la
primera incorporada al triunfo total de Jesús. Pero, nosotro
no somos meros espectadores y cantores de aquella
obra de la gracia. Somos también «implicados»: «Dios nos
da la victoria». Con sus ritmos, pero la asunción de María
es también «nuestra victoria» (Vigilia).
Porque, igual que para María, también para nosotros,
Cristo resucitado es primicias. En esas primicias ya estamos
todos consagrados. María ya ha obtenido la pleni-