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jaramillo, pedro - l..

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3. El puesto y el cáliz<br />

(Mt 20,20-28)<br />

En el martirio de Santiago se cumple la inversión que<br />

hizo Jesús, cuando le fue presentado por su madre, el<br />

puesto de honor se convierte en comunión de sufrimiento<br />

y dolor.<br />

Los hermanos habían dado una respuesta decidida:<br />

«Somos capaces de beber el cáliz». Sólo que el honor<br />

que de ahí se derive no lo otorga Jesús; se lo reserva el<br />

Padre. Con Jesús, el apóstol es sufriente-. «El cáliz que yo<br />

de beber». Es acompañante dolorido de su «via crucis». La<br />

«via lucis», tanto Jesús como su apóstol la reciben de su<br />

Padre. La reciben como recompensa y premio que nunca<br />

se marchitará.<br />

No vale la indignación del resto de apóstoles, porque<br />

tampoco ellos habían entendido. También andaban<br />

pensando en lo del «puesto» y poco les importaba lo del<br />

«cáliz que habían de beber». Aquella falta de comprensió<br />

arranca de Jesús la hermosa exhortación sobre la mueva-»<br />

autoridad. No será ya la autoridad de «los puestos»; será<br />

para siempre la autoridad del «servicio»... El servicio a<br />

los otros, expresión de la nueva autoridad. Y, de nuevo,<br />

la referencia al ejemplo: «Igual que el Hijo del Hombre».<br />

Al estilo de Jesús, que no vino «para que le sirvan, sino<br />

para servir y dar la vida en rescate por muchos»

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