jaramillo, pedro - l..

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12.04.2013 Views

3. Frente al pecado: la espera de Dios y la impaciencia del hombre (Mt 13,24-43) La parábola de la cizaña contrapone dos actitudes: la impaciencia y la espera. Ambas, ante un hecho de evidencia: el mal moral que existe en el mundo. Presentado como campo para la siembra, la semilla que se siembra en este mundo tiene importancia decisiva... Cuando la tierra está bien cultivada, la semilla echa raíces, crece y fructifica... El mundo va alcanzando así, progresivamente, su meta. Pero es preciso contar con el misterio del mal. La pa rábola lo refiere a una mala intención personal: «Un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo, y se marchó»... El mal también germina, y se desarrolla, y se concreta en personas, instituciones y realidades que lo encarnan. Situación diferente y contradictoria: el trigo y la cizaña. Dos diferentes sementeras y dos concreciones de enfrentado crecimiento. Más allá de una simplista oposición maniquea entre el bien y el mal, distinción que no conoce matices, se abre ya un contraste de actitudes: la de Dios, intentando dar lugar al arrepentimiento (primera lectura); la del hombre, deseoso de establecer diferencias, «tomando la justicia por su mano». Llegará el momento del discernimiento final, que sól toca a Dios... Mientas tanto, hay lugar para la misericordia y el perdón- la cizaña puede ser tocada por el trigo..., y el trigo se puede malograr, convirtiéndose en cizaña... Mientras tanto, «este es el tiempo de la misericordia».

¡Esperad a la siega! Si con el pecador eres humano, Señor..., si no te rindes en la espera, dame tiempo de llevar hasta tu era las postrimeras garbas del verano... Esparcí la cizaña con mi mano en cada noche de tu sementera...; la gracia hizo crecer la espiga entera...; -superando mi empeño- grano a grano. Sumido en el hondón de mi horizonte, no encuentra mi problema otro remonte que el poder salvador de tu justicia. Gima por mí el Espíritu inefable, pues no hay desvío yerro ni malicia que ante tus ojos sea imperdonable.

3. Frente al pecado: la espera de Dios<br />

y la impaciencia del hombre (Mt 13,24-43)<br />

La parábola de la cizaña contrapone dos actitudes: la<br />

impaciencia y la espera. Ambas, ante un hecho de evidencia:<br />

el mal moral que existe en el mundo.<br />

Presentado como campo para la siembra, la semilla<br />

que se siembra en este mundo tiene importancia decisiva...<br />

Cuando la tierra está bien cultivada, la semilla echa<br />

raíces, crece y fructifica... El mundo va alcanzando así,<br />

progresivamente, su meta.<br />

Pero es preciso contar con el misterio del mal. La pa<br />

rábola lo refiere a una mala intención personal: «Un<br />

enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo, y se<br />

marchó»... El mal también germina, y se desarrolla, y se<br />

concreta en personas, instituciones y realidades que lo<br />

encarnan. Situación diferente y contradictoria: el trigo y<br />

la cizaña. Dos diferentes sementeras y dos concreciones<br />

de enfrentado crecimiento.<br />

Más allá de una simplista oposición maniquea entre el<br />

bien y el mal, distinción que no conoce matices, se abre<br />

ya un contraste de actitudes: la de Dios, intentando dar<br />

lugar al arrepentimiento (primera lectura); la del hombre,<br />

deseoso de establecer diferencias, «tomando la justicia<br />

por su mano».<br />

Llegará el momento del discernimiento final, que sól<br />

toca a Dios... Mientas tanto, hay lugar para la misericordia<br />

y el perdón- la cizaña puede ser tocada por el trigo...,<br />

y el trigo se puede malograr, convirtiéndose en cizaña...<br />

Mientras tanto, «este es el tiempo de la misericordia».

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